Esta nota podría ser una conspiración contra la nueva Constitución

28/07/2006
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Éstos son realmente los pensamientos de todos los
hombres en toda época y país, no son originales míos.
si no son vuestros tanto como míos nada o casi nada
son, si no están tan cercanos como remotos, nada son.
Esta es la hierba que crece doquiera haya tierra y
haya agua,
este es el aire común que baña el globo.

Walt Whitman “Canto de mí mismo”

 

La fobia del gobierno de los EEUU habla del triángulo del mal en Sudamérica, refiriéndose a Cuba, Venezuela y Bolivia, el gobierno boliviano se desvive denunciando intervenciones yanquis, la oligarquía oriental se enloquece viendo fantasmas de centralismo, socialismo o comunismo en el MAS, las feministas incomprendidas, se arrancan las tetas, los más en el país siguen llorando la migración de sus familiares a los guetos fuera de las ciudades o los guetos del mundo desarrollado, con la diferencia de que el hambre y la miseria de los últimos son reales y es el fantasma que dirige el teatro de sus desgracias. Finalmente, el país en su conjunto sueña con una nueva Constitución, creyendo que ello espantará todos los males de Bolivia. Nuestra realidad común es frágil. La creciente corriente de desinformación, la inseguridad ascendente en la sociedad, y la impresión de una progresiva grieta entre los que toman decisiones y grupos de poder económico minan constantemente el proyecto de gran envergadura, el de construir un marco de referencia común, para entender y manejar nuestra realidad. Una situación como ésta es buen caldo de cultivo para teorías de conspiración.

 

El mundo del postmodernismo a la sombra de la globalización, debate su tránsito o no a nuevas formas de estructuras, como por ejemplo comunidades supraestatales como la Unión Europea UE. No deja de ser curioso que, mientras unos quieren dejar las identidades nacionales formadas en el 1800. En Bolivia aun no se ha saldado siquiera el periodo anterior a la formación de los Estados Nacionales, es decir; la formación de comunidades de los grupos étnicos que conforman su geografía. En el mundo académico, según el punto de vista modernista “el que predomina”: los Estados Nacionales apenas han podido existir antes del 1800, esto en contraste con la ya inaceptable teoría primordialista que afirma la tesis que; de alguna manera, las naciones siempre existieron. Lo importante ahora debería ser desafiar, no la afirmación modernista sobre el surgimiento del nacionalismo alrededor de los 1800, ni profundizar en las discrepancias entre el modernismo y el primordialismo. Lo que debería interesarnos más allá de los nacionalismos o los Estados Nacionales (aparte de ser estos fenómenos relativamente nuevos) es; cuán vieja es la idea de las culturas nacionales en Bolivia, si acaso existe una lealtad nacional? Y en tal caso como se expresa ésta? Pues las lealtades nacionales de nuestra época “en Europa”, entre otras están basadas alrededor de comunidades étnicas.

 

Han existido en otras palabras, ideas, conceptos sobre los franceses, ingleses, holandeses, antes de la consagración del nacionalismo como ideología, aunque las personas de esa época comprendían el concepto de manera distinta. El nacionalismo significó algunas transformaciones reales, una de las más importantes fue: la visión de un mundo en donde cada nación tenga su propio Estado, y en donde cada Estado tenga sólo una nación. Claro que anteriormente las diferencias culturales fueron problemáticas en algunos casos, pero, en raras ocasiones problemáticas por definición. Por el contrario, fueron comunes los Estados con variadas etnias, aunque los distintos grupos étnicos tomasen posiciones diferentes.

 

En pocas palabras, la experiencia europea nos enseña que, la transición hacia los Estados Nacionales fue más fácil donde había más homogeneidad étnica, y más compleja allí donde había mas heterogeneidad étnica. Ello no obstante, Francia por ejemplo se edifico en mayor parte, sobre la base del lenguaje y la cultura que reinaba en Paris, y no así en tradiciones buscadas de sus provincias. Nada de lo mencionado se podrá entender si primero no definimos que es exactamente una “diferencia étnica”. Anthony D Smith, define a esos grupos como “ethnie”, populaciones humanas que comparten mitos originarios, historia y cultura, conexión a un territorio especifico y un sentimiento de solidaridad. Comunidades étnicas fuertes como esas pueden surgir de manera distinta, según Smith.

