Cambio axial, Francisco-Papa y Nueva Evangelización
04/01/2014
- Opinión
Nota. Este documento tiene dos partes: 1) Un sintético repaso de algunos momentos de la historia de la Iglesia, en que se alejó demasiado del Evangelio de Jesús de Nazaret. 2) Conceptos de Mariá Corbí y de José María Vigil, tomados de un libro de reciente aparición, que incluye comentarios sobre la crisis de las religiones y de las iglesias.
Desde finales del siglo XX y a lo largo de los trece años de este siglo, han entrado en uso algunos términos para significar los nuevos tiempos. Son palabras claves. O conceptos-programa: cambio de paradigmas, cambio axial, cambio de época, se cayeron los meta-relatos, entró la postmodernidad...
En este contexto, llega por sorpresa, Francisco-Papa, con su lenguaje y gestos novedosos en su ministerio pastoral, que le han atraído una simpatía más que generosa, pero también le ha acarreado una doble crítica, tanto de los sectores progresistas como de los sectores conservadores. Los conservadores lo ven como una amenaza al sistema eclesiástico y a su teología oficial. El sistema vaticano no le camina mucho. Los progresistas analizan sus posturas teológicas como estando más cerca de la teología oficial-vaticana que de la teología progresista y más lejos de la Teología de la Liberación.
Esas dos posturas, “conservadora” y “progresista” han atravesado la historia de Jesús y la historia de la Iglesia. Jesús presentó un nuevo paradigma y fue rechazado. Aún más, por ello fue asesinado. Algunos de sus seguidores, a lo largo de la historia, quisieron actualizar el paradigma de Jesús de Nazaret y les cayó la inquisición, que se impuso desde Constantino, aunque no tuviese ese nombre.
Perdonen la presentación muy sintética de algunas grandes coordenadas históricas, para entregar algunas puntadas de los cambios que fueron frustrados porque aunque la historia no se repite, sí nos da lecciones para el presente. Para este presente eclesial en gran crisis.
Jesús de Nazaret fue asesinado por la dirigencia religiosa judía, por demasiado crítico y “progresista”. Fue, de hecho, una verdadera amenaza para el sistema religioso judío, simbolizado en el Templo y el Sumo Sacerdote.
Los apóstoles Pedro y Pablo protagonizaron un acontecimiento que marcó el desarrollo de la muy pequeña comunidad cristiana primitiva: o la comunidad quedaba encerrada en el judaísmo o se abría a los gentiles. Perdió Pedro. Ganó Pablo. Pero Pablo también “judaizó” las comunidades cristianas. Un ejemplo: Jesús “liberó” a las mujeres. La teología de Pablo dio marcha atrás. “Sean sumisas”.
Bajo el Emperador Constantino, siglo IV, el grueso de la Jerarquía se convirtió al Imperio, compartió el Imperio y sostuvo el Imperio. Se hizo Imperio. Se fue alejando del mensaje de Jesús. Se enriqueció. Empezó a ser terrateniente. Entró en el lujo y los privilegios imperiales. De comunidad perseguida se volvió Iglesia oficial perseguidora. El dogma de Nicea se impuso a la fuerza y bajo la violencia. En adelante no abría sino una sola teología. La teología circuló bajo decretos imperiales. Las otras teologías debían desaparecer o vivir en la clandestinidad.
Si damos un salto y nos colocamos en el siglo XIII, nos chocaremos con el apogeo de la Iglesia feudal, rica, terrateniente, ostentosa y poderosa, con obispos-señores-terratenientes-en-armas-para-defender-sus-feudos. Iglesia que fundó la inquisición para eliminar a los críticos. Nos encontramos con Francisco de Asís, quien tuvo que moderar sus críticas y su lenguaje, para sobrevivir dentro de esa Iglesia. No se impuso el paradigma de la pobreza. Siguió rigiendo el paradigma de la riqueza eclesiástica y la autoridad monárquica de papas y obispos.
