El Sínodo para la Amazonia critica al Presidente Duque y denuncia la tortura del hambre
- Opinión
Especial desde El Vaticano
El Sínodo para la Amazonia reflexionó sobre el tema de la migración, tanto la de los pueblos indígenas hacia las grandes ciudades como la de las personas que cruzan la Amazonía para llegar a otros países. De ahí la importancia de una pastoral específica de la Iglesia: la región amazónica como zona de flujos migratorios, de hecho, es una realidad emergente – se señaló en el Aula – y un nuevo frente misionero que debe ser abordado en un sentido inter-eclesial, encontrando también una mayor colaboración entre las Iglesias locales y otros organismos implicados en el sector. Además se recordó que el drama de la migración también afecta a los jóvenes de la Amazonía, obligados a abandonar los países de origen porque se ven cada vez más amenazados por el desempleo, la violencia, la trata de seres humanos, el tráfico de drogas, la prostitución y la explotación. Es necesario, pues, que la Iglesia reconozca, valore, apoye y fortalezca la participación de la juventud amazónica en los espacios eclesiales, sociales y políticos, ya que los jóvenes son "profetas de esperanza".
Obispo colombiano denuncia el abandono estatal y la tortura del hambre
Mons. Francisco A. Ceballos E, misionero redentorista y Obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Carreño (frontera Colombo-Venezolana) ha denunciado desde el Vaticano el escándalo del abandono estatal y la tortura del hambre que sufren miles de niños y niñas migrantes indígenas venezolanos.
Mons. Ceballos ha explicado: “Ustedes no conocen aquí en Europa nuestro sufrimiento como Iglesia para acompañar un pueblo migrante, que todavía hoy tiene hambre. No boten la comida. Tenemos que donar esperanza como nos inspira Papa Francisco”.
Durante el Sínodo para la Amazonia que se está realizando en el Vaticano (desde el 6 hasta el 27 de octubre) Mons. Ceballos ha tenido el coraje y la valentía de hacer un pronunciamiento fuerte en contra del Presidente de la Republica Iván Duque, subrayando que “El trabajo periodístico sobre las niñas y niños indígenas del basurero de Puerto Carreño, realizado por el periodista Jairo Patiño de RCN Televisión, a todos nos ha conmovido. Es solo una pequeña muestra de lo que está pasando con los indígenas en el Departamento del Vichada, a quienes sólo se les tiene en cuanta en tiempo de elecciones. Los ilusionan con miles de promesas, los llevan a votar, les compran el voto por algunas bagatelas, y, después, los abandonan a su propia suerte.
“Aunque existen políticas de protección para los indígenas por parte del Estado, sus derechos fundamentales son violados.
“A las niñas y niños indígenas los vemos deambular por las calles de Puerto Carreño como mendigos, como inhaladores de bóxer, comiendo la basura de las canecas, mendigando las sobras a los comensales en los restaurantes, pidiendo limosna, y algunas vendiendo su propio cuerpo etc.
“Este fenómeno no es desconocido por las instituciones civiles, militares, eclesiásticas, ni mucho menos por las entidades encargadas de la protección del menor. Y nadie hace nada.
“Ha habido alertas tempranas por parte de la defensoría y la personería, pero no hay respuesta para solucionar el problema.
“Me pregunto: qué está haciendo el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ICBF (Ministerio de la familia en otros países) ante las niñas y niños desescolarizados, los drogadictos que deambulan por las calles, los niños del basurero, etc. A decir verdad, muy poco. Con seguridad hay programas de atención, pero la realidad supera a las acciones paliativas que se realizan.
“Hay quienes preguntan: ¿Y la Iglesia qué? A la Iglesia le duelen las niñas y niños, no sólo indígenas sino también los migrantes en situación de mendicidad. Es que para la Iglesia “si un miembro del cuerpo sufre, todos los demás sufren también; y si un miembro recibe atención especial, todos los demás comparten su alegría” (1 Cor 12, 26).
“Aunque no es nuestro deber como Iglesia suplir al Estado, lo que hacemos en favor de las niñas y niños del Vichada, lo hacemos porque la atención al ser humano es nuestra vocación. Porque recibimos el mandato del Señor, quien ante la multitud hambrienta, pidió a sus discípulos darles de comer. Porque en el ser humano que sufre descubrimos la presencia de Cristo. O, porque, ante los cuerpos famélicos las palabras de Jesús resuenan en nuestro corazón: “Tuve hambre y me dieron de comer (Mt. 25, 35).
“Como Iglesia que peregrina en el Vichada a ritmo de Evangelio, decimos como los Apóstoles: “No tenemos más que cinco panes y dos peces” (Lc. 9, 13). Con ese poco alimento estamos nutriendo a más de 250 niñas y niños en los tres comedores con que cuenta el Vicariato. Gracias a la Provindencia de Dios, a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, a la Pastoral Social, a quienes con generosidad dan desde su pobreza, en tiempo, dinero o especie, hemos podido mantener estas obras. Del gobierno no hemos recibido un peso.
“Ha sido nuestro propósito como Iglesia edificar al lado de la parroquia o capilla de evangelización un comedor para los pobres. Propuesta que hemos compartido con los entes gubernamentales, con los candidatos a la gobernación y a la alcaldía, a quienes, en tiempo de campaña, les parece una obra maravillosa y se comprometen a apoyarla durante su gobierno, pero al asumir el mandato popular, olvidan lo que ayer era una excelente idea digna de apoyar.
Ante esta situación tan vergonzosa, como Iglesia, queremos trabajar con más fuerza en favor de las niñas y niños con el fin de mitigar la prostitución, el alcoholismo, la drogadicción, el maltrato, el hambre, el analfabetismo, y un sin número de aspectos que ensombrecen la dignidad humana, pero es necesario que nos unamos como sociedad para extirpar los tumores que desdicen de nuestra condición de seres humanos. Ayúdenos a ayudar es nuestro lema”, concluye el Obispo Ceballos.
