Regresar, repetir o avanzar

14/05/2002
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Acaba de realizarse el Congreso Nacional de Paz y País donde se discutió acerca de Paz y Justicia social o paz y reformas sociales, si uno de los términos es prioritario, si ambos son necesarios o mutuamente excluyentes. Algunos consideran que la paz es aceptar sin condiciones el sistema social imperante, otros que sin paz no hay crecimiento económico y sin éste es imposible la justicia social, unos más piensan que la justicia social es el prerequisito para la paz. Se argumenta también que la justicia social se puede conseguir utilizando los métodos democráticos establecidos, cuando está demostrado que la minoría dueña del país no está dispuesta a ceder ninguno de sus privilegios ni a reorganizar el Estado en forma que garantice el bienestar general y que el 60% de la población, decepcionada y escéptica, no cree en ella. Estamos hastiados de presenciar casos de corrupción, mayúsculos y minúsculos, cometidos por los más altos hasta por los más bajos funcionarios del Estado. Se repartieron el Estado entre unos pocos, lo subastaron por lo bajo y lo que no vendieron se lo han ido robando. Se ha institucionalizado una cultura de la corrupción, invasora de los tres poderes estatales. Algunos inconformes con el sistema de inequidad económica, social y política, principalmente campesinos, cansados de clamar inútilmente, resolvieron hacerse oír de los autistas, primero a tiros de escopeta y de revólver, luego con fusiles y granadas, ahora con dinamita y cilindros de gas. Pero la minoría apoderada de todo jamás escucha los reclamos de igualdad y de justicia; por el contrario, se empecina en imponer modelos de desarrollo excluyentes de las mayorías, por lo demás importados, que han colocado en un extremo el 10% y en el otro el 90% de los colombianos. Sin embargo, las pretensiones de cambiar este Estado burgués detentado por la minoría por uno de justicia social donde quepa Colombia entera, son apabulladas bajo el calificativo de terroristas. Así llegamos a elegir Presidente de Colombia para el período 2002 - 2006. En una regla colocada de izquierda a derecha y numerada de 0 a 100, podríamos ubicar las opciones presentadas a consideración del electorado así; sobre el 100 estaría Alvaro Uribe; sobre el 90, Noemí; sobre el 70, Serpa; sobre el 40, Lucho Garzón. Los demás cabrían en este mismo tramo. Por eso, los auténticos polos de la contienda son Uribe, en el extremo derecho, y Lucho, en el centro izquierda o socialdemocracia. Los tres primeros hacen parte de la derecha y aunque Serpa, en medio de sus frecuentes bandazos, se autoproclame socialdemócrata, el liberalismo está más cerca de Uribe que de Lucho. Hasta el momento la mayoría del electorado sigue irreflexiva y ciega detrás de las variantes burguesas, clase diferenciada entre sí por distintos intereses, dando lugar a un juego de matices de derecha, impropiamente llamado pluripartidismo. Para demostrar hasta dónde llega la intransigencia de la clase gobernante, basta comparar los programas de gobierno de sus candidatos. Exigen guerra total, unos con paras y otros sin paras, como respuesta a la demanda popular de alimentación contra el hambre, salud contra las enfermedades, educación contra la ignorancia, empleo contra el paro y el rebusque. Y como pedir dignidad para los seres humanos es terrorismo, la respuesta es muerte. En cambio, los de izquierda que aún creemos en la posibilidad de triunfo de la modernidad, de la racionalidad, del humanismo, los que en esa regla nos ubicaríamos alrededor del número 20, cedemos en demandas sociales para acompañar el candidato más cercano a nuestro ideal, Lucho. El fascismo del burgués Uribe es contrario a la libertad de opinión, pues los excluidos no pueden respaldar unas fuerzas armadas defensoras sólo de los intereses de la minoría dueña del Estado, quedando los de abajo huérfanos de protección estatal. Además, en un Estado donde para los hijos de los ricos no existe el servicio militar obligatorio y casi ninguno de ellos se enrola como soldado profesional, es repudiable aquello de utilizar los hijos de los pobres para defender los intereses de los ricos. Quizás cuando no pagar el servicio militar obligatorio constituya un delito punible y cuando las FF.AA. estén por fuera de cualquier sospecha de corrupción y bandidaje, se podría hablar de identidad con ellas. De lo contrario, qué miedo!. Serpa es más de lo mismo, corrupción. clientelismo y neoliberalismo. Lucho anuncia reconciliación mientras Uribe anuncia muerte y destrucción. De modo que los intransigentes no somos los de abajo sino los de arriba. Con Uribe se regresa, con Serpa se repite y con Lucho se avanza. El domingo 26, abstencionista o no, dé un paso hacia la reconciliación;. votando 01, por Lucho y Vera, la fórmula de la verraquera! Armernia, mayo 15 de 2002
https://www.alainet.org/es/active/2053?language=en
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