El Alto después de octubre: de ciudad heroica a ciudad vilipendiada

El “proyecto” racista de las clases medias y las oligarquías

22/03/2005
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Rearticulación racista de las elites oligárquicas y las clases medias A un año y cinco meses, después de octubre (2003), la ciudad de El Alto ha vuelto a ser protagonista (entre enero y marzo de 2005) de las luchas sociales al exigir la inmediata expulsión de la transnacional Aguas de Illimani de esta ciudad y La Paz. La empresa francesa Suez Lyonnais des Eaux es acusada de incumplir el contrato de servicios de agua con El Alto (los distritos más afectados son 8, 7 y 9) porque 200 mil personas (de los 649.958 habitantes que tiene El Alto) no tienen servicio de agua potable y 130 mil no cuentan con servicios de agua y alcantarillado y 68 mil no tienen agua pese a vivir en zonas donde hay red de agua potable (M. Lora, 2005)(1). Pero al hacerlo se ha ganado “paradójicamente” como enemigo al propio presidente de la república Carlos Mesa a quien, sin embargo, los alteños le han permitido ingresar en la historia de los presidentes de Bolivia, el 17 de octubre. El domingo 6 de marzo, día del XX aniversario de esta ciudad, Carlos Mesa, en un “giro” espectacular de su discurso y acción, califica los actos de protesta de la ciudad de El Alto como actos de locura. Olvida rápidamente el presidente que él también ha sido fruto de un levantamiento indígena-popular de esta ciudad y las provincias en octubre de 2003. Así ha sorprendido cuando ha manifestado que si se pierde el juicio con Aguas del Illimani “este es un carnaval de locos” (Mensaje a la Nación, marzo 2005). Mediante este manejo discursivo ha dejado entender que la ciudad de El Alto es una ciudad que bloquea al país pese a tener altos niveles de pobreza: sin servicios básicos completos de aguas, educación, salud y asfaltado de calles y avenidas. Termina su discurso de 45 minutos anunciando que renuncia a la presidencia de la República por los bloqueos que El Alto protagoniza y los anunciados (para la segunda de marzo) de Evo Morales en Cochabamba. Como no había hecho antes, el discurso presidencial tiene un tono de voz elevado y con una mirada casi furiosa donde repite una y otra vez el nombre de Evo Morales (Diputado y Presidente del Movimiento al Socialismo, MAS) y Abel Mamani (Presidente de la Juntas Vecinales de El Alto) para acusarlos de bloqueadores del país. Ambos dirigentes son considerados como los prototipos del bloqueo al desarrollo. Ahora en esa relación, se observa un detalle muy interesante para el análisis sociológico. El hecho es el siguiente. Premeditada o no, aflora importantes grados de conflicto étnico del que no se excluye el propio presidente, sino se convierte en su impulsor. El trato y la direccionalidad del discurso pues se dan casi como la de un patrón de hacienda que grita a sus colonos indios diciéndoles que no le dejan trabajar o que no trabajan. Una y otra vez levanta la mano o el dedo para acometer implacablemente su acusación a ambos dirigentes, pero al mismo tiempo a los propios movimientos sociales que le han llevado a la presidencia de la República. Pablo Ramos, concejal de la Paz por el MAS, después denunciaría a los medios de comunicación que la renuncia presidencial tenía el objetivo explícito de favorecer a las transnacionales petroleras y Aguas del Illimani (Jornada, 10/03/05). Ahora el discurso presidencial, como un hecho curioso y llamativo, no lo hace con la misma vehemencia con la que habló de las élites cruceñas que también utilizan el método de los bloqueos. ¿Por qué no es justo al tratar a uno y otro por igual? Así pues ha aflorado en Bolivia de manera pública, y de la propia mano del propio presidente de la república, los grados de trato discriminante y humillante que generalmente hacen ciertos blanco-mestizos (en lo cotidiano o extraordinario) con sus empleados o “amigos” indios o indígenas. Aunque Carlos Mesa (el día miércoles 9) se disculpa públicamente de Evo Morales al decir: “no quería injuriarlo al diputado Morales”. Sin embargo, el trato de forma pública criminalizante está dado. No se disculpa