El socialismo triunfa y el neoliberalismo declina (a pesar de la “ola”)
- Análisis
La decadencia fascista del proyecto neoliberal brasileño y de sus compinches fisiológicos (congresistas, jueces, medios corporativos) que se quitan el ropaje “racional” y apuestan a la monstruosidad.
El socialismo triunfa en la disputa ideológica contemporánea, a pesar de la reciente desviación militarista del voto popular. No necesariamente es fascista, el que vota a un fascista como Bolsonaro. La población, en última instancia, hace una demostración de su negativa al neoliberalismo: al desempleo, al proceso de crisis recurrente, cuyas rígidas estructuras del capital no nos dejan librarnos.
Poco a poco, las personas perciben los “fake news”, que los capitalistas llaman “democracia liberal”. Comprenden que, a pesar de todo, por más humilde que uno sea, un ciudadano tiene derechos humanos fundamentales. No obstante, con poca formación política y pasmada por las noticias venenosas de los grandes medios golpistas, muchos (momentáneamente) creen que la respuesta está en el “Nuevo”: la farsa representada ahora por Bolsonaro.
PSDB y derecha “racional” fracasaron
La derecha supuestamente racional ha quebrado: véase la votación del neoliberal del PSDB y su pandilla asociada. La élite ligada al capital-mercado sabe que Bolsonaro es incapaz de sacar al país de la crisis, pero no tiene más alternativa ante al fracaso de su proyecto anti-progresista (travestido de rechazo al PT) que pretendía resucitar el neoliberalismo para “corregir” lo incorregible de nuestro Estado capitalista y militar. Una mágica: como si la violencia de la crisis económica mundial no estuviera asolando el mundo desde 2008.
Vuelve a la luz como nuestras instituciones (y desigualdades) están todavía subyugadas a las estructuras creadas en el golpe militar de 1964. La derecha fundamentalista, los “creyentes del mercado” – esa clase “técnica”, pero normalmente inculta, con escaso conocimiento político, histórico o filosófico, y sin proyecto de nación – aunque tengan miedo del fascista, como en la Alemania de 1930, se arrodilla ante la “amenaza menor” del Hitler brasileño. Siguen con la esperanza de poder domesticar al Monstruo según sus intereses económicos.
Pero ¿cómo se domestica un semi-idiota irracional?
El post líbero-fascista tal vez no ceda a (todos) los deseos del mercado. Y ciertamente tendrá dificultades para reunir fuerzas políticas que permitan aprobar proyectos tan impopulares. No sabe dialogar, huye de los mínimos debates, desconoce economía y tal vez ni siquiera sepa interpretar un texto político adecuadamente. Además, no tiene el carisma dialógico que es vital para manejar grupos (calidad de que Lula dispone con maestría).
Como se percibe desde que se volvió un competidor expuesto, Bolsonaro es poco inteligente, aunque listo. Pero su astucia tosca difícilmente le servirá para construir las alianzas necesarias en los fisiológicos Parlamento y el Poder Judicial de Brasil, y así conseguir tocar con viabilidad las anti-reformas sociales que el capital exige. No conseguirá, sobre todo porque si acepta la pauta neoliberal de la derecha (digamos) “menos violenta”, su débil popularidad, sostenida por el moralismo barato y los falsos rumores propagados ilegalmente por millones de mensajes criminales (Whatsapp, Facebook), caerá en meses al nivel de un justo “impeachment” (como el de su gemelo de farsa, Collor de Mello).
Así como creció en la boca del pueblo sostenido por castillos de papel y mentiras, Bolsonaro caerá en semanas, tal vez meses. Incluso, con sus discursos amenazadores a la víspera de las votaciones, dirigidos contra las propias instituciones que lo sostienen (los jueces y los medios empresariales, sobre todo), él ya empieza a flaquear.
En el mismo escenario de la tragedia, los derechistas neoliberales que se creían – o se vendían – como “racionales”, ahora se colocan al lado del neonazismo, de los aduladores de la tortura dictatorial y de la violencia de milicias que asolan las calles de Brasil en las últimas semanas. Enseñan así al mundo que la burguesía brasileña no pasa de ser gente racista, violenta, de estúpidos cuya búsqueda existencial es enriquecer a cualquier costo y por más inhumano o anti-ético que sea el “precio”.
El subgolpe de 2016: capítulo del golpe militar de 1964
Las estructuras dictatoriales instauradas en los años 1960 en Brasil nunca fueron ni siquiera tocadas y subterráneamente todavía controlan con mano fuerte el poder.
Se ve la mano dura castrense, por ejemplo en el episodio vergonzoso de la absolución del torturador B. Ustra. O incluso en el propio golpe de 2016, que contó con la legalidad de un Parlamento y del Poder Judicial guiados por intereses y privilegios vergonzosos.
El liberalismo puro, o el anterior “libertinaje económico” se acabó, definitivamente, como proyecto electoral viable, a partir de la experiencia anti-neoliberal de los gobiernos reformistas que ascienden por el mundo en los años 2000. Hoy, la elección es entre la organización popular en pro de la verdadera democracia de lo común, o la barbarie.
En Brasil, como siempre, caminamos poco, lentamente, y tal vez vamos retroceder ahora medio siglo. El gran error del lulismo fue el no enfrentamiento del problema de los medios, la desconsideración de su gravedad, de no ver la potencia que nuestra prensa tiene de ser sucia (como vemos en la dimensión del actual fraude electoral, con “noticias” tendenciosas que abastecen a las ingobernables redes sociales).