Otro salto, y nos encontramos con Martín Lutero. Martín Lutero no fue una voz unipersonal. Recogió y expresó múltiples voces “indignadas”. Su propuesta de reforma no fue aceptada por Roma. La Iglesia en Europa se dividió en dos grandes bloques. Protestantes “progresistas”. Católicos “conservadores”. De parte y parte se recurrió a las armas y se estableció la guerra para defender e imponer sus “verdades”, como la Verdad.
Desde los albores del paradigma de la Ilustración y del Modernismo, la Iglesia católica se hizo aún más conservadora y tradicional. Siguió optando por la monarquía y el absolutismo. La monarquía sostenida como de Derecho Divino. Condenó la democracia, para quedarnos en el terreno de lo político. En teología, la Revolución Francesa no hizo la más mínima mella. La teología no evolucionó. En respuesta a un siglo de ebullición de ideas y planteamientos, el Papa publicó el “Syllabus” o catálogo que condena los llamados errores y herejías del modernismo. Y se impuso el dogma de la infalibilidad pontificia para mostrar el triunfo de esa iglesia. Pero no se escucharon los clamores de cambio, ni se quiso ver la crisis.
De gran salto en gran salto, llegamos al Concilio Vaticano II. Su convocatoria le causó no pocas críticas a Juan XXIII. En el Concilio, por decirlo de alguna manera, se impuso el paradigma de la “Teología Nueva”, fruto de más sesenta años de búsquedas y condenas. Apenas cerrado el Concilio, la derecha eclesial empezó a retomar el “poder”. A Pablo VI se le impuso la divulgación de la encíclica “Humanae vitae”. Comenzó el éxodo de católicas y católicos, desilusionados por la prohibición de utilizar algunas técnicas de control natal, cuando una comisión especial había aconsejado el uso de algunos medios técnicos de anticoncepción.
Bajo el largo pontificado Juan pablo II-Benedicto XVI, la Iglesia siguió involucionando. Se devolvió en la Historia. Se frenó el desarrollo del espíritu y de la letra del Concilio. Se persiguió y/o condenó a cerca de 300 teólogos y teólogas. Y estalló en grande, otra crisis secular. Millones de fieles se alejaron. El mundo de las ciencias confirmó su desconfianza. “No se puede reflexionar a la sombra de una Iglesia”. Esa crisis llegó a tal punto, que Benedicto XVI renunció. Su modeló de Iglesia y su teología no funcionaron. No sólo fracasó su modelo de Iglesia, sino que el sistema vaticano y la curia vaticana se reforzaron, se afianzaron, se volvieron un ente más para el autoservicio que para la pastoral. Estamos en esa gran crisis que no va a tener una fácil y pronta salida. La crisis de hoy es mucho más profunda que la crisis a la cual quiso responder el Concilio Vaticano II.
Francisco-Papa se mueve en dos escenarios, de muy compleja interacción
Dentro de la Iglesia continúan dos tendencias. La conservadora-tradicional y la progresista-liberacionista.
La conservadora-tradicional no desapareció con el Concilio sino que al contrario se reforzó, tanto en las diócesis como en el Estado de la Ciudad del Vaticano, hasta estallar en la crisis de la filtración de documentos, las zancadillas entre los purpurados y monseñores color violeta, los escándalos bancarios del lavado de dineros, el “lobby gay”, el burocratismo, es decir, monseñores funcionarios y no pastores... Esa corriente NO quiere cambios. Y es tan grande la oposición soterrada, que se teme por la vida de Francisco-Papa.
La corriente progresista europea y la corriente “liberacioncita” latinoamericana, desterradas durante 35 años, recobran algo de esperanza, pero con muchos interrogantes. Tienen claro que Francisco está en una enorme encrucijada, y que aunque su teología tiene muchos amarres con la teología oficial o dominante, ha abierto puertas y bastantes. Pero no le va a ser fácil no ser “solidario” con ese establecimiento vaticano que tiene a la Iglesia postrada en crisis.