de los alteños, ni con Abel Mamani que también han manifestado ser injuriados por el discurso presidencial. En ese sentido, la historia de presidentes que discursivamente apoyan o sencillamente alaban a los indígenas o sectores populares, se repite nuevamente. Varios casos de este tipo de hechos nos muestra la historia. Bautista Saavedra, de defensor de los indios en el sonado juicio o proceso de Mohoza de 1899 (en el levantamiento indígena de Pablo Zarate Willka) y con el que había cobrado notoriedad pública hasta lograr ser presidente de la república, comete después de 20 años una sangrienta masacre contra los aymaras de Jesús de Machaca en 1921 (R. Choque, E. Ticona, 1996). Otro caso similar a éste ocurre con el Cnl. José Manuel Pando que después de construir una alianza indígena-militar con Pablo Zarate Willka, enjuicia al líder indígena para después hacerlo asesinar en las pampas de la actual provincia Aroma (R. Condarco, 1983). Carlos Mesa, al parecer, no está lejos de este tipo de hechos. La evidencia real del caso es que después de que la ciudad de El Alto sufriera la masacre perpetrada por Gonzalo Sánchez de Lozada, el 12 y 13 de octubre, Carlos Mesa, en una multitudinaria concentración en la ciudad de El Alto, el 18 de octubre, promete justicia a los alteños: “ni olvido ni venganza, ¡justicia!” (La Prensa, 19/10/03). En marzo ha recibido un trato injusto. Al ver este “giro” presidencial, los familiares de los fallecidos han quedado sorprendidos y profundamente preocupados. Pues después de un año y cinco meses, como un hecho elocuente, acusa a El Alto, a través de la satanización del Presidente de las Juntas Vecinales de esta ciudad, Abel Mamani, de ser una ciudad que bloquea al país. Incluso impulsa, como lo había hecho Sánchez de Lozada, una imagen de una ciudad irracional y de locura porque, nuevamente, lo califica como ciudad bloqueadora incluso contra la propia ciudad de La Paz. Dice: “Abel Mamani, ha decidido radicalizar sus medidas con un bloqueo total, desde la ciudad de El Alto contra la ciudad de La Paz” (Ibid, resaltado nuestro). Se reactiva conflicto étnico Entonces, lo notorio del hecho es que el presidente de la República, al dar este “giro” espectacular, para muchos, ha “vuelto” a sus causes o convicciones ideológicas y condición de miembro activo de los grupos dominantes blanco-mestizos de Bolivia, ha reabierto el conflicto étnico. Era evidente que desde el 17 de octubre de 2003, Carlos Mesa era un presidente con bastante respecto por el mundo indígena y popular. Hoy muchos alteños sienten que el presidente los detesta porque ha criminalizado sus actos de protesta social. Incluso para muchos alteños el presidente se ha vuelto agresivo, dominante y atrevido. Ahora el hecho fundamental de este “giro” o acto elemental de “giro posicional” a su condición natural étnica de discurso y acción dominante es que ha profundizado radicalmente las fronteras y los conflictos étnicos (R. Stavenhagen: 2001) que viene produciéndose desde el año 2000 entre indios o indígenas y los blanco-mestizos en Bolivia basado en el hecho de que se ha acrecentado peligrosamente los grados de intolerancia étnica, particularmente de varios blanco-mestizos, hacia los indígenas (urbanos o rurales) observable mediante las relaciones sociales dado en el trato poco amigable hacia los indígenas o qullas. Aunque es evidente que desde el otro lado, desde los indígenas, también hay reacciones de este tipo que lo que hace finalmente es profundizar este conflicto. Tal hecho hemos resaltado nosotros en un trabajo anterior que analiza la forma cómo se ha territorializado, en diferentes niveles sociales y espacios geográficos del país, las relaciones de conflicto étnico entre indígenas (los sin tierra, comerciantes, obreros, profesionales) y los terratenientes, agroindustriales y funcionarios del Estado (P Mamani, 2004). Para resaltar nuevamente, el discurso y la actitud presidencial del día 6 de marzo ha hecho entonces polarizar o mejor agrietar aún más estas relaciones de conflicto entre un bloque básicamente constituido entre lo que es propiamente lo indígena-popular y el otro un bloque blanco-mestizo