México y el triunfo prohibicionista en California

05/11/2010
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Podrán estar contentos los partidarios del prohibicionismo de las drogas: las ultraderechas, los presidentes Santos de Colombia y Calderón de México; también Obama tendrá un bálsamo en medio de su debacle. La victoria del no a la proposición 19 que hubiera legalizado la posesión y el cultivo de marihuana para uso de placer en el estado de California, también habrá sido recibida con embozadas sonrisas por los generales del Ejército mexicano; por los vendedores –legales o ilegales- de armas y de helicópteros; los asesores militares, los lavadores de dinero y los empresarios que reciben los dólares rechinando de limpios. Bueno, hasta los cárteles mexicanos suspirarán aliviados de no ver todavía amenazado su oligopolio…
 
Tsunami prohibicionista
 
Contrariamente a lo que se preveía tan sólo unas semanas antes, el 57 por ciento de las y los votantes californianos rechazó la proposición 19, contra un 43 por ciento que optó por el sí. De las grandes ciudades de aquel riquísimo estado, sólo en la muy progresista y plural San Francisco ganó el sí. La iniciativa, además de legalizar el uso y cultivo de la marihuana para fines “de diversión” contemplaba que las ciudades y los condados a regular y gravar la producción y comercialización de la cannabis indica.
 
Una amplia coalición se formó para impulsar la iniciativa 19: artistas y personalidades conocidos por su progresismo como Susan Sarandon, (oh, Susan Sarandon¡) Danny Glover, Danny de Vito, y los cantantes Willie Nelson y Sting. El millonario George Soros, quien aportó un millón de pesos a la campaña de propaganda. Y organizaciones como la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color) y la ACLU (Unión Americana en pro de las Libertades Civiles) y la mayoría de los sindicatos. En México, el expresidente Zedillo se manifestó a favor de la despenalización. Y Vicente Fox, en abierta confrontación con su correligionario Felipe Calderón, se pronunció abiertamente por la despenalización.
 
En contra se manifestó el “establishment” demócrata californiano, encabezado por Jerry Brown, gobernador electo. La administración Obama en voz del procurador general Eric Holder amenazó con reforzar las medidas por hacer cumplir a nivel federal la ley que criminaliza la posesión y venta de marihuana., También militaron fuerte en el lado prohibicionista, encabezados por Calderón y Santos, los Jefes de Estado y de Gobierno del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla, reunidos en Cartagena de Indias. En su 12ª. Cumbre manifestaron que medidas como la proposición 19, “…unilaterales y parciales echan por tierra los esfuerzos de la región que han costado tanto dinero, y, sobre todo, tanta sangre”.
 
México: las víctimas y los negociantes
 
Tal vez en México causó más expectación la votación sobre la proposición 19 que todas las demás votaciones del día de los difuntos En el país había dos tipos de expectación: la de quienes veían, veíamos, que un triunfo del Sí introduciría un nuevo factor que pudiera ir conteniendo la cruentísima “guerra al narcotráfico” decretada por Calderón desde hace 4 años. Y la de los cárteles exportadores de marihuana y la constelación de intereses que gravita en torno a ellos. Comencemos por lo segundo:
 
Desde hace largo tiempo, México ha sido el gran proveedor de marihuana a los Estados Unidos. El vecino del norte es el mayor demandante de drogas en el mundo, con 20 millones de consumidores habituales u ocasionales de marihuana, cinco millones de usuarios de cocaína, tres millones de éxtasis, 1.3, de anfetaminas y un millón de consumidores de heroína.
 
Tan enorme mercado, genera su propia oferta. Así, México es el tercer productor mundial de marihuana, sólo detrás de Afganistán y Myanmar, según el investigador de la UNAM, Luis Astorga. Tan sólo entre 2008 y 2009 se incrementó en un 35% la superficie cultivada de cannabis: de 8 mil 900 a 12 mil toneladas. La producción anual de México es de 21 mil 500 toneladas, de las 45 mil que se producen a nivel mundial, según la Oficina de las Naciones Unidas sobre las Drogas y el Crimen.
 
De ahí que sea precisamente la marihuana el principal negocio de los cárteles mexicanos: citando datos de la Oficina Antidroga de la Casa Blanca, en su informe de 2006, Astorga colige que los cárteles de mexicanos obtienen 13.8 mil millones de dólares por la venta de drogas ilegales en Estados Unidos, de los cuales, 8 mil millones de dólares provienen de la venta de marihuana, es decir, casi el 61 por ciento, más que los ingresos conjuntos de la venta de cocaína, heroína y metanfetaminas.[1] De este tamaño era la preocupación de la eventual legalización de la marihuana en el fronterizo Estado de California, principal destino y lugar de residencia de millones de migrantes mexicanos.
 
