Imaginario de una nueva hegemonía
10/01/2007
- Opinión
Inauguramos el año 2007, con la manifestación de varios frentes de conflicto político y social. La disputa es ante todo respecto al establecimiento de un nuevo equilibrio en la distribución del poder. De un lado, la oposición a las disposiciones legales respecto a la temática de tierras, es el asunto central que mueve a otros significantes como el de autonomías departamentales y el de dos tercios para aprobar la nueva carta magna. De otro, la profundización del proceso de cambio hacia derroteros todavía no tan claros ni visibles, pero que en el fondo se mueven en función a una mejor redistribución de la riqueza y consecución de mayor igualdad y justicia social.
Lo cierto es que son dos fuerzas sociales y proyectos políticos en pugna. La primera atrincherada en estructuras corporativas como los comités cívicos, cámaras empresariales y figuras político-institucionales: los prefectos de la denominada \"media luna\" (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando) y con menor impacto de Cochabamba y La Paz. Para esta fuerza, las posibilidades políticas en el mediano plazo son escasas, ya que convocan y movilizan a actores con poca efectividad política en la consecución de resultados, a saber en contrapartida, por ejemplo, de aquellos que se denominan y definen en las calles; pues, sus referencias son los sectores medios altos, profesionales y citadinos en general. La articulación de esta base social es virtualmente desplegada a través de la explotación de los medios de comunicación masiva y sus correspondientes efectos en la constitución de identidades colectivas. El marketing y la explotación de imágenes es el artificio político central, con cierto acompañamiento de ofertas discursivas de algunos intelectuales y políticos, que no logran afirmar una real constitución de sujetos con capacidad de articular un proyecto político de dimensión socio-estatal. De ahí su fragilidad y sus limitaciones.
Del otro lado, un vigoroso movimiento social heterogéneo en su composición y posiciones internas. En él confluyen una variedad de organizaciones corporativas como los sindicatos de campesinos, formas de organización comunitaria como las indígenas y juntas vecinales, organizaciones asociativas y estrategias gregarias como las cooperativas y asociativas de gestión y control de recursos, etc., además de movimientos sociales eventuales que se movilizan en función a temas y asuntos de interés específico y colectivo. La particularidad de estas organizaciones y movimientos es la capacidad autónoma de construcción de sus significantes o reivindicaciones, pues no requieren de un \"exterior constitutivo\" que los denomine e interpele para sentirse sujetos. Son actores a partir de una definición propia, interna y \"negativa\", es decir, son sujetos porque han establecido ellos mismos una frontera que les marca o bien les permite afirmar su identidad.
De ahí, que su forma de afirmación política no es a través de canales institucionales, o mediante actores que encarnan el monopolio del discurso y la voluntad de un liderazgo plebiscitario o de una estructura de decisión (partido u organización política), sino emerge y se constituye a partir de la movilización y deliberación directa, y por ende, del enfrentamiento público con un adversario. Las posibilidades políticas de este frente son amplias; pues han abierto el campo de lo político más allá de lo estatal: el sistema político, generando múltiples posibilidades de articulación y acción política.
La afirmación de su hegemonía trae consigo la lucha por la fijación, en el campo político e institucional, de nuevos significantes o dispositivos discursivos; desde aquellos que están vinculados a la tradición patriótica y nacionalista (nacionalización y soberanía), pasando por los democrático-liberales (mayor participación social en las decisiones colectivas y lucha por la garantía de derechos), hasta los que buscan el reconocimiento de las diferencias étnico culturales y regionales (plurinacionalidad y autonomías territoriales), como condiciones básicas de la reinvención de las instituciones y el autogobierno. Así también, a partir de lo anterior, han incorporado nuevos actores y elites que irrumpen en la política para quedarse y construir, con su presencia efectiva, una nueva democracia, posiblemente post-liberal, en el que ya no será posible reducir la política a lo estatal, es decir, a la representación formal de actores ni a canales institucionales preestablecidos.