oligárquico (2). Incluso al interior de los propios alteños, aunque impulsados por algunos funcionarios de la alcaldía, se extiende peligrosamente estos grados de conflicto étnico. La ciudad de El Alto tiene importantes archipiélagos de población blanco-mestizos dentro de un conjunto de población indígena urbana (aymara, qhiswa) mayoritaria. El caso evidente de este último es lo ocurrido el lunes 7 de marzo cuando un pequeño grupo de “antibloqueos” apostados frente a la FEJUVE insulta o grita a los marchistas de condición indígena urbana (3). Similar hecho se observa el día jueves 10 cuando dos grupos se enfrentan en la Ceja: uno, para criticar la acción de Carlos Mesa y otros, para apoyarlo. En ambos momentos se pudo observar a gente de aspecto típicamente blanco-mestizo y en otro lado definible como indígenas (aunque en ambos lados se observaba indígenas urbanos). En Tarija, Cochabamba, Oruro este día marchan principalmente los empresarios y clases medias y los empleados públicos. El propio Defensor del Pueblo, Waldo Albarracín, ha manifestado su preocupación (en una entrevista de televisión) (4) sobre el discurso que está manejando la gente concentrada en la plaza Murillo en apoyo a Carlos Mesa. Albarracín hace notar que allí hay un discurso racista y de mano dura contra los indios y sectores populares catalogados ahora como los bloqueadores. La gente que se ha concentrado allí es de condición étnica socialmente ubicada en la clase media como se pudo demostrar después: eran empleados públicos y privados (5). Aunque es importante también hacer notar que en estos actos han participado algunos sectores gremiales como el de Raúl Ríos. Ahora otro de los hechos importantes que hay que resaltar es que desde la plaza Murillo se ha empezado estigmatizar (E. Goffman, 1986) y asociar que el color de la piel morena o lo pobre es sinónimo de bloqueo o de la protesta social. La gente comentaba en estos lugares que: “estos indios tienen todo y siempre, siempre están bloqueando”, auque muchos de ellos tenían piel morena. Así, la piel “blanca” empieza a ser considerada como referente de trabajo, honestidad y progreso, que es un hecho muy parecido al discurso de las élites cruceñas, extendido, ahora, a los sectores dominantes de la zona sur de la ciudad de La Paz. Otro dato importante para hacer notar estas relaciones de conflicto étnico es lo ocurrido con el dirigente de la Central Obrera Departamental de Cochabamba, Alberto Machaca, quien el día lunes 7 de marzo fue insultado por un hombre alto, blanco y delgado, un aspecto típicamente de un blanco-mestizo o militar. Éste le dijo al dirigente: “politiqueros de mierda, porque no trabajan y dejan trabajar” (6). El dirigente es de aspecto moreno y estatura baja. Dominación étnica De esta manera ha vuelto renacer con mucha fuerza el darwinismo social en Bolivia que en los siglos XIX y XX fue ampliamente difundido por intelectuales como Nicomedes Antelo (1960), Alcides Arguedas y otros. El darwinismo social buscaba, en aquel tiempo, el exterminio de los indios (particularmente defendido por Antelo), que después se convirtió en el fundamento de la dominación étnica. Se consideraba, hoy sucede lo propio, que el indio es una raza inferior que sometida a la ley “universal” de la naturaleza definida en los más aptos no tiene otro camino que extinguirse. Es decir, los más aptos se imponen y los inaptos deben someterse a los designios de esta ley. En los siglos XIX y XX este ha sido el factor de explicación de la dominación racial. Hoy, bajo esta misma lógica, se está tipificando peligrosamente al indio como el referente de los inadaptados, irracionales, locos, bloqueadores, que bajo el concepto de Alcides Arguedas (1982) serían el pueblo enfermo. El hecho básico de esto es que se esta empezando a criminalizar su protesta, su identidad, su lengua, su vestimenta y sus relaciones sociales. El propio Evo Morales ha sido varias veces increpado o insultado como parte de este hecho. El día lunes 7 de marzo, cuando descendía del aeropuerto internacional de El Alto, cierta gente, definible étnicamente con corbata y tez blanca, le ha gritado o le dijo: “Evo no dejas