A propósito de François Houtart sobre elecciones en Nicaragua
Nicaragua sin izquierda?
29/10/2006
- Opinión
François Houtart es para nosotros una respetada y querida personalidad. Por eso, no podemos ser indiferentes a las consideraciones contenidas en su reciente artículo titulado: “¿Existe una izquierda en Nicaragua?,” publicado en medios internacionales a tan sólo una semana de las elecciones en nuestro país.
Las principales conclusiones políticas que Houtart sustenta en ese texto se pueden resumir así, según sus propias palabras:
Primero: En una brutal, pero franca y honesta apreciación afirma: “De hecho, no existen partidos realmente de izquierda en Nicaragua… pero el que se acerca más a esta perspectiva es el Frente Sandinista”.
Segundo: “La lucha contra el neoliberalismo es el imperativo moral más importante. Se trata del nivel ético que tiene que orientar todos los otros y el que constituye la base de cualquier izquierda”.
Tercero: en el caso de las elecciones en Nicaragua, al no votar por Daniel Ortega: “no hay duda que el hecho de dividir la oposición no puede sino favorecer el proyecto imperial sobre la región”. En otras palabras, aún y a pesar de todo, si se pretende ser de izquierda en Nicaragua, deberíamos votar por Ortega el 5 de noviembre.
Otra querida personalidad, sin duda fuera de toda sospecha de ambiciones particulares en nuestro país, el poeta y militante sandinista Ernesto Cardenal, hizo un vehemente llamado al sandinismo a no votar por Daniel Ortega en estas elecciones. En su escrito, y refiriéndose a nuestros amigos en el exterior, Ernesto señala: “Con su demagogia (que contradice sus hechos) Daniel ha engañado a líderes de la izquierda latinoamericana, que creen que él representa aquí la izquierda. Por estar lejos, comprendemos que puedan estar engañados, pero los sandinistas nicaragüenses no pueden estar engañados”.
Francois Houtart es, sin duda alguna, un referente de la solidaridad con el pueblo de nuestro país y un amigo cercano de la actual dirigencia del FSLN. En su toma de posición política, nuestro amigo opta por ignorar –o por no querer ver- señales de mucho peso, que a nuestro juicio definen a las fuerzas de izquierda en cualquier parte del mundo y en cualquier momento de la historia. Y procura, por otra parte, mediatizar actuaciones que tienen que ver de manera esencial, con la ética de los revolucionarios. Veamos.
Según Houtart, la ética de los revolucionarios tiene tres niveles y en su texto encuentra culpables a los actuales dirigentes del FSLN de pecados cometidos en los dos primeros niveles (su ética personal y la ética interna en el partido), pero termina al final absolviéndolos, por sus posiciones consecuentes “en la lucha contra el neoliberalismo, el imperativo moral más importante”.
En otras palabras, y según este desafortunado artículo del amigo Houtart, es poco relevante o es secundario para la ética revolucionaria si el máximo dirigente de un partido que se proclama revolucionario fue acusado, con irrefutables evidencias, por su propia hijastra y su empleada de violación y abusos sexuales prolongados.
Según Houtart, resulta también de poca importancia que los dirigentes del FSLN se hayan transformado para integrarse en la clase de los hombres más ricos del país. Tampoco le parece importante que desde el Parlamento los diputados del FSLN hayan recibido durante años megasalarios en el segundo país más empobrecido de América Latina. O que los magistrados electorales y judiciales promovidos por el FSLN se hayan beneficiado también durante años de megasalarios, escandalosos y obscenos en un país donde, según datos recientes de la FAO, la tercera parte de la población está desnutrida y pasa hambre.
También le resulta poco relevante a esta extraña “ética” que las políticas de alianza de estos dirigentes revolucionarios sea una política sin principios. De tal suerte, que le resulta justificada como “un pecado menor” haber pactado con el gobernante y político más corrupto y ladrón de la historia nacional, Arnoldo Alemán. Con esta lógica, resulta secundario también el inescrupuloso reparto “fifty-fifty” de todas las instituciones del Estado entre los dirigentes y los más cercanos allegados de Ortega y de Alemán.
