La conflictividad como reto nacional

19/04/2008
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  • Opinión
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La conflictividad que, con tanta preocupación, percibimos actualmente en nuestro país va tomando características de una verdadera tragedia nacional. En vez de avanzar hacia el diálogo en la búsqueda de soluciones, se van agravando, día a día, las tensiones y los resentimientos. Las agresiones, tanto verbales como físicas, van en aumento, afectando a todas las instituciones del país y a la ciudadanía en general.

Los conflictos forman parte de nuestra vida pero todos tenemos la necesidad y las posibilidades de saberlos manejar. Esto es mucho más grave y más urgente cuando esa conflictividad afecta a la estabilidad política de todo el país y su institucionalidad, así como a su desarrollo económico y social.

De una cosa estamos seguros y es que, si seguimos por el camino de la confrontación, todos hemos de salir perdiendo: el país, el gobierno, los departamentos, sean autónomos o no-autónomos y la ciudadanía en su totalidad. Nadie ha de salir ganando. El encono, los resentimientos y la agresividad que afloran en todos los ámbitos generarán efectos recesivos que no han de ser meramente económicos, sino que afectarán gravemente a la vida política, social y moral del país.

La política es la ciencia de lo posible y de lo conveniente, tanto en lo nacional como en lo departamental, sin embargo, vamos caminando, ciegamente, hacia el precipicio. Quedará como saldo negativo el antagonismo y rivalidad personal y regional. Ese trauma social como consecuencia del cúmulo de insultos y agresiones que vemos y escuchamos cada día, será muy difícil de superarlo. La unidad y la verdadera integración del país quedarán maltrechas, o tal vez, Dios no lo quiera, heridas de muerte.....

Más allá de “quién” o de “quiénes” tengan la razón, más allá de lo legal o ilegal, está la salvación del país y el bien común de toda la ciudadanía.

Es, por lo tanto, de absoluta necesidad y urgencia el recuperar una dosis de cordura y sensatez de parte de los responsables y protagonistas de este doloroso drama nacional.

Hay que trabajar por la reconstrucción de la identidad pluralista del país con pleno respeto y apoyo a sus diversidades, tanto culturales como regionales.

Hay quienes pretenden superar la actual conflictividad en base a la fuerza o al apoyo mayoritario de la población con el propósito de vencer al adversario. Es una especie de desafío para ver quien tiene más poder. Por ese camino se podrá ganar una batalla pasajera en la actual confrontación, pero se perderá la guerra, con consecuencias desastrosas para el país.

Por otro lado, eso hará que se agudicen las contradicciones, convirtiéndose en fuente de nuevos enfrentamientos, mientras el país se aleja de la verdadera integración, del necesario desarrollo nacional y de una sana y positiva convivencia.

Daría la impresión, sin embargo, que en vez de ir avanzando hacia un acercamiento para encontrar las más justas y reales soluciones en bien de todos, caminamos hacia la desintegración y el divisionismo.

Hay que lograr una positiva conciliación de propuestas y de intereses dentro del régimen autonómico. Eso es factible. Son muchas y muy variadas las autonomías que actualmente funcionan en el mundo, sin que ello les lleve al fraccionamiento o a la hostilidad.

Tiene que darse un reconocimiento expreso de los derechos, las prerrogativas y las traiciones de cada etnia y de cada departamento en un contexto de unidad nacional, partiendo del principio universal de la subsidiariedad. Las autonomías reconocen, sin embargo, que la soberanía le corresponde únicamente al Estado.

Los argumentos que se esgrimen de uno y otro lado pueden ser válidos, aunque no aunque no con idéntico valor.

El régimen autonómico busca superar los centralismos absorbentes y lograr el reconocimiento expreso de sus derechos, prerrogativas, intereses y tradiciones de cada región en un contexto de unidad nacional.

Las distintas autonomías que irán surgiendo en Bolivia están llamadas a completarse mutuamente, dentro de un desarrollo nacional armónico y solidario. Las autonomías no nacen para generar rivalidades, ni para que aumenten las desigualdades. Buscan generar un proceso en el que, cada una de ellas, se vaya apropiando de las distintas competencias que deben expresarse en la Constitución a través de un estatuto general que sea el marco de referencia de cada una de las posibles autonomías.

Las autonomías nacen de abajo para arriba en cuanto son expresión de la voluntad de la mayoría de la población y nacen de arriba para abajo en cuando al orden jurídico-constitucional dentro del cual deben estar enmarcadas.

Nos parece que, en este momento, lo más necesario son la prudencia y la sensatez. La paz social es posible mediante la reconciliación y el perdón lo que no anula las exigencias de la justicia, de la equidad y de la auto-determinación. El derecho de las personas a la paz está por encima de los postulados de cualquier propuesta socio-política. Las relaciones de fuerza hay que sustituirlas por relaciones de diálogo y de colaboración con vista al bien común personal y nacional. Seguir por el camino de la confrontación es ir hacia una gran derrota de consecuencias imprevisibles para el futuro inmediato del país..

- P. Gregorio Iriarte o.m.i.
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