trabajar”. Otro hecho similar se produjo el miércoles 7 de marzo en Villa Fátima cuando un “médico” (en estado de ebriedad) protagoniza un accidente de tránsito; choca contra un minibús conducido por un conductor de condición indígena o aymara. El médico salió, después del hecho, a insultar al conductor del minibús diciéndole “indio” (7). Frente a esa situación, la gente del lugar reacciona contra el “médico” diciendo: “este médico así debe tratar a sus pacientes. Por los indios él tiene trabajo”. El hecho notorio de estos casos es que la gente que apoya a Carlos Mesa está moviéndose sobre la base de estas lógicas y racionalidades (definido en los conceptos de paz y tranquilidad) para promover actos de enfrentamiento con movimientos indígenas y populares, entre ellos, el movimiento urbano-rural de El Alto. Raíces del racismo Ahora es importante preguntarse ¿por qué ciertos blanco-mestizos reaccionan de tal manera? ¿Son reacciones racistas o simples actos causados por el estrés urbano? Lo que se evidencia de este conjunto de actos es que el mismo está definido básicamente desde el lugar de los grupos o sectores de las clases medias y las élites oligárquicas. Y en ello hay que resaltar varios hechos. En el plexo de estos grupos o espacios sociales se está creando, aunque ha sido siempre el espacio de la reproducción de actos de discriminación étnica, importantes grados de intolerancia racial contra los indígenas y sectores populares. De forma cotidiana se enseña a los niños a diferenciarse de los otros, los indios. En una marcha indígena de los ayllus de Chuquisaca hacia la plaza 25 de Mayo pudimos observar y escuchar en el año 2000 este hecho cuando un niño de solo 6 años le dijo a su madre: “¡mira los indios!”. La madre ante esta exclamación preocupada le dijo “cállate”. Los espacios, además de la familia, donde se reproducen estas racionalidades son el colegio militar y policial, escuela y colegios, universidades, reuniones sociales. Se ha extendido en dichos espacios una especie de bronca antiindígena tal vez dado en el hecho de que los indios se han convertido o se están convirtiendo en el sujeto histórico del país y de la suya propia. Además como opina F. Patzi (2003), estos grupos tienen una lógica de reproducción consanguínea bastante cerrada sobre sí mismos. No se casan fácilmente con grupos diferentes a ellos. Por ejemplo, no lo hacen con los comerciantes o qamiris (adinerados) aymaras de Garita de Lima, Buenos Aires, Uyustus de la ciudad de La Paz. Los sentidos de distinción (P. Bourdieu, 1991), culto (N. Elias, 1994) o “pureza racial”, son valores altamente apreciables, pese a que bailan la morenada, caporal tinku, en el pasado definidos como bailes de los indios. Otros, igualmente, siguen calificando a la cumbia, el huayño, la tarkeada, moseñada, zampoñada como las “músicas del micro”, es decir, la música de los indios o cholos. Clases medias y elites En cuanto se trata propiamente a la clase media (empleados públicos, privados, profesionales o técnicos) este sector se está convirtiendo ahora, y también ha jugado ese papel, en una especie de “colcho moral” de las elites. Para algunos las clases medias suelen tener una posición cómoda al estar entre el bloque popular o indígena y las oligarquías. Pero en Bolivia, las clases medias tiene una histórica y clara definición que es ser el nexo o el “colchón moral” de las élites. Además tiene una condición económica cómoda e interrelaciones culturales con estos. Así tienen una definición o posición en las relaciones de dominación étnica. Son parte de la legitimación de las relaciones racializadas y de la explotación étnica. Lo cual, sin embargo, no quiere decir que estas clases medias son homogéneas en su discurso y acción. Hay grupos o círculos de intelectuales y artistas que entra en conflicto con aquellas. Hay varios casos de este tipo de hechos. Bajo aquellas relaciones, la ciudad del El Alto (y los movimientos sociales indígenas y populares: cocaleros, los sin tierra, los aymara, los indígenas del oriente), después de ser calificada como una ciudad heroica, o, como sostiene R. Prada (2004), la ciudad que contiene la nación, ha pasado