El segundo escenario, es el de unas sociedades cada día más laicas, donde la religión y las iglesias han pasado o van a pasar a un plano muy secundario, muy lejano, así florezcan las iglesias llamadas “cristianas”. Sencillamente NO interesan, no son necesarias. Esta es una enorme diferencia, abismal, entre el momento Concilio y el momento Francisco. La Iglesia del Concilio tuvo una gran simpatía que muy pronto se desvaneció, precisamente por el cambio de paradigmas, a todos los niveles, por el cambio de época, por el cambio axial, por el cambio de valores, por el “imperio” de la lógica científica y ya no de la lógica religiosa o teológica.
Esta nueva situación nos exige una gran apertura de corazón y de inteligencia, una actitud de búsqueda permanente y una gran confianza en el futuro del Evangelio, para soltar los amarres fuertes, que todavía podamos tener con las lógicas de ayer.
“... descrédito de las ideologías, las religiones y las iglesias...”
Ahora quiero citar algunas frases de Mariá Corbí, S.J (1), en un artículo del libro “La crisis axiológica, raíz de todas las crisis que sufre nuestro mundo. Cómo manejarnos en ella”, fruto de un Encuentro Internacional, en octubre de 2012.
En la ponencia titulada: “Necesidad de una epistemología axiológica”, Corbí hace sus planteamientos con relación a “las sociedades de conocimiento, de innovación y de continuo cambio”, frente “las sociedades preindustriales que pensaron y vivieron con el convencimiento de que sus proyectos axiológicos colectivos los recibían de sus antepasados sagrados o de los dioses” (pág.16).
“Hay que afrontar con urgencia el problema del desmantelamiento axiológico, que es la raíz de los demás problemas, y que se refleja en el descrédito de las ideologías, las religiones y las iglesias. Nos parece el mayor problema al que nos enfrentamos, y muy posiblemente, sea el más grave que haya sufrido nuestra especie (pág. 9).
Por sistema axiológico entiende Corbí, “los procedimientos de cohesión, motivación y creación de proyectos de cómo queremos vivir con los conocimientos que tenemos” (9).
“Las nuevas sociedades industriales de conocimiento y cambio ya saben que nuestros proyectos axiológicos colectivos, que han de regir nuestras vidas, no los recibimos de nada ni de nadie, sino que los tenemos que crear nosotros mismos”... (16).
“Tampoco podemos mantener los proyectos axiológicos del pasado, porque correspondían a sociedades preindustriales, patriarcales, autoritarias, provincianas, exclusivistas y exclusivas, que ya no existen o están en vías de desaparición”. No sería bueno que esos proyectos axiológicos continuaran existiendo en las condiciones de las nuevas sociedades industriales de innovación y cambio, globalizadas...” (20).
...El saber axiológico debe estar libre de toda sumisión axiológica. Precisa ser un saber abstracto. No puede partir ni de un sistema de creencias, ni de un sistema ideológico...” (28).
En una sociedad de conocimiento, innovación y cambio continuo en todos los aspectos de la vida de los individuos y de los colectivos, no se puede creer, en el sentido fuerte, tradicional y religioso. Sí se pueden tener supuestos acríticos” (29).
En una sociedad de conocimiento, ya se sabe cómo se generaron las religiones, de qué factores relativos a los modos de vida dependieron y porqué cambiaron. En esas sociedades ha sido preciso abandonar la epistemología mítica. En esas condiciones culturales el estudio de la dimensión absoluta ya no es materia exclusiva de las religiones, de sus sistemas míticos y simbólicos, ni de sus creencias y teologías, es materia de la epistemología axiológica... (29)
“Cómo tendríamos que heredar la gran riqueza de las tradiciones religiosas y espirituales del pasado sin tener que vivir como ellos, sin creer como ellos, sin poder adscribir a las sociedades e iglesias como ellos lo hicieron y de la manera que los adhirieron. Cómo ser fieles al espíritu de sus enseñanzas sin poder, a la vez, ser fieles a sus formas de pensar, sentir, comportarnos, organizarnos y vivir” (30).
