Una mirada desde el Movimiento Sindical
Construyendo Alternativa al Neoliberalismo
10/07/2003
- Opinión
A comienzos de los años noventa, y en medio de un cuadro político
determinado por la salida pactada de la dictadura militar, el
protagonismo de los movimientos sociales tiende a decaer de manera
significativa. En el mundo social se logra imponer un discurso
político pragmático que llama a postergar las demandas sociales en
aras de privilegiar la consolidación del recién instalado gobierno
de transición. Desaparecen muchas organizaciones de base
especialmente en el mundo poblacional, la participación en
organizaciones sociales y políticas tiende a bajar de manera
significativa, y gana terreno una suerte de apatía ciudadana que
deja en manos de la clase política concertacionista el futuro de
la emergente democracia. Este fenómeno tiende a prolongarse
durante toda la década, y si bien surgen algunos focos aislados de
conflicto social, en definitiva la tendencia que se impone es a la
desmovilización.
Al realizar un balance de la actividad del movimiento sindical se
pone en evidencia que la organización de los trabajadores no
escapa a este nuevo escenario. Las cifras de afiliación sindical
corroboran este fenómeno; mientras que en 1990 se encontraban
afiliados a sindicatos el 12,8% del total de trabajadores
existentes en nuestro país, en el año 2001 los afiliados sólo
alcanza a ser el 10,1% de la fuerza de trabajo. Si bien estos
datos evidencian las limitaciones que vive el movimiento sindical,
es necesario profundizar en torno a las causas que provocan esta
situación, y que en buena medida se encuentran asociadas a las
transformaciones estructurales que ha experimentado nuestro país
con la introducción del neoliberalismo.
En Chile se ha producido una creciente expansión del mercado en
todos los ámbitos de la vida social quedando relegado a un plano
secundario el estado, que se ha sido desplazado de la provisión de
una serie de servicios sociales muy sensibles como la salud,
educación, y previsión, a la vez que también ha visto como le son
limitadas al máximo sus capacidades reguladoras y de intervención
en la economía. El proceso de privatización que experimenta
nuestra sociedad ha estado acompañado de profundos cambios tanto
en el mundo del trabajo como en las formas de organización de la
producción, y por tanto, en los trabajadores como clase social.
Por último habría que señalar que el comportamiento sociocultural
y los valores que moldean la conducta de la gente también han
experimentado importantes transformaciones, tendiendo a predominar
en sectores significativos de la población y también de los
propios trabajadores una mentalidad arribista estrechamente
asociada al consumo. Es decir, muchas de las nuevas identidades
sociales que están en juego se constituyen a partir de las
expectativas de consumo de las personas y de la inserción
individual que cada uno logra en el mercado.
Es por ello, que el nuevo rostro de los trabajadores como sujeto
social esta determinado en gran medida por la desregulación del
mercado del trabajo. Tomando las palabras del Abogado Pedro
Aravena en la inauguración de la Escuela de Formación Sindical que
organizó el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, los cambios
estructurales de tipo objetivo que han afectado a los trabajadores
en las últimas décadas, se pueden sintetizar en cuatro grandes
tendencias:
– La Crisis de la clase obrera industrial y manufacturera,
típica de la posguerra
– El Fin del empleo estable y la creciente precarización de los
trabajadores.
– El crecimiento del empleo en el sector de servicios, en
especial, en el comercio, los servicios financieros, y las
telecomunicaciones.
– La incorporación masiva de la mujer al mercado laboral,
llegando a representar en este momento cerca de 1/3 de la
fuerza de trabajo total del país.
Se puede concluir que los trabajadores chilenos constituyen una
clase social heterogénea, que cobija en su interior múltiples
realidades, donde se encuentra difusa la presencia de esos
sectores obreros "típicos" que forjaron la identidad de los
trabajadores en otros períodos históricos como sucedió con los
mineros o con los trabajadores de la industria manufacturera. Es
por ello, que el movimiento sindical, a partir de una concepción
de la clase obrera apropiada a los tiempos históricos que vivimos,
debe aglutinar a todos los trabajadores que son explotados, tanto
manuales o como intelectuales, ya sean trabajadores asalariados o
que laboren en forma independiente, se encuentren activos, posean
un trabajo eventual o simplemente estén cesantes, y por tanto debe
apelar a una identidad plural, que sea capaz de reconocer los
múltiples rostros de los trabajadores chilenos, y de convocarlos
en su condición de clase social explotada.