 

Y cuando surgen, tienden a consolidarse cada vez más, y pueden por lo tanto, continuar existiendo como unidades distinguibles y continuadas durante mucho tiempo. Pero esto no significa que sean eternas, en el sentido que los viejos “primordialistas” lo entendían(1). Smith también le dedica su atención a la importancia de la a religión (2), como un factor de manutención de la comunidad. Aquí no se trata sólo de las religiones universales, sino, de religiones o tendencias religiosas que resultaron distintivas para grupos étnicos particulares.

 

A menudo, la religión contribuyó a aclarar y conservar las diferencias existentes. No obstante, también hay casos donde originalmente grupos religiosos, con el tiempo se transforman en grupos étnicos. Con todo, la religión no sólo tuvo su importancia en la formación de etnias (más tarde Estados Nacionales) como factor distintivo. De las lecturas de Smith podemos deducir que la historia pre-moderna de las etnias, nos enseña que su historia continuará escribiéndose aún en este mundo post-industrial. Podemos pensar que las etnias en una realidad como la boliviana, pueden contribuir a hacer del Estado Nacional más resistente que el modelo, a menudo propuesto por los teóricos modernistas del nacionalismo tradicional.

 

Debería crearse un grupo de historiadores paralelamente a la asamblea constituyente, para que estos se concentren en la época del surgimiento de la “nación boliviana” y sobre el estado de las cosas antes de esa revolución. Esto no por excesos exóticos, sino más bien, porque sería de importancia vital poder explicar interrogantes como por ejemplo; las relaciones de las esferas culturales del Quechua, Aymará, Guaraní, etc. con la actual “comunidad boliviana”, las relaciones entre regiones y costumbres, la posición de la cultura de la diáspora en un mundo donde la distancia y las fronteras nacionales, en mayor grado parecen perder su significado. De todo lo anterior, un supuesto país refundado no estará vacunado. No olvidemos que la moderna democracia surgió dentro del Estado Nacional, por ello la futura democracia en el país dependerá de que soluciones se puedan dar a estos vacíos históricos, ya que la vasta literatura al respecto demuestra que, es más fácil formular el problema que facilitar soluciones. Bolivia – un sueño digno de admirar? Hasta donde comprendo, ni la clase media ni la burguesía están dispuestas a morir por Bolivia, extrañamente, sólo los indígenas del país, a quienes se los a excluido estarían dispuestos a ello, así podemos interpretar de su alta representación en el servicio militar, en donde los anteriores brillan con su ausencia.

 

Si alguien le preguntase al indígena porqué hace su servicio militar para un país que lo excluye? Éste respondería: Porque yo sólo así puedo conservar mi esperanza de ser un ciudadano boliviano. Es muy bizarro, pero es verdad. Es esto en lo que soñaban nuestros libertadores? Es entonces Bolivia una ficción: menos real que Dios, la muerte, la belleza y el amor? No, eso es sólo la inevitable diferencia entre visión y realidad, algunos dirán vete a rumiar a otro lado, otros dirán vete a tus bibliotecas a pudrirte y déjanos en paz. Cuando todos deberíamos decir: si claro, tenemos que reflexionar respecto a Bolivia todo el tiempo, pues Bolivia es magnifica, pena tan sólo que no exista! En el debate vulgar, La Paz, o el Occidente resultó ser el centro para la conspiración de las elites, dirigido contra el centralismo y la improductividad dicen. La imagen de Occidente como la madre de todos los males se mantiene viva, entre otras cosas porque la relación de esas elites con la sede de gobierno se ha convertido en un tema litigioso de la política nacional. ¿Y qué es más fácil que echar la culpa a la sede de gobierno? La burguesía tuvo un papel altamente revolucionario en la historia universal.

