Algunos elementos para reflexionar desde Iximchén
Las perspectivas de las luchas indígenas en nuestro continente
16/04/2007
- Opinión
Del 26 al 30 de marzo de 2007 se llevó a cabo la llamada “III Cumbre Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala” en el centro ceremonial Iximchén, Tecpán, Guatemala. El lema general del evento que estaba impreso en cada uno de los materiales y estampado en una gigantesca manta que ondeaba al viento en la explanada donde se realizaron las reuniones plenarias decía: “Pueblos y nacionalidades indígenas de la Resistencia al Poder”.
Si bien la reunión se ambicionaba como “continental”, las delegaciones de cuatro estados naciones fueron las más concurridas, compactas y organizadas: Bolivia, Perú, Ecuador y Guatemala. Son estos países, junto a México, sin duda alguna, los territorios donde habitan los pueblos originarios más numerosos y organizados, donde se han producido los más enérgicos y vigorosos movimientos indígenas y donde existen más organizaciones sociales y políticas de indígenas. El resto de las delegaciones, provenientes de Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia, Venezuela, Panamá, Nicaragua, Honduras, El Salvador y México estaban constituidas por unos cuantos delegados de numerosas organizaciones de mayor o menor tamaño, propósitos e influencia social. En este mosaico de participación, resaltaba la debilidad de la delegación mexicana que, sin duda, ni se vivía ni se presentaba a sí misma en Iximchén como una delegación, esto es, como un grupo mínimamente coordinado.
La reunión se realizó de acuerdo a un tupido programa de trabajo que incluía una reunión plenaria durante las mañanas del martes 26, miércoles 27 y jueves 28, y una gran cantidad de mesas de trabajo temáticas paralelas durante las tardes. Hubo también, a lo largo de todos los días que duró el evento, una amplia y heterogénea participación de hombres y mujeres mayas y de otras nacionalidades de Guatemala: dirigentes de organizaciones sociales que están llevando adelante luchas contra el saqueo de las transnacionales en sus territorios, representantes de pueblos y comunidades en lucha, autoridades tradicionales de algunos pueblos, junto a funcionarios y miembros de organizaciones de promoción social específicas y a responsables de diversos proyectos indígenas. Esto hacía que si bien la participación de la población indígena de Guatemala fuera la más numerosa, se exhibieran reiteradamente la existencia de tensiones, fisuras y posturas enfrentadas durante el desarrollo de sus intervenciones.
Sin tener la capacidad de entender a fondo y en detalle el conjunto de contradicciones que se percibían en el movimiento indígena guatemalteco, me parece que es posible distinguirlas en dos grandes bloques: por un lado estaban las organizaciones locales, pueblos y comunidades que están resistiendo el avance de las transnacionales en ese país centroamericano, aglutinadas sobre todo en torno a la Coordinadora Indígena y Campesina (CONIC), y por otro estaba un enorme abanico de diversas organizaciones de promoción social dependientes y/o auspiciadas por diversas ONG´s.
Por otra parte, las delegaciones de Perú, Ecuador y Bolivia eran las más compactas en términos de coordinación interna de sus miembros y de las posturas que sostenían. La delegación peruana estaba conformada básicamente por dirigentes y representantes de la organización CONACAMI (Confederación Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería) y Miguel Palacín, su dirigente más visible, tuvo una participación destacada en el desarrollo y conducción de la cumbre. El eje de las preocupaciones de este contingente estaba en ampliar y consolidar las posibilidades de resistencia conjunta al avance de la depredación transnacional, sobre todo minera. En tanto este avance está desplegándose sobre vastas regiones de la sierra peruana, justamente a quienes más afecta es a las comunidades indígenas de origen qhiswas –principalmente- que ancestralmente ocupan y producen en tales parajes. Es desde ahí, desde ese contenido de impugnación y lucha contra la manera en la que el capital transnacional avanza, subordina, desestructura, conmociona y destruye los equilibrios y redes sociales ancestrales producidos en los andes por las culturas originarias, que la resistencia a la depredación minera ha adquirido su contenido étnico.
