Iglesia vs. Estado

26/07/2007
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  • Opinión
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Primero la Conferencia Episcopal Venezolana en su asamblea ordinaria del 07/07/07, se pronuncia abiertamente contra la reforma constitucional que propondrá el poder ejecutivo, calificando el proyecto (que todavía no se conoce) como un peligro y dice que la forma silenciosa en que se han estado estudiando las reformas hacen suponer que estos cambios se dirigen a imponer un sistema socialista fundado en la praxis y la ideología marxista-leninista.” Se pronuncian además en contra del lema de “patria, socialismo o muerte” calificándolo de anticristiano, en contra de la no renovación de la concesión de RCTV y sugirieren que el gobierno está solucionando los problemas del país con medidas populistas, en lugar de usar los inmensos recursos petroleros para atacarlos con soluciones estructurales. 

La semana siguiente, el 12/07/07, en la asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) realizada en la Habana, Monseñor Baltasar Porras, obispo de Mérida, declaró que en Venezuela "Hay un apoderamiento, un secuestro (por parte del gobierno), del lenguaje religioso común, cosa frecuente de los regímenes de corte fascista y nazista.” y que “Estamos en camino a una dictadura, porque la disensión de cualquier tipo es penalizada, amedrentada y perseguida de distintas formas. En Venezuela toda institución o persona que no esté cuadrada con el proceso revolucionario es considerado un enemigo.”

¿Qué hay detrás de estos nuevos ataques que han provocado inevitables respuestas a nivel oficial?

En primer lugar ellos son parte de la estrategia general de desgaste que los factores de oposición (incluidos los externos) vienen ejerciendo sistemáticamente sobre la sociedad venezolana. Aquietados por la ineficacia de su propia dinámica los movimientos estudiantiles que intentaron generar desestabilización hasta el mes anterior, ahora parece llegar el turno de la jerarquía eclesiástica, que toma el testigo y levanta nuevamente consignas de la oposición que hoy los desgastados restos de los partidos políticos no pueden enarbolar con credibilidad.

Esta jerarquía tiene razones históricas para oponerse frontalmente al proceso bolivariano. La llegada de Chávez al poder no sólo significó para ella la pérdida casi total del poder y la influencia directos que la Iglesia mantenía sobre el Estado en la Venezuela del pacto de Punto Fijo, sino que en lo material y concreto se tradujo en un amplio recorte de los inmensos fondos que este Estado trasvasaba periódicamente hacia la institución eclesiástica. En el caso de Baltasar Porras (y algún otro de los obispos venezolanos) parece sumarse a estos factores una animadversión personal hacia el Presidente Chávez.

Por estas razones la jerarquía eclesiástica venezolana ha estado ubicada desde un principio del lado de la oposición (recordemos el papel de obispos y cardenales en el golpe de estado del 2002 y su presencia en Miraflores apoyando el gobierno de facto).

Hoy parecen contar con un factor internacional que les proporcionaría un cierto apoyo, el que ya no disponen en la sociedad venezolana (la credibilidad de la iglesia, igual que la de los medios de comunicación se ha visto muy menguada en la opinión pública, a partir del papel que han jugado en el proceso social en los últimos tiempos).

 Este factor es la llegada al trono del Vaticano de Joseph Ratzinger, un hombre que viene de la más rancia derecha de la Iglesia Católica, quien durante el papado anterior fuera el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el nombre moderno de la Santa Inquisición) y desde ese cargo se convirtiera en el responsable personal de la persecución de algunos sacerdotes latinoamericanos (como Leonardo Boff o Frei Betto, representantes de la teología de la Liberación en nuestro continente).

Las políticas puestas en marcha por Benedicto XVI desde su llegada al papado han ido confirmando su orientación. No sólo sus escritos (es un brillante intelectual) que hablan de una Iglesia Católica restaurando su poder en Europa al estilo de la Edad Media, sino también su viaje al Brasil, con el objetivo de combatir en su propia cuna el mal que para él representan los curas y obispos progresistas y la Teología de la Liberación; hasta su última medida de volver en Europa a la misa en latín (terminando de desmontar, aún en los detalles, los logros del Concilio Vaticano II). Todo parece indicar que la Iglesia Católica está cayendo en el proceso inevitable que descubriera Arnold Toynbee para las instituciones sociales en desintegración: la vuelta al autoritarismo y la fuerza como única forma de intentar sobrevivir a su decadencia (algo similar está sucediendo con el Imperio).

Es posible que el sentir que pueden contar con el apoyo del Papa (cosa que no lograron con Pablo VI, por más que apostaron a su anticomunismo), nuestros obispos consideren que vale hoy la pena convertirse en los abanderados de una oposición que ve cada día mas reducidas sus posibilidades de incidencia política (las últimas encuestas marcan la popularidad del Presidente Chávez cercana al 70%).

Si se siguen dando los resultados hasta ahora conocidos, se podría predecir que estas políticas están destinadas al fracaso. Hasta hoy todos los intentos de desestabilizar la nación (después del golpe de estado y el paro petrolero), han ido muriendo por su propia inercia.

La estrategia del desgaste parece funcionar más rápido y más  eficazmente en los propios que la provocan, que en quien intentan desgastar.


Fuente: Barómetro Internacional
Análisis Político y Social Nacional e Internacional
De Venezuela y el Resto del Mundo.
https://www.alainet.org/es/active/18773
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