Pronunciamiento ante la renuncia del Papa Benedicto XVI
21/02/2013
- Opinión
La reciente renuncia de Benedicto XVI a su cargo como obispo de Roma, y por tanto al papado que ejerció desde el 19 de abril del 2005 y dejará el próximo 28 de febrero, ha provocado muchas y muy diversas reacciones en todo el mundo, por inédita al menos en los últimos 700 años de la historia de la iglesia católica.
En voz del propio papa, esta dimisión se nos presenta como resultado de un discernimiento libre y personal que tiene como principal argumento la incapacidad física y espiritual del actual pontífice para encarar los retos que el mundo de hoy presenta a la iglesia. Frente a ello, no pocos han elogiado el valor de Benedicto XVI al tomar esta decisión, mientras otros afirman que no pudo tomarla en el mejor momento, dado que deja a la institución católica en una situación de tranquilidad tras fuertes problemas que enfrentó en su interior y escándalos al exterior.
Sin embargo, desde diversas personas y organizaciones de fe, consideramos necesaria una valoración más profunda, transparente y crítica de este acontecimiento que tendrá implicaciones importantes para la vida de la iglesia y de la sociedad. Por ello ofrecemos un primer balance del pontificado del papa Joseph Ratzinger, un análisis de la situación actual de la iglesia y los retos que enfrenta, y la agenda de temas pendientes que consideramos no debe eludir el próximo papa, si quiere detener la involución eclesial que ha acaecido en el catolicismo las últimas décadas.
Balance del pontificado de Benedicto XVI
Cuando empiezan a surgir los primeros intentos de beatificación en vida del papa, característicos de toda transición papal, invitamos a no olvidar quién fue Benedicto XVI y cuál fue el saldo de su papado y de dos décadas al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que han dejado a la iglesia en deplorable situación frente al mundo moderno y al interior con tremendas luchas de poder.
¿Qué recordaremos de este papa?
• Que durante su función como prefecto de la congregación para la doctrina de la fe combatió acérrimamente las manifestaciones de la iglesia latinoamericana de liberación, la iglesia de los pobres, las comunidades eclesiales de base, el compromiso social y político de las y los cristianos, la pastoral indígena, el liderazgo de las mujeres; excomulgando y/o silenciando a un sin número de teólogos y teólogas en América Latina y el mundo, cerrando centros teológicos con vientos de renovación en muchos países de nuestro continente, atacando a los obispos que caminaron al lado de los pobres.
- Que todo ese tiempo y también durante su pontificado, tuvo conocimiento y encubrió múltiples y gravísimos casos de pederastia en la iglesia, permitiendo con ello la reproducción exponencial de este cáncer eclesiástico, en detrimento de la vida y dignidad de miles de niños y niñas abusados por sacerdotes. Aún cuando las pruebas eran irrefutables e inocultables, nunca actuó con la fuerza que ameritaba, no hizo justicia, no hubo una sola palabra de petición de perdón a las víctimas, no hubo reparación.
- Que dedicó su ministerio en El Vaticano a frenar todos los vientos de renovación eclesial propuestos por el Concilio Vaticano II en todos los ámbitos de la iglesia, cerrando las puertas de la iglesia frente al mundo, regresando a las viejas prácticas y ritos de la cristiandad, retrocediendo significativamente en el diálogo ecuménico e interreligioso y apartando en general la vida eclesial de las preocupaciones políticas, sociales, económicas y culturales de la época.
- Que siguiendo la estrategia de su predecesor, se ocupó de conformar episcopados nacionales conservadores, con obispos que, como en México, velan más por los intereses de las grandes personalidades políticas y económicas del país, que por el bien de su feligresía y del pueblo en general. En este sentido, se desentendió de la sangre de miles de mártires que ayer murieron por su fe a manos de gobiernos dictatoriales y hoy lo siguen haciendo a manos de un sistema económico neoliberal injusto y excluyente.
Los retos de la iglesia católica frente a la realidad actual
La iglesia católica enfrenta hoy una profunda crisis de credibilidad ante la sociedad y una igual crisis de identidad frente a sí misma. Decrece aceleradamente en número de fieles y sus estructuras y propuestas pastorales son cada vez más rígidas y retrógradas. La responsabilidad de esto cae sobre los hombros de Benedicto XVI y será un enorme reto para su sucesor.
Desde los sectores creyentes, pero también desde quienes profesan otras religiones o no profesan ninguna, crecen importantes demandas que, de buena fe, esperamos que el próximo papa esté dispuesto a escuchar y llevar adelante, rompiendo siglos de silencio e indiferencia. Por ello las enunciamos a continuación, esperando también que de éstas se hagan eco muchas gentes en todo el orbe:
1. Que la institución católica ponga fin a la política de encubrimiento de abuso sexual en su interior, haga constricción pública frente a las víctimas, modifique los mecanismos internos que posibilitan estas prácticas criminales.
2. Que la iglesia reconozca a mujeres y hombres como iguales en dignidad, y que fomente con acciones concretas la erradicación de la violencia y la discriminación de la que son objeto fuera y dentro de la institución eclesial.
3. Que reconozca la autonomía de las iglesias para organizarse, elegir a sus pastores y adaptar su praxis a las circunstancias concretas en que viven; que haya más democracia en la iglesia en la toma de decisiones.
4. Que se reforme el celibato obligatorio, haciéndolo opcional y se abra al interior de la iglesia un amplio debate sobre el sacerdocio de las mujeres, que permita avanzar en la superación de la discriminación que viven en la vida de las iglesias.
5. Que deje de atacarse la libertad de pensamiento y de reflexión teológica en la iglesia.
6. Que la iglesia asuma el compromiso de ser iglesia pobre y con los pobres, como intuyó el Concilio Vaticano II, despojándose del poder que no le permite acompañar a los pueblos en sus luchas de justicia y dignidad; que sea una iglesia cada vez más profética que denuncie las muchas injusticias que se viven en el mundo y deje de ser cómplice de ellas.
7. Que se apliquen las directrices emanadas del Concilio Vaticano II hacia una conversión y renovación profunda de la iglesia, para lo cual se convoque a un nuevo concilio donde todas y todos, y no sólo los obispos, tengan representación.
Somos conscientes que los escenarios de la próxima elección papal no nos son favorables, y que probablemente se siga perpetrando el retroceso eclesiástico y eclesial con el nuevo pontífice; porque creemos que la solución la haremos todos y todas, pueblo y jerarquía. Por ello convocamos a las y los creyentes y a todas las personas de buena voluntad, a participar activamente en esta transición eclesial católica realizando foros de análisis y reflexión sobre el rumbo de la iglesia, llevando a cabo amplias consultas sobre estos y otros retos urgentes, y haciendo llegar estas voces hasta las altas jerarquías católicas, con la esperanza de que nuestros gozos y esperanzas, tristezas y angustias no encuentren un corazón de piedra, sino un corazón de carne en los obispos próximos a elegir al sucesor de Benedicto.
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