La huella de Manuela

26/08/2010
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Doscientos años pasaron y su estela recorrió nuevamente las tierras que soñó liberadas y en unidad. Manuela Sáenz (1797-1856), la Libertadora del Libertador, ahondó simbólicamente, en espíritu y polvo, los caminos por los que transitó y luchó, para llegar a aposentarse en Caracas, al lado de los restos de quien fuera su compañero de lucha y gran amor, Simón Bolívar.
 
El sueño de Manuela Sáenz y Simón Bolívar, junto con miles de mujeres y hombres de su tiempo, fue independizar a los pueblos de América del colonialismo español y construir la Gran Colombia.
 
Ella, ecuatoriana de nacimiento, Coronela del Ejército Libertador hasta su muerte y recién nombrada Generala por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, es la tercera mujer en entrar al Panteón Nacional de Venezuela, donde reposan los restos de próceres nacionales.
 
En medio de las celebraciones por el Bicentenario de la independencia de diversos países latinoamericanos, entre ellos Venezuela y Ecuador, un puñado de la tierra donde murió Manuela simbolizó sus restos y viajó desde Paita, Perú, hasta Caracas, Venezuela, haciendo un recorrido similar al de las luchas de la Gran Campaña. Cabalgó por Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, lugares donde las luchas emancipadoras bolivarianas concitaron la adhesión de miles.
 
La figura de Manuela Sáenz escandalizó en su tiempo. Nacer fuera del matrimonio era altamente cuestionado en 1800, pero así nació ella. Era inconfesable fugarse de un convento con un hombre, y lo hizo. Militar y opinar sobre política, vestirse de hombre, sumarse a un ejército revolucionario, combatir y enamorarse de uno que no era su marido, era francamente inaceptable.
 
Manuela hizo todo eso y más; es hoy una de las figuras emblemáticas de las luchas independentistas y, en palabras de la historiadora venezolana Iraida Vargas, "una trasgresora de la sociedad pacata y varonil de su tiempo, pero sobre todo una pensadora revolucionaria".
 
En entrevista con SEMlac, Vargas, quien escribió La historia de las mujeres en Venezuela, hace una interpretación de la llegada de los restos simbólicos de Manuelita —como se le conoce popularmente— al Panteón Nacional venezolano. "Es valiosísimo sacarla de su condición de amante para profundizar en su condición de luchadora y revolucionaria", sostiene la historiadora.
 
Manuela Sáenz ha pasado a la historia más por su relación amorosa con Simón Bolívar, que por sus acciones revolucionarias, "como si ella no hubiera mantenido su lucha previa al Libertador", comenta Vargas.
 
"Ellos dos se influyeron mutuamente. Pienso que quizás ella influyó más en él que viceversa. Ella era ya una militante de la independencia cuando lo conoció; pero su imagen, velada por la relación entre ellos, no mostraba su verdadera participación", explica.
 
El hecho de colocar sus restos simbólicos en el Panteón Nacional "reivindica la unión de estos personajes, pero, fundamentalmente, la importancia que tuvieron como luchadores y trasgresores de la moral de su tiempo", abunda la entrevistada.
 
Es, además, "una especie de renacer del conocimiento de la mujer en los procesos de independencia. Es un buen paso para comenzar a integrar a las demás heroínas que tuvimos en Venezuela y en América Latina a nuestra memoria histórica", agrega la historiadora.
 
Porque "Manuela es una de las miles de mujeres que trabajaron para liberar a nuestros países latinoamericanos. Y Bolívar, si bien condujo al pueblo de Venezuela a la independencia, fue un extraordinario héroe. En un acto de justicia historiográfica y política, deberían aparecer los hombres y las mujeres, tanto blancas como mestizas, afrodescendientes e indígenas, que participaron de estas gestas revolucionarias".
 
Vargas, conocedora de la historia oficial y pionera en Venezuela del rescate histórico de las mujeres, reconoce que esa diversidad de próceres contra el colonialismo, independentistas y revolucionarios, no se manifiesta en un lugar como el Panteón Nacional, pero tampoco en la historia.
 
Así como antaño la sociedad colonial vilipendiaba sólo a Manuela Sáenz por su conducta contraria a la moral imperante, y no a Bolívar, que era tan trasgresor como ella, hoy la memoria histórica la pone sólo como amante del héroe y no como heroína por sí misma.
 
