James Bond y la nostalgia imperial

22/01/2016
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 bond
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James Bond es el agente secreto más famoso del mundo. Su manera de hablar y de vestir, sus juguetes tecnológicos, sus Rolex y autos de lujo rodeado de chicas guapas, los martinis que toma (a excepción de Daniel Craig, quien optó por una cerveza Heineken en “Skyfall”), los temas musicales de cada película. Todo eso ha contribuido a crear una marca rentable desde 1962, cuando el célebre Sean Connery dio vida a Mr. Bond en “Dr. No” por primera vez en el cine.

 

Considerado por algunos como misógino, Bond es una referencia importantísima en la cultura popular anglosajona. Para otros simboliza la nostalgia de la Gran Bretaña por el imperio y la gestión que realizó de los asuntos mundiales hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos vino a ocupar su lugar.

 

Por cierto que Ian Fleming, el escritor inglés que dio vida a James Bond, publicó su primera novela, Casino Royale, en 1952, justo cuando la Gran Bretaña estaba reducida a cenizas, o casi, tras la segunda gran conflagración mundial. Diez años después aparecería la primera película del icónico agente secreto, para sobrevivir, a lo largo de 53 años con distintos actores, en su mayoría británicos. ¿Quién no recuerda a Sean Connery, que al decir de los expertos es quien mejor se ha desempeñado como el 007? Tras él han figurado el australiano George Lazenby, el londinense Roger Moore, el galés Timothy Dalton, el irlandés Pierce Brosnan, y, de manera más reciente, el inglés Daniel Craig.

 

La fórmula “Bond” ha sido emulada en numerosas ocasiones, aunque sin un éxito equivalente ni tan perdurable. Ahí está el agente Ethan Hunt, encarnado por Tom Cruise en “Mission Impossible”, o Jason Bourne, a quien ha dado vida desde 2002 el actor Matt Damon en “The Bourne Supremacy“ y sus secuelas. El problema es que tanto Ethan Hunt como Jason Bourne han sido delineados a la medida de Cruise y Damon, por lo que el día en que estos actores estén lo suficientemente decrépitos como para no poder utilizar ni siquiera un bolígrafo, todo parece indicar que ya no habrá más secuelas de sus aventuras. Hay que ver lo que le pasó a Harrison Ford con Indiana Jones: el pobre hombre ya no da para más –o como dicen por ahí, hay que envejecer con dignidad.

 

En contraste, James Bond existe como personaje de ficción, y los productores han buscado a quienes mejor lo pueden personificar en consonancia con los tiempos, en una suerte de renovación permanente. La última vez que Connery encarnó al mítico 007 fue en 1983 en “Never Say, Never Again”, una producción independiente respecto a las que tradicionalmente realiza Eon Studios. De hecho, antes de esta saga, otros actores (Lazenby y Moore) habían caracterizado al 007, y el regreso de Connery supuso una ruptura a una regla no escrita según la cual, quien caracteriza a Bond durante un cierto tiempo, ya no puede volver a serlo. Así, con excepción de Connery, los demás actores que alguna vez se pusieron el smoking y tomaron martinis en las cintas del 007, no han vuelto a personificarlo. Se puede debatir quién ha sido el mejor 007, pero un análisis de ese tipo sería muy subjetivo. Para las generaciones más nóveles, seguramente Brosnan y Craig gozarían de mucho apoyo, en tanto que para las más longevas, Connery y Moore estarían disputando el título del “Mejor Bond”.

 

 ¿Por qué el personaje de James Bond es tan popular, siendo que la Gran Bretaña hace rato que dejó de ser gran potencia mundial y sus servicios de inteligencia se antojan modestos frente, por ejemplo, los recursos financieros y humanos que le destina Estados Unidos a esa esfera? ¿Por qué el mejor espía de todos los tiempos es británico y no estadounidense? ¿Cómo es que la Gran Bretaña logra salvar al mundo una y otra vez, aun cuando se supone que esa es la responsabilidad de la superpotencia en turno? –aunque, en honor a la verdad, son cada vez más las voces intelectuales, académicas y políticas que consideran que lo mejor de Estados Unidos ya pasó.