O, para expresarlo de otro modo, la lucha contra el avance del capital en las alturas andinas peruanas ha abierto un espacio nuevo de politización para comunidades y pueblos qhiswas fuertemente golpeados durante los años de la guerra interna y durante la represión de Alan García y Fujimori, que reivindica ahora, con potencia, tanto el carácter comunitario de su lucha como su origen qhiswa. Y todo esto lo hace impugnando, también, el proyecto de cooptar, subordinar y vaciar las luchas y reivindicaciones indígenas que impulsó el ex presidente Toledo durante su mandato, con apoyo de dineros extranjeros y en sintonía con las políticas multiculturalistas patrocinadas por USAID y el Banco Mundial.
Por su parte, la delegación ecuatoriana, amplia y compuesta sobre todo por delegados de la organización ECUARUNARI afiliada a la CONAIE, presentaba una combinación de preocupaciones: por un lado, al igual que la delegación peruana y guatemalteca, también consideran central la resistencia e impugnación a la depredación social y medioambiental de las corporaciones multinacionales, en este caso, petroleras; y, en ese sentido, buscan maneras de enlazarse con otros hermanos y hermanas para dar mayor fuerza a sus propias luchas. Por otro lado, dentro de la delegación ecuatoriana era evidente que ellos consideran central la cuestión política formal para impulsar transformaciones en el orden político estatal por la vía de la ocupación de puestos de elección popular. Esa, en cierta medida, es su experiencia.
Finalmente, la delegación boliviana estaba compuesta por casi sesenta hombres y mujeres de diversas regiones de Bolivia –Altiplano paceño, valles de Chuquisaca, Potosí y Cochabamba, Chapare, Oriente-; algunos eran antiguos dirigentes de la temporada de las grandes luchas sociales entre 2000 y 2005 que hoy son diputados o constituyentes; otros más bien eran jóvenes recientemente incorporados a las estructuras partidarias del Movimiento Al Socialismo (MAS) y que ocupan o han ocupado algún cargo en la estructura estatal. Prácticamente todos, eso sí, eran cuadros antiguos o recientes de la estructura partidaria y gubernamental del MAS. De ahí que las prioridades, preocupaciones e intervenciones de los miembros de esta delegación, por lo general, se centraran en la importancia de la ocupación de espacios de gobierno para echar a andar transformaciones económicas, sociales y políticas. En este sentido, la fuerte y estructurada presencia de los y las delegados/as bolivianos/as con su particular postura acerca de lo que el gobierno boliviano está haciendo, resultaba la posición más sólida, aunque es muy discutible si es la más pertinente.
Intentemos dibujar un mapa de los problemas más importantes que se discutieron en la reunión y de las diversas posturas que se manifestaron:
1. En términos de los problemas que los pueblos, comunidades y nacionalidades indígenas soportan, una y otra vez, tanto en las reuniones plenarias como en las mesas temáticas se señalaron como centrales:
- El avance depredador de las transnacionales asociadas con los gobiernos locales, tanto por la explotación, despojo y contaminación de los territorios comunitarios y originarios donde existen minerales, petróleo, biodiversidad y agua; como por la devastación que los cultivos transgénicos están ocasionando en las cosechas.
- La migración que desangra a los pueblos indígenas y los debilita tanto para la resistencia como para la propia reproducción colectiva, en la medida en que se van extinguiendo todas las alternativas económicas locales.
- El daño que causa a la producción y forma de vida indígenas la apertura comercial indiscriminada a productos agrícolas –y ahora “artesanales”- extranjeros subsidiados de todo tipo.