Con esta misma “ética” resulta de secundaria importancia la abolición del Estado de Derecho expresado en tantas decisiones judiciales en nuestro país, adoptadas en función de los intereses políticos o económicos de Arnoldo, de Daniel o de sus allegados. Uno de los ejemplos más obscenos es éste: a pesar de que la Policía Nacional ha capturado a importantes narcotraficantes, ni uno sólo está detenido en las cárceles de Nicaragua. Complacientes jueces los han dejado libres en tribunales controlados por el pacto Alemán-Ortega El ejemplo cumbre es que Arnoldo Alemán, el más corrupto de los gobernantes de nuestra historia, pueda llevar como “preso” la vida de un gran magnate, sólo porque Daniel Ortega no permite –porque aún no le conviene- que los jueces sandinistas del Tribunal de Apelaciones de Managua declaren firme la sentencia de 20 años de cárcel que le fue dictada en primera instancia en el año 2003.
Con esa lógica “ética”, es de poca importancia el pacto del FSLN con el Cardenal Obando, otrora enemigo acérrimo de la Revolución y favorecedor en Washington de la guerra contrarrevolucionaria. Patrocinador, junto a la totalidad de la jerarquía de la iglesia católica, en este mes de octubre, de la penalización del aborto terapéutico, decisión que conducirá a la muerte a miles de mujeres nicaragüenses, con embarazos riesgosos para su salud, y a miles de niñas nicaragüenses embarazadas tras una violación sexual. Esta aberración jurídica, adoptada por el Parlamento de Nicaragua en vísperas de las elecciones, y con abierto desprecio a la posición de las sociedades médicas de Nicaragua, no hubiera sido posible sin la participación activa del diputado del FSLN René Núñez, al frente del Parlamento y sin el voto, el 26 de octubre de 28 diputados del FSLN, de los 52 que consumaron el crimen. El 6 de octubre, René Núñez ya se había comprometido públicamente ante los jerarcas de la iglesia católica a eliminar en un período record de tres semanas el aborto terapéutico, figura jurídica presente en la legislación nicaragüense desde hace más de un siglo.
Con esta peculiar “ética” carece de importancia la declaración que, en nombre del FSLN hizo Rosario Murillo, esposa de Ortega y su jefa de campaña, el 8 de octubre, para orientar y justificar la votación del FSLN contra el derecho de las mujeres y de las niñas a salvar su vida. Declaró Murillo en esta ocasión: “Somos enfáticos: No al aborto, sí a la vida. Sí a las creencias religiosas, sí a la fe, sí a la búsqueda de Dios, que es lo que nos fortalece todos los días para reemprender el camino… El FSLN respalda la posición de la Iglesia Católica y de las iglesias en general contra el aborto en cualquiera de sus formas porque es un atentado contra la fe, contra la vida… Por eso decimos que nos unimos al clamor de la Iglesia y recogemos el clamor de las mayorías nicaragüenses que están contra el aborto”.
Recordando todo esto, pareciera que una genuina nobleza de corazón y quizás afectos personales son los que inducen a nuestro amigo Houtart a recurrir en esta ocasión a los envejecidos argumentos de esa teología arcaica que clasifica los pecados en “veniales” y “mortales” para amalgamar esta clasificación con la ética revolucionaria y justificar lo injustificable.
Sí compartimos con Houtart que la posición frente al neoliberalismo “es el imperativo moral más importante” aunque, sin duda, no el único para definir la ética política de los revolucionarios. Pero también en este terreno veamos qué nos dice la realidad, como criterio práctico y moral por excelencia, para el establecimiento de la verdad.
Para nosotros la esencia de ser de izquierda es la lucha por la transformación de las condiciones económicas y sociales del pueblo explotado, empobrecido y excluido. Por eso rechazamos el neoliberalismo. Porque este modelo condena a millones de seres humanos a una vida inhumana. Peor aún: condena a la humanidad a la destrucción. Pues bien, en Nicaragua la cúpula del FSLN comenzando por Daniel Ortega, se benefician de este sistema inhumano. Son parte de él. Sus decisiones políticas y sus conductas en los espacios públicos que ocupan, se han orientado a favorecer ese sistema. Para los dirigentes del FSLN las masas han dejado de ser sujetos para ser convertidos en objeto de clientelismo en los procesos electorales, en maquinarias que les garantizan votos en las elecciones. El danielismo ha reducido al pueblo a ser seguidor del líder predestinado por la historia, un semidiós.