 

Varios elementos pueden ayudar a responder esto. En primer lugar, los servicios de inteligencia de Estados Unidos, en particular la CIA, el FBI y de manera más reciente la NSA, han padecido las consecuencias de su sobre exposición y desgaste en distintas situaciones. Hacen ver a Estados Unidos como una nación para la que el fin justifica los medios –no es que esto no ocurra en otras naciones, sólo que el poder de que dispone la Unión Americana es muy superior-, que no se detiene ante nada para obtener lo que desea. Asimismo, las acusaciones de corrupción, de magnificación de las amenazas, de violaciones a los derechos humanos, de ineficiencia, de rivalidades interagenciales, y otras más, han estado pululando en el ambiente de la inteligencia estadounidense. De ahí que para el público en general –que no se especializa en temas de seguridad nacional ni inteligencia– resulte más atractivo un agente como James Bond que es divertido, se acuesta con chicas guapas, se las arregla para salir adelante ante las situaciones más amenazantes, y que tiene cierta ética profesional, porque lo mismo sirve a Su Majestad que a su vocación de “hacer lo correcto”, aunque ello le cree problemas con sus superiores.

 

Bond ha evolucionado al paso del tiempo. En las primeras películas, el 007 daba cuenta de sus antagonistas, sin siquiera despeinarse. Sin embargo, en las entregas más recientes, lo golpean torturan amenazan y hasta se ve vulnerable. En otras palabras, el 007 del siglo XXI logró “humanizar” al frío mundo del espionaje, lo que fascina a un público cansado de saber que la CIA y el FBI no lograron comunicarse a tiempo antes de aquel fatídico 11 de septiembre de 2001 para evitar los ataques terroristas contra las torres gemelas y el Pentágono. ¿Y qué se puede comentar de la manipulación que hizo George W. Bush de la CIA para “demostrar” que el Irak de Saddam Hussein tenía armas prohibidas? ¿Y qué decir de las revelaciones de Edward Snowden, quien dio a conocer archivos clasificados de la NSA al público en general en 2013 y donde quedan de manifiesto las acciones, muchas sin escrúpulos, desarrolladas por Estados Unidos en el mundo? Estos ejemplos hacen ver a la inteligencia y al espionaje como actores inmorales –aun cuando en la política mundial, eso ocurre todo el tiempo– y con malos resultados en muchos casos.

 

En contraste, el elegante James Bond siempre triunfa sobre los “malos” y protege a los “buenos.” Casi nunca se equivoca, lo que por supuesto es un anhelo de la mayor parte de los seres humanos. En este sentido, Bond es una figura aspiracional. Es aquí donde también vale la pena recordar que él no procede de Kryptón ni cuenta con poderes especiales. Cierto, es hábil ante diversos instrumentos bélicos: puede manejar aviones, helicópteros, autos de lujo y alguna que otra carcachita. Dispara lo mismo pistolas que AK-47 y otras armas ligeras y pequeñas.

 

También Bond es muy versado en las artes marciales, es inteligente, analiza las situaciones de riesgo y actúa en consonancia. Manipula a sus jefes, quienes muchas veces no logran dimensionar adecuadamente los problemas, pero igualmente los protege y respeta. Seduce a las mujeres más guapas, quienes caen rendidas ante los encantos del caballero. En suma, su empleo es de alto riesgo, pero es visible, a todas luces, que Bond la pasa muy bien en su vida. ¿Cuántas personas en el mundo no querrían un empleo así? En contraste, ¿cuántas personas querrían estar en los zapatos de los directores de la CIA, el FBI o la NSA?

 

No todo es miel sobre hojuelas, y la agencia de seguridad a la que sirve Bond no es precisamente una perita en dulce. James Bond pertenece al Servicio de Inteligencia Secreto (ISS) o MI6 (acrónimo que se refiere a Inteligencia Militar, sección 6), responsable de proporcionar al gobierno británico información de inteligencia del mundo. Existe también el Servicio de Seguridad Interna o MI5, que se aboca a proveer información de inteligencia doméstica. El MI6 tiene sus antecedentes en la Oficina del Servicio Secreto (SSB) fundada en 1909 para controlar las misiones secretas que se desarrollaban dentro y fuera de la Gran Bretaña, sobre todo por parte de Alemania, y adoptaría su nombre actual en 1916, en plena Primera Guerra Mundial.