- La militarización que está ocurriendo en todos los territorios indígenas del continente bajo distintos pretextos: lucha antidroga, seguridad pública, vigilancia de “áreas protegidas”, etc. Y la consiguiente agresión sistemática a las comunidades y pueblos que, además, ven criminalizadas sus acciones de autodefensa y protesta.
- La subordinación política de las comunidades y pueblos que ocurre cuando se entablan relaciones con los gobiernos locales o con los llamados organismos “de cooperación” ya sea privados o de otros gobiernos extranjeros.
2. A partir de esta serie de problemas se discutieron los distintos modos de resistencia y lucha, desde los esfuerzos más centrados en lo jurídico, como la búsqueda de protección de los pueblos indígenas en el marco de la regulación internacional (sobre todo el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, OIT), la negociación al interior de cada estado-nación a partir de específicas regulaciones de “reconocimiento de derechos”, etc. Hasta otras experiencias centradas sobre todo en la expulsión de las empresas transnacionales, luchas por modificar o anular determinadas leyes o decisiones de los gobiernos nacionales.
Toda esta gran diversidad de experiencias prácticas y colectivas de resistencia y lucha ha abierto una gama de “ensayos políticos”, por llamarlos de alguna manera, que pueden distinguirse entre i) “aspiración de construcción autonómica de los pueblos”, con sus variantes de reforma estatal para el reconocimiento de cierta “autonomía regional” o de búsqueda tendencial de autogobierno comunitario y/o supracomunitario con base en acuerdos y alianzas entre distintos pueblos, y ii) ensayos de ocupación a distintos niveles, de espacios y cargos gubernamentales con el fin de implementar transformaciones económicas y sociales.
En términos de la primera clase de “ensayos políticos”, la actual debilidad del zapatismo mexicano que ha sido el exponente más tenaz en este tipo de estrategia, hizo que esta postura estuviera prácticamente ausente en el debate. Por otro lado, los dirigentes y representantes de organizaciones y comunidades que han llevado adelante esfuerzos en direcciones análogas en otros países, por ejemplo en Bolivia, donde la radicalización de las luchas de resistencia condujo a la aspiración de autogobierno expresada hasta hace poco tiempo bajo la formulación de “refundación estatal”, también estuvo ausente en tanto sus principales exponentes no fueron incluidos en la “Cumbre”.
En relación al segundo tipo de “ensayo político”, la variante más exitosa la constituye sin duda, el actual gobierno de Evo Morales en Bolivia y esta postura fue dominante en Iximchén, con el apoyo entusiasta de una parte de la delegación ecuatoriana; lo cual queda claramente expuesto tanto en la interpretación del lema de la cumbre –“de la resistencia al poder”- que insistentemente defendían los delegados masistas, como en las conclusiones; por ejemplo, en la propuesta de respaldar a Morales como candidato a Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, dos debilidades profundas de esta postura quedaron fuera del debate. En primer lugar, el gran desconcierto que se introduce en la discusión colectiva cuando insistentemente se confunde la “ocupación” del aparato gubernamental con el trastocamiento de las relaciones de dominación económicas y políticas soportadas por los pueblos y comunidades indígenas. En este sentido el lema “de la resistencia al poder” como síntesis de la experiencia boliviana constituye cuando menos, una exageración; pues el proceso boliviano actualmente en marcha es el paso “de la resistencia –generalizada, auténticamente descolonizadora, diversa, polifónica, asambleísta y enérgica- al gobierno”, es decir, a la ocupación del aparato administrativo y burocrático heredado y dentro de las normativas liberales recompuestas. Por más mérito que haya en todo este esfuerzo, la exagerada distorsión de los sucesos que inocula enormes dosis de confusión en el debate, constituye una equivocación y una irresponsabilidad.
Por otro lado, al plantearse la lectura sesgada de la experiencia boliviana como decisiva en términos políticos, se dificulta la discusión profunda de los temas más difíciles de la resistencia realmente existente hoy en el continente, como son los de su eficacia, de su posibilidad de generalización, de la construcción colectiva de enlaces y coordinación desde abajo, etc.
