Los sujetos de la comunicación: del conflicto cultural a la interculturalidad
Comunicación Indígena e Interculturalidad
13/10/2014
- Opinión
Te ñuu davi
En realidad, confieso que este trabajo ha sido de particular dificultad para mí. Como lo anuncia el subtítulo, este trabajo es una reflexión sobre la comunicación indígena especialmente sobre los sujetos de este proceso, los comunicadores indígenas.
Cierto que la situación de vida de los indígenas en el continente Abya Yala es muy diversa por la riqueza de sus contextos, pero en su relación con la cultura dominante de su entorno, pese a que son distintas las formas que asumen las denominadas culturas hegemónicas denominadas en algunos países como culturas nacionales, esta relación es de dominador-dominado y en ellas la posición del comunicador indígena tiene que definirse para su trabajo como tal.
Me ha costado mucho trabajo escribir este texto, porque sale del marco teórico que en un principio pensaba ubicarlo. Consideré que era bueno reflexionar sobre el problema del sujeto que vive la comunicación indígena y del conflicto cultural que se anida en ese trabajo. Miraba la situación y con facilidad identificaba que en ella se dan cuando menos tres formas en los que se esconde o se da una situación de interculturalidad:
a) La del sujeto dominado que acepta a la cultura nacional hegemónica como superior y cuando tiene la oportunidad de trabajar su propia cultura, sobre todo la lengua vernácula, la realiza en una relación de aceptación de la superioridad de la cultura nacional del país y de su expresión más manifiesta, lengua castellana o portuguesa. Como comunicador indígena utiliza su lengua materna vernácula como medio de comunicación pero las más de las veces utiliza el castellano o el portugués, inconscientemente aceptando como legítima ésta última.
b) El sujeto dominado que acepta la cultura nacional del grupo hegemónico de su país y por lo mismo la lengua castellana o el portugués pero en una posición de resistencia como comunicador utiliza su cultura y por lo mismo su lengua como enfrentada a la cultura y lengua nacional hegemónica. Sobrevalora la cultura y lengua propia y en el discurso trata de hacerla menos a otras culturas y lenguas entre ellas las denominadas por relaciones de dominación como nacionales.
c) El sujeto que es consciente del valor de su lengua y cultura, reconoce su valor, sus limitaciones y potencialidades; asimismo reconoce y respeta las culturas y lenguas de otros pueblos, incluyendo la cultura y lengua dominante en el país que vive y actúa desde la perspectiva de que todas las lenguas que se hablan en su país son lenguas nacionales. Como comunicador utiliza conscientemente la lengua y cultura propia con fines de revaloración y afirmación de la identidad del pueblo al que pertenece y utiliza la cultura y la lengua nacionales como un recurso que enriquece su humanidad pero no la sobrevalora ni minimiza, simplemente la trabaja como parte de la realidad del país que vive.
Esta tipología aun siendo muy básica sirve para reflexionar nuestra realidad como comunicadores indígenas y preguntarnos, ¿somos interculturales? o mejor todavía, ¿soy intercultural? Hay muchas posiciones teóricas sobre el mismo tema y creo que no hace falta entrar en la materia sino basta en un primer momento analizar nuestra experiencia con respecto a la lengua y culturas propias en su relación con las culturas y lenguas denominadas nacionales por razones históricas y sociales de dominación, en la generalidad de los países que vivimos y que son realidad cotidiana para los pueblos indígenas. A pesar de que la tipología no está alejada de la realidad, quería ilustrar el problema con una realidad concreta ya que estamos carentes de investigaciones que traten sobe este tipo de problemas.
Mi propuesta de trabajo es sencilla: ¿qué pasaría si ese sujeto comunicador fuera yo, que llegué desde muy pequeño a la ciudad, sin saber hablar bien el castellano, que aprendí el castellano con la ayuda de un maestro de teatro, que gané mi primer concurso de declamación sin comprender lo que repetía y que cuando estudié, por el cambio de mi lenguaje, mi padre ya no quería platicar conmigo porque en su pensamiento existía la idea de que yo solamente hablaba palabras muertas, porque mi castellano era de libro y no era la lengua común que habla la gente?
