Doble terrorismo imperial: de Estado y mediático
03/04/2008
- Opinión
…y no hay libertad legítima sino cuando ésta se dirige a honrar
a la humanidad y perfeccionar su suerte.
Simón Bolívar
No hay monarca como un periodista honrado
José Martí
Sabemos que vivimos un mundo patas arriba, como lo calificó Eduardo Galeano. Porque es tan antidemocrático como el Consejo de Seguridad de la ONU, tan dominante como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, tan excluyente y genocida como la globalización neoliberal y el bloqueo de medio siglo contra Cuba, tan alejado de la ética como para presentarnos un mundo de ficción como la realidad, tan distante de sus bases doctrinales como la negación del desarrollo social de la sociedad capitalista por el dinerismo imperante, tan criminal como las agresiones terroristas de Estados Unidos, tan mentiroso como los medios transnacionales y sus obedientes sucursales locales.
Es por ello que todo análisis ético debe darse sobre la base de la necesidad del combate contra la industria del engaño, presidida por la mentira que más trata de ser convertida en verdad, la llamada libertad de prensa dominante. Si la justicia es sinónimo de ética, hagamos un análisis de cómo surgen, se desarrollan y existen los mecanismos de desinformación que pretenden arrancar el alma latinoamericana.
Porque no se trata en lo esencial en que el enfrentamiento ideológico sea realizado con la decencia de no deformar y ocultar los hechos, de no difamar y mentir al exponer su política nefasta imperialista sin añadirle lo que es conocido como el terrorismo mediático, que es equivalente a la acción de los criminales de guerra en los conflictos bélicos nacionales e internacionales. Es decir, hoy tenemos frente a los intereses de los pueblos y a toda causa justa a los criminales de la guerra militar y mediática. No hay otro término más apropiado. Como nunca, debemos actuar sobre las bases de la capacidad de engaño de los medios poderosos, de los dueños de las riquezas, aunque sepamos que no serán éstos los que determinen el curso de la historia. Siempre debe estar muy presente que la mentira está organizada porque hay una estrategia imperialista y la verdad es dispersa porque carece de una estrategia común antiimperialista. Es más, el llamado nuevo periodismo sólo puede existir con esa cualidad y todo lo que carezca de ella es una forma más de entretener a los periodistas con algo que es una nueva burla en sus propias filas.
Lo primero de todo es tener bien claro que no existe otro argumento más válido para proclamar la verdadera libertad de prensa que reconocer, respetar y responder ante el derecho colectivo, de la sociedad, del pueblo, a recibir una información veraz. Todo lo que se aparte de ello no es más que palabrería con la libertad reiterada que parte de la falsedad de concebirla como propiedad de los medios por encima de la sociedad. ¿Dónde puede haber libertad de prensa ajena a la condición de país independiente y sin que haya Constitución que la proclame como un derecho legítimo de la sociedad? ¿Acaso esa independencia y Carta Magna se compraron con dinero y no con el heroísmo y la sangre del pueblo? ¿Es que el dinero con que el empresario compra los medios lo exime del derecho de la sociedad a ese principio y de ese modo puede privatizar lo que no está ni puede estar en venta? ¿Es que se pueden promover y organizar golpes de Estado contra gobiernos democráticos sin otro riesgo que el del derecho sólo individual de no adquirir la publicación y no ver o escuchar espacios en la radio y en la televisión? De ser así, todo quedaría reducido a la "ética" de la impunidad, como una religión de nuevo tipo con iglesias en lugar de medios. Y lo trágico es que hoy es así y de esa forma lo proclama y respalda la Sociedad Interamericana de Prensa, desde que hace cincuenta y ocho años secuestraron esa libertad mediante una maniobra de la CIA y el Departamento de Estado en el golpe organizado y dado en New York donde la perversidad imperialista pasó de tener un voto a contar con 424, mediante la reforma estatutaria, después de impedir la asistencia de los pocos miembros progresistas que la integraban desde 1943, cuando fue fundada en La Habana. El concepto de prensa como empresa privada que está en el origen y la actualidad de la SIP es la negación del periodismo y la digna y ética función de los periodistas que son fieles en la defensa de la responsabilidad social, de los intereses populares, razón principal de una profesión que, además, tratan de negar como tal mediante las más diversas formas. Esto último es así porque a los grandes propietarios les resulta incómodo estar obligados a contratar a periodistas con ética profesional. Nada de compartir la libertad de prensa es la máxima que pretenden tener sus dueños absolutos.
