Anotaciones sobre el “Caso Berríos”
El programa democrático y la lucha contra la impunidad
09/04/2006
- Opinión
Aunque es mucho lo que se ha dicho y escrito sobre la dictadura, algunas afirmaciones realizadas en debates recientes parecen indicar que subsisten distintas visiones.
1- Se reitera la propensión a reducir el ciclo de terrorismo de Estado a un antagonismo entre civiles y militares. O presentarlo como la mera confrontación entre las ideas democráticas y las ideas autoritarias.
Según esta mirada, la dictadura habría significado el triunfo de unas ideas ajenas a las tradiciones del país. Una mudanza perversa en las formas de gobierno nacida como respuesta a la contestación armada de la izquierda radical. Finalmente, todo se reduciría a visualizar a los dos extremismos responsables de lo sucedido.
2- Una buena cantidad de estudios realizados en aquella época y otros recientes demuestran que la dictadura fue la culminación de un proceso que hunde sus raíces en los años sesenta, cuando las clases dominantes impulsaron un conjunto de reformas destinadas a liquidar las conquistas sociales de los trabajadores, debilitar al mercado interno y a las capas medias y desarmar en el Estado todas las funciones capaces de llevar adelante políticas de defensa de los intereses económicos del país y de una redistribución más justa de la riqueza.
Esta remodelación conservadora fue impulsada por los sectores sociales ligados a las grandes empresas, al sector financiero y a la gran propiedad territorial. Tuvo el apoyo activo de una gran parte de la burocracia estatal, de los medios de comunicación y de los sectores conservadores de los partidos tradicionales. También el respaldo en todos los terrenos de la diplomacia, los militares y los gobernantes de los EE. UU.
Para estos sectores sociales y políticos poner en práctica su proyecto significó enfrentarse con la democracia y con las tradiciones de libertad arraigadas en el país: libertades sindicales, autonomía universitaria, periodismo crítico, independencia de los magistrados, existencia de un clima de crítica y efervescencia cultural.
3- En el proceso autoritario el gobierno de Pacheco marcó un antes y un después. Al liquidar los consejos de salarios, ilegalizar la labor sindical y recurrir a las Medidas Prontas de Seguridad para enfrentar a los gremios, Pacheco mostró la índole clasista de su apelación al orden.
Cuando el 13 de junio de 1968 desde el gobierno se dio inicio a una vuelta de tuerca al proceso autoritario, la Cámara Nacional de Comercio, la Asociación Rural, la Cámara Mercantil de Productos del País, la Federación Rural, la Asociación de Bancos y la Bolsa de Valores, ese mismo día declaran su total apoyo a la medidas de seguridad “destinadas, dicen, a enfrentar el desafío que las organizaciones sindicales le hacían al Estado”.
4- Conseguir una base política para legitimar esa expropiación a los trabajadores y ese conservadurismo económico y social no resultó fácil. Los partidos tradiciones se dividieron y la izquierda echó las bases de su unificación. De hecho, la dictadura instaurada el 27 de junio fue el último recurso para imponer las reformas regresivas destinadas a liquidar al Estado de Bienestar e imponer otro proyecto de país.
Se hizo necesario recurrir la violencia y el terrorismo de Estado porque las resistencias sociales habían impedido la reestructura conservadora.
5- Las derechas no jugaron solas. Debieron enfrentar la resistencia de amplios capas populares al frente de los cuales estaban los trabajadores. De esa ofensiva remodeladora y de esas resistencias económicas, políticas y culturales forman parte las grandes movilizaciones de aquellos años nacidas en el rechazo al intento de liquidar la democracia, las libertades públicas y las conquistas del estado de bienestar.
En esas movilizaciones masivas se plasmó el proceso de identificación político-ideológica de la izquierda. Se produjo ese salto en calidad desde el punto de vista social y político que es la toma de conciencia de estar formando parte de un proceso histórico de resistencia y de lucha por los cambios.
6- En esos años, la dictadura abarcó, para ordenar y reprimir, todas las áreas de la sociedad –desde los textos escolares hasta el canto popular; desde los psicólogos verdugos en el Penal de Libertad hasta los ‘juristas’ que legitimaban la tortura.
Para doblegar todos factores de oposición, la represión se extendió al conjunto de la vida social, desde la izquierda al movimiento obrero y estudiantil, a los periodistas, los abogados y los magistrados independientes. Y la cuestión fue, como se definía en aquellos años, entre la libertad y el despotismo.
