EE.UU mueve sus piezas en el Pacífico latinoamericano
18/05/2013
- Opinión
Las giras del presidente Barack Obama a México, Costa Rica y a Colombia la próxima semana, para participar en la IV Cumbre de la Alianza del Pacífico en la ciudad de Cali, no solo representan el marco inaugural de su segundo mandato y el foro mediático idóneo para publicitar el giro relativo en las relaciones de EE.UU con América Latina (que para nosotros no es sino un cambio de matiz en el discurso, pero no en los objetivos estratégicos de largo plazo); en realidad, este peregrinaje diplomático se inscribe en lo que parece ser una vigorosa apuesta de Washington por fracturar el proceso de integración nuestramericana impulsado desde hace más de una década por los gobiernos nacional-populares, y de modo particular, por el eje Caracas, Brasilia, Buenos Aires, gracias a los liderazgos de Hugo Chávez, Lula da Silva y Néstor Kirchner.
La visita del mandatario estadounidense a Cali, a una cita que el semanario argentino Miradas al Sur ha denominado –con razón- la cumbre del Tío Obama, tiene el sello innegable de esta estratagema de Washington, toda vez que por medio de este incipiente organismo avanza sus posiciones en nuestra América y profundiza las políticas neoliberales de privatización y libre comercio bajo la égida del capital extranjero y la presencia militar norteamericana.
Basta con repasar los nombres de los presidentes y jefes de gobierno que ya confirmaron su presencia, para tener una idea clara de los intereses políticos y económicos que aglutina la Alianza del Pacífico: Juan Manuel Santos de Colombia; Sebastián Piñera de Chile, Enrique Peña Nieto de México, Ollanta Humala de Perú, Laura Chinchilla de Costa Rica, Ricardo Martinelli de Panamá; y como observadores, Mariano Rajoy de España; Otto Pérez Molina de Guatemala, el primer ministro de Canadá, Stephen Harper y delegados de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Uruguay.
Más claramente, lo que se va dibujando en estos movimientos es la tensión entre los bloques del Atlántico y del Pacífico latinoamericano, donde dominan proyectos cuyas identidades políticas se mueven en direcciones diferentes: complementarias en el primer caso, como ocurre con las iniciativas mucho más autónomas y críticas del hegemonismo norteamericano que se articulan entre ALBA y MERCOSUR (por ejemplo, la inclusión de Venezuela como miembro de este foro, y la próxima incorporación de Bolivia y Ecuador); y antagónicas en el otro, como lo muestra la efusividad con la que los gobiernos de México, Centroamérica, Colombia, Perú y Chile se han plegado a la política de tratados de libre comercio bilaterales con los Estados Unidos.
Estas diferencias también surgen de las diversas concepciones sobre el lugar que debe ocupar América Latina en el mundo que predominan en cada bloque, así como de la mayor o menor afinidad al panamericanismo o al latinoamericanismo antiimperialista entre sus dirigencias políticas y movimientos sociales.
El desencuentro silencioso entre el Atlántico y el Pacífico, atemperado solamente por la coyuntura internacional de la crisis capitalista, que obliga a América Latina a acuerparse como región, tiene a Washington como su principal instigador, dispuesto a aprovechar cualquier espacio para sembrar división y para rivalizar con los empeños de integración regional nuestramericana.
No hay que olvidar que precisamente la constitución formal de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Caracas, de claro signo martiano-bolivariano, junto con el fortalecimiento del MERCOSUR como zona geoeconómica, tuvo como respuesta de la derecha criolla y del imperialismo la puesta en marcha de la Alianza del Pacífico.
En un análisis sobre este tema, el periodista uruguayo Raúl Zibechi decíaque si bien “es evidente que el Mercosur enfrenta problemas, pero se mueve para resolverlos y lo hace siguiendo el ritmo y la dirección marcados por Brasil, que representa la mitad de la población y del PIB sudamericanos”, la Alianza del Pacífico, en cambio, “empeño de Washington para unir a los países con los que ya tiene un TLC, para contener a Brasil y ponerlos a remolque de la Asociación Trans-Pacífico (ATP), enfrenta tantas dificultades como la propia superpotencia”.
Para Ignacio Kostzer, del diario electrónico Marcha, la importancia de la Alianza del Pacífico para EE.UU radica en su potencial económico, demográfico y político “para contrapesar el liderazgo brasilero (y del MERCOSUR) y ensayar una estrategia de aislamiento/hostigamiento hacia el ALBA que seguramente se pondrá en marcha más temprano que tarde”. Y agrega: “Detrás de esta Alianza están los intereses estadounidenses y canadienses, de las grandes trasnacionales y financieras globalizadas. A través de Perú podrán impulsar presiones económicas a Brasil que necesita de esas rutas para salir al pacífico y comerciar con China”.
Para quienes todavía se preguntan a qué viene Barack Obama a América Latina, ahí tienen algunas respuestas.
- Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
https://www.alainet.org/pt/node/76133
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