70 años de la era nuclear: ¿Qué hemos aprendido?

07/08/2015
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Hiroshima se localiza en la isla de Honshu sobre el delta del río Ota. El lugar no es montañoso y se erige apenas sobre el nivel del mar. Ahí se encuentran dos lugares inscritos en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO): el Santuario Itsukushima y, por supuesto, la Cúpula Genbaku, mejor conocida como el Memorial de la Paz de Hiroshima.

 

El lunes 6 de agosto de 1945, siendo las 8: 15 hrs, el avión estadunidense Enola Gay (B-29) al mando del comandante de la Fuerza Aérea de EEUU Paul W. Tibblets, de 29 años de edad, arrojó la primera bomba de uranio 235 llamadaLittle Boy sobre Hiroshima, la cual explotó a unos 250 metros del suelo.Little Boy tenía una potencia estimada en 12 500 toneladas de trinitrotolueno (TNT). Se calcula que al estallar provocó la muerte de alrededor de 70 mil personas, más otra cifra similar de heridos –algunos historiadores elevan a 140 mil el número de víctimas fatales tras el impacto. Era la primera ocasión en que la energía nuclear se empleaba con fines bélicos, en una acción que marcó un antes y un después en la historia del mundo.

 

Hiroshima era uno de los diversos objetivos posibles para el lanzamiento de la primera bomba atómica. Los otros eran Kyoto, Nagasaki y Kokura. En ese tiempo, la ciudad de Hiroshima contaba con alrededor de medio millón de habitantes. A diferencia de Tokio, Hiroshima no había sufrido bombardeos importantes en el transcurso de la segunda guerra mundial, puesto que en su seno no se asentaban objetivos militares estratégicos de importancia, salvo el segundo ejército imperial japonés.

 

Se cuenta que la decisión del bombardeo de Hiroshima tuvo lugar como resultado de las bajas cuantiosas que padeció Estados Unidos a lo largo de diversos combates en el Pacífico, como por ejemplo la célebre batalla de Okinawa que se desarrolló entre mayo y julio de 1945 y en la que perecieron más de 12 500 soldados de los aliados. Ello, sumado a otras batallas como las de Guadalcanal, Tarawa, las Islas Marshall, las Islas Marianas, Peleliu e Iwo Jima habían derivado en el deceso de unos 100 mil soldados estadunidenses. Se temía que la invasión de Japón tendría un costo altísimo en vidas humanas para los estadunidenses, por lo que el uso de un sistema de armamento letal para obligar a Japón a rendirse, era necesario.

 

Hiroshima

Otra consideración importante era la creciente rivalidad con la Unión Soviética, país que se perfilaba como el principal rival estratégico de Estados Unidos en la posguerra. El hecho de que las tropas soviéticas hubieran logrado avanzar sobre la mitad de Europa era visto por Estados Unidos como una situación inaceptable, dado que esos territorios quedarían bajo la influencia de Moscú, convirtiéndose en pérdidas importantes para el orden mundial que Washington pretendía establecer en la posguerra. Cuando el líder soviético José Stalin, tras la toma de Berlín hizo saber a Estados Unidos que declararía la guerra a Japón, era evidente que Moscú buscaba, al igual que en Europa, extender su influencia ahora en el continente asiático. La bomba atómica entonces, se perfilaba como la opción idónea para impedir la expansión soviética en Japón y el lejano oriente.

 

La suerte de Hiroshima la decidieron las condiciones climáticas, consideradas como “excelentes” para el ataque. No había nubosidad y el día era soleado, según un reconocimiento realizado alrededor de las 7 am del 6 de agosto de 1945. Una vez efectuado el ataque, en Japón pasaron 24 horas antes de que se entendiera lo sucedido. Tras una labor de reconocimiento efectuada por las autoridades niponas, el Emperador Hirohito fue informado de que Estados Unidos había arrojado una bomba atómica, razón por la que se iniciaron las gestiones políticas para la capitulación.

 

A continuación, el 7 de agosto, la Unión Soviética atacó Manchuria provocando la muerte de unos 90 mil efectivos del ejército imperial japonés. El 9 de agosto, Estados Unidos lanzó otra bomba atómica, ésta vez sobre Nagasaki, provocando el deceso de otras 70 mil personas. Tras estos dramáticos acontecimientos, el 14 de agosto el Emperador Hirohito dio a conocer por radio a los japoneses, que el país se rendiría. Así, el 2 de septiembre llegaría a su fin la segunda guerra mundial.

 

Hiroshima y Nagasaki quedaron inscritas en la historia moderna como las únicas dos ciudades habitadas sobre las que se han empleado bombas atómicas. Han transcurrido 70 años desde esos sucesos, sin que ataques similares se repitieran, aun cuando diversos países han adquirido la capacidad para producir artefactos nucleares mucho más letales que Little Boy.