Un golpe en el golpe
El Tribunal Superior Electoral, como toda la fallida institución judicial y parlamentaria brasileña, no merece confianza. Llegó al clímax de la deshonestidad al prohibir a Haddad exponer en la televisión el criminal apoyo del candidato fascista a la tortura. Y no tiene el coraje de hacer nada contra las trampas electorales gravísimas de Bolsonaro. Aunque acobardados, los nobles jueces y diputados tienden a callarse, para no pasar más vergüenza, frente al descalabro del post neoliberal de matiz fascista que se encamina al poder.
El hecho que explicitó la sumisión del Poder Judicial a los militares fue el nombramiento de un general al gabinete del Supremo Tribunal Federal. El gesto pretende supuestamente evitar que los espías tengan acceso a los compadrazgos de esta podrida institución; pero como es obvio, se debe también al acobardamiento del Poder Judicial ante sus tutores, con quienes mantienen sucias relaciones: las Fuerzas Armadas.
Y estando abierta la Caja de Pandora autoritaria, y tan expuesta la estafa electoral con que ilegalmente se está conduciendo un loco al poder, el escenario apunta a la posibilidad de que los militares, por fin, emprendan el gran golpe final: pateando a los demás golpistas y quedándose solos en el mando.
Brasil: una semi-nación desgraciada por una élite ignorante
Nuestra “semi-nación” –ya lo decía Caio Prado Júnior– sigue siendo la misma desde hace siglos: dependiente. Así, Brasil se hunde en el escenario geopolítico mundial y – junto a otras semi-periferias sometidas a golpes – pierde espacio vital de respiro. Respiro que podría traer cierta autonomía en el sistema internacional de poder, en este interesante movimiento de reorganización del orden geopolítico mundial. Un proceso, antes capitaneado por los BRICS, pero que está ahora reducido al eje chino-ruso, ya que Brasil, India y África del Sur (curiosa y simultáneamente) sufrieron golpes pro-neoliberales – todos ellos debidamente incitados a partir de acusaciones de los “medios libres” por supuesta corrupción (jamás comprobada) por parte de los gobiernos populares-reformistas.
Unidad socialista y hegemonía (al menos) en el campo de las ideas
Pero hay algo positivo para conmemorar: la creciente movilización popular civilizatoria y unida, el diálogo interno entre las fuerzas progresistas que vuelven firmes a las calles, como se ve en las manifestaciones callejeras, en las voluntarias distribuciones de panfletos en favor de Haddad y en las diversas actividades en pro de la democracia organizadas por activistas de varios naipes anti-neoliberales. Incluso la gente que estaba hace tiempo desmovilizada, “despierta” y se une a los (siempre) movilizados movimientos sociales, contra la inminencia de la guerra civil que comienza a ser desatada, como anuncian los crecientes asesinatos de militantes sociales, activistas políticos, travestis, indígenas.
Neoliberalismo derrotado: aunque no lo admita
El neoliberalismo (y el propio capitalismo a medio plazo) fue derrotado, aunque quizá tarde mucho tiempo para que lo veamos caer, y aunque esa caída nos pueda ser muy onerosa.
Pero en fin, como sabía el gran maestro Antonio Candido: el socialismo triunfó. Triunfó en las ideas, en la conquista sino de todos los derechos humanos fundamentales, al menos en la conquista de la hegemonía de un discurso democrático social mínimo que paulatinamente se hace políticas sociales, subversiones al sistema podrido.
Triunfó en la efectiva concientización de la población de que sí “existen” derechos sociales, y que ellos son derechos “siempre”: independiente de gobiernos (aunque la confusión patrocinada por los conservadores mantiene gran parte de la población sin saber qué grupos políticos representan sus anhelos).
El pensamiento social, el planeamiento democrático, el ideario utópico del común triunfó, a pesar de no haber encontrado todavía el modo de vencer definitivamente el discurso electorero de los grandes medios, que amplía en la voz de canallas “proyectos sociales” tan seductores como falsos (como se ve en el programa de Bolsonaro).
Sin embargo, el discurso de los reaccionarios, hoy en día, “tiene” que ser social. Ya no se hacen discursos como antiguamente: aristocráticos o elitistas "puros". E incluso el discurso racista, machista y homofóbico busca esconderse, sino monstruos no se eligen más.
Hay valores mínimos ya arraigados en nuestra cultura como un todo. Cada ciudadano, por más humilde que sea, por más que no haya tenido la oportunidad de disfrutar de una educación formal y que al final haya sido seducido por una iglesia farsante cualquiera, tiene hoy una noción de sus mínimos derechos en cuanto ser humano.
Conquistas del ideario y sangre socialista
Esta conciencia popular, al lado de la jurisprudencia internacional favorable a tales derechos fundamentales, fueron conquistas arrancadas con esfuerzo de los bolsillos del capital, por los luchadores del campo socialista.
El socialismo, en el debate de ideas y en su praxis emancipatoria efectiva (movimientos sociales extra-parlamentarios como el MST, el MTST, el EZLN, la Vía Campesina) hace que el liberalismo hoy parezca una creencia tan arcaica, tan obviamente simplista como la creencia en ídolos de piedra o en dioses punitivos, moralistas, violentos y anticarnales: como la de cierto cristianismo decaído que deambula por algunos hogares brasileños, peligrosamente manchado con el odio nazi.
Desde San Pablo
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