Cadena perpetúa ejemplar

09/10/2007
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Aquí Cipriani decía que la Comisión de Derechos Humanos “era una cojudez”. La cojudez era él, que no sacaba la cara por los inocentes como Cristo se lo hubiese demandado.

Allá lejos, cerca de la casa matriz del Banco Ambrosiano, Herr Ratzinger, que hoy debe ser llamado Santo Padre, le ajustaba las clavijas al padre Gustavo Gutiérrez, a Jon Sobrino, a Ernesto Cardenal, al pobre y heroico Ignacio Ellacuría, y auspiciaba, por orden del ex obispo de Cracovia, todo lo que fuera catolicismo de quemazón y rezo, potros y blasfemos, herejías y hogueras salvadoras. Como en los viejos tiempos. Hasta a San Francisco le hubiese ajustado las clavijas Herr Ratzinger –por pobre y desprendido, por mal ejemplo en suma-.

Pero quien superó todos los colmos de la santa madre Iglesia en versión familia Borgia fue el cura argentino Christian von Wernich, que ha sido condenado a cadena perpetua por genocida y canalla.

Von Wernich era el capellán de la Policía Federal con sede en Buenos Aires cuando Videla y su pandilla robaban niños, desmembraban por cuartos y mitad en la Escuela Mecánica de la Armada, ponían ratas hambrientas en las vaginas de las rojas pecadoras y, en fin, hacían que Savonarola pareciera un niñito dulzón y el marqués de Sade un boy scout con fiebre de heno.

Von Wernich no fingía ser capellán. Era el capellán y lucía sotana y cuello romano. Era un hombre de la restauración ordenada por Juan Pablo II, el jefe de Estado del Vaticano que encarriló el dinero de la CIA hacia el sindicato Solidaridad de Lech Walesa.

Así que el cura von Wernich entraba a las mazmorras bonaerenses donde sufrían los desahuciados por Roma y se ponía tierno y fino para decirles –allí están los testimonios de un centenar de testigos- que colaboraran, que sus vidas estaban en manos de Dios “si ellos ayudaban a la policía”, que los niños secuestrados y entregados a otras familias “pagaban la culpa de sus padres” y que, en fin, tuviesen cuidado con no hacer nada para merecer “la máquina”, que era como le llamaban a la picana los torturadores que te mojaban y te subían el voltaje hasta que enloquecías y exigías ser asesinado para que todo acabara.

Esta maratónica mano de Dios, este infame asistido por los cielos, pretendió desacreditar los testimonios vertidos en la corte diciendo que “el hombre que quiere reconciliarse necesita paz, si no actúa con un corazón herido”.

El presidente del Tribunal Oral Federal Nº 1, magistrado Carlos Rozanski, creyó más en los relatos espantosos de los sobrevivientes que en el silencio ofuscado con que Von Wernich enfrentó la mayor parte del proceso.

La condena a cadena perpetua se basa en los siete homicidios, 42 secuestros y 32 casos de torturas con los que von Wernich tuvo que ver directamente. Según la crónica del diario Clarín hubo aplausos en la sala cuando en la sentencia se incluyó el caso de María del Carmen Morettini, desaparecida junto a otros seis muchachos, torturada pacientemente por “la bonaerense”, y asesinada junto a sus amigos meses después de haber sido raptada por agentes de la Triple A, el comando asesino fundado por el astrólogo López Rega, el marido casi póstumo de la procaz Isabelita.

Von Wernich tiene 69 años y anda con la salud un tanto afectada. Así que la cadena perpetua no parece que vaya a ser una lenta y prolongada tortura, como esas en las que él participó mirando y aprobando, oyendo y aprobando, rezando y aprobando, perdonando al final los pecados de quienes debían morir para que la Iglesia se mantuviera firme y el cielo en su sitio y los cánones más ilesos que nunca, que de eso se trataba lo que hacían Videla y Pinochet: la santa alianza que no avergüenza a los neoliberales.