En la medida del crecimiento del terrorismo mediático vivimos la paradoja de una actualidad en que casi todos los procesos electorales de los últimos años han sido victorias de los candidatos progresistas, de izquierda y revolucionarios. Todo indica que el deterioro de las condiciones de vida de las masas en los pueblos latinoamericanos y la creciente influencia de los medios alternativos han sido factores en la elevación de la conciencia crítica de gran parte de los electores y de esa forma se han reducido las posibilidades tradicionales de engaño de los medios imperialistas y dominantes. Al respecto debe tenerse presente que la realidad social cada vez más injusta y la necesidad de enfrentarla se une al carácter alterativo de los medios alternativos, ya que no pueden tener otra condición que la de contribuir a los cambios positivos en la sociedad, independientemente del alcance, de los recursos y de la tecnología. Si alterativa es la función de una pequeña emisora comunitaria también lo son Aló Presidente y TeleSur. A ellos los identifica la lucha contra la corriente imperialista y reaccionaria de los grandes –casi siempre lo son– y pequeños que tengan similar contenido, además de la falta de ética que los caracteriza en nuestro tiempo.
Hoy se puede comprobar mejor como hay una voz de ordeno y mando, que existe toda una organización de la mentira al observar no solo la oposición de terrorismo mediático a los candidatos que promueven cambios a favor de los pueblos, sino también después, cuando realizan abierta hostilidad mediante métodos desestabilizadores contra esos gobiernos. La orden que tienen del imperialismo y de su instrumento llamado SIP es no abandonar sus empresas y el país donde operan para así tratar de causar más daño a esos procesos. Si lo comprobamos cada día, en todos los países con gobiernos populares, sin la menor excepción, también debemos saber que en Cuba fue distinta la decisión de los grandes propietarios, que cumplieron la orden de la SIP cuando abandonaron sus medios y el país para organizar campañas propagandísticas regionales contra la Revolución, declarando a esos magnates héroes de la libertad de prensa y, desde Miami, los llevaban por los países latinoamericanos, después de ser condecorados como grandes campeones. Y lo que ocurrió fue que durante un corto tiempo les funcionó el plan hasta que ya no tenían que decir, mientras las rotativas abandonadas se dedicaban a fundar la Imprenta Nacional con una edición gigantesca del Quijote de la Mancha y dirigida por el eminente escritor cubano Alejo Carpentier. En los primeros dos años del triunfo revolucionario se generalizó una batalla entre los medios revolucionarios que surgían y los grandes medios convencionales. En esas condiciones ocurrió el hecho histórico de que los periodistas integrantes de las redacciones de los órganos opuestos a la Revolución no compartieron las informaciones difamatorias y expresaban mediante una breve nota al final de ellas donde se agregaba la opinión de los periodistas, precisamente en nombre de la libertad de prensa. Esas líneas fueron conocidas como "la coletilla" aunque sólo se incluían en los textos mentirosos y, nunca fue utilizada ante alguna opinión que manifestaran el propietario o los que ostentaban cargos de dirección en esos órganos. Aún así, la SIP y los empresarios consideraron que aquel movimiento representaba un ataque a la libertad de prensa, lo que sirvió de excusa para el éxodo de los magnates. Tuvo gran trascendencia el hecho de que inmensa mayoría de los profesionales de la prensa, integrantes de esas redacciones opositoras, se sumó al proceso revolucionario y adquirió gran peso en la creación y desarrollo de la prensa revolucionaria durante los primeros lustros, además de que también trasladaban sus conocimientos técnicos a los jóvenes que comenzaban a formarse como periodistas. Esa experiencia en cada etapa de su desarrollo fue la muestra elocuente de cómo la única profesión a la que le está prohibido realizar sus funciones con los principios éticos derivados de la gran responsabilidad social de su ejercicio, lo que se evidencia más con alrededor de mil colegas asesinados en muchos países latinoamericanos en los últimos treinta años. Aunque no puede negarse que hay quienes ejercen la función periodística y piensan de manera más reaccionaria y terrorista que sus empleadores, mayoritariamente han demostrado fidelidad a las causas populares y se han mantenido firmes ante las diversas formas de corrupción que se manifiestan en el sector, sobre todo el la compra de conciencias, aunque para ello deban actuar aceptando la autocensura de la supervivencia y, en ese marco, difícil y amargo, tratar de realizar algunas acciones en favor de lo justo y ético que exige la verdad.
El terrorismo mediático ha llegado a un grado de violación de los valores inherentes a la noble labor periodística que ya hoy no es imprescindible siquiera el debate sobre el antagonismo ideológico. Bastaría con exigir que se cumplan los diez Principios internacionales de la ética periodística, aprobados en el marco de la UNESCO en 1983, para demostrar que los medios terroristas los incumplen en su totalidad, cada uno, cada día, de manera insultante sobre todo el primero de ellos, titulado El derecho del pueblo a una información verídica. Bastaría con crear comisiones de seguimiento para velar por su cumplimiento y así demostrar el mentir permanente de quienes dicen defender libertades. Y no se trata de que esas comisiones sean creadas por los gobiernos sino sólo por las organizaciones de masas, sociales y profesionales. Ellas no tendrían otra función que la denuncia sobre cada caso, en nombre de la sociedad, aunque también sería muy útil una Comisión Internacional integrada por expertos designados por la UNESCO. De esa forma ganaría vitalidad lo esencial de tantos años de combate con motivo de la lucha del movimiento por el Nuevo Orden Internacional de la Información y la Comunicación (NOIIC) cuyos acuerdos se hayan engavetados durante los últimos veinte años a pesar de que tienen más vigencia en la actualidad. Sería el mejor aporte del señor Matsura, director general de la UNESCO, cuando la violación prepotente de sus contenidos por las transnacionales representan la agresión permanente a los nobles valores de esa Institución.
