MonBayer, la debilidad del dinosaurio

21/09/2016
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 dinosaurio
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Si los tribunales de la competencia no lo echan para atrás, el próximo año asistiremos al estreno de una nueva supermultinacional, MonBayer, o como decidan llamar a la fusión, entre Bayer y Monsanto después de que la primera haya comprado a la segunda. Y bien, ¿qué puede suponer esto?

 

Una primera respuesta se sitúa en la lógica habitual de lo que puede representar una empresa tan poderosa como indestructible. Encontramos a quienes lo valoran como un paso natural en el devenir de nuestro modelo económico, afirmando que con empresas así, con su «tecnología infinita», con su «capacidad de llegar a cualquier lugar», con su «eficiencia», todo será inmejorable. MonBayer, con sus semillas mágicas y pesticidas infalibles, será el dios que acabará con el hambre en el mundo y un sueño será cada vez más cercano: pedir comida vía Google desde nuestro apple, que sea servida pocos segundos después por un dron de Amazon y ser felices comiendo perdices MonBayer.

 

También encontramos a quienes, como muchos de mis colegas, explican que la aparición de esta corporación puede suponer resultados bastante trágicos. Después de la fusión entre Dow AgroSciencies y Dupont, y la fusión entre Syngenta y la empresa paraestatal ChemChina el pasado febrero, la operación entre Monsanto y Bayer deja el sector agrícola -el que nos da de comer- en manos de solo tres imperios, todos ellos, por cierto, vinculados desde su nacimiento no con la alimentación o la sanidad, sino con el sector químico (que bien supo encontrar sinergias con la industria de la guerra).

 

En concreto, en el negocio de las semillas, entre los tres controlan el 60% de las convencionales y casi el 100% de las transgénicas, y aseguran más del 65% de toda la producción de pesticidas. Como dice la investigadora Silvia Ribeiro de ETC, «nos tiene que preocupar la fuerza de estos gigantes industriales para moldear a su favor acuerdos de comercio agrícola, subvenciones y programas rurales, leyes laborales, de semillas y patentes, normativas de uso del suelo, de uso de agroquímicos y hasta gastos públicos en infraestructuras, todo a favor de sus negocios». Es la pérdida total de la capacidad de decidir respecto a nuestra agricultura y alimentación. Solo las abejas y otros insectos polinizadores pueden estar más preocupados que las personas que defendemos este derecho.

 

Dos monstruos

 

Pero, ¿hay algún resquicio que nos permita suponer que sumar dos monstruos en uno haga del nuevo Frankestéin algo tan enorme como frágil, patoso y débil? O, ¿puede ocurrir que estos tres dinosaurios, en su juego de tronos particular, peleen a muerte y el resultado final sea su total extinción?

 

Bien sabemos que el metabolismo de estas empresas funciona en base a un crecimiento continuo, entre otras cosas porque la devolución de los créditos con los que trabajan les obliga a ello. Hasta ahora buena parte del crecimiento lo han logrado ingiriendo a otras empresas, pero ese alimento se agota y ya se zamparon a las 7.000 pequeñas empresas de semillas que existían hace apenas 30 años. ¿Les queda canibalismo?

 

De la misma manera, se les acaba la facilidad de disponer a precio barato del ingrediente clave en todos los eslabones del negocio de la agricultura industrial: el petróleo. Pero también el producto por el que apuestan fuerte, los transgénicos, está encontrando techos que hacen que peligre el pago que la deuda de la nueva empresa va a tener que gestionar, unos 60.000 millones de euros. El glifosato, herbicida estrella que forma parte del paquete tecnológico de los cultivos transgénicos, está dejando de ser eficaz y ya se contabilizan 24 ‘malezas’ que lo resisten.

 

La apuesta transgénica

 

Tampoco le ha hecho ningún bien a sus ventas que haya sido declarado por la OMS como probable cancerígeno. Muchos de estos cultivos, por ejemplo el maíz en EEUU o Aragón, están dando productividades menores de lo esperado. Y desde luego la sociedad civil sigue marcando distancia con estos productos, de hecho la mayoría de países europeos no los autorizan. ¿Se juegan todo a la carta de que el TTIP permita nuevos cultivos transgénicos en Europa o a la entrada de estos desde EEUU?

 

En cualquier caso, como estamos hablando de lo más esencial, de la alimentación de todos, de la tierra que la permite, de la salud, de respetar el territorio y la cultura que nos acoge, requerimos de un esfuerzo colectivo y creativo para no esperar que los dinosaurios se arruinen en sus éxitos y sea con movilizaciones, boicots y el compromiso con la agricultura campesina, cercana y a pequeña escala, con lo que logremos que esta ocupe el espacio que le corresponde. Generar medios de vida que alimentan y cuidan el mundo.

 

 

- Gustavo Duch Guillot es autor de Alimentos bajo sospecha y coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas.

http://gustavoduch.wordpress.com/

 

https://www.alainet.org/pt/node/180398

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