No se necesita ser González Prada ni haberlo leído para recordar con afecto a los herejes de huesos quebradizos y carne ahumada. Ni se necesita ser provocador para preguntarse si en los mares de gente que sigue a una imagen por las calles de Lima no habrá más de un von Wernich envuelto en una nube de celeste incienso. Porque a veces conservar un poder tan bimilenario significa ponerse el mandil de los carniceros. Como Cipriani.

La Primera, Lima, miércoles 10 de octubre 2007

La palabra de los organismos de derechos humanos

ESTELA DE CARLOTTO*.

“La Iglesia es sorda”

“Esta actitud de la Iglesia me hace pensar en monseñor Angelelli, que decía que hay que tener un oído puesto en el Evangelio y otro en el pueblo. Esta iglesia es sorda porque ha amparado a este asesino, sabiendo los cargos que tenía mucho antes de ser juzgado y condenado. Como católica tengo la esperanza de que lo antes posible la Iglesia despierte y condene a Von Wernich a lo que merece un pastor que se ha descarriado, que ha sido un genocida, un asesino, un torturador y que no puede ejercer el apostolado porque no lo merece. Hasta ahora no estoy escuchando el pedido de perdón. El pedir perdón es confesar todo lo que saben porque seguramente muchos conocen dónde están los nietos que estamos buscando.”

* Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

ADRIANA CALVO*.

“La institución fue cómplice”

“En las audiencias quedó perfectamente demostrado que la Iglesia como institución fue cómplice de la dictadura. No es un problema de Von Wernich que se debe arrepentir en solitario. La que tiene que pedir perdón realmente es la Iglesia argentina, que tiene una historia de haber estado al lado del poder, cosa que no ha sucedido con otras iglesias de Latinoamérica. Esperábamos que fueran un poco menos directos. Tienen un sacerdote condenado a reclusión perpetua por decenas de casos de tortura y se van a fijar lo que dice el derecho canónico. ¿Nadie se preocupó por leer lo que dice el derecho canónico que recién ahora van a empezar a averiguar? Realmente suena muy hipócrita.”

*Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos.

TATI ALMEYDA*.

“Siguen encubriendo”

Es aberrante que ni siquiera lo separe del cargo. Esperábamos que limpiaran de una vez la imagen tremenda que ha dejado Von Wernich. La Iglesia sigue encubriendo sin reconocer la complicidad que tuvo. Si otra hubiera sido la actitud de la jerarquía eclesiástica, hubiera sido también otra la suerte de nuestros hijos. Es realmente lamentable la tibieza y el no reconocimiento por parte de la iglesia jerárquica de la complicidad que tuvo en la época tremenda que tuvimos que pasar. De ninguna manera es posible hablar de reconciliación con individuos que ni siquiera piden perdón, ni reconocen el horror que hicieron. Hemos exigido y seguimos exigiendo justicia sin venganza. Los únicos que podrían perdonarlos serían nuestros hijos, que ya no están.”

ADOLFO PEREZ ESQUIVEL*.

“Me produce tristeza”

“A mí me produce mucha tristeza todo esto. Creo que la jerarquía eclesiástica todavía tiene pendiente un diálogo más serio y más profundo porque no bastan las declaraciones por escrito. El actuar de la Iglesia tuvo muchas luces y sombras. Hubo gente que dio su vida por el pueblo. Hay un martirologio que todavía la jerarquía eclesiástica no reconoce, que es de sus propios obispos, sacerdotes y religiosos. En el caso de Von Wernich hay que reconocer que no estaba solo, que no es un francotirador que enloqueció. Hubo sectores de la Iglesia que se comprometieron con la dictadura. Y eso también es una realidad. La reconciliación no puede ser en el aire, no puede ser vacía. Primero deben darse los pasos de verdad, de justicia y de reparación.”

*Servicio Paz y Justicia. Premio Nobel de la Paz.
https://www.alainet.org/es/active/20158

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