Acecho implacable sobre Siria

La verdad, la primera víctima

24/09/2013
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Ya la guerra no llega como un fantasma, cubierta entre las brumas de la madrugada o en el silencio de la noche. Viene galopando sobre grandes titulares en los medios hegemónicos. Mentiras vergonzosas son instaladas a hierro como verdades irrefutables. El capítulo de hoy: Siria.
 
Así son las obsesiones y los negocios. Guerra: la imploran la Casa Blanca, la CIA, el Complejo Militar-Industrial. Guerra: la anhela el presidente Barack Obama, quien saturó los medios de comunicación para convencer a propios y extraños. Guerra: para los sedientos de oro negro.
 
Una nueva aventura bélica a base de mentiras.
 
Es que la primera víctima de la guerra es la verdad, pero en los tiempos que corren la verdad perece mucho antes.
 
Fueron millones de aportes. Dólar a dólar. Casi simbólicos. De ciudadanos de a pié. Esperanzados -quizá por primera vez- por un político que parecía no estar atado a los poderes fácticos, tan secretos e inexpugnables. En ese país donde parece que solo gobiernan, legislan e imparten justicia los privilegiados. Es que en Estados Unidos las campañas electorales se juegan primero en los multimillonarios aportes de empresas. Pero para las primarias de 2008, Barack Obama azuzó esperanzas en grandes segmentos de la población, en particular en las minorías históricamente excluidas. El hombre de la calle llevó a la Casa Blanca al primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos, donde la memoria de la segregación aún se ve en colores. Esa expectativa no fue solo fronteras adentro, en todo el globo la ilusión se desbordó -como nunca- por la elección de un mandatario de la primera potencia mundial. Esta se cifraba en que Barack Obama terminaría con la lógica imperial, las relaciones internacionales se basarían en nuevas dialécticas y en que Estados Unidos dejaría vivir en estado de guerra perpetuo. Sus promesas de campaña iban en esa dirección. Nada de eso pasó. Ante la vista de todos Obama no cambió nada.
 
Un guerrerista más.
 
“Durante siete décadas Estados Unidos ha sido el ancla de la seguridad mundial, esto ha significado más que forjar acuerdos internacionales, ha significado hacerlos valer. Las cargas del liderazgo mundial suelen ser pesadas, pero el mundo es mejor porque las hemos llevado adelante nosotros (…) a veces las resoluciones y condenas no bastan, de hecho le pediría a cada miembro del Congreso y a los que me ven en sus casas, que vean esos videos del ataque y entonces se pregunten en qué mundo viviríamos si Estados Unidos de América ve que un dictador descaradamente viola la normativa internacional con gas venenoso y decidimos hacer la vista gorda (…) nuestros ideales y principios, así como nuestra seguridad nacional están en juego en Siria, junto con nuestro liderazgo en un mundo donde procuramos asegurar que estas armas no se usen jamás. Estados Unidos no es el gendarme del mundo, suceden cosas terribles en todo el mundo y no podemos enderezar todos los conflictos en el mundo, pero con esfuerzo podemos impedir que se mate a los niños con gases y así dar seguridad a nuestros hijos. Si lo podemos hacer debemos actuar, eso hace que Estados Unidos sea diferente, eso nos hace excepcionales, con humildad pero con determinación, jamás perdamos de vista esta verdad esencial. Gracias, Dios los bendiga y que bendiga a Estados Unidos de América”. A golpe de vista, por el mesianismo de creer que Estados Unidos es el pueblo elegido, por los lugares comunes y las odas a Dios, parece un discurso de George W. Bush. Pero no. Estas palabras las pronunció Barack Obama el 10 de septiembre pasado, le habló a la Nación para informar sobre la crisis en Siria y para tratar de torcer a una opinión pública contraria a intervenir en ese país del Medio Oriente (http://youtu.be/gJBW_-PRBLI).
 
Pero retrocedamos en el tiempo: El 2 de octubre de 2002, en la ciudad de Chicago, esto aseveró Obama sobre la inminente invasión a Irak: “Una guerra tonta, una guerra precipitada, una guerra no basada en la razón sino en la pasión, no basada en principios sino en la política”. Ahora avancemos: El 20 de enero de 2009, cuando asumió su primer mandato presidencial, prometió que cerraría la prisión de Bahía de Guantánamo. Allí 166 presos arrastran su vida, sus derechos judiciales son sistemáticamente violados y sobre la mayoría de ellos no pesa acusación alguna. Un par de años antes, el 1 de agosto de 2007 la ética del entonces senador Obama era la siguiente: “En los oscuros corredores de Abu Ghraib y en las celdas de Guantánamo hemos puesto en peligro nuestros más preciosos valores”. Durante las primarias de 2008 dijo que terminaría con las guerras en Irak y Afganistán pero ambas siguen su curso y la población civil sigue pagando el costo de una invasión a base de mentiras. Y en esta crónica no voy a mencionar las violaciones a la privacidad a escala mundial que sacó a la luz el ex contratista de la CIA, Edward Snowden, ahora asilado en la Federación Rusa.
 
Demasiadas decepciones para un hombre que había despertado expectativa mundial y que parecía tallado de otra madera. Pero no. Como copiando el mal argumento de las “armas de destrucción masiva de Saddam Hussein” ahora aparecen las “armas químicas” de Bashar al-Asad.
 