En el debate a la ponencia de Corbí, alguien afirmó: “... en cualquier caso el pensamiento teológico no representa ninguna fuerza en el mundo de hoy, y no es ante él que entra en debate la epistemología axiológica porque las religiones no son significantes para la marcha del mundo. Lo que rige el mundo y lo que tiene que combatir la epistemología axiológica es la utilización de la tecnociencia al servicio de la explotación” (39).
(1)María Corbí, S.J., Doctor en Filosofía, Licenciado en Teología y epistemólogo, dirige el CETR (Centro de Estudio de las Tradiciones de Sabiduría), en Barcelona, España.
“Y el cristianismo puede cambiar”....
En el mismo libro, José María Vigil (1), en su texto: “Sobre la estructura de las revoluciones teológicas”, afirma en la misma línea: “Somos de los que observamos con dolor el abismo que se ha establecido entre la tradición de la Iglesia, su jerarquía, sus estructuras, su doctrina oficial... y el pensamiento actual, la cultura moderna, el sentir de la sociedad. Son millones de mujeres y de hombres que no se sienten en la Iglesia como en su hogar, donde pudieran sentir, pensar y expresarse con libertad y sintonía, y por eso emigran, se autoexilian, la mayor parte de las veces en silencio, sin protestar, no pocas veces dolidos y desconcertados.
Creemos que esta situación debe ser afrontada. Ya sabemos que en el cambio que se requiere para que las religiones se reconcilien con la cultura moderna y el sano sentir de la sociedad actual, han de pasar muchas cosas, y habrán de moverse muchos resortes” (107).
Luego hace una “breve caracterización de la epistemología oficialmente vigente en el catolicismo romano”, analizando las “dificultades pendientes en los temas de la revelación; del pensamiento realista, objetivista y metafísico de la filosofía aristotélica-tomista clásica y del factor del magisterio eclesiástico”. Concluye el análisis de esos grandes temas, con “Algunas consideraciones” (113):
--A la luz de la epistemología actual suena como absolutamente ingenua e idealista la conciencia que la Iglesia guarda respecto a la asepsia cultural y su imparcialidad filosófica.
--También suena absolutamente ingenua –a la luz no ya solo de la epistemología sino del sentido común actual-, la falta de sentido histórico, el desconocimiento de una verdad tan simple como que toda formulación de conocimiento es histórica, depende de su contexto, y necesita evolucionar para mantener vivo su significado, que nunca permanece fijado en medio de una cultura y un lenguaje siempre en evolución.
--Hablar de una verdad divinamente revelada implica una comprensión del mundo en dos pisos, el de esta tierra, donde estamos los humanos privados de conocimiento pleno, y el piso superior, morada de Dios, que de vez en cuando deja caer algo de ese conocimiento divino y lo revela, para orientar nuestra vida humana hacia la salvación” (113).
--“Se hace presente la heteronomía de esta epistemología: el ser humano y el cosmos mismo están bajo una ley externa, superior, revelada, a la que deben someterse. Dependen también de una fuente superior de conocimiento, revelados, que por eso mismo son de autoridad superior, de obligado acatamiento, por encima de cualquier reglamentación epistemológica normal” (114).
--Esta peculiar situación hace posibles unos rasgos epistemológicos que a la luz de la epistemología normal resultan claramente patológicos” (114)...
La nueva epistemología (apretado resumen de las págs, 116-119):
--“La epistemología actual incorpora cada vez más la dimensión de la incertidumbre...
--Hoy es ya una convicción epistemológica que no existe el conocimiento puro, libre de intereses...
--Para la epistemología actual no existe el punto de vista absoluto, el metasistema absoluto, aséptico, neutro, objetivo... desde el cual poder poseer incuestionablemente la verdad, las formulaciones ciertas y eternas, indubitables, irreformables...
