¿Intercambio humanitario para seguir la guerra o para retomar el rumbo de la paz?

06/02/2009
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  • Opinión
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Lo más importante de lo ocurrido esta semana en Colombia es que la sociedad civil, comprometida con la paz y los derechos humanos, logró romper la decisión de la guerrilla de no realizar más liberaciones unilaterales y la negativa del gobierno a permitir una facilitación para liberar más secuestrados. 
 
Más allá del pulso político, de los cálculos militares y de la dura confrontación entre el gobierno y las Farc, se impuso un criterio humanitario en el que primó la vida de los rehenes. Al final, las Farc cumplieron el anuncio hecho el 21 de diciembre de liberar seis de las personas que mantenían secuestradas, la senadora Piedad Córdoba ratificó su condición de facilitadora humanitaria y aseguró el rol de importantes sectores de la sociedad colombiana en la construcción de la paz, el gobierno ofreció las garantías necesarias luego de sobrevuelos que hubieran podido frustrar las liberaciones. A pesar de los incidentes previos, el Comité Internacional de la Cruz Roja cumplió con profesionalismo su misión y el gobierno de Brasil hizo parte de una misión exitosa que merece nuestro reconocimiento y gratitud.
 
No fue fácil pero se demostró que no es imposible. Hoy seis colombianos más están libres, el secuestro político o por razones económicas, como forma de lucha, no tiene cabida en la sociedad colombiana y, más allá de las prevenciones y suspicacias del gobierno, hay una sociedad civil que actúa, participa, propone y logra resultados tangibles, esos resultados que siempre se exigen pero que no siempre se valoran cuando ocurren.
 
El movimiento de colombianos y colombianas por la paz, que además de la persistencia de la senadora Piedad Córdoba, cuenta con el apoyo obstinado de las mujeres activistas de la paz y un sinnúmero de personas del mundo de los derechos humanos, la academia, la cultura, la política, las iglesias y otros sectores de la sociedad, tiene un rol clave en el futuro inmediato. Desde la legitimidad alcanzada en medio del escepticismo (del cual hicimos parte) y con la certeza de poder avanzar en más liberaciones, este movimiento por la paz puede contribuir ahora a un acercamiento entre las partes para rehacer escenarios de diálogo, construir confianza entre las partes y proponer fórmulas de negociación política.
 
Claro que en el orden de las prioridades está rescatar de las selvas colombianas a los militares y policías secuestrados, cuya dramática e inhumana situación, convoca hoy la solidaridad nacional. Y ojalá que las Farc y el Eln, en un acto de realismo político y de acatamiento del derecho internacional humanitario, proscriban el secuestro como forma de lucha y reafirmen su condición de actores políticos sujetos de interlocución con miras a la solución negociada.
 
Porque estos extraordinarios avances no significan paz. La ofensiva militar del gobierno continúa, la seguridad democrática se presenta como una panacea insustituible, las guerrillas siguen operando en varias regiones del territorio nacional, los grupos paramilitares se reorganizan y cambian de nombre y en Estados Unidos se inicia la discusión sobre el paquete de asistencia militar a Colombia.
 
El diálogo epistolar realizado con éxito entre la sociedad civil y las Farc no debe centrarse en un eventual intercambio humanitario, cuya negociación podría prolongarse indefinidamente en detrimento de la salud y la vida de los secuestrados.
 
El optimismo y la confianza que despiertan el regreso con vida de Alan Jara, Sigifredo López, los policías y el militar (recatados por la sociedad civil), deberían fortalecerse con la liberación unilateral de los militares y policías que siguen en poder de las Farc y debería ser respondido por el gobierno con la libertad de los guerrilleros que no estén inmersos en crímenes de guerra o delitos de lesa humanidad.
 
 Pero no hay que confundir intercambios o acuerdos humanitarios con procesos de paz, sobre todo cuando la realidad indica que estos gestos unilaterales o acuerdos entre las partes, se hacen para seguir la guerra y no para promover la paz. El esfuerzo principal es por el diálogo y la negociación para poner fin a este prolongado conflicto armado que, además de secuestrados, también registra millones de desplazados y desterrados entre sus trágicas consecuencias.
 
Editorial de CODHES
Bogotá, 5 de febrero de 2009
 
 
https://www.alainet.org/de/node/132247
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