 

Fuerzas nucleares en el mundo en 2014

 

País y año en que se convirtió en potencia nuclear

Ojivas desplegadas

Otras ojivas

Inventario total

Estados Unidos (1945)

2 100

5 200

7 300

Rusia (1949)

1 600

6 400

8 000

Gran Bretaña (1952)

160

65

225

Francia (1960)

290

10

300

República Popular China (1964)

 

250

250

India (1974)

 

90-110

90-110

Pakistán (1998)

 

100-120

100-120

Israel (¿años 60?)

 

80

80

Corea del Norte (2006)

  

6-8

Total

4 150

12 200

16 350

Fuente: SIPRI. Cifras aproximadas actualizadas a enero de 2014.

 

era nuclear

En la actualidad, según datos del Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz (SIPRI), existe un stock de alrededor de 4 150 armas nucleares operativas, de las cuales 1 800 se encuentran en estado de alerta, preparadas para ser utilizadas de inmediato. A principios de 2014, nueve países, a saber, Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia, la República Popular China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte tenían en su poder armas nucleares. Si se contabilizan en sus arsenales todas las armas ojivas nucleares, sea las que están almacenadas para su desmantelamiento, o bien las que son de reposición, o también las que están guardadas y se mantienen activas o inactivas, dichas naciones cuentan con un total de 16 350 armas nucleares, como se ilustra en el cuadro anexo. Conforme a las cifras ahí presentadas, Estados Unidos y Rusia poseen el 90 por ciento de todas las armas nucleares en el mundo

 

¿Cuál es el sentido de las armas nucleares? Los especialistas las clasifican, al lado de las químicas y biológicas bajo la rúbrica de “armas de destrucción en masa”, pese a las claras diferencias que existen entre ellas. La letalidad de cada una está fuera de la discusión: todas poseen la capacidad para causar muerte y desolación. Las armas químicas y biológicas han dado lugar a la suscripción de convenciones internacionales para limitar su proliferación y destruir los stocks que se encuentran en diversas naciones. En contraste, los esfuerzos para contar con una convención similar en torno a las armas nucleares, no ha prosperado. Ciertamente existe el Tratado de No-Proliferación Nuclear (TNP) de 1968, que constituye uno de los mecanismos más ratificados en materia de desarme nuclear, o más bien, de no proliferación en el mundo –al contar con 190 firmantes-, que, sin embargo, no ha dado la pauta para que ninguna de las potencias nucleares existentes en el momento de la firma de este instrumento jurídico –que de manera coincidente son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)- renuncie a la posesión de las armas nucleares que están en su poder. Asimismo existen diversas zonas libres de armas nucleares, de las que América Latina, gracias a la gestión de México, fue la primera (con el Tratado de Tlatelolco de 1967). Hay países que inclusive se han proclamado, en lo individual, como territorios libres de esos letales pertrechos militares, como Austria y Mongolia. Asimismo, diversas ciudades y municipalidades han hecho lo propio. Pese a todos estos esfuerzos y proclamas, los países que poseen armas nucleares han decidido mantenerlas, además de que están desarrollando nuevos sistemas vectores o han anunciado programas para desplegarlos. Estados Unidos, por ejemplo, preocupado por la posibilidad de que algunos componentes de su arsenal nuclear caigan en manos de terroristas, ha anunciado una iniciativa para crear una nueva generación de armas nucleares capaces de ser desactivadas por Washington en el caso de que fueran robadas o cayeran en las “manos equivocadas” –lo cual da lugar a la pregunta de por qué los estadunidenses no se preocupan más por mejorar sus sistemas de seguridad, en lugar de gastar cantidades astronómicas en nuevas armas que, al decir de los expertos, invitan a “ser robadas.”

 

Considerando la letalidad mostrada por las armas nucleares empleadas contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el sentido común apunta a que sean erradicadas del planeta, considerando la fragilidad de la biósfera y el deterioro que el ambiente global ha sufrido al paso de los años por diversas razones, no siempre relacionadas con la fisión nuclear. Las armas nucleares de hoy son mucho más poderosas que las empleadas en 1945. Miles de millones de dólares y cuantiosos recursos humanos han sido destinados a su desarrollo, prueba, almacenamiento y mantenimiento. Los escépticos señalan que el desarme nuclear no es posible por una razón muy elemental: el desarme es mucho más costoso que la carrera armamentista y desmantelar lo que hasta hoy existe, requiere especialistas, tecnologías, medidas de confianza, capacitación, inspecciones y muchas cosas más que no son baratas.

 

Con todo, la principal razón que explica la existencia de armas nucleares 70 años después de lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki, es política. En las guerras hay víctimas y victimarios y la línea que separa a unos de otros es muy tenue, especialmente en conflictos tan sangrientos como las guerras mundiales. Japón fue víctima de las armas nucleares y pagó un alto precio en recursos humanos y materiales por su uso. Pero a menudo se pierde de vista que Japón también fue victimario y que cometió crímenes de lesa humanidad a lo largo de la segunda guerra mundial. La muerte y la desolación que dejaron a su paso las bombas de Hiroshima y Nagasaki, con frecuencia oscurecen el papel que desempeñó Tokio en aras de extender su espacio vital a costa de las vidas de miles de personas en Asia y el Pacífico Sur a lo largo de la guerra.