--El conocimiento es cada vez más re-conceptualizado desde las categorías biológicas...
--El conocimiento religioso es reconocido como de carácter necesariamente simbólico, metafísico, sobre la base de unas metáforas básicas que necesitan actualizarse, cambiar de imagen, al ritmo del cambio de la cultura, porque todos sus elementos (imágenes, conceptos, referencias, términos...) son contextuales, históricos, cambiantes y las metáforas, como los símbolos en general, nacen, evolucionan, se reproducen y mueren...
--Una corriente significativa del pensamiento epistemológico actual es la del pensamiento complejo, que concibe la realidad como un todo holístico pero estructurado en niveles independientes y no siempre dotados con una lógica...
--La epistemología actual continúa siendo heredera de la crítica emancipatoria propia de la Ilustración y del pensamiento crítico moderno”...
Ya muchos cristianos tuvieron que vivir en horas históricas bajas de la Iglesia, como su siglo de hierro, o las épocas bajas del papado... Tal vez ellos, en aquel tiempo, no les era posible pensar así. Para nosotros lo es. Sabemos que el staff eclesiástico está clamorosamente volcado a un solo paradigma. Que no extiende su mirada más allá de un solo nivel, que no han aceptado realmente la “ampliación del conocimiento”, ni “el pensamiento complejo”, ni parecen comprender la complejidad multinivel holística de la realidad...
Probablemente muchos agentes-funcionarios van viendo, pero no quieren mirar, miran para otro lado... (130).
Y termina el autor su ponencia con dos preguntas (131-132):
¿Puede la religión cambiar o no? Sí, pero no podrá seguir siendo religión agraria. Tendrá que abandonar métodos, esquemas, funciones de control sobre la sociedad, pretensiones de control de la verdad... Pueden cambiar las religiones, pero, por su propia naturaleza, lo tienen realmente muy difícil... y han perdido mucho tiempo, llevan mucho retraso... y todavía hoy no se puede decir que estén preparadas...
Y el cristianismo ¿puede cambiar? Obviamente, antropológicamente hablando, el cristianismo es religión agraria, con todas las características de éstas (software de programación, creencias...). Podría continuar, pagando el precio de superar esas características agrarias. Necesitará una verdadera metamorfosis.
Problema: en la visión clásica esto afecta a su identidad, y como religión agraria que es, también se siente bloqueado y blindado epistemológicamente contra los cambios... Sólo podrá salir adelante si supera este blindaje, que es un elemento ajeno a su naturaleza, ajeno a su origen, un tributo inherente al tiempo agrario del que hoy podemos y debemos prescindir...
Somos muchos los optimistas que creemos en la capacidad del cristianismo para sobrevivir, transformado, metamorfoseado, superando esta crisis epocal; pero entra dentro del realismo histórico el pensar que también puede fracasar –son muchas las religiones que han desaparecido en la historia--. Lo que nos hace sufrir es que la deseada “revolución teológica”, imprescindible para esta transformación necesaria, no llega, y los responsables de la Iglesia parecería están haciendo lo posible para impedirla. Puede sobrevivir la religión cristiana, pero tal como va caminando actualmente, no es seguro que vaya a poder. Tenemos esperanza en que, más temprano que tarde, triunfará la fe sobre el miedo. Optamos por el futuro”.
Esta nueva situación exige una “revolución teológica”...
Y añado yo: En este contexto cabe una pregunta de fondo: ¿Por dónde y para dónde va la Nueva Evangelización? ¿Responde la Nueva Evangelización al cambio de paradigmas?
- Héctor Alfonso Torres Rojas, Licenciado en Teología y Sociología
Nota:
(1) José María Vigil, Doctor en Ciencias de la Educación, es responsable del Portal KOINONIA, de la Agenda Latinoamericana y de la Revista VOICES. Es miembro de la Asociación Ecuménica de Teólogos y de Teólogas del Tercer Mundo (ASETT).
https://www.alainet.org/pt/node/82102
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