Maras centroamericanas o de lo grotesco social
- Opinión
Igual que lo puramente cómico, tampoco lo grotesco
tiene nada de directamente genérico
sino que es una categoría de percepción,
una categoría de la concepción del mundo y de su configuración.
Wolfgang Kayser
Lo grotesco social de las maras centroamericanas
Las maras centroamericanas han ido creciendo en importancia política (acciones de prevención o de represión), investigativa (i.e. sociológica), cultural y epcocal. Ante todo las maras expresan y condensan la espiritualidad Centroamericana de inicios del siglo XXI: lo grotesco social.
Primero, lo grotesco social se dice de aquello que se nos ofrece extravagante, de mal gusto, grosero. Segundo, lo grotesco social se presenta como un producto de saturación que deja al espectador perplejo, sin la distancia suficiente para reflexionar sobre aquello que se le es dado. Es aquí donde lo grotesco se trivializa y, en consecuencia, implica la incapacidad de postular límites a la convivencia social. Lo grotesco expresa y condensa las representaciones colectivas e individuales de angustia, inquietud, opresión, duda y malestar que manifiestan la tendencia social al repliegue del yo y al surgimiento de una libertad de los individuos sin responsabilidad social. (Cf. Torres 20004: 33-45)Las maras centroamericanas expresan y condensan la angustia, inquietud, opresión, duda, lo extravagante, lo grosero, lo trivial y la perplejidad de los y las jóvenes centroamericanas ante realidades sociohistóricas adversas. Pero a la vez concatenan y portan el malestar social general de los y las centroamericanos.
Ante ello, los gobiernos centroamericanos han respondido a los problemas de violencia juvenil y de pandillas con políticas policiales de “Mano Dura” (i.e. en eL gobierno de Flores 2003) y con el despliegue de fuerzas armadas. Esta estrategia tiene respaldo popular o al menos se ha convertido en un elemento discursivo de las disputas políticas. No obstante, esta “mano dura” ni logra combatir aquello que desea combatir y contribuye a un retroceso del papel de las fuerzas represivas en la región: el involucramiento directo de las fuerzas armadas en el accionar policial, el aumento del poder arbitrario de la policía (i.e. arresto de sordomudos por sospecha de pandilleros) y condiciones de tolerancia para acciones extrajudiciales y situaciones de tortura, es decir, violación de derechos humanos. (Cf. Thale, 2006:51-61 y Gallardo, 2006)
Alternativas para enfrentar esta situación pueden ser (Cf. Caldera, 2006:63-79 y Vinyamata, 2006:95-104):
- Prevención al atender las condiciones originarias de los individuos “mareros”: la familia, la educación, el trabajo y la salud.
- Rehabilitación y reinserción social: elaboración e implementación de políticas públicas, minimizar el sistema de justicia tradicional, inversión en prevención, exigir el cumplimiento de condiciones establecidas por la normativa internacional y nacional a favor de la niñez y la juventud, fortalecer y ampliar la iniciativa privada en el campo de la rehabilitación
No obstante, han fracasado las Políticas de Mano Dura (Cf. Aguilar, 2006:8094) y las alternativas como las propuestas tienden a ser el lado más débil del problema. ¿Por qué? Porque se asume el problema de las maras o de las pandillas juveniles como asilados del sistema social. Se identifica como una patología de un grupo y no como un síntoma, señal, indicio, consecuencia de la recomposición degradada de las sociedades Centroamericanas luego de la firma de los tratados de paz en los 80´s y 90´s, pero que no logró cuajar un proyecto de sociabilidad fundamental, sino que coincidiendo con las expectativas de las neologarquías. apostó por los programas neoliberales
Hoy en el 20007, esta recomposición degradada se expresa con toda su grosería social (grotesco) en las maras centroamericanas, al expresar y condensar aquello que hemos producido y nos angustia sabernos responsables, por ende, es más fácil reprimirles o bien dar por descontado la participación social en la producción y reproducción de las condiciones de posibilidad de su existencia.
Natularización de las maras en democracias restrictivas
Las pandillas juveniles en Centroamérica son consecuencia del rompimiento de sus contextos concretas de posibilidad y de sus horizontes de expectativas: educación, salud, trabajo, autoestima, etc.
