Arapongage
22/09/2013
- Opinión
La araponga es un ave que no pierde la oportunidad de meter el pico en toda fruta que se encuentre delante. Y posee una propiedad especial: las semillas engullidas no pierden su poder germinativo, sino que incluso es aumentado.
En la época de la dictadura los espías del SIN fueron llamados ‘arapongas, porque metían el hocico en la vida de todo mundo, incluso de quienes apoyaban al régimen militar.
Ahora, gracias al joven Snowden, sabemos que él mayor arapongage practicado en la historia de la humanidad es “made in USA”. Los EE.UU., que consideran la seguridad como más importante que la libertad, y el capital más que los derechos humanos, meten la nariz en la vida de las personas, gobiernos, empresas e instituciones. Aprendieron de Clausewitz que la sorpresa es el triunfo del enemigo.
El gobierno estadounidense, a través de su Agencia Nacional de Seguridad (ANS), espió (¿y todavía espía?) a la presidenta Dilma y a Petrobras. Seguro seguro que hace y hará mucho más.
Para mí la noticia no constituye ninguna novedad. Sé, por documentos oficiales obtenidos en el Archivo Nacional (Habeas Data), que fui monitoreado por los arapongas del régimen militar desde junio de 1964, cuando me arrestaron por primera vez, a 1992, siete años después del fin de la dictadura.
En agosto del 2003, cuando yo trabajaba en Planalto, fueron descubiertos aparatos de escucha en el salón del presidente Lula. Meses después me encontré con un equipo del ejército haciendo limpieza en el despacho presidencial. Le pregunté a Gilberto Carvalho, jefe del despacho, qué era aquello, y me contestó que, periódicamente, los militares registraban a ver si encontraban algún sistema de escucha. Ante tal respuesta le repliqué: “¿Y quién garantiza que ellos no “siembran” en la sala algún nuevo sistema de escucha?”
Una información gubernamental vale una fortuna. Si los accionistas y clientes saben de antemano que el Banco Central decretará la quiebra de un banco, eso no tiene precio. Quien haya sabido que el presidente Collor confiscaría todos los ahorros de los brasileños, debe de estar riéndose hasta hoy de la multitud que fue pillada de sorpresa.
La Guerra Fría no se calentó sólo porque la Unión Soviética espiaba a los Estados Unidos, igual que los Estados Unidos espiaba a la Unión Soviética. Con frecuencia un espía de un bando era canjeado por otro que servía a la potencia enemiga. No fue por puro gusto que la Unión Soviética decidió conceder asilo a Snowden sino porque él sabe demasiado sobre el arapongage yanqui.
En marzo del 2012 conocí en México a un profesor universitario que durante 20 años actuó en los EE.UU. como espía de la Inteligencia Militar soviética. Su tarea era localizar bases de misiles nucleares. Gracias a la autobiografía de un exagente del FBI él sabía, años después de haber sido expulsado de los EE.UU., que lo siguieron durante siete años. Querían saber quién era su jefe, al que nunca descubrieron.
En el tiempo de la máquina de escribir le era imposible al araponga conocer el contenido del mensaje, a menos que obtuviera una copia o pudiera fotografiarlo. Ahora todos los medios electrónicos, de ordenadores o de celulares, pueden ser “radiografiados” por los servicios de seguridad de los EE.UU. El “Gran Hermano” sabe todo lo que pasa en nuestra casa.
Aunque la Casa Blanca presente disculpas a la presidenta Dilma, eso no significa que la ANS dejará de rastrear los ordenadores del Planalto y saber qué, cuándo y con quién conversó la presidenta. La información es poder: de someternos a los intereses del más poderoso imperio existente en la historia de la humanidad.
Sólo una nación ha conseguido zafarse del arapongage estadounidense: Cuba. Lo cual irrita tanto a la Casa Blanca que, contrariado todos los principios del Derecho, mantiene presos en los EE.UU. a los cinco héroes cubanos que tuvieron la misión de evitar actos terroristas preparados delante de las barbas del Tío Sam.
Termino con una pregunta que no se debe evitar: ¿por qué, en lugar de atacar al pueblo sirio, los EE.UU. no bombardean las fábricas de armas químicas, como la Combined Systems, localizada en Pensilvania? Que lo digan los vietnamitas afectados, muertos y deformados por el “agente naranja” lanzado por las fuerzas armadas de los EE.UU. durante la guerra de Vietnam.
Frei Betto es escritor, autor de “Hotel Brasil. El misterio de las cabezas degolladas”, entre otros libros. (21 setiembre 2013)
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Traducción de J.L.Burguet
https://www.alainet.org/pt/node/79472
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