 

Todos los servicios de inteligencia de los países del mundo tienen algún “esqueleto en el clóset” y el MI6, contrario a lo que podría sugerir la imagen de James Bond, no es la excepción. En este sentido, cabe recordar que sobre el MI6 pesan, en el mundo real, acusaciones tan graves como el haber conspirado contra Lady Di, en el fatídico accidente que le costó la vida; la publicación, en Internet de listas con los nombres y ubicación de sus agentes que operan en todo el mundo; el espionaje de su agente Norman MacSween en Rusia, de quien se dice reclutó a su homónimo ruso, Platon Obhukov, quien espió para los británicos; y el robo de información clasificada de Francia para rastrear submarinos en Brest.

 

 De manera más reciente, se sabe que el MI6 elaboró el famoso Informe Butler en 2002, mismo que fue utilizado por el gobierno de Estados Unidos para documentar la existencia de armas de destrucción en masiva en Irak, y que a la postre, sería uno de los fundamentos para la invasión de EU y la Gran Bretaña contra el país árabe en marzo de 2003. Más tarde se supo que buena parte del Informe Butler fue elaborado a partir de la tesis doctoral de un estudiante británico, quien especulaba sobre la existencia de armas prohibidas en Irak, pero desde una óptica académica. Como se ve, el MI6 no es tan infalible como se podría desprender de las aventuras de James Bond.

 

Lo que sí es cierto es que el Reino Unido ejerce el poder suave a través de sus productos culturales, donde James Bond tiene un lugar especial. Así, mediante las andanzas del legendario agente secreto, Londres le hace ver al mundo que sus servicios de inteligencia son confiables, éticos y más eficientes que los de Estados Unidos.

 

En la entrega más reciente de la saga de James Bond, “Spectre” (2015), filmada parcialmente en México, y considerada como una de las películas más costosas de todos los tiempos, el agente 007 debe desentrañar el misterio que circunda a una organización criminal llamada Spectre, la que busca controlar los principales servicios de inteligencia de todo el mundo para sus fines particulares. El antagonista de esta saga es Franz Oberhauser (encarnado por el excelso Cristoph Waltz), un siniestro personaje que tiene una conexión familiar –o casi– con Bond, y que se propone realizar diversas acciones delincuenciales y terroristas en el planeta, controlando, como se decía, a las nueve agencias de inteligencia más importantes del orbe.

 

Daniel Craig encarna por cuarta ocasión al 007, pero respecto a sus incursiones anteriores ésta es la más floja. La película, dirigida por Sam Mendes, quien ya había estado a cargo de otra película de Bond, “Skyfall” –muy superior en todos los aspectos a “Spectre”– es entretenida, con una cinematografía espectacular, pero poco verosímil, al caer en lugares comunes, situaciones absurdas, diálogos muy gastados y con Bond bastante plástico, poco expresivo y hasta por momentos infantil. El elenco se ve muy disminuido tras la ausencia de M (Judi Dench) y el trabajo que hace Ralph Fiennes como el nuevo M, es, francamente, muy pobre.

 

El estreno de “Spectre” ha estado acompañado de una amplia publicidad en todo el mundo y en México ha sido bien recibida –hay que reconocer que la escena del helicóptero en el Zócalo es espectacular. Con todo, Craig se ve ya muy disminuido en su caracterización del 007 y lo más probable es que esta sea su última aparición en la franquicia. Por cierto que “Spectre” es quizá de lo mejor que le ha reportado a México y a la Gran Bretaña el “año dual” –es decir, el año de México en la Gran Bretaña y viceversa– el cual ha estado bastante desangelado durante 2015.

 

En todo caso, James Bond está muy lejos de morir y renacerá con otro rostro. Existe mucha materia prima disponible para armar las nuevas aventuras del agente secreto, quien, tras 53 años, y con algunos altibajos, sigue haciendo las delicias de quienes gustan del género de acción, espionaje y mucha tecnología al servicio de “los justos”.

 

15 de enero 2016

 

- María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la  Universidad Nacional Autónoma de México

 

http://www.etcetera.com.mx/articulo/James+Bond+y+la+nostalgia+imperial/42143

https://www.alainet.org/pt/node/174933
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