En cierta medida, entonces, desde la perspectiva que sostengo, el resultado de la cumbre de pueblos y nacionalidades indígenas, pese a los gigantescos esfuerzos organizativos hechos principalmente por los anfitriones mayas guatemaltecos, puede resumirse en el desplazamiento del anterior espejismo multicultural liberal, de promoción de políticas de reconocimiento a la diferencia siempre y cuando no se hablara de derechos políticos y económicos colectivos, para instalar en su lugar una remozada estrategia de “toma del poder” –ahora señalando el camino electoral como fundamental- que engarza con antiguas prácticas izquierdistas del vanguardismo más chocante y que costaron tanta sangre y tanta derrotas justamente a los mismos pueblos y comunidades indígenas que nos recibieron en Guatemala.
Participar en la cumbre de Iximchén, darme cuenta de lo que aquí informo y comento, mirando los rostros y cadáveres de muchos de los hombres y mujeres aparecidos en las fosas comunes que enlutaron toda Guatemala durante las últimas décadas, presentes en la reunión a través de grandes carteles, me deja un sabor de boca amargo. El vanguardismo izquierdista que ahora deja sus trajes verde olivo en el armario y reaparece vestido de un ropaje multicolor hablando de pueblos ancestrales, haría mejor si se detuviera un momento a pensar en las herencias de sufrimiento y muerte que sus anteriores ensayos estratégicos, verticalistas, sordos e irrespetuosos han dejado. Mucho pedir sería convocarlos a que se responsabilizaran de los efectos de sus acciones e intentaran aprender de ellas. No saben cómo hacerlo.
Así, en la III Cumbre de Iximchén percibí que los funcionarios de organismos internacionales y los empleados –de orígen indígena o mestizo- de los más recalcitrantes gobiernos liberales parecen ir dejando el sitio a quienes en las alturas andinas, hace dos décadas, llamábamos q`aras izquierdizantes. De todas maneras, son tantos los agravios y es tan largo el camino, que más vale que continuemos andando: preguntando caminamos.
Fuente: http://www.ubnoticias.org/es/article/algunos-elementos-para-reflexionar-...
Si bien la reunión se ambicionaba como “continental”, las delegaciones de cuatro estados naciones fueron las más concurridas, compactas y organizadas: Bolivia, Perú, Ecuador y Guatemala. Son estos países, junto a México, sin duda alguna, los territorios donde habitan los pueblos originarios más numerosos y organizados, donde se han producido los más enérgicos y vigorosos movimientos indígenas y donde existen más organizaciones sociales y políticas de indígenas. El resto de las delegaciones, provenientes de Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia, Venezuela, Panamá, Nicaragua, Honduras, El Salvador y México estaban constituidas por unos cuantos delegados de numerosas organizaciones de mayor o menor tamaño, propósitos e influencia social. En este mosaico de participación, resaltaba la debilidad de la delegación mexicana que, sin duda, ni se vivía ni se presentaba a sí misma en Iximchén como una delegación, esto es, como un grupo mínimamente coordinado.
La reunión se realizó de acuerdo a un tupido programa de trabajo que incluía una reunión plenaria durante las mañanas del martes 26, miércoles 27 y jueves 28, y una gran cantidad de mesas de trabajo temáticas paralelas durante las tardes. Hubo también, a lo largo de todos los días que duró el evento, una amplia y heterogénea participación de hombres y mujeres mayas y de otras nacionalidades de Guatemala: dirigentes de organizaciones sociales que están llevando adelante luchas contra el saqueo de las transnacionales en sus territorios, representantes de pueblos y comunidades en lucha, autoridades tradicionales de algunos pueblos, junto a funcionarios y miembros de organizaciones de promoción social específicas y a responsables de diversos proyectos indígenas. Esto hacía que si bien la participación de la población indígena de Guatemala fuera la más numerosa, se exhibieran reiteradamente la existencia de tensiones, fisuras y posturas enfrentadas durante el desarrollo de sus intervenciones.
