Sipcarios
- Opinión
La prensa reaccionaria, la que responde al interés (y el capital) de sus propietarios es una de la patas del capitalismo; las otras son el gobierno entreguista, el ejército represor y la iglesia colonialista. A eso se debe que los pueblos luchen por tener un gobierno patriota, un ejército constitucionalista, una iglesia que opte por los pobres y una prensa leal, así sea alternativa.
La mayoría de los medios en Bolivia tiene su suerte atada a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que les diagrama conductas a seguir según el país pecador: obsecuente con las dictaduras y enemiga de las democracias.
O sea, cuando Bolivia está bajo dictadura se prohíbe a los periodistas opinar sobre libertad, democracia, derechos humanos, soberanía, etc. y, al revés, si el país vive en democracia piden los dueños a sus escribas ostentarse como los abanderados de los derechos civiles, atacar al gobierno, objetar los cambios que se hacen para bien de todos, mofarse de las mayorías y faltarle el respeto a quienquiera que les objete su proceder. Ah, y además se les impone peinarse el copete como waripoleros de la libertad de expresión, como si ese derecho fuera exclusivo de los periodistas.
En Bolivia vemos cómo los operarios de la SIP parodian a los sicarios que, por dinero, “matan” con mentiras y desinformación. Gacetilleros-gatilleros que justifican su paga por la pega. En suma: sipcarios.
En estos días, a raíz del lanzamiento de la “Ley No. 045 contra el racismo y toda forma de discriminación”, los que detentan el poder mediático ordenan a algunos periodistas romperse el alma en oposición a los artículos 16 y 23 de esa Ley. Y algunos obedientes (o temerosos de perder la pega) se tiran al suelo de la protesta para que los transeúntes los levanten, ay pobrecitos.
Ese par de artículos es precisamente el quid de la ley porque suponen topes preventivos en la carretera de la libertad de expresión. Si aceptáramos que la Ley 045 es una pista ancha y larga por donde el coche de las opiniones se desplaza a velocidad, el conductor tendrá que saber que en los kilómetros 16 y 23 debe frenarse cautamente, pensar en su seguridad y no perder el control de la máquina para no atropellar a los que cruzan el camino en su derecho de libre tránsito. ¿No ve?
Por otro lado, a mí, como al periodista Ricardo Bajo, me da mucho gusto saber que también los cronistas deportivos están metidos en el menjurje de la Ley contra el racismo y toda forma de discriminación.
Es novedoso comprobar que al fin pisan el suelo de la realidad política en los medios, ellos que siempre le sacaban el poto a la jeringa con el cuentito de que “somos de deportes y no nos metemos en politiquería”.
Yo recuerdo, por ejemplo, que el 17 de julio de 1980 estalló el sangriento golpe antidemocrático del degeneral García Meza y el narcoronel Arce Gómez y los periodistas convocamos al paro general.
Sin embargo, los cronistas y reporteros deportivos no nos dieron bola y siguieron transmitiendo, como si nada pasara, una carrera nacional de automóviles iniciada el día anterior en homenaje a La Paz. De esa infausta fecha data el soneto “Cabalgata” que escribí para esa raza mediática indolente y satisfecha. Lo reproduzco aquí por si se pueda ofrecer en cualquier rato.
“Estamos transmitiendo desde arriba/ donde no se permiten sentimientos/ de patria, pueblo, pobres y otros cuentos/ ¡esta es la Cabalgata Deportiva!// Nada nos interesa la violencia/ que se ejercita contra los de abajo,/ ni que se arranque la libertad de cuajo/ no son temas de nuestra competencia.// La democracia sufrió hoy un revés…/ ¡Adelante, adelante, puesto tres!/ ¡Informa la bujía de confianza!/ ¡Aunque la Gran Carrera ha terminado/ por el camino avanza acelerado/ un motor de justicia y de esperanza!”.
Ese terrible día mataron a Marcelo Quiroga Santa Cruz y a otros 93 humildes bolivianos, gente inocente ametrallada en barrios populares y mercados públicos, indígenas, la mayoría, que no sabían adónde ni cómo escapar.
A ver, a ver: ¿qué les queda al indio y al pobre cuando ya nada les queda? Su dignidad, su identidad étnica. La Ley 045 es un blindaje para ese precario segmento ciudadano y los artículos 16 y 23 son dos remaches chiquitos en ese real patrimonio oral e intangible de la humanidad que es la dignidad.
Algunos periodistas convirtieron el reclamo por su “libertad de excepción” en un show circense. Y con la peor redacción. Una amiga periodista del diario “Reforma” de México me llamó anoche para comentarme, doblada de la risa, que en la versión electrónica de “Opinión.com.bo” del sábado 15, bajo el título de “Ley Antirracismo. Escriben a Evo la carta más larga”, se podía leer esta idiotez:
“Decenas de personas, niños y jóvenes, sin importar la edad ni la raza empezaron a escribir hoy con sus manos una variedad de mensajes sobre la libertad de expresión…” ¿”Escribir con sus manos”? Por la pucha, le dije, ese texto está escrito con las patas.
Lamento decir a los racistas que ya no será un hobby racista agredir de palabra y obra a las mayorías originarias que con su duro trabajo y digna identidad sostienen de pie al país. El “Papirri” Monrroy Chazarreta ha puesto a circular un testimonio dramático del avatar que hasta hace poco entornaba sus actuaciones humorísticas.
En su condición de paceño, el buen Chaza tenía que escuchar “callaru nomás” que los racistas cambas, por ejemplo, le gritaran lo único que brotaba de su complejo de inferioridad: “¡colleymierda!”. Y el genial artista actuaba tragando sapos sin hacer gestos… y hasta riendo.
Se acabó, o mejor dicho se tiene que acabar. Los medios tienen que ser enteros, en su acepción de entereza. La disyuntiva es clarita: se acata o se ataca. La Ley se acata como gente civilizada o el injuriado ataca en legítima y originaria defensa. La rosa o el rosón. Porque resulta de risa que la raza rusa no tolere ni el roce de una rosa antirracista.
- Coco Manto, Diario Cambio, La Paz.-
http://www.cambio.bo/noticia.php?fecha=2010-10-19&idn=30411
Del mismo autor
- Lacayos de Goebbels 29/06/2016
- ¡Oh lalá, los vikiliks! 30/11/2010
- Sipcarios 18/10/2010