rápidamente a ser una ciudad vilipendiada o insultada o agredida. Prada sostiene que en octubre, El Alto ha sido factor fundamental para el despertar de la historia del enclaustramiento marítimo que sufre Bolivia por parte de Chile. Inviabilizó la exportación del gas por puertos chilenos, que ha obstaculizado el potenciamiento del norte de Chile. El Alto y las provincias del altiplano y los valles de La Paz y Oruro han articulado un poderoso movimiento social que no es capaz de hacerlo en situaciones como éstas, las clases medias y las élites. El propio presidente Carlos Mesa ha utilizado tal situación como un hecho histórico al plantear en los foros internacionales y nacionales el derecho de Bolivia al mar. Ahora ¿por qué se criminalizan la posición de El Alto y de los movimientos sociales cuándo es El Alto la que dio sus muertos (más de 60 y 400 heridos) para no potenciar la economía chilena? ¿Estos grupos se han olvidado rápidamente que El Alto es el continente de la nación? ¿Las clases medias tienen memoria corta? Al parecer los grupos oligárquicos y las clases medias tienen una mentalidad bastante frágil o olvidadiza, particularmente cuando se trata de esos Otros, los indios. Ramiro Condarco, estudioso del levantamiento de Zarate Willka, sostiene que en el triunfo liberal del norte, el de Pando, se ha tratado de ocultar la participación de los indios en dicho triunfo. Es como una presencia incómoda que quita valor a la memoria y el triunfo liberal de ese entonces. Así se puede sostener que las clases medias y las oligarquías se convierten en mendigos de conciencia porque carecen o no tienen conciencia histórica sobre el país y sus derechos. El ejemplo notable de ello es que Bolivia no ha perdido sus territorios, un total de 971.924 km2, en las guerras internacionales por bloqueos o porque no trabaja, sino por la inconciencia de sus élites y clases medias limosneras. Esto lo reconoce el propio presidente de la República. La limosna, como fundamento de la supervivencia: “una parte de su salario (le pago) de la limosna internacional que recibo porque extiendo la mano” (Mensaje a la Nación, marzo 2005). Cuando una mujer u hombre indígena les extienden en las calles la mano, estos muestran actitudes de gente “culta”, “decente”(8) que sabe trabajar y que no tiene necesidad de extender la mano para pedir limosna. Pues uno puede entonces entender de cual miserable es la autoimagen que tienen estos grupos de sí mismos. Así el país no es más que la imagen de estos actos “cultos”, “decentes”, “racionales” al que, sin embargo, los indígenas le han dado siempre cuerpo y espíritu. Viven del trabajo ajeno y del sobretrabajo que realizan los indios. Incluso vive de las tecnologías culturales y saberes indígenas porque exportan al exterior para hacer negocio con ellas. En esa relación es bastante fácil observar que cuando estos sectores reclaman trabajar lo que en realidad piden es tener más tiempo y condiciones para explotar y superexplotar al indio porque el indio trabaja. El indio o indígena o también el qulla, para poner un ejemplo real, se despierta a las 4 o 5 de la mañana para preparar su desayuno e ir a vender en las frías calles de las ciudades o en el campo para ir a trabajar la tierra y cuidar (en las fronteras) el territorio del Estado. Duerme a las 11 de la noche sin dejar de trabajar antes, porque no tiene empleados/as para comer en la cama o en la mesa. Aquí es importante recordar lo que el propio intelectual mestizo, Franz Tamayo (1994), en un acto de reconocimiento de la fuerza moral del indio, sostuvo que el indio no necesita que alguien le trabaje, sino es él mismo el que teje su propia ropa, produce su comida, construye su casa y de paso trabaja para el patrón. Lo que Tamayo estaba mostrando es que el indígena es un ser completo como todo un ser social porque no depende de nadie, sino solo de él mismo y de sus estructuras comunales y tecnologías agrícolas o medicinales. El ejemplo notable la constituye la construcción de toda una ciudad: El Alto y las laderas de La Paz. La ciudad de El Alto es producto de un conjunto de trabajo colectivo organizado por la acción de sus habitantes (al igual que las provincias indígenas del país). Las calles, plazas, avenidas, escuelas, canchas deportivas y las aceras han sido construidas abobe sobre adobe o ladrillo a ladrillo por su habitantes. Cada familia ha aportado su mano de obra y los recursos económicos bajo la lógica de los turnos y el trabajo vecinal. Esta misma lógica se ha empleado para instalar agua y luz. Mediante el trabajo de turnos por cuadras o calles, primero se cava las zanjas de distinta profundidad. Luego viene la empresa o la alcaldía a solo a instalar y cobrar 445 dólares americanos (en el caso de Aguas de Illimani) por cada lote. Sucede lo propio con la instalación de de luz. Así los vecinos han construido toda una ciudad y sus interrelaciones barriales. En el caso de Aguas de Illimani, sobre este trabajo invertido, incluso cobra facturas elevadas. Así, el verdadero pueblo enfermo, como el que ha tratado de mostrar Alcides Arguedas no es el indio, es Bolivia la que sufre de una enfermedad profunda: tiene elites enfermas. No tiene capacidad para constituirse en el eje de un proyecto histórico incluyente de la diversidad social. El Estado es monoétnico y la sociedad multiétnica. No tiene capacidad para leer la realidad social e histórica. Simplemente es experta en reproducir las lógicas coloniales, mentalidades y prácticas del pasado, con un discurso, sin embargo, de globalización. Por esto Bolivia no es más que la imagen de estas elites enfermas. Algunas preguntas para desnudar este hecho son: ¿Cuánto pierde el país por la cultura de la corrupción incrustada en las relaciones sociales y los malos manejos de los recursos públicos? ¿Por qué se maneja de forma discrecional los gastos reservados? ¿Por qué ciertos sectores “industriales” piden de forma permanente la condonación de deudas al Estado? ¿Por qué se tolera y se impulsa al mismo tiempo de defenderla, la dilapidación de los recursos naturales no renovales (como el gas, en el pasado el estaño) en mano de las transnacionales? ¿Por qué Bolivia no puede producir industria, si hay mano de obra barata y materia prima?, ¿Por qué las clases medias siempre estudian profesiones para la burocracia?, etc. etc. Estas y otras preguntas desnudan la realidad de la dominación étnica y la explotación económica que sufre Bolivia y los pueblos indígenas que son más del 70% del total de la población nacional. Dos proyectos antagónicos Bolivia, entonces, es el espacio de dos antagónicos proyectos sociales. Por una parte, mediante la alianza Carlos Mesa y los partidos llamados tradicionales (MNR, UCS, MIR, NFR, ADN) en el parlamento, se recompuso abiertamente el proyecto neoliberal con profundas rasgos racistas y neocoloniales. Por otra, mediante otra alianza entre indígenas y sectores populares, se ha constituido un bloque indígena-popular (COB. CSUTCB. MAS. MIP. y otros). El primer hecho se da mediante la ratificación de Carlos Mesa, el 8 de marzo por el parlamento como presidente de la República. El “golpe mediático” (Pulso, 2005) de Carlos Mesa ha tenido su efecto hasta ese momento. Ahora el hecho fundamental de este acto es la reconstitución de una alianza blanca-mestiza en torno a los partidos que han cometido la masacre de El Alto, en octubre. El MNR, UCS, MIR, ADN y NFR, la megacoalición en pleno, y parte del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, se han convertido ahora en el soporte político y “moral” del gobierno de Carlos Mesa. Sin duda, este es un momento importante para los intereses de los grupos dominantes porque el país se les iba de sus manos. Estaban en peligro los intereses acumulados, producto de la administración del Estados y sus instituciones. También es un momento importante para Carlos Mesa porque supo manejar los medios, aunque según el semanario Pulso “lo malo de los efectos mediáticos es que se disipan en el éter, sin penetrar en la realidad” (Pulso, 2005). Los medios de comunicación han jugado para este “golpe” un papel importante. Varios presentadores de televisión han expresado abiertamente su opinión (se entiende que tienen que informar) en el sentido de que “dejen trabajar, el país tiene que avanzar” (9). Estos medios de