Marcelo Birmajer: la ceguera mental como pretendida virtud
- Opinión
Marcelo Birmajer acaba de sufrir la muerte de su hermano. Una muerte violenta, sorpresiva, injusta y absurda como toda muerte en esas circunstancias.
Y probablemente, por los efectos psicológicos de tal impacto Marcelo Birmajer ha hablado a calzón quitado. Una suerte de penoso in vino veritas.
Su hermano, rabino en Israel, fue acuchillado al parecer junto a otro israelí por dos palestinos jóvenes en Jerusalén. Las policías intervinientes balearon a los dos palestinos y mataron a un judío mizraji, indudablemente por su aspecto; los palestinos fueron rematados por civiles israelíes a patadas.
Marcelo Birmajer recordó a su hermano en una alocución en una sede judía askenazi en Buenos Aires, rodeado de referentes religiosos judíos y de la representación diplomática israelí. En un acto de alto contenido institucional, difundido todo el acontecimiento por la Agencia Judía de Noticias, Argentina.
Y MB, que se invoca a sí mismo ─suponemos que humildemente─ como “famoso escritor”, nos revela así un modo de pensar, sentir, altamente significativo, porque reconocemos en sus afirmaciones el eco preciso de tantas opiniones, pareceres, declaraciones, que nos llegan desde las voces oficiales del Estado de Israel, de los defensores del Estado de Israel, desde el sionismo supremacista y otras expresiones afines.
MB empieza su alocución siguiendo el método del manual del periodista noticioso, planteando el quién. Quién mató a su hermano.
Y contesta con certeza. Con la certeza del dogma que prescinde de la realidad. MB afirma que “lo mató Amán, lo mató el Faraón.” Amán fue un amalecita duramente enfrentado con las tribus judías. MB no necesita conocer el presente, nuestro presente. Porque ya tiene, de antemano, desde siempre, la respuesta. A su hermano no lo mataron palestinos desesperados, desalojados, patoteados, bloqueados, hambreados, incluso sedientos ─porque el Estado de Israel dosifica con crueldad y desigualdad el agua disponible otorgándole seis veces más a un habitante israelí que a uno palestino─, jóvenes palestinos desesperados, habitantes de una ciudad despojada en brutal proceso de judaización (contra la propia historia jerosolimitana, albergando judíos, cristianos y musulmanes).
Dice MB a continuación: “Pero sobre todo lo mataron los nazis”. Esto es al menos un avance contra aquella fijeza bíblica inicial. “Los palestinos que mataron a mi hermano, son exactamente los hitlerianos que mataron a la familia de mi abuelo, no hay ninguna diferencia. Es una guerra de los idólatras contra el pueblo de Israel.
Aunque MB ha logrado presentar dos tiempos, uno bíblico, que no se puede entender como histórico, sino en todo caso como relato; semihistórico, semilegendario, y otro, el del Tercer Reich en la primera mitad del s. XX, MB persiste en un afán de prescindencia de lo histórico.
La historia palestina, la del último siglo, la del último milenio, por ejemplo. ¿Qué fundamento tiene esas supresiones, tamaña simplificación histórica? MB dice sencillamente, como un oráculo, que no necesita fundamentar lo dicho: que es una guerra de idólatras contra el pueblo de Israel…
Ya vamos viendo cómo se configura el mundo de MB: nada que ver con lo que filósofos y pensadores han elucubrado sobre “la humanidad”, su destino y sus miserias; sobre la fraternidad humana, tan escasa por cierto, sobre la sociedad de los humanos. No, la cuestión está entre quienes tienen o pertenecen al dios verdadero, que sería “el pueblo de Israel” y los demás, el resto de la humanidad, los que siguen a falsos dioses, ídolos o reyes…
En esa curiosa ecuación, ¿dónde está o quién es realmente el titular de la humanidad? Infiero que para MB la humanidad es el pueblo de Israel y consecuentemente el resto “de la humanidad” no es humana. Descubrimiento antropológico de enorme importancia que ha sido pasado por alto por casi todo el mundo... O tal vez ─inferencia optativa─, todo ese conglomerado del cual él denominara a Amán, al Faraón, a los nazis, a los palestinos, sería la humanidad… pero en tal caso, “el pueblo de Israel” que no puede ser lo mismo que semejante rejunte, vendría a ser una sobrenhumanidad o superhumanidad, algo en el espíritu con el cual algunos rabinos, como Dov Lior, sostienen que: "Mil vidas no-Judías no valen la uña de un Judío."
