“Ata una cinta amarilla a un viejo roble”

Por sus Cinco Héroes presos, Cuba ata millones de cintas de ese color

11/09/2013
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En Cuba y otros países, incluso en Argentina, se reclama hoy la libertad de los Cinco Cubanos presos en Estados Unidos. Esos presos políticos cumplen 15 años de injusto encierro. Y a pedido de uno de ellos, el distintivo a emplear es la cinta amarilla.

René González, tras cumplir casi 14 años  en una  cárcel de Estados Unidos, regresó a Cuba. Foto CubaDebate
 
A diferencia de muchos otros medios, LA ARENA ha procurado mantener informado a sus lectores de las alternativas vividas -sufridas sería mejor decir- por los Cinco Cubanos presos en EE UU. Ellos fueron apresados por el FBI el 12 de setiembre de 1998 en Miami y posteriormente condenados en esa capital de la mafia cubano americana. El juicio fue viciado de nulidades, en un ambiente envenenado por los prejuicios contra Cuba.
 
En esa ciudad, capital del “deme dos” en los tiempos del menemo-cavallismo y aún antes, con la dictadura militar, tenían sus asientos las organizaciones terroristas del exilio cubano, con personajes tan asesinos como Orlando Bosch y Luis Posada Carriles.
 
Allí la CIA reclutó a la mayor parte de los frustrados invasores de Bahía de Cochinos (1961), integrantes de la Brigada 2506. La Fundación Nacional Cubano-Americana de Mas Canosa, más Bosch y Posada Carriles estuvieron en el centro de todas las conspiraciones y atentados de grupos como Alpha 66, CORU, etc.
 
Hay que recordar que en octubre de 1976 esos círculos terroristas colocaron bombas en el avión de Cubana que volaba sobre Barbados. La máquina se precipitó al mar y provocó 73 muertes, una acción de la que aquéllos siguieron ufanándose. “Pusimos la bomba y qué” se tituló el libro de una autora venezolana que entrevistó a Posada Carriles en el corto tiempo de detenido en Caracas. De allí se fugó con complicidad oficial y hace ocho años vive tranquilamente en La Florida, el mismo estado que condenó a altas penas a los Cinco Cubanos y su llamada “Red Avispa”.
 
El quinteto fue integrado por Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González, todos cubanos aunque el último también de nacionalidad estadounidense. Ellos “espiaban” a los grupos terroristas anticubanos localizados en Miami, para prevenir atentados. Las comillas indican que nunca figuró entre sus actividades pinchar un teléfono de la Lockheed, el Departamento del Tesoro, la General Motors, The Washington Post ni menos aún a la CIA. Solamente defendían a su país de las bombas, desembarco de armas, atentados contra hoteles, planes de asesinatos de dirigentes y otras agresiones de beligerancia miamense.
 
Cuba puso límites
 
Los extremistas de Miami creyeron que la década del '90 vería derrumbarse lo que llaman “la tiranía castrista”. Ya había caído la Unión Soviética y la Alemania Democrática. Beijing había resistido en Tiananmen pero se creía que la Muralla China se vendría abajo como el muro berlinés. Bush padre, en el final de su mandato, había ganado la primera Guerra del Golfo. Y había asumido Bill Clinton, con nuevas ínfulas. Miami le pedía invadir Cuba, con los dos legisladores más agresivos (Ileana Ros Lehtinen y Lincoln Díaz Balart). Y luego con el gobernador Jeb Bush asumido en 1998.
 
Esos sectores pensaban que la isla socialista se vendría abajo con algunos empujones. Un ideólogo del mismo bando, Andrés Oppenheimer, escribió en 1993 su tristemente célebre libro: “La hora final de Castro”. El subtítulo era más elocuente aún: “La Historia secreta detrás de la inminente caída del comunismo en Cuba”. “Inminente”. Ja.
 
Completando el marco histórico concreto donde se sitúan la injusta condena a la “Red Avispa”, hay que recordar que en 1996 un acuerdo del bipartidismo yanqui posibilitó la aprobación de la ley Helms-Burton, redoblando el bloqueo contra la mayor de las Antillas.
 
En febrero de 1996 las incursiones aéreas de la flotilla de otro grupo terrorista, “Hermanos al Rescate”, de José Basulto, fueron cada vez más provocadoras, pese a las advertencias formales del gobierno cubano a su par estadounidense. Hasta que el 24 de febrero de ese año, dos avionetas que habían violado el espacio aéreo fueron abatidos por aviones nacionales, muriendo los cuatro tripulantes. Cuba puso límites a esas agresiones; de no haberlo hecho habría trasuntado debilidad.
 
La histeria miamense era total. Querían ver colgados a Fidel y Raúl Castro, y si eso no era posible, a cualquier cubano digno y socialista. En esas circunstancias fue que los Cinco Cubanos fueron linchados jurídicamente en esa ciudad, en uno de los juicios más largos de la historia norteamericana (más de seis meses), pero con menos pruebas de los supuestos delitos, con documentos de la Fiscalía que los defensores no pudieron ver para ejercer correctamente su rol en la defensa.
 