Pero los jóvenes centroamericanos son vistos por la población en general como un mal social. Al ser jóvenes portan identificaciones falsas, estigmas sociales, etiquetas. Es decir, el discurso adulto-céntrico impugna: ser un o una joven centroamericano(a) nace de su ESTADO NATURAL DE REBELDIA y CURIOSIDAD. Esta “naturalización” del estado de cosas, responsabiliza a quien ostenta las conductas desviadas necesarias a la cohesión y orden social preestablecido, individualiza a los infractores al mostrar a individuos-átomos o casos particulares (Juan, Diana, Pedro, El Chato, Los Diablos, etc.), niega las cuotas de responsabilidad adulto-céntricas potenciadoras de agresividad y violencia (todo adulto sabe QUE ES), no comprende que a mayor represión mayor serán las acciones de resistencia “irracionales” y, a la vez, oculta el carácter sociohistórico de las dinámicas de exclusión social gestadas de los 90´s del siglo anterior a la fecha. (Cf. Torres, 2007)
Si a cualquier joven latinoamericano se le niega sistemáticamente toda posibilidad construir su propia historia dentro de un tejido social sería “normal” que recurriese a actos violentos (saturantes-saturados) como su única estrategia de arrebatar eso que ha perdido o que le es exigido por el imaginario de éxito y en su lugar debe gozar su empobrecimiento. Es un joven bueno el que se somete y malo el que no. A este respecto Gallardo acusa esclarecedoramente cuando afirma:
“(...) A ellos la nueva escuela les enseñará inglés y obediencia, computación elemental y obediencia,
Por tanto, la violencia socialmente construida por la negación de las condiciones mínimas sociabilidad fundamental se trasmuta en el síntoma de esa demanda. El recurso a la violencia expresa y condensa procesos estructurados-estructurantes, que padece un gran número de la población perdedora centroamericana.
Los actos de violencia perpetrados por jóvenes mareros (y ahora, tras la leyes de mano dura cualquier joven centroamericano es sospechoso), dependen de la calidad del tejido social en el cual se encuentran insertados. Es decir, los y las jóvenes en trama social orientan sus comportamientos de acuerdo a la forma en que se comparten aquellos con quienes interactúan con mayor frecuencia. Así, las actividades violentas entre jóvenes centroamericanos devienen de la disociación entre objetivos y medios, especialmente los objetivos culturales obtenidos por las reivindicaciones sociales y el acceso limitado por presiones sociales a los medios permitidos. En otras palabras se desgarra el horizonte de expectativas respecto de los contextos sociohistóricos de posibilidades (objetivas).
La consecuencia es la falta de orientación, la incertidumbre acerca de la legitimidad de las normas ante situaciones de interacción social real-concretas. Todo lo cual provoca: frustraciones, adaptación deficiente, distanciamiento social, trastornos psicológicos de la conducta, y por consiguiente, a más desintegración social. Dado que, los códigos morales que gobiernan la conducta humana no son trascendentes (eternos, petrificados, metafísicos), sino situacionales y empapados en relaciones individuales.
En otras palabras, las situaciones violentas (saturadas-saturantes) entre lo(a)s jóvenes pandilleros responden a factores estructurales de transición de la formación social centroamericana. Dichas variaciones apuntan no sólo a las determinaciones económico-políticas, sino a los horizontes axiológicos en juego. Así, el comportamiento “anormal” (violento) de lo(a)s jóvenes centroamericanos puede ser considerado sociológicamente como un síntoma de la no coincidencia de las aspiraciones culturalmente prescritas y los canales socialmente estructurados para realizarlas dadas en la recomposición degradada de las sociedades centroamericanas en eso que Gallardo identifica como democracias restrictivas (Cf. Gallardo 2007)
Según este autor, los procesos de democratización en Centroamérica que pretendieron transitar desde regímenes autoritarios hacia sistemas abiertos y democráticos, pero, terminan por constituirse en regímenes de Democracias Restrictivas, es decir, procesos de democratización desligados de la soberanía popular o nacional, la aparición de instituciones que lleven esta lógica, y la voluntad de consolidar dichas instituciones por parte de una clase política. Las democracias restrictivas se manifiestan a partir de una serie de situaciones:
- Énfasis unilateral en la relación entre democracia y elecciones, y focalización e identificación de las instituciones democráticas con los torneos electorales;
- Las elecciones se realizan mediadas por el chantaje al retorno (a estados “predemocráticos” o “no democráticos”);
- Las opciones para elegir no están ideológicamente caracterizadas, lo que implica una democracia sin proyectos alternativos;
- La electividad no implica responsabilidad, por lo que se configuran democracias sin representatividad y sin sanción efectivas;
- Las reformas y determinaciones legales son utilizadas como herramientas para perpetuar la situación restrictiva de las democracias;
- Las elecciones solo convocan por coyunturas particulares, y en este tanto contribuyen a la desmovilización de la sociedad civil;
- Los torneos electorales se han constituido como operaciones de mercado;
- Centrándose en las elecciones estas democracias invisibilizan el fenómeno de internacionalización y transnacionalización asimétrica de las decisiones políticas;
- Se consolida, en último término, una poliarquía en la cual un (la clase política) ejerce el monopolio de la oferta política abierta y expresa con este monopolio su carácter de clase (oligárquica, neoligárquica, etc.) y su relación con el sistema imperial de dominación.
