El indulto a Fujimori y la domesticación de Castillo
Castillo abandonó ya, de manera explícita, el programa que lo llevó a la presidencia. Ahora su único programa es durar: y durar implica, como sucedió con Ollanta Humala, practicar el continuismo neoliberal.
- Opinión
Si hace seis semanas la conformación del tercer gabinete del gobierno de Pedro Castillo ya nos señalaba la domesticación de su gobierno por parte de la derecha neoliberal, hoy la reposición del indulto a Alberto Fujimori que le diera en 2017 Pedro Pablo Kuczynski nos confirma esta tendencia de captura reaccionaria de lo que en un principio fue un gobierno de izquierda. No importa quién haya dictado el indulto, en este caso el Tribunal Constitucional de mayoría conservadora, sino el clima político en el cual se da. En los últimos días hemos observado el entendimiento bajo la mesa entre el gobierno y la oposición parlamentaria de derecha y extrema derecha, postergando la inminencia de las censuras a ministros y de la propia vacancia presidencial.
Frente al grito de “que se vayan todos” que empezaba a escucharse nuevamente en las calles, ahora parece que domina, pero en las alturas del oficialismo y el congreso, “nos quedamos todos”. Lo que sabe nuevamente al pacto de impunidad y oportunismo que hemos visto los peruanos en estos últimos seis años en la mayor parte de la clase política, que en vez de buscarle una salida a la crisis recurrente que vivimos solo cuida sus intereses inmediatos de manejo del pequeño o gran poder con el que cuentan.
De esta manera, la crisis ha pasado de ser una creciente preocupación entre los ciudadanos para considerarse una situación que no tiene salida viable, al menos en el corto plazo. Esto hace que los de siempre continúen en el festín al que nos tienen acostumbrados y el ciudadano común y corriente se dedique a sobrevivir en el día a día. Este es el punto, la corrupción de casi todos los ex presidentes, líderes políticos y sus séquitos respectivos, también parece tocar hoy a lo que se suponía era un gobierno de cambio y en este proceso se encuentra con lo peor de nuestra política: el fujimorismo y se concreta por segunda vez el indulto fraudulento a su líder, Alberto Fujimori.
No hay evidencia directa de una complicidad del gobierno de Pedro Castillo con el indulto e incluso varios ministros y el propio presidente del Consejo Aníbal Torres se han manifestado en contra, sin embargo, son distintas las coincidencias que suceden en el ámbito parlamentario y que hacen pensar de otra forma. ¿Cómo es que se aplaca la furia de la vacancia y se quedan sin votos las interpelaciones a los ministros y luego sucede la sentencia del Tribunal Constitucional? Todo huele a entendimiento, pero no me refiero al entendimiento que puede salir del diálogo democrático, sino a lo que merece el nombre de componenda, de arreglo debajo de la mesa.
A estas alturas, abandonado ya de manera explícita el programa que llevó a Castillo al triunfo en la segunda vuelta, incluso el propósito de convocar a una Asamblea Constituyente como ha dicho reiteradamente el premier Aníbal Torres, el único programa que le queda es durar. Y durar en este contexto no es otra cosa, bien lo sabe Ollanta Humala, que continuismo neoliberal.
El problema es que no estamos, como hace diez años, en un momento de auge del modelo, sino en uno claramente de crisis, de grave crisis, que vía la corrupción y junto con la pandemia, han traído aparejadas las crisis de régimen político y de estado que vivimos. Me refiero a que las formas de organización institucional y de dominación social ya no les sirven a los poderosos para hacer política y han cesado de ser útiles para reproducir su propio poder. Por ello, no creo que tenga futuro el afán de durar que alumbra hoy a Castillo y su grupo. Marchamos a otra crisis, quizás mayor y de consecuencias impredecibles. Hacer más de lo mismo no es una salida para el Perú en estos momentos.
Lo que sorprende es la debilidad de las fuerzas, no sólo de izquierda sino democráticas, que quieren una salida de fondo para el Perú. Ello está creando un peligroso vacío político en el que casi cualquier apuesta pueda ganar terreno. Hay que estar atentos, por ello, también a los disfraces y asumir que si hay salidas para el Perú están en otro camino distinto al neoliberal, porque como dice el vals “toda repetición es una ofensa”.
* Nicolás Lynch es Profesor de sociología de la Universidad Nacional de San Marcos
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