Hay que levantar el ánimo

26/11/2013
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El pueblo hondureño acaba de acudir a una fiesta y por el resultado, en los rostros y en la actitud de las gentes se reflejan diversas ideologías. Los que esperaban triunfos sin reservas están transidos de frustración; los que creyeron en los mensajes de la embajada, de los voceros de la burguesía, de los testaferros que vienen como observadores, incluso de algunos amigos, de que esta era una fiesta cívica y que los representantes de los  organismos encargados de orquestarla vestían túnicas de santidad y que, en consecuencia, los resultados se verían a través de un cristal impoluto, están petrificados por la sorpresa.
 
En medio de esta iniquidad es fácil dejarse encajar ideologías negativas, especialmente aquellas que se apegan a nuestros temores. El lunes muchos de nuestros líderes asumían contritos de que estos resultados son irreversibles, y apostaban al repliegue. “Debemos”-decían—“replegarnos a los barrios, no debemos permitir que hayan manifestaciones para que no nos repriman, pues por el temor las gentes podrían desertar”. Es seguro que desertarán si no tenemos la entereza de encarar como hombres y mujeres dignos este trance. El temor es de humanos; pero la indignación le inyecta valor al más miedoso.
 
Está visto que la burguesía no va a regalarnos nada de gratis; que para recuperar lo nuestro debemos realizar tareas de titanes, y está visto, además, que los dueños de poder real “harán cuanto tengan que hacer” para mantener el gobierno y desde allí manipular para seguir gozando de las enormes ganancias que resplandecen sus imperios.
 
El Partido Libertad y Refundación nació en las calles, en medio de los gases, del agua picante, bajo el impacto de los garrotes y el silbido de las balas. Muchos de nuestros parientes, amigos y conocidos cayeron en el pavimento frío y regaron con su sangre la simiente en que ha de prosperar   una patria nueva; hemos alfombrado esta alameda con los cuerpos de valiosos hermanos, dejar a medio estar la tarea es traicionar sus nombres y permitir que la miserable catadura de hondureños que hemos sido por siempre, ataje nuestros sueños.
 
Antes del 28 de junio del 2009 nada teníamos; a partir de entonces el pueblo enardecido que se junto en las calles construyó un proyecto, le dio fundamento ideológico, le llamó socialismo; le dio un objetivo: Refundar la patria. Hoy, después de lo acontecido, no queda ya duda que la única opción viable para que Honduras pueda adquirir la calidad de patria es mediante la instalación de una asamblea constituyente, que derogue las nocivas leyes que hieren el alma y la dignidad de los hondureños y hondureñas, que nos devuelva la patria, que nos quite este sello de esclavos que brilla en nuestra frente, que nos haga libres, que nos haga dignos.
 
Nada conseguiremos, entonces, con replegarnos a ninguna trinchera. Vestirnos con el traje del desaliento no hará más que volvernos endebles, más miserables, pordioseros, parias. En las calles recogimos la bandera de la dignidad; allí nos hicimos hombres y mujeres adultos, pues la lucha nos lavó la actitud de niños con que hemos abordado cada cuatro años los cambios de gobierno; hoy somos partícipes de nuestra redención, estamos escribiendo una nueva historia; estamos edificándole a las futuras generaciones un puente que conduzca a la redención.
 
En tal sentido, si la burguesía nada de lo que nos pertenece quiere darnos, volvamos a las calles. No debemos aceptar migajas; cincuenta diputados nuestros nada harán, pues el corral estará lleno de los vende patria, de quienes ganaron la curul comprando conciencias o utilizando la más alta tecnología para falsificar los resultados.
 
Nuestra lucha debe centrarse en la presidencia de la República, estamos plenamente convencidos de que la ganamos y luego, en función de los votos presidenciales agenciarnos el mayor número de diputados y corporaciones municipales, para poder materializar el proyecto de la refundación, menos de esto no nos sirve. Que tengan el valor de mostrarnos sus cartas que nosotros conocemos las nuestras, pues fuimos a las urnas por el cambio y eso esperamos.
 
De no hacer valer nuestros derechos, esta es nuestra única oportunidad, los cachurecos se quedarán cincuenta años como lo han andado diciendo, y para entonces, como los palestinos, la mayoría de hondureños viviremos asilados en el territorio de los países vecinos, si nos dejan, pues es seguro que el proyecto de las ciudades modelos se multiplicará.
 
Hay que levantar el ánimo; los hombres y las mujeres justas, los que sueñan con mañanas mejores no se rinden; se rendirán los oportunistas, los que esperaron recoger la cosecha sin esfuerzo, pero los que estamos acostumbrados al hambre y a la intemperie no nos amilana ninguna brisa, por fuerte que sea, en las calles está nuestra fuerza, a qué esperamos.     
 
 
https://www.alainet.org/pt/node/81225?language=es

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