 

La burguesía en todo lugar donde llegó al poder, destruyó todas las relaciones feudales, patriarcales e idílicas. Así escribían Marx y Engels en el manifiesto comunista de 1848, año de la revolución de febrero en Paris. ¿Acaso la burguesía boliviana se podría identificar con eso? Ni de lejos, pues a lo único que se dedicaron fue a eternizar su opulencia con un sistema de Apartheid. Y ahora en vez de ser parte del cambio, se atrinchera en su posición retrograda y contrarrevolucionaria. El poder sin responsabilidad que este grupo siempre ostento en Bolivia, fue un uso indebido del poder, y el poder sin responsabilidad es abuso de poder. ¿Cómo, de otra manera podríamos entender toda la así llamada vida republicana de Bolivia, sin referirnos al sistema político del Apartheid, en donde un sistema de sociedad se legitimó a partir del color de piel que determinaba sus derechos? Pero, aunque el sistema político del Apartheid en Bolivia fue una excrecencia y vestigio del imperialismo europeo, éste no funcionó como advertencia de la historia colonial y sus consecuencias en la sociedad postcolonial. En cambio, Bolivia siempre prestó servicio como un símbolo para el rasismo. Ello no obstante, el boliviano no sólo es un producto del pasado, y no se debe detener en eso pues, el verdadero progreso trata de ambicionar hacia delante.

 

Al igual que Aristóteles y Hegel debemos tener en cuenta los “ motivos finales”, una especie de imán del futuro que, nos arrastra hacia nuestros destinos. Por consiguiente, somos más que nuestro pasado personal con problemas, traumas, alegrías, etc. etc. También somos formados por el Yo que intenta manifestarse en los niveles en los que la persona se encuentra. Estas preguntas tienen carácter fundamental, es posible siquiera organizar un sistema político democrático sobre las interrogantes de los grupos étnicos? Podríamos imaginar el funcionamiento de un sistema democrático abrazando departamentos autonómicos que, en los últimos años muestran cada vez más una interdependencia reciproca? El punto de partida debe ser, que la teoría y la practica de la democracia moderna esta fundada en el Estado Nacional, fundamentado en su control de un delimitado territorio y su comunidad política. Hay una clara conexión entre el pueblo, la ciudadanía, el sistema político representativo, la convivencia, la solidaridad nacional, y los limites del Estado Nacional. Debe existir tanto una soberanía cultural y una soberanía nacional. Dicho de otro modo, el Estado es portador de una identidad nacional y un marco para el funcionamiento efectivo de la democracia política. Ambos aspectos son importantes para crear una legitimidad democrática, es decir; la identidad y la efectividad. Es aquí donde radica gran parte de la solución al problema del “déficit democrático” en Bolivia.

 

En mi opinión, la democracia no sólo esta basada en un método técnico para el gobierno del pueblo y la limitación del poder, sino también en valores y experiencias colectivas. Las discusiones pre-autonómicas entre “los autonomistas” y “los populistas”, en donde unos resaltan la productividad, y los otros las identidades, nos conducen a un callejón sin salida, ambas actitudes son irremediablemente inservibles. Insistir en las identidades arriesga en terminar en un nacionalismo impotente y una xenofobia introvertida, insistir en la productividad peligra de terminar en un gobierno puramente tecnocrático, sin un control y legitimidad democrática. Las cercanas elecciones para la constituyente tratan sobre los valores que serán la base y la guía que dirijan la política en el nuevo milenio. Para poder defender intelectualmente de los enemigos de una sociedad libre, y si su ulterior desarrollo y profundización puedan ocurrir de buena manera, no sólo sus instituciones deben ser mantenidas y desarrolladas. Las subyacentes ideas sobre la naturaleza y el objetivo existencial del ser humano también tienen que cambiar, de ello se desprende que los valores éticos deben también mantenerse- en nuestro caso- recuperarse (por ejemplo: el ama sua, ama kjella, ama llulla, el Tinku), para poder inspirar y orientar la conducta de la política concreta.