Existe la necesidad de que el movimiento sindical conozca y
reconozca las transformaciones ocurridas en nuestro país, para que
así se logre apropiar de manera plena del nuevo escenario en que
se debe desenvolver. No se trata de aceptar esta nueva fisonomía
de la sociedad chilena como una realidad inmutable, si no todo lo
contrario, se busca hacer un diagnóstico acertado del Chile
actual, y en especial de los trabajadores como sujeto social, para
desde ahí elaborar una estrategia exitosa de transformación
social que nos guíe a una efectiva democratización del país.
A pesar del contexto desfavorable que genera la imposición del
neoliberalismo por parte de la dictadura militar y la
profundización del mismo que han realizado los gobiernos de la
concertación, los trabajadores han logrado preservar un núcleo
estable de organización sindical que realiza constantes esfuerzos
por fortalecer su presencia. En este sentido, llama a la reflexión
los resultados que arroja un informe elaborado en el año 2000 por
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en
lo que se refiere a la presencia que tienen los sindicatos dentro
de las organizaciones sociales existentes en nuestro país. Desde
un punto de vista cuantitativo, los sindicatos y las asociaciones
de funcionarios públicos suman un total de 8.388 entidades, siendo
la tercera organización más común del país, después de los Clubes
Deportivos y las Juntas de vecinos, lo que da cuenta de la
vitalidad que poseen los sindicatos pese a las condiciones
adversas en que realizan su actividad, especialmente desde el
punto de vista legal.
Tipo y Número de Organización existente en el país
Juntas de Vecinos - 11.420
Clubes Deportivos - 8.549
Sindicatos y Asociaciones Funcionarios - 8.388
Centros de Padres - 8.096
Organizaciones de Mujeres - 4.530
Adultos Mayores - 3.560
Comités de Allegados - 4.454 Un desafío urgente para el movimiento sindical se refiere al enriquecimiento que debe hacer de su plataforma de lucha, pues ella no puede limitarse a las necesarias demandas salariales y de condiciones de trabajo que caracterizan la acción de los sindicatos al interior de la empresa. La organización de los trabajadores también debe ser capaz de incorporar demandas que escapan de los marcos tradicionales de la acción sindical, y asumir con mayor decisión las nuevas contradicciones que surgen producto del dominio sin contrapeso que ejerce el mercado. El acceso a una pensión digna para cientos y miles de trabajadores que no lograrán cumplir con los requisitos mínimos que fijan las AFP para acceder a una jubilación en el sistema privado, el derecho a la salud para la gran masa laboral que no cotiza en las ISAPRES y que no ve cubierta sus necesidades en el exiguo sistema público, la discriminación que afecta a las mujeres y a los jóvenes que se incorporan al mundo laboral, son temas de actualidad que afectan a una gigantesca masa de trabajadores desregulados frente a los cuales el sindicalismo debe tener una palabra. Otro gran desafío de la organización sindical, apunta a unir las necesarias reivindicaciones sociales de los trabajadores con la lucha política contra el neoliberalismo y sus representantes, haciendo converger ambos procesos de lucha en un movimiento político-social. Para avanzar en esta dirección es menester que los trabajadores desarrollen una opinión frente a los temas de debate nacional, como la reforma de la salud que impulsa el gobierno de Lagos, o sobre el alcance que tienen para la soberanía nacional los acuerdos de librecomercio que se apresta a firmar la canciller Soledad Alvear. Para lograr un mejoramiento en las condiciones de vida de los trabajadores, hay que producir cambios generales en la sociedad, y es por esto, que un movimiento sindical que caiga en un gremialismo estrecho, terminará encerrado en sí mismo y aislado. Es más, aspiramos a que al igual como sucedió cuando se fundó la CUT en 1953, el movimiento sindical reivindique para sí y para las grandes mayorías nacionales, un proyecto de país alternativo al modelo capitalista imperante que pueda unir al conjunto del pueblo chileno tras él. En este sentido hay destacar dos importantes avances que se han suscitado en los últimos días, y que no deben pasar desapercibidos. El primero es la constitución de una corriente sindical clasista al interior de la CUT, una innovadora propuesta que aspiran a que los trabajadores recuperen su identidad como clase social explotada, que sólo logrará su liberación a través de la lucha contra el neoliberalismo. Y el segundo, es el llamado a Paro Nacional para el 13 de Agosto que efectuó Arturo Martínez el día primero de Mayo. Esta convocatoria a paro es un hecho de gran trascendencia al cual no hay que restarle significación, pues es la primera jornada de paro que convoca la CUT desde su constitución y se convierte en un hito que gran trascendencia que nos obliga a tensar al máximo nuestras capacidades para hacer de este paro, una gran jornada de movilización que emule las heroicas luchas de nuestra pueblo contra la dictadura. Para finalizar esta reflexión, solo me queda decir que estando consciente de que estas palabras por sí solas no resultan suficientes para resolver las tremendas dificultades que enfrenta el movimiento sindical, pero si profundizamos la reflexión en torno a estas problemáticas y sumamos a nuestras palabras la acción de organización y lucha que los trabajadores demandan, tengo la plena convicción que habremos dado un gran paso en la dirección correcta. * Daniel Núñez. Sociólogo. Investigador Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz. Chile.
