La dignidad y la unidad, muralla contra la impunidad

08/07/2003
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  • Opinión
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Las graves y dramáticas violaciones a los derechos humanos cometidas en forma sistemática y planificada durante 17 años en nuestro país, estarán siempre presente acusando a los responsables directos y quienes a través de pactos y transacciones han pretendido convertirlo en una "tema" del pasado, un "tema" molesto que debe salir lo más pronto de la escena. Todo lo que se ha avanzado en estos 13 años se debe al coraje y consecuencia del mundo de los derechos humanos, agrupaciones, abogados y partidos políticos de izquierda, organizaciones sociales y sindicales, que desde fuera del poder ejecutivo y legislativo, han actuado rompiendo la pretensión reiterada de imponer un Punto Final, y mantener la impunidad. Y todo esto, pese a la vergonzosa actitud de la derecha, militares y gobierno que asumieron la defensa de Pinochet cuando éste logró ser detenido en Londres. Este clima de no compromiso del Estado con la Verdad y la Justicia, unido al impacto que provoca el cumplimiento de los 30 años del golpe militar, la muerte de Allende y toda la secuela de crímenes contra la humanidad, ha empujado a quienes tienen el poder a buscar de nuevo un acuerdo de "unidad nacional y reconciliación". Conocedores de estos trajines, la UDI se apresuró a salir con una propuesta sobre el "tema" . Y las declaraciones del general Cheyre, rematadas con las de los ocho tenientes generales del ejército -todos máximas segundas autoridades durante toda la dictadura- están mostrando que sus demandas pretenden apresurar los juicios, terminar con la figura del secuestro permanente (detenidos desaparecidos), aplicar la ley de amnistía. O sea, borrón y cuenta nueva, impunidad. En particular la declaración de los ocho generales, que ha sido aplaudida por los representantes del gobierno y la derecha, no es sino una declaración que aparentando lamentar las exhumaciones, justifica y avala el golpe militar y reduce los brutales crímenes cometidos a "problemas" durante la administración militar. Esta declaración forma parte de un conjunto de iniciativas para lavar la imagen de los responsables. Forma parte de la estrategia, nuevamente puesta en marcha, para dar una salida consensuada ante el problema de los derechos humanos. Y esta estrategia, insistimos, se ha estado preparando silenciosamente desde las esferas del poder, desde la derecha, el militarismo, el gobierno y la Concertación, con el nombre de "unidad nacional". Entonces, toda esta campaña se convierte en una parodia. ¿Qué valoran la gente de gobierno, de la derecha, de la Iglesia, con tanto entusiasmo? ¿El cinismo, la cobardía de ocho uniformados que tuvieron la segunda responsabilidad durante la dictadura, y que durante treinta años han vivido callados, escondidos, eludiendo sus responsabilidades? Claro que no olvidemos que esta transición es producto de un pacto acordado por la Concertación, Pinochet y el militarismo. Ese pacto explícito señala que el tema de los derechos humanos se debe abordar sólo en la medida que a los militares les sea aceptable, y que la Constitución del 80 se tiene que mantener. Este pacto ha llevado a tremendos renunciamientos por parte de la Concertación, y a transacciones que son realmente indecentes, inaceptables. No es a la derecha a la que le vamos a exigir Verdad y Justicia, si no es a la Concertación por sus compromisos programáticos con la democracia, la verdad y la justicia. Se pretende con todo esto, crear un clima donde se falsifica la historia. Y a lo menos nosotros, en lo que nos corresponda haremos lo imposible, (porque la política no es el arte de lo posible, sino el arte de lo imposible) haremos todo lo que podamos para se conozca y se recuerde la verdadera historia de este país. Historia donde el gobierno de Salvador Allende debe ser reconocido, a lo menos, como un esfuerzo democrático y revolucionario para recuperar nuestras riquezas naturales, entregar tierras al campesino, elevar el papel del Estado en la economía y colocar a los trabajadores en todos los cargos de la dirección del Estado. En Chile hubo un golpe militar contra un gobierno constitucional y no existió ningún contexto histórico que lo pueda explicar o justificar. Saben muy bien los golpistas, entre los cuales se encuentran los ocho generales, que Allende llamaría el 11 de Septiembre desde la Universidad Técnica del Estado (UTE) a un plebiscito para que el pueblo se pronunciara, y tenía además preparado un proyecto de nueva Constitución más democrática y más participativa. El golpe se dio para impedir una salida que Allende siempre buscó, y se dio con el apoyo, planificación y participación del gobierno de Nixon y Kissinger. Al respecto basta con leer los "Documentos Secretos de la ITT" hechos públicos en EE.UU. por el periodista Jack Anderson