Sin tener la capacidad de entender a fondo y en detalle el conjunto de contradicciones que se percibían en el movimiento indígena guatemalteco, me parece que es posible distinguirlas en dos grandes bloques: por un lado estaban las organizaciones locales, pueblos y comunidades que están resistiendo el avance de las transnacionales en ese país centroamericano, aglutinadas sobre todo en torno a la Coordinadora Indígena y Campesina (CONIC), y por otro estaba un enorme abanico de diversas organizaciones de promoción social dependientes y/o auspiciadas por diversas ONG´s.
Por otra parte, las delegaciones de Perú, Ecuador y Bolivia eran las más compactas en términos de coordinación interna de sus miembros y de las posturas que sostenían. La delegación peruana estaba conformada básicamente por dirigentes y representantes de la organización CONACAMI (Confederación Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería) y Miguel Palacín, su dirigente más visible, tuvo una participación destacada en el desarrollo y conducción de la cumbre. El eje de las preocupaciones de este contingente estaba en ampliar y consolidar las posibilidades de resistencia conjunta al avance de la depredación transnacional, sobre todo minera. En tanto este avance está desplegándose sobre vastas regiones de la sierra peruana, justamente a quienes más afecta es a las comunidades indígenas de origen qhiswas –principalmente- que ancestralmente ocupan y producen en tales parajes. Es desde ahí, desde ese contenido de impugnación y lucha contra la manera en la que el capital transnacional avanza, subordina, desestructura, conmociona y destruye los equilibrios y redes sociales ancestrales producidos en los andes por las culturas originarias, que la resistencia a la depredación minera ha adquirido su contenido étnico.
O, para expresarlo de otro modo, la lucha contra el avance del capital en las alturas andinas peruanas ha abierto un espacio nuevo de politización para comunidades y pueblos qhiswas fuertemente golpeados durante los años de la guerra interna y durante la represión de Alan García y Fujimori, que reivindica ahora, con potencia, tanto el carácter comunitario de su lucha como su origen qhiswa. Y todo esto lo hace impugnando, también, el proyecto de cooptar, subordinar y vaciar las luchas y reivindicaciones indígenas que impulsó el ex presidente Toledo durante su mandato, con apoyo de dineros extranjeros y en sintonía con las políticas multiculturalistas patrocinadas por USAID y el Banco Mundial.
Por su parte, la delegación ecuatoriana, amplia y compuesta sobre todo por delegados de la organización ECUARUNARI afiliada a la CONAIE, presentaba una combinación de preocupaciones: por un lado, al igual que la delegación peruana y guatemalteca, también consideran central la resistencia e impugnación a la depredación social y medioambiental de las corporaciones multinacionales, en este caso, petroleras; y, en ese sentido, buscan maneras de enlazarse con otros hermanos y hermanas para dar mayor fuerza a sus propias luchas. Por otro lado, dentro de la delegación ecuatoriana era evidente que ellos consideran central la cuestión política formal para impulsar transformaciones en el orden político estatal por la vía de la ocupación de puestos de elección popular. Esa, en cierta medida, es su experiencia.
Finalmente, la delegación boliviana estaba compuesta por casi sesenta hombres y mujeres de diversas regiones de Bolivia –Altiplano paceño, valles de Chuquisaca, Potosí y Cochabamba, Chapare, Oriente-; algunos eran antiguos dirigentes de la temporada de las grandes luchas sociales entre 2000 y 2005 que hoy son diputados o constituyentes; otros más bien eran jóvenes recientemente incorporados a las estructuras partidarias del Movimiento Al Socialismo (MAS) y que ocupan o han ocupado algún cargo en la estructura estatal. Prácticamente todos, eso sí, eran cuadros antiguos o recientes de la estructura partidaria y gubernamental del MAS. De ahí que las prioridades, preocupaciones e intervenciones de los miembros de esta delegación, por lo general, se centraran en la importancia de la ocupación de espacios de gobierno para echar a andar transformaciones económicas, sociales y políticas. En este sentido, la fuerte y estructurada presencia de los y las delegados/as bolivianos/as con su particular postura acerca de lo que el gobierno boliviano está haciendo, resultaba la posición más sólida, aunque es muy discutible si es la más pertinente.