 

El cuerpo institucional muere si éste es separado de las ideas que lo animan (en su doble sentido). Basta recordar el destino de la republica de Weimar. Las elecciones están centradas (como se mencionó arriba), entre básicamente dos distintas valoraciones humanas, es decir, dos formas diferentes de interpretar la política y la sociedad. La concepción humanista en donde; el humano es una persona, alguien por naturaleza racional, libre y criatura social responsable: como sujeto moral, con excesivos derechos naturales para todo lo concreto y humanamente bueno que, se requiere para que el individuo en comunidad con otros grupos, y agrupaciones de la a sociedad civil, pueda aspirar a su autorrealización, su objetivo existencial como persona, y por ello su felicidad. El concepto fundamental para la interpretación de la vida social que se desprende de la a naturaleza del ser humano y sus objetivos existenciales, es justamente aquella cuya defensa clásica humanista, es designada como el objetivo mismo de las comunidades políticas: el bien común. ¿Y cómo encontrar el significado de la vida en la era del individualismo? Si antes la gente, gracias a la religión y después bajo formas secularizadas como el cientismo y el comunismo “tanto individual como colectivo”, era conciente sobre el significado de la a vida. El individualismo que es un fenómeno muy posterior, terminó con la religión, en partes, porque él mediante su propia naturaleza se opone a la esencia religiosa, religión proviene de “religere” que significa “unir”, y en partes porque paralelamente el progreso de la secularización coloca obstáculos en el camino para los dogmas y las autoridades, es decir; instancias “teológicas” fuera del individuo que amenazan su autonomía.

 

El bien común que la comunidad política tiene que proteger y reivindicar debe ser descrito como un orden político- jurídico, y un contexto social económico que brinde a cada individuo y las distintas comunidades, posibilidades optimas de realizarse, cumplir sus cometidos y ser lo que son. Obsérvese que el concepto es inclusivo y comprende a todos los miembros de la a sociedad: no pretende el “bien para los que se pueda”, si no para todos, ya que abarca “todas las condiciones de la vida social”. Su guía es la solidaridad. Así mismo, aparecen las definiciones del concepto, los individuos, las comunidades indígenas, y las agrupaciones como los verdaderos actores, en la configuración de sus propias vidas. Los derechos naturales de los individuos, comunidades, y las agrupaciones, además de su legitimo derecho a la autodeterminación, no significa ninguna “limitación” de la defensa por parte del Estado, sobre el bien común. El respeto por esos bienes humanos, esos derechos y su autodeterminación, son por el contrario, partes fundamentales de lo que el “buen común Estado” tiene que defender. Es el Estado que es para las personas, y no al revez. El rol del sector público es ser respaldador, subsidiario: de ahí “el principio de subsidiariedad”. Las instituciones públicas y sus actividades deben formarse según el principio de subsidiariedad, es decir; en formas que respeten los derechos naturales de los individuos, y las comunidades indígenas, también el derecho a la autodeterminación de la sociedad civil, de lo contrario, deja de ser una solidaridad real, no el genuino bien común que se configura.

 

El moderno ideólogo de la democracia, Robert Dahl(3), discutiendo sobre las limitaciones de la democracia afirma que: en muchas partes se considera a la democracia como algo sobreentendido, y que contrariamente existen desde viejos tiempos dos visiones sobre la democracia: por ejemplo la discrepancia entre los que ven a la democracia fundamentalmente como un conjunto de reglas e instituciones, y aquellos que prefieren poner el punto crucial en los derechos básicos y la libertad. Aquí se encuentra la persistente disputa entre forma, contra contenido. Personalmente yo afirmo que la combinación de ambas le dan mayor perfección a la totalidad. Una sociedad que se define como multiétnica y como multicultural, es fundamental que tiene que estar conciente sobre la diferencia entre definiciones estáticas o flexibles sobre la pertenencia de grupo. De lo contrario, el concepto colectivo de multiétnico, o multicultural puede mostrarse ser igual, una fuerza de desintegración en la sociedad, como tuvo el concepto de nación en Sudáfrica a fines de los 1950:s.