En el neoliberalismo, que es la dictadura del mercado, se fortalecen grupos de clase muy definidos, pero también las mafias del narcotráfico, las mafias comerciales, las mafias financieras. En este sentido, vale la pena hacer una brevísima referencia a la posición política principal de la campaña electoral de Daniel Ortega, “Unida Nicaragua triunfa”. La “novedosa” tesis de Ortega en esta campaña electoral es que en Nicaragua “todos los nicaragüenses somos hermanos”. Desde esa posición pretende justificar su actual alianza con “sus hermanos”, los dirigentes del partido somocista o con “sus hermanos” de la genocida Guardia Nacional de Somoza. También con “sus hermanos” los comandantes de la Contra. O con el principal agente de la CIA y de la Contra, después principal asesor y padrino de Arnoldo Alemán, Jaime Morales Carazo, al que Ortega lleva como candidato a la Vicepresidencia de la República. Todos estos “hermanos” se han unido a Ortega con propósitos mafiosos muy definidos, cuestiones que tal vez ignora nuestro respetable amigo Houtart.
Con justeza, Francois Houtart señala que “la situación en términos de izquierda no permite abandonar un análisis de clase”. Ése también es el problema: para Ortega ya no existen en Nicaragua adversarios ni enemigos de clase. Ahora todos somos “hermanos” y lo único que importa son los votos que le llevarán a sentarse nuevamente en la silla presidencial. Es por esto que Ernesto Cardenal argumenta: “Hablar de “Nicaragua unida” no es revolucionario. ¿Unión de explotadores con explotados? ¿Unión con ladrones? ¿Con somocistas? ¿Con criminales? ¿Abrazo de ricos y pobres, con los ricos siendo siempre ricos y los pobres siempre pobres? ¿Es esto la revolución? ¿Es esto sandinismo?”
Vayamos a lo esencial: la posición de Ortega y de la cúpula del Danielismo frente al neoliberalismo.
Todos sabemos que, mas allá del unilateral puño militar de su fuerza, el neoliberalismo descansa esencialmente en su política económica global de “mercados libres con democracia” como le fascina reiterar al Presidente Bush. Durante estos últimos 15 años, en Nicaragua hemos conocido todas las expresiones de la política económica y social neoliberal. Privatización de los servicios públicos esenciales, una política fiscal que hace recaer en las mayorías pobres más del 80% de la recaudación, recortes del gasto público y prohibición de cualquier subsidio del Estado, abolición de todas las barreras arancelarias que protegían la economía nacional, aprobación incondicional a todas y a cada una de las políticas y programas impuestos por el Fondo Monetario Internacional y aprobación de los tratados de libre comercio impuestos por Estados Unidos (CAFTA). Como marco de todas estas políticas, una absoluta tolerancia a la corrupción de la clase política beneficiaria de este proceso.
Pues bien, todo esto y más ha sido posible en Nicaragua con la participación de los votos del FSLN en la Asamblea Nacional. Así, la aprobación del CAFTA, un tratado que somete ad-aeternum nuestra economía a los intereses del imperialismo, solamente fue posible una vez que Daniel Ortega declarara oficialmente, en nombre de FSLN, que “levantaría todos los obstáculos para la aprobación del CAFTA”, aprobación que efectivamente se produjo en la Asamblea tan sólo unas horas después de esta declaración de Ortega. Peor aún: las leyes que viabilizaron la entrada en vigencia del CAFTA, sólo pudieron aprobarse con los 36 votos de los diputados del FSLN, ya que ni siquiera en esta ocasión los liberales de Alemán, la bancada de diputados del PLC, votó por ellas. Adicionalmente, durante la campaña electoral, Daniel Ortega ha procurado dejar sentado que él y el FSLN se convertirán en “los defensores del CAFTA”.
