Newsweek desnudado por uno de sus reporteros

23/12/2019
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La revista norteamericana Newsweek tiene historia. Es turbia como la de muchísimos de sus pares. En algún momento de su historia, todos los grandes nombres del periodismo estadounidense colaboraron, en muchos casos con conocimiento pleno de sus mandamases, con las más oscuras agencias de su gobierno.

 

Por ejemplo, el archivo en línea del New York Times guarda un artículo del 27 de diciembre de 1977, de John M. Crewdson, que versa sobre la colaboración de Newsweek y muchos otros –incluyendo el mismo “Times”– con la CIA, durante la Guerra Fría (si bien Newsweek, hoy, pertenece a otros dueños). La agencia de inteligencia necesitaba cobertura en el extranjero y numerosas publicaciones periodísticas se prestaban ofreciéndole puestos administrativos de pantalla:

 

“…Durante un periodo de ocho años en los 1950’s, por ejemplo, tres gerentes de negocios de la oficina de Tokio de Newsweek reportaban a la CIA”.

 

Pero no era el único servicio que prestaban. En 1961 Newsweek fue comprado por Philip Graham, dueño y director del Washington Post, quien solo vivió hasta 1963. Graham –él mismo había servido en inteligencia durante la Segunda Guerra Mundial– también era conocido por rodearse de políticos, celebridades y espías, empleando a otros exagentes o colaboradores de los servicios inteligencia en sus publicaciones, como el legendario Ben Bradlee, tan admirado por el periodismo del Siglo XXI.

 

Ya en este siglo, la revista pasaría de asociarse con el Daily Beast (otro diario en línea), a ser comprada luego por IBT Media, su dueño actual. En 2018, las oficinas de esta compañía editora en Manhattan fueron allanadas por una acusación de fraude contra dos de sus ejecutivos, quienes renunciarían dos semanas después. Newsweek, hoy por hoy, está separado de la matriz y se maneja “independientemente”.

 

Hace unos días el periodista Tareq Haddad, de la sucursal londinense de la revista, salió a revelar la causa de su intempestiva renuncia a inicios de este mes: censura.

 

Eso y la presencia de misteriosos agentes “reguladores” de la información, que se activan cuando el celo periodístico de los reporteros de la revista –o de la minoría que aún lo ostenta– trasgrede ciertos límites de profundidad en la información o se aventura hacia algún territorio tabú.

 

Una mafia gobierna a los editores”

 

Haddad escribió en su blog personal, una semana después de su renuncia de esta fundamental revista norteamericana, y de forma bastante lapidaria, que:

 

“Una mafia gobierna a los editores. La libertad de prensa ha muerto. Periodistas y ciudadanos deben levantarse”.

 

La hiperbólica frase no considera que sus denuncias –descritas abajo– representan la forma de operar de la prensa corporativa desde que ella existe. Pero no tiene nada de malo descubrirlo tarde (y gritarlo a los cuatro vientos). Además, el reporte de Haddad es clarísimo y pormenorizado, incluye las correspondencias que mantuvo con sus editores en su intento de publicar la historia. Toda una clase práctica de periodismo.

 

Haddad estaba cubriendo el asunto que tocamos aquí hace tres semanas (“Siria: supuesto ataque químico fue un fraude occidental”, 29/11/19). En él contamos lo mismo que Haddad intentó, sin éxito, denunciar en la revista Newsweek, más o menos al mismo tiempo.

 

En resumen, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCW, por sus siglas en inglés), ligada a Naciones Unidas y la autoridad mundial en cuanto a estas armas y su prohibición, cometió fraude. Sus altas autoridades tergiversaron los hallazgos hechos por sus inspectores en abril de 2018 en la ciudad de Duma, en Siria, donde un presunto ataque químico del régimen de Bashar al-Assad habría asesinado a unas 40 personas, suscitando la retaliación de Donald Trump, quien días más tarde bombardeó el país árabe.

 

El ataque norteamericano se justificó en el alegado ataque químico. Ahora sabemos que tal ataque nunca sucedió. Ya conocemos la rutina, pues quedó sumamente clara en Iraq (2003) o en Libia (2011), entre muchos otros casos: se acusa un ataque brutal “contra la propia población” por parte del dictador de turno, o el riesgo del uso de “armas de destrucción masiva” en un ataque hacia dentro o fuera. Luego se procede a bombardear o invadir.

 

En el peor de los casos, se fabrican las pruebas. En otros, simplemente se inunda los medios masivos de propaganda que, sin necesidad de argumentos racionales o evidencias, aterroriza a la población asegurando un peligro inminente.