 

La deconstruccion del sistema racista y colonial no debe afectar de ninguna manera, la autonomía del sujeto, su capacidad entre otras cosas “en un plano moral”, de tomar propias decisiones. Si la razón de ser de la vida venía de “afuera”, y si éste “afuera” hoy echa por tierra el derecho legitimo de su independencia moral de los individuos, entonces nos queda sólo injertar esta “columna de afuera”, en el mismo individuo “buscador de su razón”. O dicho de una forma filosófica: debemos descubrir el rastro de (los restos de) la trascendencia en la inmanencia del sujeto. Hacer del ser boliviano un Dios: Un Dios humano. Existen varios filósofos que ya buscaron la trascendencia intrínseca, Kant con sus categorías a- priori, Descartes con sus ideas innatas o congénitas. La trascendencia vive en todo boliviano, él es inmanente, la razón viene desde dentro. Quizás de la glándula pineal? Acaso sea engañoso y ante todo obsoleto mezclar a Descartes en este razonamiento, sólo para aclarar como la trascendencia vive dentro del individuo, podemos usar el ejemplo de los fenomenólogos con el cubo. Cuando vemos un cubo, vemos en realidad sólo tres caras, sus seis caras rebasan (trascienden) siempre eso que se da en nuestra imaginación subjetiva. Ello no obstante, existe esta trascendencia, éste “afuera” dentro de nosotros. El ejemplo de los fenomenólogos se parece a Dios, en tanto este “se da en nuestras mentes”. Es decir, Dios se da en la mente del sujeto autónomo. Como sabemos, Dios representa lo bueno, el diablo lo malo.

 

El hombre secularizado que suprime a Dios como una grandeza externa, debe buscar lo divino en otra parte, a saber, en el amor que esta en el corazón de cada uno de nosotros. Las teorías de conspiración son interesantes en muchos aspectos, por ejemplo, son perfectos ensayos en teoría de conocimientos elementales, en donde sus dudas radicales y cartesianas, constituyen un fascinante desafió para muchos conceptos comunes sobre la realidad. Las teorías conspiradoras pueden también usarse para hacerse una idea de las tinieblas en los recovecos del subconsciente colectivo. Bolivia, como dijimos al principio, esta siendo descrita a través de los enroscados lentes que muchas conspiraciones están colocando a nuestra disposición, una sola ojeada en la prensa nacional y sus instigadores, nos muestra la creciente inseguridad que reposa sobre la ciudadanía en general. Hoy se retira la realidad común a favor de contextos fabricados, además, de conspiraciones que obsequian una opinión a cambio de complejidad, nuevos matices y balance.

 

El universo de las conspiraciones es una muestra de cómo nuestra realidad común se derrumba, y funciona como una especie de vacuna contra las reinantes falsas ideas. Se me ocurre algo inusual, y qué sé yo realmente de todos estos instigadores, si no los he encontrado, y las noticias que leo quizás son falsas. ¿Qué sería más efectivo que escribir algo sobre conspiraciones para ocultar la terrible verdad? Además, quién sabe de mí? No claro, es así que debemos aprender a no pensar. A veces las falsas ideas son sólo eso, y no deben acomodarse a la realidad común, de lo contrario las falsas ideas serán lo único que nos queda.

 

Notas:

 

(1) Anthony D Smith, The Ethnic Origins of Nations, 1986. Smith es profesor de sociología en el London School of Economics and Political Sciences,

 

(2) Anthony D Smith, Chosen Peoples: Sacred Sourses of National Identity. Oxford University Press.

 

(3) Robert Dahl, Democracy and its critics. Es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Yale.

 

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