Bush, el “criado perfecto”
11/01/2007
- Opinión
No hubo sorpresas en el esperado discurso al país –y al mundo– del presidente George W. Bush sobre su nuevo plan en Irak. Tal como habían adelantado varios medios de comunicación, el mandatario anunció que enviará 21.500 soldados más al país árabe y que aumentará la ayuda económica. Sin embargo, la mayor parte de los fondos se destinará a las fuerzas militares, mientras que el sector civil apenas recibirá una quinta parte.
Para ejecutar su nueva estrategia –que es prácticamente la misma que en estos últimos casi cuatro años– el presidente dijo que necesita 6.800 millones de dólares. La forma en la que se dividirá esa partida evidencia que la Casa Blanca otorga más peso al factor militar que a los programas civiles: 5.600 millones de dólares serán para el refuerzo de tropas y mil 200 millones se aplicarán a proyectos de reconstrucción y empleo.
Bush intentó minimizar el uso de la fuerza y acentuar que la solución del conflicto debe ser política, aunque la forma en que lo hizo resultó bastante limitada y “municipal”. Dijo que “una estrategia de éxito en Irak va más allá de las operaciones militares. Los ciudadanos iraquíes deben ver que las operaciones militares son acompañadas por mejoras visibles en sus barrios y comunidades”.
Imperturbable, afirmó que “retroceder ahora sería forzar el colapso del gobierno iraquí” y pronosticó que “la nueva estrategia que anuncio hoy cambiará el curso de Estados Unidos en Irak y nos ayudará a tener éxito en la guerra contra el terrorismo”. En otras palabras, nada nuevo.
Con 437 mil kilómetros cuadrados de superficie –aproximadamente el tamaño del estado de California– y cerca de 27 millones de habitantes, Irak está dividido en 18 provincias, de las cuales el gobierno colaboracionista del primer ministro Nuri al Maliki sólo controla tres. Las restantes están ocupadas por fuerzas estadounidenses y británicas.
El hombre más peligroso del mundo
El 3 de noviembre del año pasado, cuando faltaban cuatro días para las elecciones legislativas que dieron el triunfo a los demócratatas en el Congreso de Estados Unidos, una encuesta publicada por el diario The Guardian, de Londres, informó que los británicos creían que George W. Bush es “más peligroso para el mundo” que el líder norcoreano Kim Jong-il, el clérigo libanés Hassan Nasrallah –líder del grupo Hisbolá– y el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad.
El sondeo era parte de una consulta internacional, encargada por el diario inglés y los periódicos La Presse y Toronto Star, de Canadá, y Haaretz, de Israel. En el caso del Reino Unido, país tradicionalmente aliado a Estados Unidos, el 75 por ciento de los encuestados estimó que Bush representa “un peligro para la paz mundial”, por delante de Jong-il (69 por ciento), Nasrallah (65 por ciento) y Ahmadineyad (62 por ciento).
Dentro de Estados Unidos, la percepción de los ciudadanos no es mucho mejor. Catorce horas antes de que el presidente Bush pronunciara su discurso, el diario USA Today publicó una encuesta que revela que sólo un 12 por ciento de los estadounidenses apoya la “nueva estrategia”. El sondeo, realizado por el instituto Gallup, también encontró que ocho de cada diez entrevistados creen que la guerra ha empeorado más de lo que el gobierno esperaba. Casi la mitad aseguró creer que, al margen de los soldados que se manden, Estados Unidos no podrá cumplir sus metas en Irak.
“Más ambición que sesos”
El 29 de septiembre de 2001, el escritor argentino Tomás Eloy Martínez escribió en el diario La Nación, de Buenos Aires, que antes de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, Bush “era un muchachote que parecía fuera de lugar en el Salón Oval de la Casa Blanca. Se le entendía poco lo que decía, no tanto por el siseo montaraz de su elocución como por su sintaxis enrevesada y tartamuda, detrás de la cual se abría un desierto blanco y vacío”. Según el novelista, es “audaz, provinciano, con más ambición que sesos”.
Lo cierto es que detrás de Bush existe un poderoso conglomerado de intereses de tipo empresarial, industrial-militar y financiero, para el cual él sólo cumple la doble función de portavoz y ejecutor. Esto lo explicó muy didácticamente el analista mexicano Fernando Montiel, consultor en resolución de conflictos, en el artículo “La guerra como negocio”, publicado en 2004:
“Mediocre como es, Bush tiene el perfil del presidente perfecto para las grandes corporaciones. Fanático, disléxico, retrasado mental (tiene menos de 90 de coeficiente intelectual), alcohólico no rehabilitado, con tendencias megalómanas y sádicas de acuerdo con un reciente estudio psiquiátrico, el actual ocupante de la Casa Blanca, cumple con todos los requisitos que exige un gobierno empresarial: ignorante y bisoño, fácil de manipular, fácil de engañar, fácil de extorsionar y fácil de dirigir. Por todo esto, cualquier persona medianamente racional debería exigir su salida del despacho oval, pero precisamente son éstas las razones por las que a las corporaciones les conviene tenerlo dentro. Es el criado perfecto”.