 

Ya se comentaba que la decisión de Estados Unidos de utilizar las bombas atómicas tenía otro destinatario adicional a Japón. Gabriel Kolko, en una lúcida reflexión, ha documentado la “diplomacia de la bomba en el bolsillo” de Washington frente a la URSS en los primeros años de la guerra fría, cuando, sabiéndose poseedor de un arma tan destructiva, la Unión Americana aspiraba a limitar la influencia y los márgenes de maniobra de Moscú en el mundo.

 

Ward Wilson, en su libro Cinco mitos sobre las armas nucleares, desmenuza la lógica que subyace al uso de las armas nucleares. Él cita, como ejemplo, la rendición de Japón luego de lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki. Es lugar común asumir que fueron las bombas atómicas, la razón fundamental de la capitulación nipona. Sin embargo, Wilson explica que a Japón le preocupaba más el pacto de neutralidad que había suscrito con la Unión Soviética y que estaba a punto de expirar. Añade que si las armas nucleares fueran tan infalibles de cara a diversas crisis, Estados Unidos tendría que haber sido capaz de evitar el bloqueo de Berlín en 1948 –cuando la URSS aun no poseía el secreto atómico- y tal vez hasta habría podido revertir la ocupación soviética de la mitad de Europa. Wilson explica que existe una percepción apocalíptica en torno a las armas nucleares, misma que no figura en torno a otros sistemas de armamento –por más que se haya documentado que las armas pequeñas y ligeras han provocado más muertes y lesiones a lo largo de la historia, que las que generaron las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

 

Al analizar los intereses de los países por contar con armas nucleares, Wilson destaca la utilidad política de su posesión, no de su uso. Así, sin armas nucleares, Francia, país con una gran nostalgia por el enorme poder que alguna vez tuvo, hoy sería simplemente una nación con excelentes vinos y una exquisita tradición culinaria, si bien ello no le bastaría para proyectar sus intereses en el mundo.

 

Poseer armas nucleares da a sus dueños un estatus. Convierte a los países en naciones “especiales”, “privilegiadas”, que cuentan en su acervo con algo que los demás no tienen y a lo que difícilmente pueden acceder. Sin el programa nuclear que desarrolló, Corea del Norte difícilmente habría podido conseguir alimentos para su población a partir de la década de los 90 en medio de una terrible crisis económica resultado, en buena medida, del colapso soviético y del fin del apoyo económico que Moscú le brindó a lo largo de la guerra fría. Sin el programa nuclear que desarrolló, India no habría podido reafirmar su presencia regional en el sur de Asia, de cara a su conflictiva relación con Pakistán y a las numerosas tensiones que ha tenido con la República Popular China –otro tanto se puede decir de Pakistán vis-à-visIndia. Sin el programa nuclear que desarrolló, Israel no contaría con la capacidad disuasiva necesaria frente a los países árabes e Irán en el convulso vecindario en que reside. Sin el programa nuclear que desarrolló, la República Popular China no habría podido abrirse camino en el mundo bipolar de la guerra fría, ni lidiar con las tensiones recurrentes con sus vecinos asiáticos. Sin el programa nuclear que desarrolló, la Gran Bretaña habría sido un jugador mucho menor en la guerra fría, luego de la debacle que le representó la segunda guerra mundial y que la destronó como potencia mundial. Sin el programa nuclear que desarrolló, Francia tendría que haberse conformado con reposar su seguridad y defensa en Estados Unidos, pese a la ansiedad que le genera la vecindad con Alemania.

 

¿Justifica lo anterior la existencia de las armas nucleares? Y más importante ¿es posible, conforme a estos razonamientos, el desarme nuclear? Puesto que las armas nucleares dotan de poder a quien las posee, se antoja difícil que las nueve naciones anteriormente referidas, renuncien a ellas. Para ello, las armas nucleares tendrían que dejar de ser instrumentos al servicio del poder, o bien, “armas políticas.” Sin embargo, lo que sí es posible, es dimensionar adecuadamente estos sistemas de armamento, más allá de las nociones mesiánicas y apocalípticas, entendiendo que son un medio, no un fin en sí mismos. Sí, el mundo es un lugar inseguro, pero lo que genera esa inseguridad es algo mucho más complejo. A 70 años de los sucesos de Hiroshima y Nagasaki, el mundo puede hacerse un favor trabajando a favor de un entorno más seguro, donde las armas nucleares sean apenas uno de los diversos temas y agendas que deba atender, sí, pero sin dejar de lado todo lo demás.

 

- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México

 

etcétera, 06 de agosto, 2015

Fuente: http://www.etcetera.com.mx/articulo/70_anos_de_la_era_nuclear_que_hemos_aprendido/39057/

https://www.alainet.org/pt/node/171597
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