comunicación ¿a qué intereses económicos particulares o empresariales responden? La pregunta inmediata, sin embargo, para penetrar en detalle en dicho acuerdo es: ¿bajo qué condiciones el MNR firma del llamado Acuerdo ante la Nación, sino es para favorecer a Gonzalo Sánchez de Lozada en el juicio de responsabilidades? También se puede preguntar ¿Para acometer contra los movimientos sociales y la ciudad de El Alto como ya lo hizo el gobierno mediante la Resolución Administrativa No. 8 con la que solicita al Fiscal General de la República el procesamiento o detención de los manifestantes? ¿Es confiable el cobro exacto de impuestos y regalías a las petroleras cuando éstos se han convertido en especie de voceros de las transnacionales? Lo evidente del hecho es que se han recompuesto, aunque por “golpe de efecto”, los grupos de poder mediante el parlamento y el gobierno para mantener las estructuras de dominación y los sistemas de gobierno neoliberal. Aunque Carlos Mesa se ha definido como de centro izquierda, es evidente que la lógica de la transnacionalización de la economía y la política prebendal siguen siendo el factor determinante del empobrecimiento de la población y ahondamiento de los conflictos étnicos en distintos niveles y espacios de la sociedad. Como contra parte de aquello, Bolivia, también es parte de una articulación estratégica y política de los diferentes movimientos sociales indígenas y populares que desde la década 90 y en el dos mil han irrumpido contra la privatización de los recursos naturales y la discriminación étnica. El hecho notable de ello es lo ocurrido el 9 de marzo con el pacto antioligárquico en el que participan: Evo Morales, presidente de las 6 federaciones cocaleras del Chapare y presidente del MAS; Felipe Quispe, secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB); Román Loyza (paralela a CSUTCB); Jaime Solares de la Central Obrera Boliviana (COB), Roberto de la Cruz (Movimiento 17 de octubre), Alejo Véliz (Federación de Trabajadores Campesinos de Cochabamba), etc. Aunque esta no es una experiencia nueva porque el 17 de julio de 2001 también se dieron un abrazo de hermandad Felipe Quispe, Evo Morales, Dionisio Núñez y Oscar Olivera para cambiar completamente, en ese momento, el panorama político del país. Bajo este hecho, pues, al momento existe la tendencia a ampliar las movilizaciones sociales porque Chapare es prácticamente un territorio intransitable. Lo es también Chuquisaca. La FEJUVE de El Alto mantiene su estado de emergencia hasta lograr la definitiva expulsión de Agua de Illimani. Aunque nace la alianza antioligárquica, hay dos tendencias visibles en cuanto al manejo del recurso gas: la primera que plantea la nacionalización del petróleo y la segunda el cobro de un 50% de impuestos y regalías. Las características de los liderazgos indígenas y populares, hasta ese momento, eran las disputas permanentes entre unos y otros. Los movimientos sociales así no encontraban un canal de articulación permanente como factor “geopolítico” de las acciones colectivas para extenderse a diferentes rincones del país. En este sentido, es totalmente nuevo este hecho que permite cumplir el sueño de muchos indígenas o también llamados campesinos de articular un poderoso movimiento social indígena-popular. De sostenerse en el tiempo esta alianza, es previsible, aunque los medios no lo creen así por considerarlos desgastados, generar un verdadero bloque histórico que articule diferentes demandas y, lo fundamental, un gran proyecto de una nueva sociedad y Estado, en base a un proyecto democrático pero bajo la hegemonía de lo indígena-popular. Por de pronto, el hecho ha recorrido el mundo como noticia, en contrapartida al acto de Carlos Mesa, para crear nuevas expectativas y desafiantes nuevos escenarios políticos. En Bolivia se está configurando un nuevo escenario que es difícil predecirlo, aunque es claro, tiene profundos conflictos étnicos porque cada vez es más notoria la confrontación entre indígenas y blanco-mestizos. Este hecho, podría llevarnos a un nuevo escenario totalmente imprevisible para los grupos dominantes blanco-mestizos. O al revés, contra los pueblos