Visto desde hoy, fue una guerra total contra las organizaciones populares. Es desde la existencia de esa guerra que se ordenan los roles de víctimas y verdugos, héroes y villanos de aquel período.
7- Durante la dictadura, las FFAA -que ya habían reprimido a las corrientes internas democráticas, encarnadas en Seregni, Licandro, Baliñas y cientos de otros oficiales- ejercieron la represión más despiadada contra las organizaciones populares. No se trató de una represión dirigida exclusivamente contra un movimiento guerrillero, sino contra todo un pueblo.
Veinte años después de cerrado ese ciclo no han tenido una sola voz de reprobación a lo hecho. No hay autocrítica.
A menudo se oye la apelación de algunos militares diciendo ‘a nosotros nos llamaron’. Y en cierto sentido eso fue así. En 1971 y 1972, los dirigentes de las fracciones políticas conservadoras los llamaron. Y como había ocurrido con Pacheco en 1968, en junio de 1973, el autoritarismo de Bordaberry y los mandos militares llegó con el respaldo de las organizaciones corporativas de los empresarios.
Así llevada de la mano, la cúpula militar no vaciló en apropiarse de la mayor cantidad posible de poder. Y hubo militares al frente de todas las reparticiones del Estado, de los municipios y de las empresas públicas
8 - Uno de los aspectos ilustrativos de la dictadura justamente fue el mantenimiento de la represión contra los sindicatos clasistas con el propósito de destruirlos o de lograr la sustitución de las viejas organizaciones de la CNT por sindicatos “patrióticos” y “nacionalistas” que colaboraran con los militares en el mantenimiento del orden.
Varios años después que la cúpula militar había dado por concluida la lucha contra la subversión, en nuestro país se seguía torturando salvajemente, manteniendo toda la brutalidad del sistema carcelario y reprimiendo cualquier intento de movilización obrera, estudiantil o cultural.
9- Paralelamente, la política económica del régimen se orientó dentro de las pautas del liberalismo económico, rechazando la intervención del Estado, favoreciendo la extranjerización de la economía, promoviendo un insoportable endeudamiento externo, una redistribución de la riqueza a favor del capital y en menoscabo del salario así como un deterioro de todos los servicios públicos de carácter social como la salud, la educación y la vivienda.
Cuando llegó la hora de tomar decisiones, se fueron al demonio todas las almibaradas promesas de los comunicados 4 y 7, en las que muchos en la izquierda creyeron. Se escurrieron de la escena los ‘militares progresistas’ que habían parlamentado con el MLN en octubre de 1972. Prevaleció un modelo capitalista desnudo. Un Estado juez y gendarme, implacable, para llevar hasta sus últimas consecuencias el proyecto que se venía gestando desde los años 60.
10- En ese contexto es un error imaginar que la principalidad de los hechos de la dictadura estuvo en la lucha entre dos protagonistas, los militares y el movimiento tupamaro.
Tal como la analizamos, la lucha contra la impunidad de hoy, que incluye a las acciones terroristas posteriores al advenimiento de la democracia, como el secuestro de Berríos y la complicidad con sus homicidas, forma parte del programa democrático y de defensa de los intereses populares que se gestó en la lucha contra la dictadura.
La coordinación con militares golpistas de otros países de la región, la búsqueda de la impunidad y el desprecio por los magistrados así como el desarrollo de un espíritu corporativo de mutuas complicidades dentro del Ejército, son capítulos de una tarea pendiente desde hace más de veinte años, la democratización y depuración de las Fuerzas Armadas.
- Hugo Cores-PVP-Frente Amplio
https://www.alainet.org/de/node/114837?language=en
Del mismo autor
- Por nuevos avances en verdad y justicia 04/12/2006
- Una ley injusta, heredada de un pasado siniestro 27/11/2006
- Opiniones latinoamericanas contra los TLCs 20/11/2006
- Ecos de la Cumbre 06/11/2006
- La derecha realizó un ensayo general 28/10/2006
- La derecha sube la apuesta 22/10/2006
- Los que en Punta Cala aplaudían, hoy dicen que es dictadura 15/10/2006
- Elecciones internas de la izquierda: los logros y los desafíos 12/10/2006
- Las tensiones que afloran convocan al debate y a la movilización 08/10/2006
- La experiencia del PT de Brasil: enseñanzas para frenteamplistas 01/10/2006