Marco A. Gandásegui (hijo): un maestro excepcional
- Opinión
El más grande analista de las políticas de EEUU en América Latina se ha marchado sin avisarnos.
El profe -como de cariño lo llamaba- estaba pendiente de cada movimiento que ocurría en Washington. Siempre estaba atento a las declaraciones o discursos del inquilino de la Casa Blanca, de los Generales del Pentágono y de los congresistas de las cámaras -alta y baja- de EEUU. Además, nunca perdía de vista al Comando Sur, como tampoco las contradicciones entre demócratas y republicanos, entre financieros e industriales y entre empresarios y asalariados. [Todo esto lo compartía en amenas conversaciones]
Diariamente desayunaba con el New York Times, Democracy Now, La Jornada (de México), Página 12, El País (de España), América Latina en Movimiento (ALAI), Con Nuestra América, la Estrella de Panamá y La Prensa.
Entre sus rutinas diarias estaba la revisión de medio centenar de correos electrónicos, a la cual daba lectura y respuestas a todos. También leía con atención los ensayos y artículos científicos de sus colegas. Entre estos últimos daba prioridad a los trabajos resultantes de las investigaciones realizadas por el grupo de trabajo de Estudios sobre Estados Unidos del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). [Era el coordinador]
Toda esta inmensa data la filtraba por sus visores marxista de la teoría de la dependencia para generar otras preguntas sobre los problemas geopolíticos y de nuestras sociedades.
Para el profe, el mundo que conocemos está dividido entre las naciones del centro que controlan los mercados mundiales y se apropian de los excedentes generados en los países de la periferia, ya sea en la forma de ganancias o de intereses, ocasionando la pérdida de control de los países periféricos sobre sus recursos. Subrayaba, que la generación del excedente en los países periféricos se da por medio de la explotación de la fuerza de trabajo.
A través de las contradicciones que genera este proceso y de la síntesis de ellas se aproximaba rigurosamente a su objeto de estudio, pero también a sus clases universitarias. En ese sentido, sus clases se basaban entre las investigaciones que desarrollaba en el momento, la teoría y el método que utilizaba y sus análisis semanarios de coyuntura.
Enseñaba en sus clases magistrales -con su tono bajo y sin prisa alguna- que “la teoría nace como producto de un conocimiento empírico que procesado y elaborado se convierte en una abstracción que guardamos en nuestra mente o plasmamos en un escrito que sigue ciertas reglas o leyes”. Pero si ésta dejaba de dar respuestas debía ser “reformulada con la introducción de otras preguntas (hipótesis)”. Así consideraba -el profe- que se acumulaban los conocimientos. Sin embargo, aclaraba que si el proceso se estancaba había que regresar a algún punto anterior para reiniciar el camino.
Sobre la metodología -explicaba- que sólo tiene sentido si se entiende como el instrumento para producir conocimientos. De los análisis de coyuntura -advertía- que debían ser descripciones de las tensiones entre los distintos grupos sociales.
Este fue el profe que conocí y me instruyó.
Un hombre celoso con sus cursos y grupos, que no dudaba en dar clases más tiempo de lo que marcaba el horario; y las daba bajo cualquier condición. Una noche -inundada la Facultad de Humanidades- me llevó a dar clases a un bar. En otra oportunidad me dio clases en medio de un tráfico dirigiéndonos a un museo. Para él no había razones para no dar clases. Las clases se pudieron haber dado debajo de un palo de mango o en un auditorio. Eso no le importaba. Las clases se daban y punto.
Tuvimos un año dando clases solos y fue a cada una de ellas con el mismo ánimo; nunca fue una razón para abandonar el curso. Además, no faltaba. En este contexto nació nuestra amistad. Luego nos hicimos compañeros y terminó siendo mi tutor de tesis de grado. La última tesis que dirigió.
Ha sido difícil escribir estas líneas, pero necesitaba compartirlas. No supone lo escrito ser una despedida, porque sé que sus ideas siempre me acompañarán: en cada clase, en cada congreso de sociología, en cada lucha contra la injusticia social. Sólo me permitiré darle las gracias por todo lo que me enseñó. Gracias a él aprendí y conocí la necesidad de leer. Gracias Profe.
- Mario Enrique De León es investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos, (CELA), “Justo Arosemena”. Becado IDEN-SENACYT. Maestrando en Ciencias Sociales. Correo: mariodeleon.ilg@gmail.com
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