"La historiografía tradicional ha creado una memoria de próceres masculinos. Además de Manuela, sólo hay otras dos mujeres en el Panteón Nacional, Josefa Camejo y Luisa Cáceres de Arizmendi", recuerda Vargas.
 
La historiografía, añade, "es un terreno un poco árido. Esa es una de las estructuras patriarcales más duras, la de la historia", afirma. "Es necesario cambiar esa historia, integrar a las grandes olvidadas", asegura.
 
Y ejemplifica: "Se reconoce a Guacaipuro, un cacique indígena que luchó contra la ocupación española, pero no aparecen las mujeres indígenas que hicieron lo mismo; incluso, mujeres como la cacica Apacuama, quien combatió y dirigió a los caciques masculinos, que fue una extraordinaria combatiente, una suerte de jefa de Guaicaipuro, y no aparece ella ni ninguna otra mujer indígena".
 
Porque "las indígenas venezolanas, antes y durante la conquista, participaban de manera abrumadora en la liberación. Eran las grandes organizadoras, estrategas, combatientes, encargadas de la logística, acompañaban a los hombres y ellos a las mujeres. La comunidad era la que luchaba, cada quien hacía múltiples tareas intercambiables".
 
Están también las llamadas Avanzadoras, "reconocidas hasta por la historiografía más tradicional y conservadora. Durante todo el período de la guerra de independencia se ha consignado la reiterada presencia de las mujeres en la preparación y planeación de las batallas y como combatientes", dice.
 
De ellas, relata Vargas, "aunque se conocen pocos nombres, con los dos o tres que han llegado a nuestros días bastaría para incluirlas en la Historia y en el Panteón Nacional, en representación de tantas y tantas otras Avanzadoras".
 
Para la investigadora, rescatar del olvido a las mujeres a las que Venezuela debe su independencia es un acto de justicia histórica.
 
"Yo incluiría, además de Las Avanzadoras, a la Cacica Apacuama; también a otras mujeres como Ana Soto, indígena que organizó una suerte de guerra de guerrillas en el estado Falcón; a Ana Puya, quien planificó las batallas de oriente; a esclavas de origen africano las pondría como ejemplo de las organizadoras de la resistencia y la independencia".
 
De ese modo, el Panteón Nacional no alcanzaría para tantos nombres, "haría falta poner un gran muro en el cual inscribirlos, reconocerlos y aprender de sus legados".
 
Hoy que los restos simbólicos de la Generala Manuela Sáenz recorrieron parte de Suramérica y se instalaron finalmente en Venezuela, en la América Latina que sostiene otras luchas, aparece la pregunta imposible: ¿qué estaría haciendo hoy Manuela Sáenz?
 
"Como historiadora acostumbrada a mirar a los personajes en su propio contexto, me es difícil pensarlos fuera de él; pero si Manuela viera hoy a Venezuela, seguro estaría tratando de construir el poder popular", especula.
 
"Estaría con los excluidos; con los niños y las niñas, pues tenía vocación docente abunda la entrevistada: con los que tienen enfermedades; escribiría cosas maravillosas porque también fue poeta. Yo puedo imaginarla en las luchas revolucionarias, pues estas son parte de su voluntad emancipadora", añade.
 
"Muy posiblemente estaría luchando también por los países de América Latina en los que la construcción del poder popular no está clara, no se vislumbra un camino todavía; por aquellos que están en permanente guerra, como en Colombia. Y aunque ella nunca vino a Venezuela, es posible que estuviera acompañando a las indígenas, a las mujeres Yukpas, por qué no", sostiene.
 
Para esta historiadora de las mujeres, uno de los legados más importantes de Manuela Sáenz es la lucha colectiva, igualitaria, de mujeres y hombres con un mismo fin.
 
"Creo que las venezolanas están retomando, desde la práctica, esta herencia de lucha. Venezuela está lejos de ser una sociedad igualitaria, todavía hay mucha práctica patriarcal, sus estructuras de dominación están vigentes. Pero las mujeres están construyendo desde abajo el poder popular. Ellas se organizan, discuten, deciden, dirigen. Conocer y reconocer a mujeres como Manuela, creo yo, allanaría el camino de la igualdad y de la libertad no sólo en Venezuela, sino en América Latina".
 
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