Lo que pudo haber sido y no fue…
 
Quienes promovieron el Sí a la proposición 19 utilizaron entre sus argumentos el de que “la legalización decapitará a los cárteles mexicanos”. Si bien eso es un tanto exagerado, es indudable que aun legalizándose sólo en California el consumo, por diversión o por placer de la marihuana, acarrearía efectos como los siguientes:´
 
Al legalizarse no sólo el consumo, sino también el cultivo, así sea en superficies limitadas, el precio de la marihuana sufriría una drástica reducción, afectando seriamente dos terceras partes del ingreso de los cárteles mexicanos. El tener que competir con los bajos precios de la marihuana, haría bajar también los precios de otras drogas, como la cocaína, la heroína, las metanfetaminas, etc.
 
Al afectarse significativamente la base económica de la operación de los cárteles, también se afectarían su capacidad de fuego y de corrupción de autoridades.
 
Es indudable que los cárteles no se quedarían cruzados de brazos: intentarían expandir el mercado de otras drogas, como la cocaína y la heroína que tienen mayor margen de ganancia. Sin embargo, este reacomodo les sería muy costoso a los cárteles. Para suplir los ingresos que dejarían de percibir se orientarían todavía más a otro tipo de delitos como el secuestro, la extorsión, los robos de vehículos, el tráfico de personas y de órganos, etc.
 
Ciertamente los cárteles no se acabarían y podrían incluso ser más virulentos y agresivos contra la población, pero, aquí habría que señalar lo que remarcan algunos analistas: en el tráfico de drogas hay un consenso tácito entre el traficante y el consumidor, mientras que en el secuestro, el robo, la extorsión, es todo lo contrario, hay un acto violento que desgasta gravemente la imagen del criminal y le enajena cualquier apoyo social.
 
Como lo señalaron indirectamente los propios jefes de Estado y de Gobierno, en Cartagena, la legalización de la marihuana, vendría a destroncar toda la estrategia de guerra antidroga, como el Plan Colombia, como la Iniciativa Mérida, acordados entre Washington y Bogotá o Washington y México, con altos costos humanos, sociales y financieros para nuestros países.
 
Como se ha insistido, no se acabarían ni los cárteles, ni la delincuencia, pero se podrían derivar enormes cantidades de recursos financieros que ahora se dedican a perseguir el tráfico de marihuana, a la atención y la prevención de adicciones.
 
Lo limitado de la “legalización en un solo Estado”.
 
Ciertamente el legalizar la marihuana en un solo Estado, como California tendría sus límites y sus riesgos: en el resto de los Estados Unidos hay todavía un mercado suficientemente amplio como para seguir enriqueciendo a los cárteles y alimentando a los promotores de la “guerra contra las drogas”. También, como se ha mostrado en otros lugares donde se ha legalizado, tendría, al menos al principio, el efecto de disparar el consumo, sobre todo si el Estado no asume su papel en la prevención y atención de adicciones. Porque, si bien, la marihuana es la droga más empleada todavía, ahí están todavía la cocaína, la heroína, las metanfetaminas y el éxtasis.
 
Lo que viene
 
A Obama lo derrotaron porque no hizo los cambios que se requerían; la proposición 19 fue derrotada precisamente por los que no desean cambios. Para los Estados Unidos, tal vez no sea muy diferente cambiar o no en materia de drogas, al fin y al cabo ellos son sólo usuarios y beneficiarios del lucro, no víctimas de la violencia.
 
Para México el que no se haya aceptado siquiera un factor nuevo dentro de la estrategia global de guerra contra las drogas significará que siguen la violencia, las muertes y los atropellos a los derechos humanos. Que la estrategia calderonista seguirá contando con el aplauso de Washington y el repudio de quienes pagan todos los días la cuota de juvenicidios de esta guerra.
 
Es cierto, que como señalan los expertos, la estrategia contra las drogas debe ser multinacional y fundamentalmente de salud pública, no sólo policíaca -militar. Sin embargo, el experimentar algo distinto, así solo fuera en California, abriría las puertas a formas más imaginativas y sobre todo menos costosas en sangre y desgarramiento social, como las que han implementado hasta ahora Washington, Bogotá y México.
 