Si, como señala el amigo Houtart, la posición frente al neoliberalismo es el “imperativo esencial que define a la izquierda” el Frente Sandinista, o más exactamente el Danielismo, dejó de ser de izquierda hace ya un buen tiempo. Desde esta perspectiva sería justo –aunque vergonzoso- tener que reconocer que en Nicaragua, a pesar de haber existido una revolución verdadera, no existe hoy ningún partido de izquierda, mérito sin duda del danielismo, que ha secuestrado la representación formal del sandinismo.
Para concluir, habría sido más justo, por parte del amigo Houtart, señalar claramente que el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), que participa en la actual campaña electoral, no es un partido sino una alianza política de diferentes fuerzas que provienen todas, en lo esencial, del sandinismo. Efectivamente, en esta alianza hay posiciones que se pueden considerar de centro izquierda y que no tienen una nítida posición de oposición al neoliberalismo, aunque hay que reconocer -como con justicia lo hace Houtart- que es conocida y probada la honradez moral de sus integrantes.
Para nosotros, los sandinistas, uno de los rasgos que más nos ha definido como izquierda ha sido nuestra posición frente al imperialismo. Una última muestra que permita entender lo que ocurre con la izquierda en Nicaragua: el Danielismo ha prohibido cantar el himno del FSLN por esa estrofa en que señalamos al “yanki enemigo de la humanidad”. Mientras Ortega decidió esto, el candidato a la Vicepresidencia por el MRS, autor del himno del FSLN, Carlos Mejía Godoy, ha reafirmado durante la campaña que “esa frase del himno estará vigente mientras los gringos sigan en Irak, opriman a los pueblos de la tierra y mantengan la política injerencista. Tiene vigencia mientras mantengan su politica externa”. También por esto, nosotros, los sandinistas, ante tanta claudicación del danielismo nos quedamos con este otro sandinismo, el de la Alianza MRS, aunque a muchos no les parezcamos de izquierda.
Siempre, y para finalizar, el prudente y sabio consejo que nos diera Fidel: “Ningún revolucionario tiene la suficiente autoridad político-moral para pedirle a otro revolucionario que tome decisiones que pongan en peligro el futuro de su país o de su revolución”. De eso se trata en Nicaragua este 5 de noviembre.
Las principales conclusiones políticas que Houtart sustenta en ese texto se pueden resumir así, según sus propias palabras:
Primero: En una brutal, pero franca y honesta apreciación afirma: “De hecho, no existen partidos realmente de izquierda en Nicaragua… pero el que se acerca más a esta perspectiva es el Frente Sandinista”.
Segundo: “La lucha contra el neoliberalismo es el imperativo moral más importante. Se trata del nivel ético que tiene que orientar todos los otros y el que constituye la base de cualquier izquierda”.
Tercero: en el caso de las elecciones en Nicaragua, al no votar por Daniel Ortega: “no hay duda que el hecho de dividir la oposición no puede sino favorecer el proyecto imperial sobre la región”. En otras palabras, aún y a pesar de todo, si se pretende ser de izquierda en Nicaragua, deberíamos votar por Ortega el 5 de noviembre.
Otra querida personalidad, sin duda fuera de toda sospecha de ambiciones particulares en nuestro país, el poeta y militante sandinista Ernesto Cardenal, hizo un vehemente llamado al sandinismo a no votar por Daniel Ortega en estas elecciones. En su escrito, y refiriéndose a nuestros amigos en el exterior, Ernesto señala: “Con su demagogia (que contradice sus hechos) Daniel ha engañado a líderes de la izquierda latinoamericana, que creen que él representa aquí la izquierda. Por estar lejos, comprendemos que puedan estar engañados, pero los sandinistas nicaragüenses no pueden estar engañados”.
Francois Houtart es, sin duda alguna, un referente de la solidaridad con el pueblo de nuestro país y un amigo cercano de la actual dirigencia del FSLN. En su toma de posición política, nuestro amigo opta por ignorar –o por no querer ver- señales de mucho peso, que a nuestro juicio definen a las fuerzas de izquierda en cualquier parte del mundo y en cualquier momento de la historia. Y procura, por otra parte, mediatizar actuaciones que tienen que ver de manera esencial, con la ética de los revolucionarios. Veamos.