Intervención del jesuita colombiano P. Mauricio García
El pasado lunes 7 de octubre el padre Mauricio García, S.J., Director del Servicio Jesuita a Refugiados Colombia, politólogo y Director del Instituto CINEP de Bogotá, intervino en el aula del Sínodo Amazónico, que se está realizando en el Vaticano. En su intervención subrayó que hay “diversos flujos migratorios y retos pastorales.
1. Quiero partir de un gran reto que plantea el Instrumentum Laboris (IL) con relación a la migración: “Esta trashumancia amazónica no ha sido bien comprendida ni suficientemente trabajada desde el punto de vista pastoral” (# 63). Los retos pastorales que esta plantea dependen del tipo de migración a la que hace referencia, y hay, al menos, tres niveles de migración que podemos identificar [1]:
a) Migración circular y pendular (van y vienen) de pueblos indígenas itinerantes, es decir, la itinerancia de los pueblos originarios por el territorio amazónico exigida para garantizar una existencia sostenible en la casa común, con algunos de estos pueblos viviendo en aislamiento voluntario. Ello demanda una pastoral encarnada e inculturada en diálogo con los pueblos indígenas y en una dinámica inter-religiosa para, como lo dijo el Papa Francisco en su homilía de la misa inaugural, no terminar imponiendo el don de la fe, sino poder compartirlo gratuitamente.
b) Desplazamiento forzado dentro del mismo país y hacia el exterior por causa de los grandes megaproyectos de infraestructura, minería legal e ilegal, avance creciente de la agroindustria y la ganadería. Algunas pocas veces se da una migración voluntaria de áreas rurales hacia las ciudades, buscando mejores servicios como educación y salud para la familia. Se plantea el reto de una pastoral en las ciudades amazónicas que pueda responder a la “desestabilización social” (IL #60), el tráfico y trata de personas (IL #67), diversas formas de explotación socio-económica y otros múltiples problemas que han surgido con la urbanización [2].
c) Migración internacional que comprende dos tipos de migraciones que llegan a la Amazonía [3]:
(i) La que llega a la región por razones científicas, económicas y empresariales, y que plantea en muchos casos la necesidad de una acción profética de la Iglesia para hacer frente a sus consecuencias negativas de explotación y despojo.
(ii) La que llega porque ha sido desplazada de sus países y deben cruzar el “corredor migratorio” de la Amazonía (IL #65), como es el caso de la población venezolana, haitiana, cubana e incluso migrantes extra-continentales, que requieren de acogida y apoyo humanitario dadas las condiciones de vulnerabilidad en que lo hacen. Como Iglesia necesitamos una acción eclesial coordinada (IL #69b) para atender las urgencias humanitarias y los brotes de rechazo y xenofobia que plantea esta migración, de manera especial en las fronteras.
2. Aunque la Iglesia viene realizando diversas acciones de atención a múltiples flujos migratorios, sobre todo los más vulnerables, falta consolidar una estrategia pastoral adecuada para responder de manera integral a las necesidades de atención que plantea la migración en la Amazonía y que las políticas públicas existentes no logran resolver (IL #68). Tenemos el reto de compartir el don que hemos recibido del Señor. “El don que hemos recibido es un fuego, es un amor ardiente a Dios y a los hermanos” [4], un don para ser compartido, no impuesto, un don que no se agota en una pastoral de mantenimiento [5]. En palabras del Papa Francisco: “Anunciar el Evangelio es vivir el ofrecimiento, es testimoniar hasta el final, es hacerse todo para todos (cf. 1 Chor 9,22), es amar hasta el martirio” [6].
“Muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia” [7]. En ese sentido, dos líneas de acción pueden contribuir a desarrollar esta pastoral integral con migrantes, desplazados y refugiados para mostrar el rostro misericordioso de Dios para con ellos/as:
a) En primer lugar, el Papa Francisco ha insistido que dicha pastoral con población en situación de migración debe partir de reconocer la presencia de Cristo en ellos/as: “Para nosotros cristianos, la hospitalidad ofrecida al forastero necesitado de refugio es ofrecida a Jesucristo mismo, identificado en el extranjero: «era forastero y me acogisteis» (Mateo 25, 35)” [8]. Lo que en términos prácticos debe traducirse en la conjugación de cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar, como lo ha reiterado el Papa en múltiples ocasiones. Por ello, estamos invitados a desarrollar una pastoral integral que abarque estas cuatro dimensiones, manifieste claramente el amor misericordioso de Dios que se acerca a los migrantes, desplazados y refugiados, y logre permear las comunidades de acogida donde ellos/as llegan.
b) En segundo lugar, necesitamos como Iglesia líneas de acción pastorales para responder y solidarizarnos con los migrantes dependiendo del momento del ciclo migratorio en que la gente se encuentra y buscando tener una perspectiva de derechos más que una meramente asistencial: si es antes de migrar, en las comunidades de origen, con estrategias pastorales para, de ser posible, prevenir la migración; si es cuando están en el tránsito migratorio, con estrategias de protección y acogida en la situación de emergencia humanitaria que enfrentan; si es en los lugares de destino al culminar la migración o cuando retornan o son deportados, con estrategias de hospitalidad, promoción e integración, tanto a nivel socio-laboral como a nivel eclesial”, concluye P. García, expresión de una generación de jesuitas que desde hace 40 años analiza la violencia política en Colombia, juntos a otros expertos como p. Alejandro Angulo, p. Fernán González, p. Javier Giraldo, p. Francisco de la Roux, hoy presidente de la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad.