Lo que está en juego en esta transición
22/11/2004
- Opinión
Muchas decenas de compañeros frenteamplistas están trabajando en
los distintos capítulos del proceso de transición, desarrollo
que, inevitablemente, tendrá algo de continuidad y algo de
transformaciones profundas e irreversibles.
1.
Me explico. Hacerse cargo del Estado supone algo así como ocupar
una ciudad en guerra. Entre las ruinas, unos sobrevivientes
(llamo así a los funcionarios no corruptos) muestran que han
seguido atendiendo sus funciones, que han cumplido con la ley y
con el público. Tienen sus cuentas claras. Están rodeados de
restos de una administración caótica y en descomposición que ya
casi les impide actuar.
Pero, mientras las partidas toman contacto con los que aún
viven, a su lado siguen silbando los misiles y estallando
granadas: nombramientos en el Banco Central, ascensos masivos de
jerarcas en OSE, actitud cómplice frente a empresas como GASEBA
y Uragua, incumplidoras de contratos, adopción de nuevas
tecnologías que comprometen el futuro y colocan información
esencial en manos de otros, como en OSE y ANTEL, todas las
formas de resistencia del viejo Estado clientelístico, puesto al
servicio de las corporaciones internacionales, montado durante
decenios por blancos y colorados, empresarios y jodedores de
toda laya, que está lejos de haber cesado.
Hay que pensar que su presión constante continuará. Y no será
fácil imponer la lógica de la democracia y de la justicia
pasando por encima de las tan invocadas "razones-de-Estado" y
pretendidamente prestigiosas "razones-de-mercado"
2.
Me consta que formular públicamente este tipo de pronóstico no
suele caer simpático. Escuchando a algunos dirigentes, tengo la
sensación que se están atenuando los elementos de cambio y
exagerando los factores llamémosle "armónicos" de la transición.
La transición para mí es otra etapa de lucha en la que, todavía,
seguimos en inferioridad de condiciones: ellos conservan todas
las palancas del gobierno y todas las del poder. En febrero y
marzo nos pasarán el gobierno, una porción del poder. El
cuantioso resto, seguirá en sus manos.
Uruguay ha conocido varias otras transiciones. La mayor parte de
las veces significaba continuación de los mismos grupos de
interés, de los mismos cuadros en la administración, de los
mismos compromisos internacionales, con la misma ideología.
Por lo general, como en cada año electoral el gobierno
despilfarraba recursos buscando votos, acto seguido, con el
primer año del nuevo gobierno llegaba el ajuste fiscal, la
congelación de salarios, los despidos. La hora de la verdad. Así
fue con Bordaberry, con Sanguinetti, con Lacalle y con Jorge
Batlle.
3.
El cambio que se prepara tendrá, inevitablemente, un carácter
bien distinto a todos los anteriores.
En primer lugar porque el nuevo gobierno responde a intereses
sociales distintos. Representa, prioritariamente, a otros
sectores y a otras clases sociales. No está ni lo estará nunca
ligado a las mafias financiera y de la usura, ni del
contrabando, ni de la coima, ni de la evasión fiscal.
En ese aspecto, el cambio de gobierno conlleva ruptura, una
profunda ruptura. Conflicto, pugna. Por eso no me convencen los
discursos conciliadores de los "tirio-troyanistas", esa plaga
amasada con el miedo y la desvalorización de la izquierda, que
prolifera en los medios al día siguiente de cada victoria
popular. Como pasó el 7 de diciembre cuando al FA triunfador en
el referéndum, se le empezó a exigir que "administrara la
victoria".
En este país de "apartadores", ahora se han oído las mismas
voces. ¿Qué quiere decir administrar la victoria?
¿Pedir disculpas por ser mayoría? ¿Disimular que representamos
intereses sociales antagónicos a los de ellos? Es un requiebro
inútil. No se lo creen.
