Contra las nuevas y las viejas formas de la corrupción
29/11/2004
- Opinión
De acuerdo a lo que la izquierda ha sostenido
sistemáticamente y reiterado en resoluciones
recientes, su acceso al gobierno va a implicar un
cambio sustancial en el funcionamiento del Estado.
Dicho de una manera muy general, el punto de partida es
el de un Estado desprestigiado, caótico y puesto al
servicio de políticas antipopulares y contrarias al
interés nacional. Las derechas,
constructoras/deformadoras del Estado nacional, que han
retenido el gobierno por largo tiempo, han puesto a su
servicio a las instituciones públicas para satisfacer
sus intereses grupales y de sus socios extranjeros.
Mientras desarrollan su demagogia antiestatista,
habilitan la entrega de pingues negocios para grandes
empresas privadas, casi siempre extranjeras, que saben
luego como gratificar las concesiones y todas las
formas de debilitamiento de las empresas públicas
uruguayas.
Sin embargo, el Estado uruguayo no se agota con esa
descripción: enclavados en la plantilla hay muchos
miles de funcionarios, jerarcas y técnicos que han
tenido y tienen sentido de la responsabilidad y la
dignidad de hacer que algunos servicios todavía
funcionen y que sus oficinas o empresas cumplan, aunque
sea mínimamente, con sus obligaciones hacia la
comunidad. Esos funcionarios y esos técnicos serán un
pilar fundamental en el proceso de transformaciones
profundas del Estado que impulsará el Frente Amplio en
el gobierno.
Es imprescindible, como paso simultáneo a los trabajos
de la transición, lograr que esos funcionarios sientan
que ha llegado su hora, la hora de cumplir con el país
y con sus convicciones morales y políticas.
Un factor clave en este terreno impone su distintivo
sobre toda la transición: a diferencia de las
anteriores, en este cambio de gobierno no funcionará la
ley de cubrir los estragos anteriores cometidos por
"los primos" que disfrutaban de las bendiciones de la
impunidad del poder administrador. Será una transición
sin impunidad, sin complicidades, con investigaciones
administrativas y, si cuadra, penales. Tanto sobre las
nuevas como sobre las viejas formas de la corrupción
estatal.
Todos los organismos de contralor previstos en la
legislación vigente estarán llamados a trabajar a todo
ritmo con el objetivo de esclarecer, en el menor tiempo
posible, todas las situaciones ambiguas, todos los
negocios oscuros, todas las prebendas inexplicables.
Las camarillas políticas tradicionales gozaron del
privilegio durante tantos años que, en forma paralela a
la Constitución y la Ley, se creó un derecho no-
escrito, un conjunto coherente de normas nacidas de la
costumbre, un verdadero derecho mafioso o semi-mafioso
que regula el desarrollo de la corrupción, la
distribución de prebendas, la sustanciación secreta de
las coimas, bajo sus diversas modalidades.
Cualquiera que siga a través de la prensa los procesos
en la DGI, el Tribunal de Cuentas, la Dirección de
Aduanas o las decisiones de los Directorios de las
empresas públicas, como OSE, ANCAP, UTE y demás, tiene
para entretenerse sólo formulándose algunas preguntas:
¿por qué tal o cual dependencia estatal entrega a una
transnacional un buen negocio y retiene todos los que
son deficitarios? ¿Por qué se encumbra a los gerentes
más dóciles e incapaces en lugar de promover a los más
calificados y a los que más lealtad han demostrado para
servir a los intereses de la empresa pública? La lucha
contra este "derecho" consuetudinario del que se
beneficia, desde hace decenios, una parte de la
burocracia política y una parte de los empresarios, no
será fácil.
Según creo, junto con la aprobación de un Plan de
Emergencia para atender la situación social, una de las
primeras señales claras que el nuevo gobierno deberá
dar, es que en la nueva administración todos los
organismos de contralor funcionarán a pleno, con medios
materiales (por ejemplo la informatización efectiva de
todos los expedientes en trámite) y legales.
Y con independencia. Por ejemplo, un organismo de
contralor no puede estar subordinado al organismo que
debe controlar, como ocurre con algunas dependencias
del Ministerio de Economía y Finanzas. Las
dificultades de contralor, luz verde para el abuso de
funciones y de la coima, tienen algunas dificultades
que están en el origen mismo de las normas que
establecen el Presupuesto Nacional de Gastos, que
dificultan seriamente la acción de control sobre lo
realmente gastado. Otros obstáculos, son aberraciones
inaceptables como la pérdida de más de 240 expedientes,
con investigaciones sobre irregularidades contables en
diversas dependencias del Estado, extraviados en la
sede del propio Tribunal de Cuentas. ¿A qué apuntan
estas reflexiones? Simplemente a señalar que el
proceso de transición en el propio aparato del Estado,
convoca a formas específicas de lucha y de
movilización. Que para ir a fondo, el nuevo gobierno
necesitará del concurso de mucha gente, a la que hay
que animar y respaldar para que contribuya a sanear la
administración. Precisará de la mayor transparencia y
del diálogo con los que saben, con los gremios de
funcionarios que muchas veces acumulan un conocimiento
que no tienen los jerarcas que han caído en sus cargos
de mando como en paracaídas y, sobre todo, precisa de
un clima de entusiasmo y de confianza en las
posibilidades del país que estimule la transformación
desde adentro del Estado.
En nuestro país, donde no suele irle mal a los que
flotan "ingrávidos y gentiles", las camarillas
entronizadas en el poder han castigado siempre a los
que denuncian, incluso hasta cuando disponen de fueros
parlamentarios.
Habría que terminar para siempre con esa lamentable
tradición, hija de la impunidad. Esta cultura de la
impunidad frente a la corrupción, parienta de la otra
que protege a los violadores de los derechos humanos,
le ha hecho mucho mal a la sociedad uruguaya. Creo que,
entre otras cosas, una parte de la ciudadanía nos ha
dado el apoyo -y ese apoyo se ampliará- si la acción de
un gobierno frenteamplista se asocia al fin de las
canonjías y prebendas de tan larga data.
Creo asimismo que organizar esa depuración, la
necesaria movilización política y moral que supone,
cotejar entre nosotros opiniones acerca de cómo
proceder, es más edificante que las prematuras disputas
por los lugares en la futura administración.
La nueva corrupción, que como se ha demostrado en casi
toda América Latina, suele ser un factor básicamente
importado, está en estrecha relación con las
privatizaciones y con la propuesta moral de la
"sobrevivencia del más apto" que preconiza el
neoliberalismo y sus formas actuales de dominación. No
una sino muchas veces, este flagelo, especialmente
agravado en los países más pobres, suele ingresar de
contrabando en los partidos que se resuelven
combatirlo. Sus efectos, entonces, son aún más
desmoralizadores.
Y no hay más vacuna contra esa forma de infiltración y
contagio que los controles y la vigilancia de la
sociedad organizada, de la participación de la gente,
del funcionamiento orgánico de los partidos y de la
diáfana difusión de toda la información política,
administrativa, financiera y judicial en la que está el
juego el interés común.
Organizar como Frente Amplio esa transparencia y esa
participación insumirá tiempo y energías. Mejor no
dilapidarlas en batallas sectoriales, por legítimas que
sean..
* Hugo Cores es dirigente del PVP-567-Frente Amplio.
La República, 29 de noviembre 2004.
https://www.alainet.org/de/node/110971?language=en
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