La tentación del Padre Arana
- Opinión
Cuando Lugo ganó las elecciones en Paraguay, Fernando Rospigliosi le dijo a la derecha peruana: “cuidado que Arana es el Lugo peruano”. Tenía Razón. Cada vez más suena al interior de la izquierda el nombre del padre Marco Arana, como el candidato alternativo a Humala.
Los primeros fueron los del Partido Socialista, que en un comunicado, daban cuenta que si bien, un sector de su militancia estaba con Ollanta, otros apoyarían al Padre Arana. Apenas enterado, tuve sentimientos encontrados: Arana puede evitar que Ollanta nos pase la aplanadora, que nos saque la mugre en una alianza electoral y de gobierno; pero al mismo tiempo puede dividirnos más, frustrando nuevamente la victoria frente a la reacción, representada actualmente en lo político por el APRA, el Fujimorismo y Unidad Nacional.
Sin duda, el padre Arana tiene fuerza en el norte y aunque todavía no es una figura nacional, es notorio que es amigable para distintos sectores. Los indígenas lo ven como un posible aliado, la burocracia de la izquierda tradicional lo toma en cuenta, y los nacionalistas no tendrían problema en negociar con él en el momento oportuno. Hasta sectores de centro y centro izquierda lo ven con simpatía.
Mientras el padre da forma a su inicial estructura política, me pregunto si no estaremos ante el Barrantes de estos años. Si es que Arana no es el hombre que pueda ayudar a unificar las luchas del campo popular en nuestro país. Y si eso fuera así, su responsabilidad sería enorme, tan igual como la de Diez Canseco, Moreno, Huamán y Letts para dar espacios políticos a nuevos actores. Después de todo, sigue siendo la CGTP desde donde se lanzan los paros nacionales.
Lo cierto es que Arana representa, hasta este momento, banderas de movimientos antimineros, indígenas, campesinos y ambientalistas, lo que definitivamente no le alcanzará para ganar la presidencia. Y siendo crucial la lucha por ésta en el 2011, la apuesta de su liderazgo debería apuntar más a la unidad de la izquierda que a una aventura política, apoyando por eso, a quienes están más cerca de ganar la disputa por el gobierno desde una opción de cambio. El padre sabe eso.
Pero también sabe que debe encarnar más reivindicaciones sociales y responder a la pregunta del millón: el Cómo. ¿Cómo hacer posible el bienestar del pueblo?, cosa en la que deberíamos tener un suficiente consenso: el primer paso es recuperar el control de los recursos nacionales (naturales, tributarios y financieros). Desde esta perspectiva se enfrentan los problemas nacionales, sociales, ambientales, y en ese terreno no se ve la diferencia sustancial entre una candidatura fuerte como la de Ollanta Humala y una que progresa como la de Arana.
La división de la izquierda parece originarse en la descalificación constante del otro y en la lucha por el reparto, pero seguramente tiene componentes ideológicos y políticos sobre la velocidad y profundidad de las reformas que urgen en el país. Al padre Arana lo vemos como un radical del cambio. Y por eso mismo esperamos de él que sepa cumplir una tarea fundamental de ayudar a ganar el poder para los sectores populares y progresistas del país. Y eso es una tarea de unidad. Reunirnos para discutir como superamos los obstáculos de la unidad, y no a construir nuevas barreras entre nosotros.
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