Al parecer hoy, el nuevo campo social y político demanda la flexibilización de las estructuras institucionales del modelo de matriz liberal. El éxito de una nueva hegemonía, todavía en ciernes, es la invención política para dar lugar al despliegue de la acción política en diferentes ámbitos, circuitos y redes. En otras palabras, el imaginario de una nueva hegemonía, es el de la extensión de la política más allá de los canales establecidos por la estructura estatal; esto es, un amplio campo de acción en el que la sociedad civil encuentre y desarrolle nuevas posibilidades de reconocimiento y despliegue político-institucional.
Lo cierto es que son dos fuerzas sociales y proyectos políticos en pugna. La primera atrincherada en estructuras corporativas como los comités cívicos, cámaras empresariales y figuras político-institucionales: los prefectos de la denominada \"media luna\" (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando) y con menor impacto de Cochabamba y La Paz. Para esta fuerza, las posibilidades políticas en el mediano plazo son escasas, ya que convocan y movilizan a actores con poca efectividad política en la consecución de resultados, a saber en contrapartida, por ejemplo, de aquellos que se denominan y definen en las calles; pues, sus referencias son los sectores medios altos, profesionales y citadinos en general. La articulación de esta base social es virtualmente desplegada a través de la explotación de los medios de comunicación masiva y sus correspondientes efectos en la constitución de identidades colectivas. El marketing y la explotación de imágenes es el artificio político central, con cierto acompañamiento de ofertas discursivas de algunos intelectuales y políticos, que no logran afirmar una real constitución de sujetos con capacidad de articular un proyecto político de dimensión socio-estatal. De ahí su fragilidad y sus limitaciones.
Del otro lado, un vigoroso movimiento social heterogéneo en su composición y posiciones internas. En él confluyen una variedad de organizaciones corporativas como los sindicatos de campesinos, formas de organización comunitaria como las indígenas y juntas vecinales, organizaciones asociativas y estrategias gregarias como las cooperativas y asociativas de gestión y control de recursos, etc., además de movimientos sociales eventuales que se movilizan en función a temas y asuntos de interés específico y colectivo. La particularidad de estas organizaciones y movimientos es la capacidad autónoma de construcción de sus significantes o reivindicaciones, pues no requieren de un \"exterior constitutivo\" que los denomine e interpele para sentirse sujetos. Son actores a partir de una definición propia, interna y \"negativa\", es decir, son sujetos porque han establecido ellos mismos una frontera que les marca o bien les permite afirmar su identidad.
De ahí, que su forma de afirmación política no es a través de canales institucionales, o mediante actores que encarnan el monopolio del discurso y la voluntad de un liderazgo plebiscitario o de una estructura de decisión (partido u organización política), sino emerge y se constituye a partir de la movilización y deliberación directa, y por ende, del enfrentamiento público con un adversario. Las posibilidades políticas de este frente son amplias; pues han abierto el campo de lo político más allá de lo estatal: el sistema político, generando múltiples posibilidades de articulación y acción política.
La afirmación de su hegemonía trae consigo la lucha por la fijación, en el campo político e institucional, de nuevos significantes o dispositivos discursivos; desde aquellos que están vinculados a la tradición patriótica y nacionalista (nacionalización y soberanía), pasando por los democrático-liberales (mayor participación social en las decisiones colectivas y lucha por la garantía de derechos), hasta los que buscan el reconocimiento de las diferencias étnico culturales y regionales (plurinacionalidad y autonomías territoriales), como condiciones básicas de la reinvención de las instituciones y el autogobierno. Así también, a partir de lo anterior, han incorporado nuevos actores y elites que irrumpen en la política para quedarse y construir, con su presencia efectiva, una nueva democracia, posiblemente post-liberal, en el que ya no será posible reducir la política a lo estatal, es decir, a la representación formal de actores ni a canales institucionales preestablecidos.
Al parecer hoy, el nuevo campo social y político demanda la flexibilización de las estructuras institucionales del modelo de matriz liberal. El éxito de una nueva hegemonía, todavía en ciernes, es la invención política para dar lugar al despliegue de la acción política en diferentes ámbitos, circuitos y redes. En otras palabras, el imaginario de una nueva hegemonía, es el de la extensión de la política más allá de los canales establecidos por la estructura estatal; esto es, un amplio campo de acción en el que la sociedad civil encuentre y desarrolle nuevas posibilidades de reconocimiento y despliegue político-institucional.
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