Rol de la prensa
 
Durante las audiencias pasaron como testigos militares estadounidenses en retiro que negaron la existencia de espionaje contra sus dependencias. Entre otros dijeron eso el general Clapper, ex-jefe de la CIA, y ex altos oficiales de las Fuerzas Armadas, entre ellos los generales Wilhelm y Atkeson, el almirante Carroll y el coronel Buckner.
 
Sin embargo la jueza Joan Leonard y un tribunal presionado por el clima anticastrista de Miami, reforzado por la prensa financiada por los servicios secretos norteamericanos, terminaron condenando a los cinco muchachos a un total de 4 cadenas perpetuas más 77 años de prisión.
 
A los prisioneros los acusaron de conspiración para cometer espionaje y de conspiración para cometer asesinato. Este último cargo debieron retirarlo para cuatro, pero lo mantuvieron sobre Gerardo Hernández, quien recibió la pena más dura: dos prisiones perpetuas más 15 años de prisión. La mentira fue que había sido quien avisó a La Habana del vuelo de Basulto, algo completamente inconsistente, porque como recordó el año pasado el ex titular del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, tal información se conocía por las proclamas públicas del agresor y porque los aeropuertos se comunicaban las partidas de los vuelos.
 
En el juicio amañado hubo un factor de primerísimo nivel para que el jurado condenara de antemano a los Cinco: la prensa de Miami. El abogado de Gerardo Hernández, Martin Garbus puntualizó que sólo en el Miami Herald y Nuevo Herald se escribieron durante el juicio un total de 1.111 artículos, todos condenatorios de los inculpados, a razón de 5 por día. Garbus recordó que varios de esos periodistas habían recibido pagos extras con fondos de Radio y TV Martí, financiadas por el Departamento de Estado. Cobraban en ese pasquín anticubano y volvían a cobrar de los fondos con que EE UU alimenta a la “oposición” cubana. Entre los acusados estaban Pablo Alfonso, Carlos Alberto Montaner, Wilfredo Cancio Isla y otros elementos de la gusanería.
 
Esos diarios, CBS, La Voz de las Américas y otros medios, intoxicaron a la opinión pública de Miami, mientras impusieron un cerco y bloqueo informativo total al resto del país y el continente. Son los voceros, con la SIP, de la “libertad de expresión” supuestamente amenazada por Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, además de Cuba.
 

Cintas amarillas

 Pese a la labor de sus abogados y el apoyo de diez Premios Nobel como “amicus curiae”, los Cinco siguieron presos; todos hasta hoy, excepto René González, quien cumplió casi 14 en la cárcel y luego pudo evitar tres años de domiciliaria en Miami mediante la renuncia a la ciudadanía estadounidense. Sólo así la jueza Leonard le permitió regresar a La Habana, donde la esperaban su esposa y sus dos hijas. Su padre había muerto, igual que su hermano Roberto, abogado que tanto trabajó en la solidaridad.

 La esposa, Olga Salanueva, no pudo verlo en esos casi 14 años porque el autoproclamado campeón mundial de las libertades, no le daba la visa de entrada. Ese mismo drama todavía fulmina a Adriana Pérez, la esposa de Gerardo, a la que tampoco le dan visa para visitar a su marido.

 Con la ansiada vuelta a casa de René, la causa por la libertad de los Cinco ha ganado a dos puntas. Primero, porque ya se liberó a uno. Y segundo, porque el repatriado ha sido un aporte para impulsar más fuerte la campaña por liberar a sus compañeros. René dice que él no estará completamente libre si Gerardo, Antonio, Ramón y Fernando no respiran su mismo aire de libertad.

 Ante la televisión cubana, días atrás, él pidió que hoy 12 de setiembre, al cumplirse los quince años de prisión, en Cuba y en el mundo se emplee un distintivo amarillo, una cinta de ese color. Su idea fue tomada de la canción “Ata una cinta amarilla al viejo roble”, de 1973, y fue aceptada en todas partes, incluso en Argentina, donde habrá una marcha a la embajada norteamericana en Buenos Aires convocada por MASCUBA.

 Los cubanos gozan de una estima muy especial en el país. Hasta logran que viejos y nuevos militantes populares porten una cinta amarilla, que en estos pagos es el color de Macri y de la enseña papal. Pero si lo piden los hermanos cubanos, los amigos dicen: “que sea del color que sea”.

 Cuando la jornada haya concluido, sería bueno que la presidenta argentina, sensible a estas causas, se decida a recibir al embajador cubano Jorge Lamadrid, para tomar una posición a favor de aquellas libertades. El almanaque canta seis años de Cristina Fernández en la presidencia y quince de aquellos en sus celdas: parece llegado el momento de que el caso de los Cinco entre por la puerta grande a la Casa Rosada. Sería para ellos como un pasito más hacia la libertad.

 http://www.laarena.com.ar/opinion-por_sus_cinco_heroes_presos__cuba_ata_millones_de_cintas_de_ese_color-101263-111.html

https://www.alainet.org/pt/node/79229
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