MB no se va con chiquitas. Los nazis no conocieron, mejor dicho, conocieron apenas al Estado de Israel en formación. En rigor, durante la década de los ’30 nazis y sionistas tuvieron más coincidencias que diferencias. A medida que el nazismo perseguía cada vez más duramente a los judíos, discriminándolos primero, aislándolos después, hasta el inicio de la 2GM, incluso hasta 1940, los judíos sionistas retuvieron algunas prerrogativas, porque su estrategia de defensa del pueblo judío buscando hacer una sociedad aparte coincidía con la defensa del pueblo alemán que proclamaban los nazis con una Alemania “sin judíos”. Adolf Eichmann, por ejemplo, hasta se puso a estudiar hebreo para mejor administrar una solución de estados separados…
Pero la historia nos muestra que los nazis terminaron matando a la familia del abuelo de MB como a tantos otros judíos (y gitanos y homosexuales y cristianos y anarquistas y comunistas…). Y pese a la intemporalidad militante de MB, inmediatamente después de recordar que los nazis eran ”los que quieren extinguir al pueblo judío” (como los uruguayos, por entonces todavía los orientales, quisieron extinguir a los charrúas, los argentinos a los ranqueles, los alemanes imperiales a los hereros en la actual Namibia, los californianos estadounidenses a los yaquis y tantos, tantos otros ejemplos de racismo radical, de atroci-dades), nos dice, llamativamente: “No hay ningún conflicto territorial”… ¿dónde? ¿en Pales-tina, por casualidad? Curiosa mención de la soga en la casa… el territorio, la territorialidad…
MB prosigue: “no tienen ningún problema político. No hay nada que hayamos hecho mal en la Tierra de Israel, creamos el mejor país del mundo, Israel es el mejor país del mundo, el más humano, el más culto, el más liberal, el más respetuoso de sus minorías, es lo mejor que le pasó al siglo XX, es el país donde más paz debería haber en el mundo.”
MB remata su credo de absolutos con un condicional; “debería haber”. Que significa que no la hay. Algo falló. ¿Qué falló? MB declara que el nosotros en el cual se incluye hicieron el mejor país del mundo. Envidiable inmodestia. Pero no sorprendente, tratándose de gente que no hace cosas mal. Que más bien hace las cosas buenas del mundo…
¿Construir un bastión europeo contra la bárbara Asia, como predicaba A. Herzl, ¿no es colonialismo?
¿Expulsar cientos de miles de pobladores palestinos mediante amenazas y asesinatos (las estimaciones más serias hablan de cientos de miles de expulsados y miles de asesinados, amén de la pulverización de medio millar de aldeas palestinas durante el adueñamiento de 1948), no es abuso y atropello?
¿Jugar tiro al blanco con los campesinos expulsados que a la noche volvían, tras la Nakba, desarmados, y a veces con alguna herramienta, para procurar seguir cuidando sus cultivos, los cultivos que se habían visto obligados a abandonar por la expulsión, matando así ─el “moral” ejército israelí, “humano”, “culto”─ a decenas, centenares de palestinos, ¿no es desprecio por la vida humana?
MB ensalza de los abusivos militares israelíes, no sólo su moral, su humanidad, su cultura; agrega: “el más respetuoso de sus minorías”. Vamos entendiendo. No respeto a minorías cualquiera; solo a las propias.
El desprecio por la vida humana se va entendiendo: no eran vidas sionistas.
MB admira a Ariel Sharon, más conocido como el Carnicero de Sabra y Shatila.
MB, apresado en su dolor, ha revelado sus sentimientos y convicciones más profundas y menos diplomáticas. Lo cual nos permite ver que es un mentecato. Ese calificativo proviene, etimológicamente, de un estado del alma que se advierte cautiva: mente captada, mente capta. Y resulta prístino que MB tiene una mente captada por una idea o sensación de que lo judío es algo al margen y por encima de casi todas las sociedades humanas (salvo, obviamente, la judía).
Uno termina preguntándose si la división entre homo sapiens sapiens pasa por donde MB la ve; una sociedad judía, la mejor por no decir la única del mundo, y el resto de los humanos alojados en sociedades que no son “del libro”, ¿por qué se sacrifica MB albergándose entre “nosotros”?
- Luis E. Sabini Fernández, http://revistafuturos.noblogs.org
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