Intentemos dibujar un mapa de los problemas más importantes que se discutieron en la reunión y de las diversas posturas que se manifestaron:
1. En términos de los problemas que los pueblos, comunidades y nacionalidades indígenas soportan, una y otra vez, tanto en las reuniones plenarias como en las mesas temáticas se señalaron como centrales:
- El avance depredador de las transnacionales asociadas con los gobiernos locales, tanto por la explotación, despojo y contaminación de los territorios comunitarios y originarios donde existen minerales, petróleo, biodiversidad y agua; como por la devastación que los cultivos transgénicos están ocasionando en las cosechas.
- La migración que desangra a los pueblos indígenas y los debilita tanto para la resistencia como para la propia reproducción colectiva, en la medida en que se van extinguiendo todas las alternativas económicas locales.
- El daño que causa a la producción y forma de vida indígenas la apertura comercial indiscriminada a productos agrícolas –y ahora “artesanales”- extranjeros subsidiados de todo tipo.
- La militarización que está ocurriendo en todos los territorios indígenas del continente bajo distintos pretextos: lucha antidroga, seguridad pública, vigilancia de “áreas protegidas”, etc. Y la consiguiente agresión sistemática a las comunidades y pueblos que, además, ven criminalizadas sus acciones de autodefensa y protesta.
- La subordinación política de las comunidades y pueblos que ocurre cuando se entablan relaciones con los gobiernos locales o con los llamados organismos “de cooperación” ya sea privados o de otros gobiernos extranjeros.
2. A partir de esta serie de problemas se discutieron los distintos modos de resistencia y lucha, desde los esfuerzos más centrados en lo jurídico, como la búsqueda de protección de los pueblos indígenas en el marco de la regulación internacional (sobre todo el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, OIT), la negociación al interior de cada estado-nación a partir de específicas regulaciones de “reconocimiento de derechos”, etc. Hasta otras experiencias centradas sobre todo en la expulsión de las empresas transnacionales, luchas por modificar o anular determinadas leyes o decisiones de los gobiernos nacionales.
Toda esta gran diversidad de experiencias prácticas y colectivas de resistencia y lucha ha abierto una gama de “ensayos políticos”, por llamarlos de alguna manera, que pueden distinguirse entre i) “aspiración de construcción autonómica de los pueblos”, con sus variantes de reforma estatal para el reconocimiento de cierta “autonomía regional” o de búsqueda tendencial de autogobierno comunitario y/o supracomunitario con base en acuerdos y alianzas entre distintos pueblos, y ii) ensayos de ocupación a distintos niveles, de espacios y cargos gubernamentales con el fin de implementar transformaciones económicas y sociales.
En términos de la primera clase de “ensayos políticos”, la actual debilidad del zapatismo mexicano que ha sido el exponente más tenaz en este tipo de estrategia, hizo que esta postura estuviera prácticamente ausente en el debate. Por otro lado, los dirigentes y representantes de organizaciones y comunidades que han llevado adelante esfuerzos en direcciones análogas en otros países, por ejemplo en Bolivia, donde la radicalización de las luchas de resistencia condujo a la aspiración de autogobierno expresada hasta hace poco tiempo bajo la formulación de “refundación estatal”, también estuvo ausente en tanto sus principales exponentes no fueron incluidos en la “Cumbre”.