En este sentido, las maras centroamericanas son síntoma de este pacto neologárquico y se convierten en una forma de lucha ideológica entre contendientes de las democracias restrictivas, que permite sostener el Status Quo.
Al desviar de la atención de los problemas de fondo y dirigir la batería publicitaria sobre un aspecto grotesco o patológico social de la descomposición generalizada, las maras se constituyen en:
(…) un grupo social, relativamente aislado de otros grupos sociales, con una imposibilidad absoluta de adquirir la hegemonía política en un contexto social determinado, con nula o muy escasa posibilidad de producir políticas sociales y que, por lo tanto, sufre, como sujeto pasivo, practicas arbitrarias por parte de otros grupos sociales (de diferente o igual condición que ella) y es sometida a condiciones de vida por debajo del respeto a los derechos humanos fundamentales, sin posibilidades de obtener defensa o protección, por razón de su misma condición (Binder, 1992:2)
En otras palabras, las maras resultan ahora un producto político atractivo en Centroamérica al convertirse el tema en una estrategia de poder que busca construir o fabricar grupos sociales aislados ó minorías. Que busca generar prácticas de guerra entre esas minorías, logrando un control social horizontal, que involucra a esos mismos grupos sociales en una relación víctima-victimario, dual y cambiante.
La existencia de la política de Mano Dura en Centroamérica, por tanto, es la condición de nuestros pueblos, tratados en contradicciones superficiales, desorientados respecto a objetivos comunes, imposibilitados de asumir luchas colectivas. Esta política contra las maras implica estrategias de desorientación del grupo social y de la población en general.
En este sentido, las maras expresan y condensan como EL PUEBLO CENTROAMERICANO ha perdido el rumbo de su propia causa nacional y ha dejado que los interese y el proyecto neoligárquico sea universalizable.
Bajo esta perspectiva, afirmar que los y las jóvenes centroamericanos (sean mareros o no) son las mayorías sociales, es una afirmación nuevamente rica para el análisis teórico y mucho más rica aún para la práctica política. Aislarlos es una estrategia del poder de las democracias restrictivas centroamericanas.
- Javier Torres Vindas es Sociólogo y linotipista
Bibliografía
- Aguilar Viallamoriano, Jeannette “Los efectos contraproducentes de los Planes de Mano Dura en El Salvador” QUORUM 16. Revista Iberoamericana, Universidad de Alcalá, invierno 2006. pp. 81-94
- Binder, Alberto “La Sociedad Fragmentada” Pasos Especial No.3. San José, Costa Rica: DEI. 1992
- Caldera, Hilda “Caminos para prevenir el surgimiento y proliferación de pandillas y maras” QUORUM 16. Revista Iberoamericana, Universidad de Alcalá, invierno 2006. pp. 63-79
- Gallardo, Helio Democratización y democracia en América Latina. Bogotá, Colombia: Ediciones desde abajo. 2007
- Gallardo, Helio Derechos Humanos como movimiento social. Bogotá, Colombia: Ediciones desde abajo. 2006
- Gallardo, Helio “El momento costarricense y latinoamericano” En: http://www.kasandra.org/helio.html.
- Thale, Geoff “Las pandillas juveniles centroamericanas y las respuestas de mano dura. Sus efectos negativos en las reforma policial y el Estado de derecho” QUORUM 16. Revista Iberoamericana, Universidad de Alcalá, invierno 2006. pp. 51-61
- Torres, Javier “Lo Grotesco como categoría sociológica. Primera parte. El despliegue de lo grotesco en la vida cotidiana”. En: Revista Anotaciones Sociológicas Año II, Número 3, Marzo 2004. San José Costa Rica. Pp. 33-45
- Torres, Javier “Discurso Ideológico sobre la violencia en los colegios públicos de Costa Rica” En: http://alainet.org/active/16627
- Vinyamata, Eduard “Alternativas de solución pacífica a los conflictos violentos: el caso de las pandillas” QUORUM 16. Revista Iberoamericana, Universidad de Alcalá, invierno 2006. pp. 95-104
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