y publicados en Chile en marzo de 1972; las actas de la investigación del Senado de EE.UU. de la Comisión Church, de octubre de 1975; y los recientes documentos desclasificados de la CIA. La pregunta más elemental es qué hicieron estos ocho generales cuando vino el golpe, y durante la dictadura. Por nombrar a dos: Washington Carrasco era jefe de zona en la hoy VIII región y ahí ordenó el fusilamiento de cuatro dirigentes obreros militantes comunistas: Isidoro Carrillo, obrero, gerente de la Empresa Nacional del Carbón (ENACAR) de Lota, Vladimir Araneda Contreras, Bernabé Cabrera Neira, Danilo González Mardones. Y del Intendente de Concepción Fernando .Alvarez Castillo. Forestier actualmente está procesado por ser responsable de los fusilamientos de Pisagua. Y ahora hipócritamente se conduelen de las exhumaciones, que no son otra cosa que la continuación de un crimen contra la humanidad que no prescribe, ni se puede amnistiar, mientras no se encuentren los cuerpos, se establezcan las circunstancias y responsables, se procese, condene y se haga justicia. Y quiénes dieron las órdenes para las exhumaciones, quiénes se permitían fría y calculadamente hacerlos desaparecer por segunda vez estaban en el Ministerio de Defensa, del Interior y en las guarniciones militares. Los enterraron y desenterraron ilegalmente como si fueran basuras. ¡Cómo podríamos perdonar y reconciliarnos con ellos! No queremos más hipocresías, ni montajes. Que haya transcurrido tanto tiempo y aún estemos casi en el mismo punto es responsabilidad de los que han querido sepultar todo en una moderna y eficiente transición de mercado. Lo que tienen que hacer estos ocho tenientes generales y otros, si es que tienen valor y algo de hombría como militares, es reconocer todos los crímenes cometidos y asumir su responsabilidad ¿quién daba las órdenes? ¿o ellos no sabían nada de lo que ocurría en todo el país? Tienen que reconocer y entregar todos los antecedentes a los tribunales. Me he preguntado muy sinceramente, en estos días, ¿qué es esta comedia que nos están instalando? ¡Qué terrible! Están obligando a la gente a que diga "qué bueno que se están poniendo de acuerdo". Como si en los tiempos después de la Segunda Guerra Mundial, en el Juicio de Nüremberg, un Göering, un Goebels, un Hess, un Himmler, criminales de guerra, responsables de crímenes contra la Humanidad, hubieran hecho una simple declaración y después todos tendrían que agradecerles y eso sería todo. Esos criminales nazis no ejecutaron, ellos dieron las órdenes, pero tuvieron que ir ante un tribunal de la Historia, al Tribunal de Nuremberg, y pagar por sus crímenes. Pretenden hacernos vivir en un país donde todo es igual. Donde impera el cinismo, el desenfado, donde un Krassnoff Martchenko, torturador de socialistas, de miristas, de comunistas, de independientes, de cristianos, que permaneció en el Ejército hasta hace pocos años, diga que él no torturó, pero que en algunos casos la tortura se justificaba. ¡Pero qué clima de inmoralidad se está creando! Se nos está llevando a una degradación moral, a una cultura en Chile donde se está permitiendo conscientemente, por parte de los que tienen el poder, y ahí están también los medios de comunicación, a una cultura de la vileza y la impudicia. Para mí esto es una nueva infamia, una nueva humillación para todos los presos políticos, para los torturados, los detenidos desaparecidos, los ejecutados. Dieron el golpe y, lo que es igual de grave, los partidos políticos que apoyaron el golpe, lo reconocen prácticamente con orgullo. Todo esto es muy serio. Se está diciendo que en Chile se puede repetir un golpe militar. Porque si se diera, eventualmente el mismo contexto histórico, el golpe se podría repetir. ¿Qué gesto le están pidiendo a Pinochet? Que Pinochet haga con su gesto lo que quiera. ¿Se imaginan a Pinochet haciendo un gesto, una cartita diciendo "lamento el problema"? ¿Qué pasa en este país? ¿No hubo crímenes contra la Humanidad? ¿Nadie responde? Este es una parodia, un teatro del absurdo donde se puede llegar a convertir un país sin límites morales, una sociedad donde pesa la perversión moral. El fin de semana pasado estuve en Iquique con los familiares de los detenidos desaparecidos y los ejecutados políticos, con la Corporación Pisagua, los Presos Políticos, los exiliados y exonerados, con los trabajadores y los estudiantes, con socialistas, cristianos y comunistas, todos hermanados en la común exigencia de Verdad y Justicia. Y en ese acto hermoso, con tanta gente, con tanta diversidad, fue unánime la decisión de no dejar pasar este pacto mentiroso, este plan político, social, ideológico para imponer la impunidad. Tenemos una tremenda reserva moral, política, cultural que unida hará avanzar la decencia, los ideales de verdad y justicia. Santiago, 9 de Julio de 2003 * Gladys Marín. Presidenta del Partido Comunista de Chile
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