Para documentar nuestro optimismo, como diría Carlos Monsiváis, retomemos las palabras de Ethan Nadelmann director ejecutivo del Drug Policy Action: “Aún sin habe llegado a ser ley, la proposición 19 ha tenido un impacto permanente en la discusión nacional. Esta iniciativa ha elevado y legitimado el discurso público sobre la marihuana y la política sobre ella…este voto marca una victoria histórica para la reforma de la marihuana…”
 
Y, siguiendo la apuesta por el optimismo, habrá que decir que los antiprohibicionistas volverán a insistir con su proposición en las elecciones de 2012… México también tendrá comicios presidenciales en 2012…
 
El crimen organizado seguirá robando, secuestrando y extorsionando, las actividades criminales que realmente afectan a la población. Seguirá infiltrado en las policías del país. Seguirá infiltrado en la política. Seguirá matando periodistas. Seguirá mandando como la más alta autoridad en regiones completas del país. Ahora manda en una cuarta parte, a decir del general de división Luis Garfias, y en esa cuarta parte del territorio nacional se atrincheraría, probablemente, radicalizando su violencia.
 
Algunos efectos de la guerra:
 
  • Mantiene alto el precio del grano.
  • También los lavadores de dinero y las empresas que reciben ese dinero lavado.
  • Los fabricantes de armas, helicópteros, los consultores militares.
  • Las políticas que controlan por medio del terror, el ejército adueñado de las calles.
 
Si el país vecino decide que la marihuana puede consumirse y producirse con tanta libertad como el tabaco, su precio se desplomará, haciendo inviable el negocio criminal. Es muy probable que incluso Estados Unidos pueda ser autosuficiente en esa yerba. En cambio, si en México se legaliza el consumo y producción de marihuana, el impacto sobre la delincuencia organizada sería muy pequeño. Éste no es su mercado relevante.
 
Pero lo que indudablemente ganaremos a través de la legalización es enfocar todo nuestro esfuerzo no en perseguir lo que ya sabemos que no podemos perseguir con eficacia, sino en informar a nuestros jóvenes del peligro de consumir drogas, en tratar a las personas adictas, en cobrar impuestos por esas sustancias, etcétera.
 
Todo el personal civil y militar que pone en riesgo su vida y la de sus familias en perseguir a los narcos, podrá dedicarse a protegernos a todos de los delitos que afectan de manera grave a la mayor parte de la población: homicidio, secuestro, robo, extorsión, contrabando, etcétera. Eso es, precisamente, lo que necesitamos que haga el Estado mexicano. Y necesitamos además que lo haga sin demora.
 
Sin embargo, un informe del 2009 de la ONUDD exponía que la legalización no disminuiría las ganancias ni la violencia de las organizaciones criminales. El informe expone que: “La legalización de las drogas nunca detendrá el crimen organizado transnacional. Los fondos de la mafia se pueden alimentar igualmente a través del tráfico de armas, de personas y de órganos, de la falsificación y el contrabando, del crimen organizado y la usura, del secuestro y la piratería.
 
Sólo El mercado de la cocaína en el hemisferio occidental estaba controlado por los traficantes colombianos en las décadas de los 80 y los 90. Según el informe de la ONUDD, las organizaciones mexicanas fueron subcontratadas por los colombianos como parte de su programa de expansión. Ahora, los carteles mexicanos controlan el mercado, con subsidiarios a lo largo de América Central y del Sur, EE. UU., Canadá, Europa y África.
 
Todo esto hay que saberlo y hay que asumirlo, porque de otra manera no estaríamos mintiendo al pensar que la legalización es un paso de alguna manera mágico y todopoderoso para terminar con muchos problemas. No es así: la legalización acaba con ciertos problemas, pero deja intocados otros, naturalmente. Sin embargo, además de la marihuana existen otras drogas que pasan por México: cocaína, anfetaminas y derivados del opio. Es sumamente improbable que estas drogas puedan ser legalizadas para consumo general, y en varios casos, con justa razón. Estas drogas aportan menos efectivo a los cárteles, pero son de grandes márgenes, por lo que el incentivo para la delincuencia organizada no desaparecerá.
 
México debe, en consecuencia, transitar hacia una política que entienda el tema de las drogas como de salud pública y no de seguridad pública únicamente. Esto implica dejar poco a poco de usar el derecho penal y comenzar a invertir nuestros recursos humanos, económicos y logísticos en dos tareas fundamentales: prevención del consumo y apoyo para las personas que ya sean adictas.
 
Todos los miembros del panel de la conferencia de la universidad estuvieron de acuerdo con que el narcotráfico y el consumo de drogas requieren una solución transnacional.
 
- Víctor M. Quintana S. es Diputado mexicano
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 231, Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org


[1] Astorga Luis, citado en Notilegis, 13-IV-2009, Cámara de Diputados, México.
https://www.alainet.org/es/active/42084
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