En verdad que entré en un conflicto que no sabía cómo salir. Porque resultaba que la tipología que mi mente imaginaba parecieran ser las etapas que yo mismo había recorrido en mi vida personal. Y pese a que no era completamente intercultural por la sobrevivencia del dominador dentro de mí, el diálogo cultural que se daba en mí ha pasado y pasa por momentos en las tres situaciones descritas.
Admiro y he admirado a los comunicadores indígenas que son hablantes perfectos de su lengua propia y que son capaces de hacer “la comunicación una armonía con el todo”. Recuerdo estas palabras del tata misak Lorenzo Muelas, pronunciada en su intervención en la II Cumbre Continental de Comunicación Indígena celebrada en Santa María Tlahuitoltepec, Mixe, Oaxaca, en octubre del 2012.
Considero que sí existen estos tipos de comunicadores, forjados en la lucha por el territorio, por la identidad, por la cultura de sus padres y por la defensa de sus derechos conculcados por la dominación, sean éstos los rostros que sean, sean estos los gobiernos actuales, o los grupos hegemónicos de cada nación en la que vivimos los pueblos indígenas del continente.
Yo no pertenezco a esta clase privilegiada comunicador.
Perdí mi oportunidad de ser pleno cuando llegué a la escuela de la ciudad. Nunca supe de mí como pueblo, como identidad, como cultura, como historia. Los indios o después los indígenas siempre fueron en mí la tercera persona, los que “vivieron” en tal parte del territorio. Sabedor que vivo y que soy, el estudio me llevó a ignorarme a mí mismo.
La lucha por los derechos de los pueblos indígenas a finales de la década de 1970 y en principios de 1980 me hizo ver mi identidad perdida o en conflicto. Me hizo ver mi realidad equivocada o sin futuro. Mis hijos no habían aprendido a hablar y a amar la lengua de mis padres, no habían aprendido a querer el territorio con el que me alimenté y conseguí los recursos para poder estudiar. No apreciaron en trabajo del campo como yo lo aprendí de mis padres, sobre todo de mi madre. Mis hijos no tenían futuro con historia sino les tocaba escribir su historia a partir de la realidad donde se habían formado.
Muchas cosas cambiaron para mí. Por eso en un principio no solamente pensé y comuniqué lo que debía decir reconociendo la superioridad del castellano o la debilidad de mi propio idioma, sino ni siquiera percibir que había perdido mi lengua. Que había aprendido a pensar el mundo a partir del mundo apropiado en la ciudad y que mi mundo, el mundo de mis padres no lograba expresarlo en mis textos. Me hice reportero a principio de los años 1970 con cierto prestigio en un diario de la ciudad de Oaxaca y me preocupé por conseguir los reportajes de ocho columnas en el diario donde trabajaba. Cierto es que abordaba el problema de mis gentes o la situación de pobreza y oprobio que ofendía toda dignidad de las personas y los pueblos pero mi mundo para dibujar esta realidad no era mi mundo, ni mis palabras, sino el discurso aprendido en la ciudad y que la gente esperaba leer en mis textos.
Después mis escritos se volvieron de resistencia. De resistencia ante la dominación, ante la ofensa, ante la discriminación. Mi lenguaje fue una plena oposición a todo lo que me negaba. Empecé por dibujar con mis palabras y mi texto mi mundo imaginario deseado, perdido, anhelado. Mis palabras fueron recogidas por algunos que como yo, habían perdido identidad y la habían recuperado en la lucha.
Sin embargo, una de mis luchas fue apropiarme del lenguaje de la ciencia. Buscaba insistentemente lograr el lenguaje del conocimiento, el lenguaje del argumento para entablar un diálogo con el gobierno y con sus personeros. Esa lucha por apropiarme de este lenguaje es inacabada y humildemente reconozco que al fin, tampoco lo he logrado.