Para ejecutar su nueva estrategia –que es prácticamente la misma que en estos últimos casi cuatro años– el presidente dijo que necesita 6.800 millones de dólares. La forma en la que se dividirá esa partida evidencia que la Casa Blanca otorga más peso al factor militar que a los programas civiles: 5.600 millones de dólares serán para el refuerzo de tropas y mil 200 millones se aplicarán a proyectos de reconstrucción y empleo.
Bush intentó minimizar el uso de la fuerza y acentuar que la solución del conflicto debe ser política, aunque la forma en que lo hizo resultó bastante limitada y “municipal”. Dijo que “una estrategia de éxito en Irak va más allá de las operaciones militares. Los ciudadanos iraquíes deben ver que las operaciones militares son acompañadas por mejoras visibles en sus barrios y comunidades”.
Imperturbable, afirmó que “retroceder ahora sería forzar el colapso del gobierno iraquí” y pronosticó que “la nueva estrategia que anuncio hoy cambiará el curso de Estados Unidos en Irak y nos ayudará a tener éxito en la guerra contra el terrorismo”. En otras palabras, nada nuevo.
Con 437 mil kilómetros cuadrados de superficie –aproximadamente el tamaño del estado de California– y cerca de 27 millones de habitantes, Irak está dividido en 18 provincias, de las cuales el gobierno colaboracionista del primer ministro Nuri al Maliki sólo controla tres. Las restantes están ocupadas por fuerzas estadounidenses y británicas.
El hombre más peligroso del mundo
El 3 de noviembre del año pasado, cuando faltaban cuatro días para las elecciones legislativas que dieron el triunfo a los demócratatas en el Congreso de Estados Unidos, una encuesta publicada por el diario The Guardian, de Londres, informó que los británicos creían que George W. Bush es “más peligroso para el mundo” que el líder norcoreano Kim Jong-il, el clérigo libanés Hassan Nasrallah –líder del grupo Hisbolá– y el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad.
El sondeo era parte de una consulta internacional, encargada por el diario inglés y los periódicos La Presse y Toronto Star, de Canadá, y Haaretz, de Israel. En el caso del Reino Unido, país tradicionalmente aliado a Estados Unidos, el 75 por ciento de los encuestados estimó que Bush representa “un peligro para la paz mundial”, por delante de Jong-il (69 por ciento), Nasrallah (65 por ciento) y Ahmadineyad (62 por ciento).
Dentro de Estados Unidos, la percepción de los ciudadanos no es mucho mejor. Catorce horas antes de que el presidente Bush pronunciara su discurso, el diario USA Today publicó una encuesta que revela que sólo un 12 por ciento de los estadounidenses apoya la “nueva estrategia”. El sondeo, realizado por el instituto Gallup, también encontró que ocho de cada diez entrevistados creen que la guerra ha empeorado más de lo que el gobierno esperaba. Casi la mitad aseguró creer que, al margen de los soldados que se manden, Estados Unidos no podrá cumplir sus metas en Irak.
“Más ambición que sesos”
El 29 de septiembre de 2001, el escritor argentino Tomás Eloy Martínez escribió en el diario La Nación, de Buenos Aires, que antes de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, Bush “era un muchachote que parecía fuera de lugar en el Salón Oval de la Casa Blanca. Se le entendía poco lo que decía, no tanto por el siseo montaraz de su elocución como por su sintaxis enrevesada y tartamuda, detrás de la cual se abría un desierto blanco y vacío”. Según el novelista, es “audaz, provinciano, con más ambición que sesos”.
Lo cierto es que detrás de Bush existe un poderoso conglomerado de intereses de tipo empresarial, industrial-militar y financiero, para el cual él sólo cumple la doble función de portavoz y ejecutor. Esto lo explicó muy didácticamente el analista mexicano Fernando Montiel, consultor en resolución de conflictos, en el artículo “La guerra como negocio”, publicado en 2004:
“Mediocre como es, Bush tiene el perfil del presidente perfecto para las grandes corporaciones. Fanático, disléxico, retrasado mental (tiene menos de 90 de coeficiente intelectual), alcohólico no rehabilitado, con tendencias megalómanas y sádicas de acuerdo con un reciente estudio psiquiátrico, el actual ocupante de la Casa Blanca, cumple con todos los requisitos que exige un gobierno empresarial: ignorante y bisoño, fácil de manipular, fácil de engañar, fácil de extorsionar y fácil de dirigir. Por todo esto, cualquier persona medianamente racional debería exigir su salida del despacho oval, pero precisamente son éstas las razones por las que a las corporaciones les conviene tenerlo dentro. Es el criado perfecto”.
Fuente: Bambú Press
https://www.alainet.org/es/active/15867
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