Los partidos minoritarios y hasta los más chiquitos, como el
Colorado, tendrán todas las garantías que otorga la Constitución
y bastante más que las que tuvo el Frente Amplio en sus 33 años
de vida. Y esos partidos realizarán la tarea que con precisión
les indicó el pueblo, la primera irse, bien idos. Después ser
contralor y, si cuadra, oposición. Y bienvenidos los que la
hagan con buena fe y sentido nacional.
Para una fuerza política como el Frente Amplio, con energía y
vida interna, la crítica lo fortalece. Mucho más que los frutos
almibarados del halago y la alcahuetería con que se masajearon
entre ellos los blancos y colorados durante las últimas
administraciones.
4.
El cambio de los apoyos sociales del nuevo gobierno, entraña
inevitablemente otras orientaciones ideológicas. En este
terreno no se necesita meterse en honduras.
Tomemos, por ejemplo el asunto de la verdad. Se trata de un
asunto con profundos ribetes ideológicos. Para algunos la verdad
se debe manejar entre los funcionarios y los responsables
políticos del Estado. En secreto.
Hay unas no reconocidas leyes de la omertá, el silencio por el
miedo, impuesto por la mafia. Todos sabemos de los escarnios y
defenestraciones que, en los últimos años, han sido expuestos
algunos funcionarios civiles y militares que no se avinieron a
la complicidad ordenada desde el poder del Estado.
En el país existen activísimos operadores del secreto. Unos
secretos que no se podría calificar como "de Estado", porque en
realidad lo son de algunas camarillas instaladas y protegidas en
el aparato del Estado.
El espíritu del secreto y la impunidad está tan extendido, se ha
vuelto hasta tal punto una forma del "sentido común", que
algunos operadores políticos de Suárez y Reyes, no tienen rubor
en decirlo y fundamentarlo ante las cámaras de TV: la verdad no
se le puede decir al pueblo, al pueblo soberano. Ni a los
magistrados. Es para manejar entre nosotros, los chanchitos de
confianza, los que, siendo iguales a los demás, somos más
iguales.
A lo largo de estos años se han producido un sinnúmero de
denuncias. De todo tipo. Por parte de gremios, de periodistas,
de altos funcionarios. Hay que pensar si en el curso de esta
transición no se hará necesario publicar el Libro Negro (o mejor
ocre-marrón) de los gobiernos neoliberales, esos que facilitaron
que se llevaran todo y que miles de trabajadores fueran sumidos
en la miseria.
Bastaría con dejar de presionar groseramente al Poder Judicial
y, a la vez, hacer responder al Poder Ejecutivo los cientos de
pedidos de informes formulados desde el Parlamento y nunca
contestados, violando olímpicamente al ley.
También habría que ocuparse por investigar las denuncias
formuladas por sindicatos serios y bien organizados acerca del
despilfarro en las empresas públicas, especialmente en los
Bancos Oficiales, en UTE, en OSE, en ANCAP, en ANTEL, en la
"telaraña bancaria" nacional y extranjera y las complicidades en
los aparatos del gobierno y en la magistratura.
Repasar para investigar, también, todas las denuncias formuladas
por el periodismo serio de investigación, como el que han
realizado Roger Rodríguez, Gabriel Mazzarovich, Carlos Peláez,
Samuel Blixen y otros luchadores valientes e incansables
revelaciones que han quedado como voces en el desierto, pese a
la gravedad de las materias abordadas.
Hacer pública la verdad sobre los delitos contra el patrimonio
público es una obligación moral y jurídica para los nuevos
gobernantes. Y es también una necesidad política de primera
importancia: no podremos permitir que nos endilguen una pizca,
ni una mota, de todas las violaciones a la ley y a los derechos
del pueblo soberano perpetradas en los últimos gobiernos.
Terminada la redacción de esa summa, seguramente las editoriales
se disputarían el derecho a editar el Libro Ocre, llamado a ser
el best seller de la temporada.
Para entender lo que vendrá, el país necesita descompartimentar
de esa información. Y abrir una discusión con amplios sectores
de nuestro pueblo, empezando por los propios frenteamplistas.
* Hugo Cores es dirigente del PVP- Frente Amplio. La República,
22 de noviembre 2004
https://www.alainet.org/de/node/110912?language=en
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