Por eso me conformo ahora con tratar de reconocer que la comunicación de esencia intercultural, en el que se pone énfasis en los puntos de contacto entre diversas culturas y por lo consiguiente en el necesario diálogo entre las culturas, es verdaderamente un campo difícil de transitar. No ha habido tiempo y quizá capacidad de construir los conceptos necesarios para expresar nuestras propias realidades, en el lenguaje de nuestra propia realidad o en el lenguaje de las diversas formas de hacer ciencia pero desde la métrica del pensamiento propio.
Creo que todavía soy repetidor de realidades construidas fuera de mi mundo, por eso admiro y reconozco en este escrito el esfuerzo, el trabajo de comunicadores indígenas que sí viven una interculturalidad verdadera. Creo que han sido afortunados de vivir un mundo diferente al mío, donde si bien existe todavía la discriminación, existen también los espacios para aprender a ser uno, en un mundo cambiante, tecnológico, científico y también destructivo de la naturaleza y de la esencia fundamental del hombre: el de la libertad de ser lo que uno es porque lo es y expresarlo al mundo sin temor, con valentía y orgullo.
Como ven, mi contribución no tiene gran mérito pero expresa un conflicto real de un sujeto concreto y específico, histórico y de una etapa de mi formación con sujeto en el que han dialogado culturas y pueblos y en los que al final me veo como un hombre inconforme, que no acepta ser ignorado o que no cree en la simulación de las autoridades de gobierno y comparto la última experiencia, la que me ha motivado a escribir este texto.
Recientemente nos invitaron, hace realmente poco, el 11 de septiembre de 2014, las autoridades del Instituto Federal de Telecomunicaciones para oír a los indígenas en el evento: “Mesas de trabajo sobre concesiones de uso Social Comunitarias e indígenas para la instalación y operación del estaciones radiodifusoras”.
La idea de cómo hacer operativa la ley recientemente aprobada, la Ley Federal de telecomunicaciones y Radiodifusión y la Ley del Sistema Público de Radiodifusión en México tomando en cuenta el punto de vista de los indígenas me pareció una real apertura y a pesar de no creer mucho en esto asistí.
Estuve en la mesa dos en la que se nos escuchó junto con las voces de especialistas de la materia y cuando se presentaron los aportes de la Mesa en la reunión plenaria, no están nuestros planteamientos y posiciones, por ejemplo, que una acta de asamblea de la comunidad indígena era el documento básico para reconocer que una radio es indígena.
Se habló de que podían existir otros documentos, pero la experiencia nos ha enseñado que lo que mantiene la unidad de una comunidad, de un pueblo es que el acuerdo tomado sea de conocimiento de la comunidad, de manera tal que ella se hacía el sujeto legal de reconocimiento de que el medio, como medio indígena, era respaldado por la colectividad y no por individualidades específicas, por más que éstas fueran muy poderosas o de más acceso a los recursos legales establecidos.
Que existen otras formas de reconocimiento, sí, para radios comunitarios, porque ellas tienen otro origen y otra naturaleza, aunque al parecer se pusieran al servicio de las comunidades. Pero su dirección y administración está bajo la responsabilidad de un pequeño grupo o de individualidades que no abarcan el criterio de la colectividad general.
Había otros temas tratados eso sí, pero no los puntos de vista expresados y que yo he recogido de los Congresos Nacionales de Comunicación Indígena y de la misma II Cumbre de Comunicación Indígena del 2012.
Me han convencido y cuando menos a nivel de hipótesis que la realidad se encargará de probar si es o no cierto, que quieren oír pero no oyen, quieren escuchar pero no escuchan. Sólo oyen sus voces. La interculturalidad para ellos no existe todavía. Estamos más ante una práctica de simulación de comunicación entre culturas.
Todo parece indicar que lo que se logre en el campo del ejercicio de los derechos de la comunicación indígena será resultado de una lucha más difícil, más en el campo en el que no somos expertos: el campo de la política, de la mentira, de la simulación y habremos que prepararnos para esto, para no caer en este juego y práctica.
Y habrá que ver cómo los propios comunicadores nos dividimos o hacemos un solo cuerpo, porque la realidad es que el dominador sigue viviendo en nosotros y que la interculturalidad sigue siendo una aspiración que habrá de construir.