En relación al segundo tipo de “ensayo político”, la variante más exitosa la constituye sin duda, el actual gobierno de Evo Morales en Bolivia y esta postura fue dominante en Iximchén, con el apoyo entusiasta de una parte de la delegación ecuatoriana; lo cual queda claramente expuesto tanto en la interpretación del lema de la cumbre –“de la resistencia al poder”- que insistentemente defendían los delegados masistas, como en las conclusiones; por ejemplo, en la propuesta de respaldar a Morales como candidato a Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, dos debilidades profundas de esta postura quedaron fuera del debate. En primer lugar, el gran desconcierto que se introduce en la discusión colectiva cuando insistentemente se confunde la “ocupación” del aparato gubernamental con el trastocamiento de las relaciones de dominación económicas y políticas soportadas por los pueblos y comunidades indígenas. En este sentido el lema “de la resistencia al poder” como síntesis de la experiencia boliviana constituye cuando menos, una exageración; pues el proceso boliviano actualmente en marcha es el paso “de la resistencia –generalizada, auténticamente descolonizadora, diversa, polifónica, asambleísta y enérgica- al gobierno”, es decir, a la ocupación del aparato administrativo y burocrático heredado y dentro de las normativas liberales recompuestas. Por más mérito que haya en todo este esfuerzo, la exagerada distorsión de los sucesos que inocula enormes dosis de confusión en el debate, constituye una equivocación y una irresponsabilidad.
Por otro lado, al plantearse la lectura sesgada de la experiencia boliviana como decisiva en términos políticos, se dificulta la discusión profunda de los temas más difíciles de la resistencia realmente existente hoy en el continente, como son los de su eficacia, de su posibilidad de generalización, de la construcción colectiva de enlaces y coordinación desde abajo, etc.
En cierta medida, entonces, desde la perspectiva que sostengo, el resultado de la cumbre de pueblos y nacionalidades indígenas, pese a los gigantescos esfuerzos organizativos hechos principalmente por los anfitriones mayas guatemaltecos, puede resumirse en el desplazamiento del anterior espejismo multicultural liberal, de promoción de políticas de reconocimiento a la diferencia siempre y cuando no se hablara de derechos políticos y económicos colectivos, para instalar en su lugar una remozada estrategia de “toma del poder” –ahora señalando el camino electoral como fundamental- que engarza con antiguas prácticas izquierdistas del vanguardismo más chocante y que costaron tanta sangre y tanta derrotas justamente a los mismos pueblos y comunidades indígenas que nos recibieron en Guatemala.
Participar en la cumbre de Iximchén, darme cuenta de lo que aquí informo y comento, mirando los rostros y cadáveres de muchos de los hombres y mujeres aparecidos en las fosas comunes que enlutaron toda Guatemala durante las últimas décadas, presentes en la reunión a través de grandes carteles, me deja un sabor de boca amargo. El vanguardismo izquierdista que ahora deja sus trajes verde olivo en el armario y reaparece vestido de un ropaje multicolor hablando de pueblos ancestrales, haría mejor si se detuviera un momento a pensar en las herencias de sufrimiento y muerte que sus anteriores ensayos estratégicos, verticalistas, sordos e irrespetuosos han dejado. Mucho pedir sería convocarlos a que se responsabilizaran de los efectos de sus acciones e intentaran aprender de ellas. No saben cómo hacerlo.
Así, en la III Cumbre de Iximchén percibí que los funcionarios de organismos internacionales y los empleados –de orígen indígena o mestizo- de los más recalcitrantes gobiernos liberales parecen ir dejando el sitio a quienes en las alturas andinas, hace dos décadas, llamábamos q`aras izquierdizantes. De todas maneras, son tantos los agravios y es tan largo el camino, que más vale que continuemos andando: preguntando caminamos.
Fuente: http://www.ubnoticias.org/es/article/algunos-elementos-para-reflexionar-...
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