Desmentida papal a supuesta reunión por “crisis social”

Francisco no tiene “la casa en orden” en el Vaticano

11/02/2014
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Se discute si hubo o no llamado del Papa a una reunión en Roma para tratar la “crisis social”. Al margen de la veracidad de ese cónclave, luego desmentido, hay una certeza: Francisco está atareado. No puede decir “la casa vaticana está en orden”.
 
El domingo se publicó en “La Nación” y Perfil una noticia que calzaba como anillo al dedo a los intereses políticos de quienes atacan al gobierno. Según esa información, el Papa había convocado a empresarios, sindicalistas y a algún ministro a llegarse hasta el Vaticano el 19 de marzo para debatir sobre la “crisis social”. La idea, que rezumaba “diálogo y consensos”, implicaba poner al Papa como árbitro de las cuestiones nacionales, cuestionando el rol de Cristina Fernández de Kirchner.
 
Según la versión, tal reunión había sido tramitada por Carlos Accaputo, allegado a Jorge Bergoglio, quien habría invitado a Daniel Funes de Rioja, vicepresidente de la UIA. En la lista estaban otros empresarios que luego irían a Ginebra a las deliberaciones de la OIT. Por eso también serían de la partida Gerardo Martínez (Uocra), representante del “movimiento obrero” ante la entidad y Carlos Tomada.
 
¿Habrá existido la idea de esa reunión política en dependencias vaticanas?
 
El Pontífice recibe a funcionarios y dirigentes de las más variadas militancias. En las últimas semanas lo hizo con Ricardo Lorenzetti, el ex canciller Jorge Taiana y otros dirigentes del Movimiento Evita, la CGT oficial, la cúpula sionista de la DAIA encabezada por Julio Schlosser, etc.
 
Claro, la diferencia con lo publicado por “Gaceta Ganadera” y Perfil era notable porque implicaba una intromisión papal en los asuntos internos. Era meterse en la interna de la oposición con tal de jaquear al gobierno. Y habría sido una enormidad que un político como Francisco no quiere cometer, al menos por ahora.
 
Una periodista del diario Crónica, Alicia Barrios, habló telefónicamente con su amigo personal Bergoglio y le preguntó por el supuesto cónclave. Del otro lado de la línea le dijeron que no, que era “un disparate”. Que el 19 de marzo tenía agendado sólo una reunión con dos connacionales por el tema Educación.
 
De ese cabo se tomó Jorge Capitanich para dar por refutados a los medios que habían generado “esta mentira que involucra a la máxima figura de la Iglesia Católica”. En principio hay que creer la desmentida. Habría sido mucho mejor que Francisco lo desmintiera personal y formalmente, en vez de usar de correo a una amiga, tratándose de un asunto tan grave...
 
Matices entre monopolios
 
Los que pusieron en circulación la especie podrida fueron “La Nación” y Perfil, pero hubo matices entre ambos.
 
El primero, con la firma de Mariano Obarrio, le dio un enfoque netamente opositor, como si la nota la hubiera decidido en alguna oficina o diálogo con Mauricio Macri y Sergio Massa, o peor aún, con el titular de la Sociedad Rural. Un país en llamas, pronto a desplomarse como las paredes del depósito de Barracas, ante la inutilidad de la presidenta, requería la intervención del bombero Francisco. Tal la síntesis argumental de Obarrio.
 
En cambio, el artículo de Perfil, firmado por Emilia Delfino, se titulaba “El gobierno busca una 'bendición' del Papa Francisco para el acuerdo salarial”. Afirmaba que en medio de la inflación e inminentes paritarias, la presidenta buscaba retrasarlas. Estaba necesitada del concurso de la CGT oficial, para lo cual buscaba involucrar también al Papa, para lo cual “el Ejecutivo colaba a Tomada” en esa reunión.
 
Las diferencias entre esos monopolios se evidenciaron más respecto a Clarín. Su especialista en temas religiosos y autor de un libro sobre Francisco, Sergio Rubin, aseguró ayer: “incluso, fuentes eclesiásticas negaron que el Papa le haya dado un mandato al titular de la Pastoral Social porteña, padre Carlos Accaputo, para que convocara a todos los sectores a la supuesta reunión del 19 de marzo, como consignaban los citados artículos publicados ayer”.
 
Continuó Rubín: “más aún: Francisco suele recomendarle a todos los dirigentes que lo visitan que 'ayuden a Cristina' a fin de que pueda terminar su mandato en las mejores condiciones para bien de las instituciones y de todos los argentinos. Otra cosa, aclararon, es que se inmiscuya directamente y coordine un diálogo”.
 
Desde una vereda opuesta, la nota dominical de Horacio Verbitsky en Página/12 (“Curva cerrada”) alude a esa recomendación vaticana, aunque por supuesto la interpreta en tono crítico. “El debate instalado a partir de la insidiosa frase que el Papa Francisco le transmitió a José Mendiguren para que la repitiera aquí (“hay que cuidar a Cristina”, con todos los subtextos implícitos que cada uno pueda agregarle), es puro artificio”, escribió quien simpatiza con CFK y mantiene viejo enfrentamiento con Bergoglio.
 