Según Houtart, la ética de los revolucionarios tiene tres niveles y en su texto encuentra culpables a los actuales dirigentes del FSLN de pecados cometidos en los dos primeros niveles (su ética personal y la ética interna en el partido), pero termina al final absolviéndolos, por sus posiciones consecuentes “en la lucha contra el neoliberalismo, el imperativo moral más importante”.
En otras palabras, y según este desafortunado artículo del amigo Houtart, es poco relevante o es secundario para la ética revolucionaria si el máximo dirigente de un partido que se proclama revolucionario fue acusado, con irrefutables evidencias, por su propia hijastra y su empleada de violación y abusos sexuales prolongados.
Según Houtart, resulta también de poca importancia que los dirigentes del FSLN se hayan transformado para integrarse en la clase de los hombres más ricos del país. Tampoco le parece importante que desde el Parlamento los diputados del FSLN hayan recibido durante años megasalarios en el segundo país más empobrecido de América Latina. O que los magistrados electorales y judiciales promovidos por el FSLN se hayan beneficiado también durante años de megasalarios, escandalosos y obscenos en un país donde, según datos recientes de la FAO, la tercera parte de la población está desnutrida y pasa hambre.
También le resulta poco relevante a esta extraña “ética” que las políticas de alianza de estos dirigentes revolucionarios sea una política sin principios. De tal suerte, que le resulta justificada como “un pecado menor” haber pactado con el gobernante y político más corrupto y ladrón de la historia nacional, Arnoldo Alemán. Con esta lógica, resulta secundario también el inescrupuloso reparto “fifty-fifty” de todas las instituciones del Estado entre los dirigentes y los más cercanos allegados de Ortega y de Alemán.
Con esta misma “ética” resulta de secundaria importancia la abolición del Estado de Derecho expresado en tantas decisiones judiciales en nuestro país, adoptadas en función de los intereses políticos o económicos de Arnoldo, de Daniel o de sus allegados. Uno de los ejemplos más obscenos es éste: a pesar de que la Policía Nacional ha capturado a importantes narcotraficantes, ni uno sólo está detenido en las cárceles de Nicaragua. Complacientes jueces los han dejado libres en tribunales controlados por el pacto Alemán-Ortega El ejemplo cumbre es que Arnoldo Alemán, el más corrupto de los gobernantes de nuestra historia, pueda llevar como “preso” la vida de un gran magnate, sólo porque Daniel Ortega no permite –porque aún no le conviene- que los jueces sandinistas del Tribunal de Apelaciones de Managua declaren firme la sentencia de 20 años de cárcel que le fue dictada en primera instancia en el año 2003.
Con esa lógica “ética”, es de poca importancia el pacto del FSLN con el Cardenal Obando, otrora enemigo acérrimo de la Revolución y favorecedor en Washington de la guerra contrarrevolucionaria. Patrocinador, junto a la totalidad de la jerarquía de la iglesia católica, en este mes de octubre, de la penalización del aborto terapéutico, decisión que conducirá a la muerte a miles de mujeres nicaragüenses, con embarazos riesgosos para su salud, y a miles de niñas nicaragüenses embarazadas tras una violación sexual. Esta aberración jurídica, adoptada por el Parlamento de Nicaragua en vísperas de las elecciones, y con abierto desprecio a la posición de las sociedades médicas de Nicaragua, no hubiera sido posible sin la participación activa del diputado del FSLN René Núñez, al frente del Parlamento y sin el voto, el 26 de octubre de 28 diputados del FSLN, de los 52 que consumaron el crimen. El 6 de octubre, René Núñez ya se había comprometido públicamente ante los jerarcas de la iglesia católica a eliminar en un período record de tres semanas el aborto terapéutico, figura jurídica presente en la legislación nicaragüense desde hace más de un siglo.