indígenas que sufren una histórica dominación. Lo real, si embargo, es que los indígenas se han convertido en actores políticos para colapsar y crear un terreno frágil que haga insostenible la dominación étnica y la explotación económica. ¿Estamos ante una guerra civil? ¿Una revolución indígena o popular? * Pablo Mamani Ramírez es sociólogo y aymara con una maestría en Ciencias Sociales por FLACSO-Ecuador. Actualmente es docente de la Universidad Pública y Autónoma de El Alto (UPEA) y miembro de CADES. Notas: 1) Miguel Lora en un artículo estable estos datos en base a la información del Instituto Nacional de Estadística (INE) y del ex superintendente de Saneamiento Básico, Franz Rojas Ortuste. M. Lora, “Nacionalizar el agua” en: El Juguete Rabioso, Año 5, No. 124, La Paz, 2005. 2) Aquí hay que aclarar que no todos los blanco-mestizos tienen estas mismas actitudes sino una parte importante de ellos. 3) Durante este día se ha producido una multitudinaria concentración en el peaje de la autopista para repudiar al gobierno con la presencia además de los dirigentes de CONAMAQ, los tarijeños, los indígenas de Santa Cruz, la UPEA, etc. 4) Entrevista en canal 9 del día miércoles 9 de marzo de 2005. 5) El noticiero de RTP (canal 4) del día jueves 10 de marzo mostró que en la concentración de este día en la plaza Murillo han participado empleados públicos y privados. Incluso había una tolerancia de 12 a 13 horas dictado por el propio Ministerio de Trabajo. Incluso allí asistieron las escuela o niños o niñas dirigidas por monjas católicas. 6) Este hecho se mostró en uno de los canales de televisión, 9 de La Paz. 7) La nota fue mostrada por canal 9 el día jueves 10 de marzo. 8) Marisol de la Cadena aborda este tema con blanco-mestizos de Cusco (Perú). Estos grupos se manejan bajo la lógica de la decencia que significa básicamente limpieza, habla “correcta” del español, y educación que es acto distintivo frente a los indios. Marisol de la Cadena, “Decencia y cultura política: Los indigenista del Cuzco en los años veinte” en: Revista Andina, Año. 12, No. 1, Cusco, 1994. 9) Es el caso de ATB (de manera particular), Rer Uno, entre otros. Bibliografía Arguedas, Alcides, 1982. Pueblo enfermo, Ed. Juventud, La Paz. Bertonio, Ludovico, 1993. Vocabulario de la lengua aymara (1612), Biblioteca del Pueblo Aymara, La Paz. Bourdieu, Pierre, 1991.La Distinción. Criterios y bases sociales del gusto, Ed. Tauros, Madrid. Condarco, Ramiro, 1983. Zarate el “Temible” Willka. Historia de la rebelión indígena de 1899 en la república de Bolivia, Renovación, La Paz. De la Cadena, Marisol, 1994. “Decencia y cultura política: Los indigenista del Cuzco en los años veinte” en: Revista Andina, Año,12, No. 1, Cusco. Choque Roberto, Ticona Esteban, 1996. Sublevación y masacre de 1921, Cedoin, Cipca no. 46, La Paz. Goffman, Irving, 1986. Estigma. La identidad deteriorada, Ed. Amorrortu, Buenos Aires. Lora. Miguel, 2005. “Nacionalizar el agua. El proyecto de El Alto” en: El Juguete Rabioso, Año. 5, No. 124, La Paz. Mamani, R. Pablo, 2004. El Rugir de las Multitudes. La fuerza de los levantamientos indígenas en Bolivia/Qullasuyu, Ed. Aruwiyiri-Yachaywasi, La Paz. Moreno, Gabriel Rene, 1960. Nicomedes Antelo, s.p.i. Elias, Norbert, 1994. El proceso de la civilización. Investigación sociogenéticas y psicogenéticas, Ed. Fondo de Cultura Económica, México D.F Patzi P. Felix, 2004. Sistema Comunal. Una propuesta alternativa al sistema liberal, CEA, La Paz. 2003. “Rebelión indígena contra la colonialidad y la transnacionalización de la economía: triunfo y vicisitudes del movimiento indígena desde 2000 a 2003” en: Forres Hylton y otros, Ya es otro tiempo el presente: cuanto momentos de insurgencia indígena, Ed. Muela del diablo, La Paz. Prada, Raúl, 2004. Largo octubre, Ed. Plural, La Paz. Stavenhagen, Rodolfo, 2001. “Conflictos étnicos y estados nacionales: conclusiones de una análisis comparativo”, en: Estudios sociológicos, Vol. XIX, num. 55, México. Tamayo, Franz, 1994. Creación de la pedagogía nacional, Editorial América, La Paz. Publicado en América Latina en Movimiento Nº 394
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