En medio de la polémica por el supuesto “sínodo” de opositores y algunos oficialistas del 19 de marzo, con preeminencia de los primeros, lo bueno es que tal reunión no se hará y que los que la publicitaron tuvieron enfoques diferentes.
 
Vaticano en apuros
 
Además de las explicaciones mencionadas para dar por válida la desmentida, hay otras más consistentes. La tarea reformadora del Papa en “su casa” está lejos de haber concluido la etapa de los cimientos. El resto de la estructura, el nuevo mobiliario y personal de la Iglesia, no comenzó siquiera.
 
Hoy se cumple un año del singular aviso de Benedicto XVI de que le faltaban fuerzas para seguir piloteando a la Iglesia, lo que abrió un compás de espera hasta el 13 de marzo pasado, cuando fue ungido el primer pontífice latinoamericano.
 
Bergoglio realizó cambios cosméticos pero importantes: vestir más sencillamente, vivir en un departamento, salir y dialogar con los fieles. En suma, tuvo una política mucho más de masas que su antecesor alemán.
 
Él cambió parte de las jerarquías. Por ejemplo sacó al ex secretario de Estado, Tarcisio Bertone, de la comisión de notables que trabajaba en el Banco del Vaticano. Ha sido una buena señal. Ahora, que eso signifique un saneamiento y moralización de una institución de dudosa credibilidad desde hace décadas, sólo gente muy devota podría creerlo. Ese banco no aguanta una inspección a fondo de las entidades europeas porque no respeta sus normas de calidad, que no son el summun de la decencia, como se vio allí y en EE UU a partir de la caída del Lehman Brothers.
 
Los cambios de estilo son evidentes y en ese aspecto este Papa es mejor que los anteriores; tiene más sensibilidad social. De allí a decir que es “un Papa peronista”, eso ya corre por cuenta de esa parcialidad.
 
En sus mensajes ha reiterado expresiones a favor de la paz, en dirección a la fraternidad para superar los dramas de la pobreza, pidiendo clemencia con los inmigrantes, etc. Por ahora son palabras y condolencias. El Vaticano no donó ninguna de sus grandes propiedades ni inversiones para atender una cuestión humanitaria en Haití, Siria o Irak.
 
Dudosa autocrítica
 
Benedicto XVI, después de años como titular de la Congregación para la Doctrina de la Fe en que encubrió a curas pederastas, ya como Pontífice había comenzado a tomar medidas contra los incursos en esos horribles delitos.
 
Y esa línea autocrítica la hizo suya Bergoglio, quien en diciembre pasado formó una comisión con un obispo y mayoría de laicos, que debería asesorarle en la materia. En enero de 2013 el Vaticano debió comparecer en Ginebra ante el Comité para los Derechos del Niño, dependencia de Naciones Unidas, y responder a su interrogatorio. Se le reprochó que, tras violaciones de niños, los sacerdotes no eran castigados ni dados de baja sino trasladados. Y en otras diócesis seguían cometiendo las aberraciones con el plus de impunidad de la falta de información en esos nuevos destinos.
 
Fue inédito que la Iglesia debiera comparecer ante la ONU, tal el nivel de impunidad de la sacrosanta institución. Estaba por sobre el bien y el mal. Intocable. Ese Comité dio a conocer su informe. “Feroz crítica de la ONU al Vaticano por no ir a fondo contra los abusos”, tituló “La Nación” el 6 de febrero pasado, en nota de Elisabetta Piqué. A lo largo de 16 páginas, el Comité denunció el “código del silencio” que imperó en la Iglesia para encubrir miles de abusos de menores por tipos de la curia. Exigió removerlos de inmediato y entregarlos a la policía, y dar de baja a los encubridores.
 
Se dirá que Francisco había cuestionado la pedofilia. Tan cierto como que ahora la ONU la marcó la cancha y la Iglesia se quejó de que eso sería una arbitrariedad y una injusticia.
 
El delegado del Vaticano ante Ginebra, monseñor Silvano Tomasi, cuestionó que el informe “fue realizado bajo la influencia de lobbies que tienen intereses sobre la homosexualidad, el matrimonio gay y otras cuestiones”. Tomasi minimizó la responsabilidad de la Iglesia, al comparar los 40 millones de casos de abusos de niños en el mundo con algunos miles “en proporciones muy reducidas, que tienen que ver con personas de la iglesia”.
 
La iglesia dogmática se opone al aborto, al matrimonio igualitario y la homosexualidad, no permite comulgar a los divorciados vueltos a casar, no flexibiliza el celibato y mantiene a la mujer en un lugar secundario. Y cuando alguien le marca sus defectos, lo rechaza. ¿Qué dice Francisco del documento de la ONU? Por ahora, cric cric, cric cric.
 
 
https://www.alainet.org/pt/node/83092
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