Con esta peculiar “ética” carece de importancia la declaración que, en nombre del FSLN hizo Rosario Murillo, esposa de Ortega y su jefa de campaña, el 8 de octubre, para orientar y justificar la votación del FSLN contra el derecho de las mujeres y de las niñas a salvar su vida. Declaró Murillo en esta ocasión: “Somos enfáticos: No al aborto, sí a la vida. Sí a las creencias religiosas, sí a la fe, sí a la búsqueda de Dios, que es lo que nos fortalece todos los días para reemprender el camino… El FSLN respalda la posición de la Iglesia Católica y de las iglesias en general contra el aborto en cualquiera de sus formas porque es un atentado contra la fe, contra la vida… Por eso decimos que nos unimos al clamor de la Iglesia y recogemos el clamor de las mayorías nicaragüenses que están contra el aborto”.
Recordando todo esto, pareciera que una genuina nobleza de corazón y quizás afectos personales son los que inducen a nuestro amigo Houtart a recurrir en esta ocasión a los envejecidos argumentos de esa teología arcaica que clasifica los pecados en “veniales” y “mortales” para amalgamar esta clasificación con la ética revolucionaria y justificar lo injustificable.
Sí compartimos con Houtart que la posición frente al neoliberalismo “es el imperativo moral más importante” aunque, sin duda, no el único para definir la ética política de los revolucionarios. Pero también en este terreno veamos qué nos dice la realidad, como criterio práctico y moral por excelencia, para el establecimiento de la verdad.
Para nosotros la esencia de ser de izquierda es la lucha por la transformación de las condiciones económicas y sociales del pueblo explotado, empobrecido y excluido. Por eso rechazamos el neoliberalismo. Porque este modelo condena a millones de seres humanos a una vida inhumana. Peor aún: condena a la humanidad a la destrucción. Pues bien, en Nicaragua la cúpula del FSLN comenzando por Daniel Ortega, se benefician de este sistema inhumano. Son parte de él. Sus decisiones políticas y sus conductas en los espacios públicos que ocupan, se han orientado a favorecer ese sistema. Para los dirigentes del FSLN las masas han dejado de ser sujetos para ser convertidos en objeto de clientelismo en los procesos electorales, en maquinarias que les garantizan votos en las elecciones. El danielismo ha reducido al pueblo a ser seguidor del líder predestinado por la historia, un semidiós.
En el neoliberalismo, que es la dictadura del mercado, se fortalecen grupos de clase muy definidos, pero también las mafias del narcotráfico, las mafias comerciales, las mafias financieras. En este sentido, vale la pena hacer una brevísima referencia a la posición política principal de la campaña electoral de Daniel Ortega, “Unida Nicaragua triunfa”. La “novedosa” tesis de Ortega en esta campaña electoral es que en Nicaragua “todos los nicaragüenses somos hermanos”. Desde esa posición pretende justificar su actual alianza con “sus hermanos”, los dirigentes del partido somocista o con “sus hermanos” de la genocida Guardia Nacional de Somoza. También con “sus hermanos” los comandantes de la Contra. O con el principal agente de la CIA y de la Contra, después principal asesor y padrino de Arnoldo Alemán, Jaime Morales Carazo, al que Ortega lleva como candidato a la Vicepresidencia de la República. Todos estos “hermanos” se han unido a Ortega con propósitos mafiosos muy definidos, cuestiones que tal vez ignora nuestro respetable amigo Houtart.
Con justeza, Francois Houtart señala que “la situación en términos de izquierda no permite abandonar un análisis de clase”. Ése también es el problema: para Ortega ya no existen en Nicaragua adversarios ni enemigos de clase. Ahora todos somos “hermanos” y lo único que importa son los votos que le llevarán a sentarse nuevamente en la silla presidencial. Es por esto que Ernesto Cardenal argumenta: “Hablar de “Nicaragua unida” no es revolucionario. ¿Unión de explotadores con explotados? ¿Unión con ladrones? ¿Con somocistas? ¿Con criminales? ¿Abrazo de ricos y pobres, con los ricos siendo siempre ricos y los pobres siempre pobres? ¿Es esto la revolución? ¿Es esto sandinismo?”
Vayamos a lo esencial: la posición de Ortega y de la cúpula del Danielismo frente al neoliberalismo.