También tenemos que reconocer que en la realidad nacional existen fuertes limitantes de la interculturalidad tales como la educación monocultural y monolingüe, la discriminación de la población indígena en los medios masivos de comunicación, la negación histórica y política de nuestros derechos como pueblos y la falta de presencia de nuestras culturas en los medios masivos de comunicación no indígena. Esta es y seguirá siendo una realidad dominante que tenemos que enfrentar y la experiencia de los pueblos del sur del continente son iluminadoras.
Habrá que estudiar bien cómo fue posible legalizar en Argentina, Bolivia y Ecuador el derecho de los indígenas a la comunicación, el derecho, por ejemplo de que se reconozca el 33% de espectro nacional para los pueblos indígenas, pero la pregunta insistente es de que si ese reconocimiento se puede hacer efectivo sin recursos, sin apoyo de los gobiernos y la sociedad civil o solamente asistimos a un nuevo nivel de simulación de reconocimiento de derechos.
O tenemos que buscar a nuestros dominadores para que nos financien, como por ejemplo las fundaciones y las ONGs norteamericanas y de los países europeos. O buscar su reconocimiento a través de premios que se traducen solamente en recursos. Hay un campo muy grande para reflexionar sobre estos asuntos.
Hay una nueva realidad en nuestro continente con las radios indígenas y otros medios de comunicación digital. Hay una posibilidad de que a través de la intercomunicación de los grupos humanos indígenas se cree una nueva conciencia contra la violación de derechos de los pueblos indígenas y de los grupos sociales que luchan por sus derechos, como es el caso de los estudiantes indígenas de las escuelas normales, que han tenido una afrenta violatoria a todo derecho con el asesinato y la represión como en el caso de los estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero.
No debemos tolerar este tipo de respuestas institucionales, de ningún gobierno ni de ningún órgano de estado. Todo parece indicarnos que la lucha por los derechos humanos transita por una etapa crítica y difícil.
Aún recuerdo las palabras de un funcionario del Instituto Federal de Telecomunicaciones cuando se le pedía una tregua y la no represión de las radios indígenas que funcionan sin permiso porque éste ha sido negado o no autorizado por los responsables de hacerlo dentro de la estructura del gobierno federal.
Ellos decían que no podían dar esa tregua basados en la ley hecha a su modo y necesidades, pero no a la realidad de nuestros pueblos y sus derechos. Realmente tenemos que organizarnos para esto. Nadie debe estar indiferente ante estos hechos violatorios de todo derecho y de relación no respetuosa a las diversidades de pensamiento, lucha y derechos.
Cierto es que necesitamos construir sistema con vivencial democrático, participativo y respetuoso de las identidades diversas. Para ello hay que trabajar mucho, requerimos de un clima político que reconozca la diferencia y no defienda la desigualdad. La interculturalidad debe abandonar el mundo de la teoría y ser reconocido en un hecho existencial. La interculturalidad es una experiencia existencial.
Me gustaría recordar en este momento los dos principios fundamentales de justicia propuestos por Rawls, que bien pueden ayudarnos a pensar en nuevos escenarios de reestructuración social en estos tiempos posmodernos pero de una insistente modernidad:
1. Toda persona tiene igual derecho a un régimen plenamente suficiente de libertades básicas iguales, que sea compatible con un régimen similar de libertades para todos.
2. Las desigualdades sociales y económicas han de satisfacer dos condiciones. Primero, estar asociadas a cargos y posiciones abiertos a todos en las condiciones de equitativa igualdad de oportunidades; y segundo, deben procurar el máximo beneficio de los miembros menos aventajados de la sociedad.
Esta es mi reflexión estimados oyentes.
San Felipe del Progreso, Estado de México, 8 de noviembre de 2014.
Ponencia presentada en el 1er Congreso Internacional de Comunicación Intercultural de la Universidad Intercultural de San Felipe del Progreso, estado de México
Fuente: Agencia Internacional de Prensa Indígena - AIPIN
https://www.alainet.org/de/node/164688
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