 

Misteriosos operadores

 

Tareq Haddad entendió que había “gato encerrado” cuando, luego de compartir con sus editores la idea de cubrir el asunto de la OPCW y hacer una breve exposición de los hechos involucrados, recibió un solitario “no” como respuesta de parte de su editor de asuntos internacionales en Newsweek, un tipo llamado Dimi Reider. En una primera conversación, Reider intentó refutar a Haddad citando la versión de un medio de análisis geopolítico llamado Bellingcat, al que volveremos más adelante, pero no tuvo éxito. Luego simplemente se negó, sin debate de por medio, a que saliera la nota.

 

Inmediatamente después, el trabajo cotidiano de este reportero cambió para mal: otro editor –de la sección entretenimiento–, comenzó a tomar sus artículos para edición, cuando lo normal era que lo hicieran otros editores dedicados a temas más afines a su trabajo. Entonces comenzó a recibir comentarios hostiles y “exageradamente críticos” sobre sus artículos, cuando en el pasado su trabajo había sido por lo general elogiado y bien recibido. A las críticas se sumarían prontamente nuevos comentarios hechos por otras autoridades de la revista –a las que también había solicitado su opinión sobre el caso que quería cubrir–, los que incluían las recientes críticas del editor de entretenimiento.

 

Para entonces, Haddad ya sospechada que había algo extraño en el rol de Dimi Reider (el editor de internacionales) en la revista. “Los únicos momentos en los que se involucraba era cuando una historia era potencialmente controversial”, explica. Eso hizo que el periodista se interesase por saber más sobre su editor de internacionales y buscara una posible razón para su singular conducta.

 

Además de trabajar en Newsweek, Reider también formaba parte del European Council on Foreign Relations, la versión europea de otro famoso “think tank” y lobby internacional, el Council on Foreign Relations (CFR). “El think tank de Wall Street (y) el más grande y poderoso de EE.UU.”, explica Haddad.

 

La importancia de este lobby en política internacional es enorme: “…10 de los 11 asesores en política exterior de George H.W. Bush eran miembros. Igual que Bill Clinton, quien a su vez contó con 15 asesores en política exterior del CFR, de un total de 17…”. La cita continúa nombrando a los asesores del CFR del segundo Bush y luego a los de Obama, que son mayoritarios también, pero no queremos ser redundantes.

 

La versión europea del CFR –a la que pertenecía Reider– también es enormemente influyente y tiene a sus miembros repartidos en multitud de ministerios, parlamentos y hasta en las presidencias de varios países europeos. También cuenta con académicos, periodistas e influyentes líderes de la sociedad civil.

 

Al indagar en la influencia de este “think tank” en el mundo del periodismo, Haddad reflexiona: “Descubrí que, además de tener a varios periodistas como miembros, el CFR ofrece becas a periodistas para que trabajen con sus muchos miembros que, además, son representantes del Departamento de Estado y de Defensa (EE.UU.) …la lista de miembros históricos incluye a reporteros top del New York Times, el Washington Post, el Wall Street Journal y CNN, entre otros, sin olvidarnos de Newsweek”.

 

Esa era la escuela de la que venía su editor, Dimi Reider, una en la que te sientas codo a codo con miembros del Ejecutivo del gobierno más poderoso del mundo. Además de trabajar para Newsweek, Reider fundó una revista en línea llamada “+972”, cuyo mecenas es la Fundación de los Hermanos Rockefeller, dirigida por otro miembro del CFR.

 

“Estos conflictos de interés podrían ser conocidos para otros periodistas en el oficio –insiste Haddad–, pero lo repetiré: para mí resulta inaceptable… el gobierno de EE.UU., en una fea alianza con quienes lucran de la guerra, tiene sus tentáculos en cada rincón de los medios… impostores, con lazos con el Departamento de Estado, se sientan en las redacciones alrededor del mundo… juntos filtran lo que puede o no ser reportado…”.

 

Bellingcat

 

Finalmente, Eliot Higgins es el analista geopolítico detrás de www.bellingcat.com. Él se jacta de realizar sus análisis usando únicamente información disponible públicamente (“open source”, en inglés). El editor de Tareq Haddad en Newsweek intentó refutar su información sobre el supuesto ataque químico en Siria usando esta espuria fuente de información.

 

De lo que no se jacta Bellingcat, pues, es de su financiamiento. Se sostiene gracias al mecenazgo de otro segmento de esta enorme red de influencia internacional y trabaja en colaboración directa con el Atlantic Council, un actor sumamente interesado en los asuntos tocados en este artículo por estar financiado, a su vez, por la industria armamentística norteamericana y europea, y por trabajar en conjunto con la OTAN. Cuando surge alguna polémica con respecto a supuestos ataques como el de Siria, Higgins y su medio, Bellingcat, son la voz de apoyo a las versiones oficiales, por lo que son promocionados y tomados por fuente fidedigna por la prensa corporativa.

 

Publicado en Hildebrandt en sus trece el día 20/12/19

 

 

https://www.alainet.org/pt/node/203992

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