Todos sabemos que, mas allá del unilateral puño militar de su fuerza, el neoliberalismo descansa esencialmente en su política económica global de “mercados libres con democracia” como le fascina reiterar al Presidente Bush. Durante estos últimos 15 años, en Nicaragua hemos conocido todas las expresiones de la política económica y social neoliberal. Privatización de los servicios públicos esenciales, una política fiscal que hace recaer en las mayorías pobres más del 80% de la recaudación, recortes del gasto público y prohibición de cualquier subsidio del Estado, abolición de todas las barreras arancelarias que protegían la economía nacional, aprobación incondicional a todas y a cada una de las políticas y programas impuestos por el Fondo Monetario Internacional y aprobación de los tratados de libre comercio impuestos por Estados Unidos (CAFTA). Como marco de todas estas políticas, una absoluta tolerancia a la corrupción de la clase política beneficiaria de este proceso.
Pues bien, todo esto y más ha sido posible en Nicaragua con la participación de los votos del FSLN en la Asamblea Nacional. Así, la aprobación del CAFTA, un tratado que somete ad-aeternum nuestra economía a los intereses del imperialismo, solamente fue posible una vez que Daniel Ortega declarara oficialmente, en nombre de FSLN, que “levantaría todos los obstáculos para la aprobación del CAFTA”, aprobación que efectivamente se produjo en la Asamblea tan sólo unas horas después de esta declaración de Ortega. Peor aún: las leyes que viabilizaron la entrada en vigencia del CAFTA, sólo pudieron aprobarse con los 36 votos de los diputados del FSLN, ya que ni siquiera en esta ocasión los liberales de Alemán, la bancada de diputados del PLC, votó por ellas. Adicionalmente, durante la campaña electoral, Daniel Ortega ha procurado dejar sentado que él y el FSLN se convertirán en “los defensores del CAFTA”.
Si, como señala el amigo Houtart, la posición frente al neoliberalismo es el “imperativo esencial que define a la izquierda” el Frente Sandinista, o más exactamente el Danielismo, dejó de ser de izquierda hace ya un buen tiempo. Desde esta perspectiva sería justo –aunque vergonzoso- tener que reconocer que en Nicaragua, a pesar de haber existido una revolución verdadera, no existe hoy ningún partido de izquierda, mérito sin duda del danielismo, que ha secuestrado la representación formal del sandinismo.
Para concluir, habría sido más justo, por parte del amigo Houtart, señalar claramente que el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), que participa en la actual campaña electoral, no es un partido sino una alianza política de diferentes fuerzas que provienen todas, en lo esencial, del sandinismo. Efectivamente, en esta alianza hay posiciones que se pueden considerar de centro izquierda y que no tienen una nítida posición de oposición al neoliberalismo, aunque hay que reconocer -como con justicia lo hace Houtart- que es conocida y probada la honradez moral de sus integrantes.
Para nosotros, los sandinistas, uno de los rasgos que más nos ha definido como izquierda ha sido nuestra posición frente al imperialismo. Una última muestra que permita entender lo que ocurre con la izquierda en Nicaragua: el Danielismo ha prohibido cantar el himno del FSLN por esa estrofa en que señalamos al “yanki enemigo de la humanidad”. Mientras Ortega decidió esto, el candidato a la Vicepresidencia por el MRS, autor del himno del FSLN, Carlos Mejía Godoy, ha reafirmado durante la campaña que “esa frase del himno estará vigente mientras los gringos sigan en Irak, opriman a los pueblos de la tierra y mantengan la política injerencista. Tiene vigencia mientras mantengan su politica externa”. También por esto, nosotros, los sandinistas, ante tanta claudicación del danielismo nos quedamos con este otro sandinismo, el de la Alianza MRS, aunque a muchos no les parezcamos de izquierda.
Siempre, y para finalizar, el prudente y sabio consejo que nos diera Fidel: “Ningún revolucionario tiene la suficiente autoridad político-moral para pedirle a otro revolucionario que tome decisiones que pongan en peligro el futuro de su país o de su revolución”. De eso se trata en Nicaragua este 5 de noviembre.
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