Es conocido que se puede medir la autenticidad de un proceso revolucionario por la capacidad de defensa que demuestre de manera integral. Al respecto, el Compañero Fidel Castro declaró en 1980, lo siguiente: " …Si no se está dispuesto a desafiar los riesgos de cualquier tipo, los riesgos de agresión militar como los riesgos de su propaganda, no se puede dar respuesta adecuada al enemigo; intimidarse frente a la propaganda es como intimidarse frente a los fusiles del enemigo. No hay que tener miedo a nada; eso lo hemos aprendido perfectamente durante 21 años". Así se desarrolla el combate cotidiano de la Revolución Bolivariana y de su máximo líder el Presidente Hugo Chávez Frías, en desafío permanente ante cualquier agresión. No se trata sólo de tener la voluntad de realizarlo, también es imprescindible hacerlo con la capacidad y firmeza demostradas. Este encuentro debe convertirse para los periodistas en el comienzo de una etapa que se caracterice en pasar a la ofensiva en la esfera de la información y la comunicación, demostrando la carga terrorista y criminal contenida en una libertad de prensa al servicio del imperialismo y, por tanto, representada por la SIP, su secuestradora histórica y cotidiana, lo que significa una ofensa a lo que José Martí consideró la más humana y hermosa forma de patriotismo, al afirmar que Patria es Humanidad.
Hace 32 años, al fundarse la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) se cumplía con el llamamiento del Acta de Montevideo de 1951 redactada por los periodistas excluidos de la SIP en la Conferencia de New York en 1950, donde se denunciaba el carácter empresarial de esa maniobra que estaba orientada a privatizar y secuestrar el concepto de libertad de prensa, hecho al margen de los periodistas y contra su voluntad. Durante más de medio siglo se ha comprobado la razón de aquel pronunciamiento debido a que nunca la SIP le ha preguntado su opinión a los periodistas que integran las redacciones de los grandes empresarios para hacer sus declaraciones en nombre de esos órganos. Es decir, primero fueron excluidos y después han sido ignorados, aunque en la práctica pretendan hablar en nombre de ellos. Es así como en la práctica las empresas comerciales al servicio de imperialismo se arrogan la función de ser representantes de los profesionales de la prensa, sin otro mandato que el de imponer sus intereses hegemónicos contra los pueblos y los periodistas dignos.
La razón fundamental de aquella convocatoria hecha hace 57 años precisaba muy bien el reclamo impregnado de lo mejor del sentir latinoamericano al decir: "El papel que la prensa había cumplido junto a Martí, Bolívar, Mariátegui, el cura Hidalgo o Flores Magón, con la SIP se había modificado. El periodismo que había nacido con la libertad se había convertido en un negocio, la noticia en una mercancía y el periodista en un asalariado. La prensa estaba de espaldas a los pueblos". Así recordaba parte del pronunciamiento años después Genaro Carnero Checa, primer secretario general de la FELAP, uno a los que le fue negada la visa para asistir a la conferencia del secuestro y firmante del Acta de Montevideo, y agregó: "Esa situación, que aún persiste, era la que había que cambiar". Entonces, hace 31 años, no se pudo.
Pero aquí estamos los seguidores de ese llamamiento de nuestros colegas en el más alentador de los momentos para contribuir a hacer el proceso de unidad de la Patria Grande Latinoamericana, conscientes de que la sociedad de la información verdadera sólo es posible mediante la integración de nuestras naciones y pueblos. El Alba y la FELAP tienen el mismo origen y similar objetivo. Uno de los principios fundadores de la Organización regional de los periodistas lo expresa así: "La libertad de prensa la concibe como el derecho de nuestros pueblos a ser oportuna y verazmente informados y a expresar sus opiniones sin otras restricciones que las impuestas por los mismos intereses de los pueblos". Periodismo libre en patrias libres, ideal máximo de la FELAP, nos mantiene unidos para continuar el combate, seguros de la victoria.
(Ponencia presentada en el Encuentro Latinoamericano contra el terrorismo mediático celebrado en Caracas, Venezuela, del 27 al 31 de marzo de 2008)
https://www.alainet.org/en/node/126749
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