Pedro Castillo y la heterodoxia
Hay que sentar -de entrada- las bases de un planteamiento alternativo al modelo neoliberal vigente en el Perú, con una estrategia que parta desde los territorios y movilice a sectores como los estudiantes y las organizaciones urbanas.
- Opinión
“Heterodoxo significa que en gran medida sus ideas vienen de Marx”
Michael Hudson
A su regreso a Bolivia, el expresidente Álvaro García, destacó la necesidad de impulsar una nueva ola de nacionalizaciones, ya que es fuente importante de recursos para enfrentar los problemas económicos y sociales masificados con la pandemia del Covid-19; incluyendo la construcción de redes de protección social, pero no como lo piensa el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial, que buscan compensar impactos negativos de políticas de ajuste económico y cambio estructural post pandemia, siendo los programasde transferencias monetarias focalizados y financiados con préstamos externos no muy favorables en términos de concesionamiento, la estrategia a seguir por los gobiernos.
Igualmente, se manifestó a favor de impulsar políticas tributarias que graven la riqueza que aumentó en Latinoamérica, apoyando además la creación de incentivos para permitir que vuelvan los capitales que se fueron de los países.
Desde el punto de vista de la teoría y política económica, un planteamiento heterodoxo es aquél que trata de impulsar un rápido crecimiento económico fomentando el ahorro como base de la inversión productiva y empleos de buena calidad, donde el Estado cumple un rol fundamental, contrario a la ortodoxia que busca ahorros destruyendo la institucionalidad pública, despidiendo trabajadores, congelando salarios y aumentando el costo de los servicios públicos.
Y es que, para el caso de Bolivia, ha sido clave la dinamización de la inversión pública, donde las nacionalizaciones y activismo estatal han jugado un rol estratégico, no solo en la atracción de inversiones extranjeras (benignas con el desarrollo), sino en el fortalecimiento y desarrollo de sectores y recursos prioritarios, incluyendo la industria alimentaria. Es una dinámica que ha vuelto a retomarse por Lucho Arce, después del golpe de Estado a Evo Morales.
Cabría esperar que, en el caso del Perú, con un gobierno de izquierda, las nacionalizaciones sean parte de su política de fomento del ahorro interno y un mayor control y regulación por el Estado de las actividades económicas y productivas. Estas políticas son muy distintas a aquellas que buscan meter miedo a la población, donde hacen creer que Pedro Castillo, presidente electo de Perú, va a expropiar las tierras, casas y ahorros de las familias.
Como diría un economista brasileño ya fallecido, lo que se busca es la captura del excedente económico generado, donde el Estado tiene la principal responsabilidad en ello. Hay que evitar que este excedente salga del país, o que se gaste en bienes de consumo no básico, gastos militares y en pagos crecientes de deuda externa y corrupción, que han sido las constantes en la mayoría de los países latinoamericanos.
El discurso de toma posesión de Pedro Castillo es alentador, pero, en el tema de los ahorros como base de la inversión productiva y empleos masivos, hay que ir más allá de una economía ordenada, predictible y compensatoria al estilo del FMI, donde estos ahorros sirven para pagar deudas, mantener una inflación baja y financiar bancos y empresarios ligados a empresas no productivas.
El principal desafío y reto del gobierno de corto plazo, según se desprende del discurso, es crear un millón de empleos en un año, para lo cual considera como acciones inmediatas: a) Golpe de inversión pública y generación de empleo temporal; b).Activar programas públicos de generación de empleo que a la vez permitirán darle mantenimiento o construir obras en todo el país, para lo cual se asignarán 5,400 millones de soles a manualidades, gobiernos regionales, arreglar trochas, programa Trabajo Perú, otros; c) Apoyar programas de facilidades de crédito para sectores empresariales, priorizando el agro, MiPymes, turismo y transporte.
Las proyecciones de CEPAL decían que el PIB de Perú a causa de la pandemia del Covid-19 caería en -13.4% en 2020, y lo hizo en -11.2%, una de las más altas, donde el mal manejo de la pandemia por el gobierno es un factor causal explicativo; siendo evidente un aumento importante del endeudamiento con una deuda pública del gobierno central que pasó de 24.8%PIB en 2019 a 32.5%/PIB en 2020, un aumento de 7.7%/PIB. (CEPAL:2020). No obstante, el gobierno tiene todavía margen de endeudamiento, y no ha llegado a los niveles de la Argentina y Costa Rica, por lo que hay espacios para utilizar estos recursos para la inversión productiva, económica y social una vez que se ordene el proceso de gestión pública de la pandemia.
Pero, también, hay espacio para aumentar la recaudación tributaria del gobierno central que no ha crecido desdeel año 2000; es decir, solo aumentó en un punto de 15%/PIB a 16%/PIB en 2018. Implica una revisión de la estructura tributaria, para poder gravar el consumo improductivo, las ganancias de empresas corporativas y la propiedad y activos ociosos.
Estos espacios, sumado a la reducción de gastos militares, deben ser aprovechados para poder cumplir con otro de los desafíos, cual es la reducción del hambre y la desnutrición. La pobreza extrema y pobreza en general no es tan visible como en Honduras, pero la pandemia del Covid-19 la disparó, ya que de afectar al15.4% de la población en 2018 (CEPAL: 2020), cifras preliminares la sitúan en 30.1% en 2020, que corresponde a la llamada pobreza monetaria.
La derecha, encabezada por Keiko Fujimori y Vargas Llosa, acusaron a Pedro Castillo de querer copiar un modelo estatista tipo Cuba o Venezuela, pero la imagen más inmediata es Bolivia, no solo por la necesidad de generar en forma rápida el ahorro necesario para financiar la inversión, los nuevos empleos y el desarrollo, sino porque Álvaro, Evo y Lucho saben cómo hacerlo.
No es una tarea fácil por la poca diferencia en los resultados electorales y la pérdida de control del Congreso de la República, pero hay que sentar -de entrada- las bases de un planteamiento alternativo al modelo neoliberal vigente en el Perú, con una estrategia que parta desde los territorios y movilice a sectores de incidencia política como los estudiantes y las organizaciones urbanas y periurbanas informales.
Y así es entendido. En el discurso de toma de posesión, Pedro Castillo habló de la reactivación económica del sector rural, con especial atención a los pequeños productores y la economía familiar, que han seguido produciendo alimentos en condiciones adversas; sumado a la ejecución de un plan nacional de industrialización y mejora productiva del campo y otro de repoblación bobina, riego y cosecha de agua, lo que justifica mayores recursos de inversión pública y capacidad de generación de ahorro de la economía.
La pandemia desnudó al modelo económico vigente por mucho tiempo en el Perú, lo que demanda un cambio más allá de la lógica de estabilización económica y ajuste estructural que el FMI tiene en mente seguir aplicando en el marco del acuerdo de dos años por un monto de 11,000 millones de dólares, aprobado el 28 de mayo de 2020. Tal como sucede con Honduras, Perú ha sido un buen alumno del FMI y Banco Mundial, especialmente cuando se trata del control del déficit fiscal, la inflación, acumulación de reservas e incluso crecimiento del PIB, pero hay que ver más allá, o sea los problemas reales de la economía como el desempleo, pobreza e inseguridad alimentaria, sumado a la salud, educación, protección social, ambiente.
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