Pero hay planes que exceden los mandatos presidenciales. Las invasiones imperiales no siempre responden al capricho del presidente de turno. Y Siria es parte de un plan perverso para que Estados Unidos controle los corredores energéticos en Oriente Medio y África del Norte. Este plan no lo dio a conocer la República Islámica de Irán, Corea del Norte, China, Rusia o algún país del ALBA, si no que lo hizo el general Wesley Clarck, general de 4 estrellas, primero en su promoción en West Point, comandante de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), héroe de Vietnam. Lean con atención: “Un día después del 11 de septiembre de 2011 fui a ver el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, luego bajé para hablar con algunos de los oficiales que habían trabajado conmigo y uno de los generales me dijo: Hemos tomado la decisión de ir a la guerra contra Irak, esto era alrededor del 20 de septiembre. ¿Ir a la guerra contra Irak? ¿Por qué? Dijo: No sé, supongo que no tienen otra cosa que hacer. Pregunté si habían encontrado alguna información que conectara a Saddam Hussein con Al Qaeda. Me dijo: No, no hay nada nuevo en ese sentido. Simplemente tomaron la decisión de ir a la guerra contra Irak”. Nada de armas de destrucción masiva, simplemente el apetito de petróleo. Pero el general Clark cuenta más: “A las semanas volví a ver a este general, ya estábamos bombardeando Afganistán y le pregunté: ¿Todavía vamos a ir a la guerra contra Irak? Y me contestó: ¡No, es peor! Este es un memo que describe como vamos a tomar siete países en cinco años; comenzando con Irak, Siria, Libano, Libia, Somalía, Sudán y terminando con Irán” (http://youtu.be/VoPp5YSL3aI). No lo lograron en cinco años, pero la lista del general de cuatro estrellas se va cumpliendo poco a poco. Ya lo hicieron en Irak y Libia, a Sudán lo lograron dividir en dos, ahora van por Siria con la excusa de las armas químicas que se utilizaron el 21 de agosto pasado en un suburbio de Damasco.
 
El terreno se preparó desde los medios hegemónicos occidentales mucho antes de esta fecha, justamente quienes deberían tener más memoria luego de que avalaron la invasión de Bush a Irak en 2003 difundiendo a granel mentiras como verdades irrefutables. Son las mismas operaciones de desinformación que están usando ahora en Siria para sacar a un gobierno que no responde a sus intereses geopolíticos, como si lo hacen las petro-monarquías del Golfo. ¿Por qué Damasco usaría armas químicas en momentos en qué se encontraban los observadores de la ONU en territorio y mientras tenía además una ventaja bélica sobre las bandas armadas?
 
Recordemos las declaraciones que realizó ya hace tiempo, el 6 de mayo pasado, la jurista suiza Carla del Ponte, una de las investigadoras de Naciones Unidas: “Nuestros investigadores han estado en países vecinos (a Siria), entrevistando a víctimas, médicos y en hospitales de campaña y, según sus informes de la semana pasada, que yo he visto, hay sospechas fuertes y concretas, aunque aún no son pruebas irrefutables, del uso de gas sarín dado el modo en que las víctimas tuvieron que ser tratadas. Fue un uso por parte de la oposición, los rebeldes, y no por parte de las autoridades gubernamentales”(http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/06/actualidad/1367832766_311214.html).
 
Otra noticia de agencia muy ignorada por los medios hegemónicos fue esta: Dale Gavlak, corresponsal “freelance” de la agencia norteamericana Associated Press (no estamos hablando de SANA, la agencia oficial de noticias Siria), afirmó que las armas químicas usadas el 21 de agosto estaban en manos de los rebeldes y procedían de Arabia Saudí. Las fuentes utilizadas por Gavlak afirman que se produjo “un accidente” cuando fueron erróneamente manipuladas (http://www.abc.es/internacional/20130831/abci-siria-quimicas-rebeldes-201308311738.html)
 
También el corresponsal del diario británico The Independent y especialista en Medio Oriente, Robert Frisk, en esta crónica desde Damasco explica que en la zona donde se arrojaron las armas químicas habían soldados del ejército sirio. ¿Cuál sería la lógica del gobierno de Al-asad de bombardear a sus propias tropas. (http://www.independent.co.uk/voices/comment/robert-fisk-in-damascus-assads-troops-may-be-winning-this-war-in-syrias-capital–untouched-by-obamas-threats-8825005.html)
 
La hipocresía de los Estados Unidos llega a tal punto que en 2001 inició una guerra global contra Al Qaeda y ahora se alía con esta para derrocar al gobierno de Bashar al-Asad. Es que el fin justifica los medios y como se sabe la primera víctima de una guerra es la verdad.
 
Dijo Hannah Arendt, en su libro Los orígenes del totalitarismo (1951): “El imperialismo necesita del racismo como la única excusa posible de sus actos. Terrible masacres y salvajes asesinatos en la instauración triunfal del tales métodos como políticas exteriores comunes y respetadas”.
 
Posdata:
 
Cada martes el presidente Obama recibe una lista. La observa detenidamente y marca los objetivos. The killing list. El senador republicano Lindsey Graham reveló que Estados Unidos habría matado a unas 4.700 personas mediante ataques de aviones no tripulados o drones. A diferencia de Gerge W. Bush que usó poco este “método” ya que prefería localizar en terreno a los “terroristas”, Obama se volvió en un fanático de estas acciones. Así son los entretenimientos del Premio Nobel de la Paz.
 
Mariano Vázquez
 
https://www.alainet.org/pt/node/79587
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