Diversidad de perspectivas sobre el desarrollo en una universidad intercultural en Chiapas
- Opinión
La diversidad de perspectivas sobre el desarrollo tiene que ver con la historia misma de nuestras regiones y de las políticas y programas nacionales e internacionales al respecto. Sabemos pues, que no hay unanimidad en su concepción y que además se trata de un concepto polisémico (con muchos significados). Por esta misma razón y por el alcance político y en el imaginario de las personas, moldeando sus intereses y voluntades, queremos destacar que el desarrollo debe ser visto analíticamente no como un proceso, sino más bien como un fenómeno social.
Después de un análisis que hemos realizado en la Universidad Intercultural de Chiapas, constatamos la presencia de diversas perspectivas sobre desarrollo entre sus docentes y estudiantes, pero que la mayor parte queda circunscrita dentro del discurso económico hegemónico y, por lo tanto, dentro de su propuesta programática.
Dentro de las respuestas ofrecidas por los académicos encontramos principalmente que el desarrollo debe ser comprendido como un proceso, naturalizando de esta manera a este programa político y económico y, en seguida, que su pretensión es “mejorar las condiciones de bienestar”. Interesante nos resultó el detectar que algunas de las respuestas intentaban rebasar los límites propios de la propuesta programática, remitiéndose a la idea de un bienestar incluso espiritual, así como de relaciones sociales y con el entorno. En nuestro análisis identificamos que estos “buenos deseos” apuntan a una incongruencia y a una carencia de valoración histórica, pues el desarrollo ha dado pruebas claras que por entronizarse ha pasado y pasa por encima de dichas relaciones, basándose en lógicas de explotación.
Reconociendo analíticamente la lógica discursiva del desarrollo, que ha tenido la capacidad de incluir (dentro del discurso, que no en la práctica) todo aquello que se la ha señalado de no considerar: justicia, respeto a la naturaleza, etcétera, articulando nociones como las de desarrollo con justicia o desarrollo sustentable, podríamos anticipar que si se hiciera caso a los docentes de esta Universidad, ahora se comenzaría a hablar de desarrollo con espíritu. Pero difícilmente a eso se llegará.
Profundizamos en nuestros hallazgos, encontramos muy remarcada una idea que es de deseo y transicional: “mejorar”, sobre todo en lo económico, lo cual deja muy clara la idea generalizada de la necesidad de adquirir más. El desarrollo, se nos dijo: «implica que nunca estás conforme, que siempre tienes de alguna forma que transformar lo del presente para, en un futuro próximo o lejano, tener más». Es la ontología de la inconformidad, o mejor dicho de la insaciabilidad, que se apacigua con la adquisición, la compra y el consumo, es decir, con el fortalecimiento de la lógica del mercado.
Esta idea contrasta con otra vertiente de la idea de mejorar que también se nos expresó: «que mejores, que hagas algo mejor dentro del grupo social y que en ese sentido vas a lograr que algunos aspectos de la forma en que viven sea mejor y de esa manera vamos a hacer algo más o menos equivalente a lo que es tener mejor calidad de vida, el desarrollo visto como tener mejor calidad de vida». Esta idea remite al actuar, pero no deja de sorprender que lleva una lógica de intervenir (ver artículo Intervención o colaboración: actitudes distintas en la relación con las comunidades campesinas), que es propia de la misma lógica colonizante del desarrollo.
Es importante detectar que en un espacio universitario, con el mote de ser intercultural, hay una cierta proclividad a concebir al desarrollo desde perspectivas humanistas y culturales, y no sólo económicas; sin embargo hay que tener en cuenta que inconscientemente sigue imperando y reproduciéndose el elemento central de la propuesta hegemónica neoliberal: las jerarquías sociales y la mercantilización de la vida.
Esta experiencia nos ha enseñado que las diversas perspectivas que sobre el desarrollo se tienen, son sólo amoldamientos del programa global de mayor alcance y penetración de nuestros tiempos a las experiencias, lógicas de aprendizaje y al conocimiento de las realidades en las diversas latitudes dentro del sistema mundo y en los diversos contextos culturales, penetrando inclusive a través de los programas de educación intercultural.
Si las universidades con intenciones genuinas a favor de la interculturalidad no rebasan la lógica del desarrollo, lejos de construir un mundo alternativo, lo que estarán haciendo será solamente reforzar las estructuras imperantes.
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