Ensayo fascista

21/04/2013
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Con frío cálculo el mando contrarrevolucionario ordenó el asesinato de nueve personas y numerosos hechos de violencia y destrucción desde la madrugada del 15 de abril. Estados Unidos ensaya un nuevo camino para derrotar la Revolución Bolivariana: la conformación de un movimiento fascista clásico.
 
Una semana antes de la victoria electoral de Nicolás Maduro, a propósito del ataque a artistas comprometidos con la Revolución, señalé las diferencias entre macartismo y nazi-fascismo:
 
“Aquel –decía en esas líneas publicadas en Correo del Orinoco- opera desde una relación de fuerza favorable al sistema que defiende desde lo alto de una ideología totalitaria, en tanto éste aparece como recurso de última instancia de un orden social acosado por las masas, a las cuales el capital pretende responder también desde sectores de masas, buscando organizar las capas más pauperizadas, inarticuladas y carentes de conciencia, acompañadas por franjas de las clases medias”.
 
A partir de allí se apuntaba la dinámica previsible: “en tanto expresión macartista (la agresión contra los artistas) tiene una dimensión limitada. Pero es inexorable su metamorfosis en conductas nazi-fascistas crudas y duras, no ya contra artistas, sino contra las masas que impulsan la revolución”. Eso es lo que ocurrió tras la jornada electoral.
 
A diferencia de no pocos partidarios de la Revolución, en el Departamento de Estado midieron correctamente el significado de la victoria revolucionaria en las urnas, respaldada por una movilización de masas de magnitudes y duración sin paralelo. Y prepararon de antemano la respuesta: enfrentar aquellas movilizaciones con una reedición escuálida del fascismo, apuntalado por mercenarios extranjeros y derroche de dinero para arrastrar franjas locales marginalizadas.
 
Disputa estratégica
 
Esa línea de acción estaba definida de antemano. Pero importa subrayar su carácter de ensayo: por la misma naturaleza de la movilización sin precedentes protagonizada entre el 9 de diciembre y el 11 de abril, por la relación de fuerzas entre las clases que ésta instauró, el mando contrarrevolucionario descartó una ofensiva final tras las elecciones. Sólo buscó poner sus mercenarios en movimiento y medir la capacidad de respuesta de la Revolución. El multifoquismo no es un movimiento fascista, sino una paso en el intento de construirlo. Además, cabía la posibilidad de que una conducta errada del gobierno bolivariano detonara hechos de violencia descontrolada, que hubieran sido enderezados hacia la intervención extranjera en el conflicto interno.
 
En cualquier hipótesis, la burguesía tenía un saldo ganancioso: si el gobierno erraba, aquélla daba un salto en su estrategia intervencionista militar; si no caía en la trampa, le dejaba un espacio para actuar impunemente hostigando a las fuerzas de la revolución sin que éstas pudieran emplear su capacidad de contraataque, con todas las derivaciones que esto conlleva en el orden interno.
 
Es éste el punto actual. Y es aquí donde se plantea el cruce de caminos para saber si el fascismo injertado brota o no en Venezuela; es decir, si la contrarrevolución puede o no contar con base social organizada para chocar de frente con la Revolución.
 
Aquí sí cuenta el resultado electoral. La intervención agresiva y osada del imperialismo en la campaña electoral en ausencia de Chávez logró, en proporción mayor a la esperada, desprender sectores de la pequeña burguesía y partes desarticuladas de las masas desposeídas. Explicar ese desplazamiento por errores y falencias de la Revolución es como descubrir humedad en la lluvia. A menudo tales actitudes revelan inclinación a rechazar la lluvia para no sufrir la humedad. Como sea, el hecho es que esos sectores de la sociedad continúan ahora en disputa, pero en condiciones diferentes. Y constituyen un desafío también diferente para la Dirección Político-Militar de la Revolución.
 
Opciones
 
Todas las figuras prominentes del gobierno y el Partido Socialista Unido de Venezuela, comenzando por Nicolás Maduro, han reiterado que no habrá impunidad para los responsables materiales e intelectuales de los nueve muertos, casi un centenar de heridos e innúmeros actos de vandalismo. Respaldada esa posición por la voluntad de las masas chavistas, es indudable que se llevará a la práctica y se procederá judicialmente contra Henrique Capriles Radonsky, Leopoldo López, Carlos Ocariz, Armando Briquet y otros que llamaron a la violencia. Cuando esto se ponga en marcha, en los próximos días, la ultraderecha intentará recrudecer el accionar terrorista. Además, en entrevista publicada por El Mundo de España y La Nación de Argentina Capriles ya adelantó su línea de acción: cuando termine la auditoría del CNE exigirá nuevas elecciones y justificará así la continuidad del accionar terrorista.
 
El imprescindible juzgamiento y condena de los responsables es sólo un aspecto del problema. El desafío mayor está en la conducta a aplicar frente a la continuidad de actos violentos encabezados por mercenarios extranjeros y locales. En ese punto reside el ensayo que ahora comienza, tras la primera semana de acciones terroristas: chequear el comportamiento del gobierno y las fuerzas revolucionarias.
 
Sigue planteada la necesidad de no desbarrancarse por la vía de la respuesta violenta a los comandos de ultraderecha. Al mismo tiempo, es imprescindible impedir la continuidad de asesinatos y destrucción, dado que esto tendría un doble efecto: por un lado desmoralizaría e introduciría semillas de división en las filas de la revolución; por otro, alentaría el desarrollo de los comandos de ultraderecha y su avance hacia un movimiento fascista en toda la significación del concepto, es decir, como fuerza con respaldo de masas en el accionar violento contra las masas. Los llamados a la paz, a la reflexión, son necesarios pero insuficientes. Hace falta algo más: capacidad de disuasión y de autodefensa.
 
El Estado tiene todos los instrumentos para resguardar bienes y personas amenazadas y, al límite, arrasar con los comandos ultraderechistas: la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y específicamente la Milicia Popular. Sin embargo, el verdadero instrumento en esta fase de la confrontación es primordialmente de carácter político: el Psuv y su posibilidad de intervención multiplicada a través de Consejos Comunales y otros organismos de masas.
 
A contramano de valorables opiniones que desestiman o incluso condenan al Psuv, he defendido la certeza de que en él reside la fuerza que permitió dar continuidad al gobierno y la revolución durante la prolongada enfermedad del comandante Hugo Chávez, articular el Polo Patriótico y ganar las elecciones del 7 octubre, ganar luego la gobernación en 20 Estados, sostener la movilización creciente de masas durante cuatro meses y volver a ganar las presidenciales el 14 de abril.
 
Pero la nueva etapa plantea más exigencias. Los conceptos fundacionales del Psuv, tanto como la práctica desarrollada en su corta existencia, lo habilitan para afrontar este desafío histórico. Su dirigencia está llamada a revitalizar la vida interna del Partido más grande e importante de América Latina, ordenar el debate, informar a la militancia, seguir con criterio científico la coyuntura y trazar día a día la línea de acción. Para esto el Psuv necesita un medio de prensa propio que informe, instruya, eduque y organice. Y asuma el accionar político y de autodefensa imprescindible para cortarle el paso al movimiento fascista impulsado por Washington.
 
Cabe a la militancia antimperialista en América Latina contrarrestar y vencer la campaña de desinformación y calumnias lanzada por la Internacional Parda y los medios de prensa a su servicio. Todos deberíamos empeñarnos en esta gran batalla de alcance estratégico.
 
Caracas, 22 de abril
 
https://www.alainet.org/pt/node/75587
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