Clubes Deportivos - 8.549
Sindicatos y Asociaciones Funcionarios - 8.388
Centros de Padres - 8.096
Organizaciones de Mujeres - 4.530
Adultos Mayores - 3.560
Comités de Allegados - 4.454 Un desafío urgente para el movimiento sindical se refiere al enriquecimiento que debe hacer de su plataforma de lucha, pues ella no puede limitarse a las necesarias demandas salariales y de condiciones de trabajo que caracterizan la acción de los sindicatos al interior de la empresa. La organización de los trabajadores también debe ser capaz de incorporar demandas que escapan de los marcos tradicionales de la acción sindical, y asumir con mayor decisión las nuevas contradicciones que surgen producto del dominio sin contrapeso que ejerce el mercado. El acceso a una pensión digna para cientos y miles de trabajadores que no lograrán cumplir con los requisitos mínimos que fijan las AFP para acceder a una jubilación en el sistema privado, el derecho a la salud para la gran masa laboral que no cotiza en las ISAPRES y que no ve cubierta sus necesidades en el exiguo sistema público, la discriminación que afecta a las mujeres y a los jóvenes que se incorporan al mundo laboral, son temas de actualidad que afectan a una gigantesca masa de trabajadores desregulados frente a los cuales el sindicalismo debe tener una palabra. Otro gran desafío de la organización sindical, apunta a unir las necesarias reivindicaciones sociales de los trabajadores con la lucha política contra el neoliberalismo y sus representantes, haciendo converger ambos procesos de lucha en un movimiento político-social. Para avanzar en esta dirección es menester que los trabajadores desarrollen una opinión frente a los temas de debate nacional, como la reforma de la salud que impulsa el gobierno de Lagos, o sobre el alcance que tienen para la soberanía nacional los acuerdos de librecomercio que se apresta a firmar la canciller Soledad Alvear. Para lograr un mejoramiento en las condiciones de vida de los trabajadores, hay que producir cambios generales en la sociedad, y es por esto, que un movimiento sindical que caiga en un gremialismo estrecho, terminará encerrado en sí mismo y aislado. Es más, aspiramos a que al igual como sucedió cuando se fundó la CUT en 1953, el movimiento sindical reivindique para sí y para las grandes mayorías nacionales, un proyecto de país alternativo al modelo capitalista imperante que pueda unir al conjunto del pueblo chileno tras él. En este sentido hay destacar dos importantes avances que se han suscitado en los últimos días, y que no deben pasar desapercibidos. El primero es la constitución de una corriente sindical clasista al interior de la CUT, una innovadora propuesta que aspiran a que los trabajadores recuperen su identidad como clase social explotada, que sólo logrará su liberación a través de la lucha contra el neoliberalismo. Y el segundo, es el llamado a Paro Nacional para el 13 de Agosto que efectuó Arturo Martínez el día primero de Mayo. Esta convocatoria a paro es un hecho de gran trascendencia al cual no hay que restarle significación, pues es la primera jornada de paro que convoca la CUT desde su constitución y se convierte en un hito que gran trascendencia que nos obliga a tensar al máximo nuestras capacidades para hacer de este paro, una gran jornada de movilización que emule las heroicas luchas de nuestra pueblo contra la dictadura. Para finalizar esta reflexión, solo me queda decir que estando consciente de que estas palabras por sí solas no resultan suficientes para resolver las tremendas dificultades que enfrenta el movimiento sindical, pero si profundizamos la reflexión en torno a estas problemáticas y sumamos a nuestras palabras la acción de organización y lucha que los trabajadores demandan, tengo la plena convicción que habremos dado un gran paso en la dirección correcta. * Daniel Núñez. Sociólogo. Investigador Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz. Chile.
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