Esto es Guerra
14/10/2014
- Opinión
Entre el 12 y el 14 de octubre se celebró en la ciudad de Arequipa la XI Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas. El Perú ostenta la Presidencia Pro Témpore bianual de este foro y se encargó de la organización del evento en el que participaron delegaciones de 34 países. Este foro nacido en 1995 en el marco de la OEA, con el propósito de reemplazar al fracasado TIAR producto de la Guerra Fría, busca ser un espacio de diálogo y colaboración entre los países del hemisferio en temas de defensa y seguridad.
En las pasadas reuniones en Santa Cruz, Bolivia el 2010, y en Punta del Este, Uruguay el 2012, se han manifestado importantes discrepancias entre los países del hemisferio, como es el caso del respaldo a la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas y la inquietud frente a la reactivación de la IV flota vista como una creciente militarización del Atlántico Sur; o la solicitud de adhesión como miembro asociado de Colombia a la alianza militar de la OTAN. Otro tema, que también fue motivo de una votación diferenciada, ha sido la propuesta de un proyecto auspiciado por los EE.UU. de “Mecanismos de Intercambio de Información sobre capacidades de apoyo a desastres naturales” que contó con el voto negativo de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Surinam y Venezuela, y las abstenciones de Guyana y Uruguay. ¿Se justifica la desconfianza ante esta propuesta “humanitaria” de Washington que varios países de la región la interpretan como una “cortina de humo” para afianzar su presencia militar en la región?
Veamos: El 4 de marzo pasado el Departamento de Defensa publicó la revisión Cuadrienal de Defensa del 2014, la que según plantea el propio documento tiene como objetivo, adaptar, reorganizar y balancear el poder militar de Estados Unidos con el fin de prepararlo para los retos estratégicos en los próximos diez años. El principal objetivo, según explica el documento, es disuadir una agresión contra los intereses y el liderazgo global de Estados Unidos en el mundo. Es decir, que los EEUU consideran como una amenaza de carácter bélico, la política de cualquier país que cuestione, o ponga en peligro, su supremacía a nivel mundial.
Coherentemente con estas decisiones estratégicas, en los pasados días hemos escuchado distintas declaraciones de altos funcionarios americanos que los EEUU es un país en guerra, empezando con las del Presidente Obama ante la Asamblea General de la ONU, declarándose en guerra contra el Estado Islámico del Levante (EIL) para justificar nuevamente una intervención militar en Irak y en el conflicto interno en Siria. El 6 de octubre pasado, León Panetta, que fuera jefe de la CIA y Secretario de Defensa durante la presidencia de Bill Clinton, declaraba a la agencia “US Today”, que la guerra en contra de la amenaza terrorista de EIL podría durar 30 años, y que no sólo debe incluir a este grupo terrorista, sino también, a todas las amenazas emergentes en Yemen, Libia, Nigeria, Somalia y en cualquier otro lugar del mundo.
Este estado de “guerra permanente” en el que se declaran los EE.UU, de intervenciones militares abiertas y/o encubiertas que no reconocen ninguna soberanía nacional y que se realizan fuera del marco de las normas legales internacionales que rigen las Naciones Unidas. Que además, se ven acompañados de un sistema de espionaje global dirigido desde la NSA que no respeta ninguna privacidad ciudadana, ni siquiera la de gobernantes de países aliados, y que últimamente desarrolla una política inamistosa de confrontación creciente con Rusia y China. Todo este contexto ¿no debe ser tomado en cuenta al evaluar la propuesta “humanitaria” de los EEUU para la región?
No se trata de que el Perú tenga una política internacional inamistosa con nuestro vecino del norte, pero lo que debemos preguntarnos es si está dentro de nuestros intereses nacionales acompañar a los EEUU en esta irresponsable y nihilista política internacional, que está amenazando el sistema jurídico y la paz internacional. Desde la reunión de Punta del Este, el Perú se ha alineado con las posiciones americanas sobre los temas de defensa y seguridad sin que haya habido un debate nacional al respecto.
Una política internacional soberana, que tome en cuenta nuestros intereses nacionales, no puede de ninguna manera, sumarse a estas aventuras belicistas de los EEUU. Es por ello preocupante que nuestro país en la XI Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas, se haya sumado a la política americana de obstaculizar el proceso de consolidación del Consejo de Defensa Suramericano de la UNASUR, creado precisamente para contrabalancear las decisiones unilaterales de los EEUU en nuestra región. Si los EEUU se han lanzado en la peligrosa aventura de “esto es guerra”, nuestros responsables políticos saben bien que esto no es ningún juego, y que al acompañar ciegamente las aventuras belicistas americanas están poniendo en riesgo, no sólo nuestros intereses nacionales, sino sobre todo, las buenas relaciones con países vecinos y la paz en la región.
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