Cibersalud y desarrollo

21/05/2012
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Los avances de las ciencias médicas han contribuido a mejorar la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo. Una rápida mirada a la evolución de la longevidad de las personas lo corrobora: en 1900, la esperanza de vida en el planeta era de apenas 31 años e incluso, entre los habitantes de los países más desarrollados no se prolongaba más allá de los 50 años; a mediados del siglo XX ya se había elevado, en promedio, a 48 años, mientras que en 2005 llegó a los 65.6 años, y a los 80 en algunas naciones como Japón. Se estima que en 2030 la esperanza de vida de las mujeres en países como Estados Unidos llegará a 85 años.
 
Otros logros que ejemplifican las bondades de la investigación científica aplicada a la medicina incluyen la erradicación de la viruela; la virtual eliminación de la lepra; la disminución de los casos de poliomielitis con vistas a su completa supresión en los próximos años y la posibilidad de reducir en 40% la muerte de niños menores de 5 años en los siguientes cinco lustros.
 
Con todo, falta mucho por hacer. Este año morirán 10 millones de infantes antes de cumplir los cinco años a causa de alguna enfermedad infecciosa que podría evitarse. De los 136 millones de bebés que nacen cada año, 4 millones mueren antes de su primer mes de vida. Asimismo, unos 70 millones de mamás y bebés están excluidos de los sistemas de salud en todo el mundo. Otra cifra desalentadora es que 530 mil mujeres mueren durante el embarazo, cuando dan a luz o un poco después del alumbramiento, año con año. Para hacer más complicado el escenario hay que destacar que en la medida en que la población mundial incrementa su esperanza de vida, uno de los grandes retos para los sistemas de salud de los países es lidiar con más casos de enfermedades no infecciosas y crónicas propias de la adultez y el envejecimiento. Se sabe que unos 24 millones de personas padecen demencia actualmente y que cada año se suman 4.6 millones de individuos con ese padecimiento, siendo los países en desarrollo los que cuentan con el 60% de todos los casos.
 
Para hacer frente a estos desafíos se requiere, además de recursos materiales, personal calificado y en este rubro desafortunadamente hay una notable escasez de médicos, enfermeras (os) y personal de apoyo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que hacen falta unos 4.3 millones de médicos, enfermeras (os) y otros para poder proveer servicios de salud a todas las personas. Asimismo, prevalece una desigual distribución de los profesionales de la salud a escala global, dado que el 30% de los 59 millones existentes se concentran en Estados Unidos y Canadá, mientras que en el África subsahariana se encuentra solamente el 4% de los médicos y enfermeras (os) disponibles en el planeta, pese a ser la región que concentra un 25% de todas las enfermedades existentes.
 
Ante la magnitud de los retos descritos, es menester mejorar el acceso de las sociedades a los servicios de salud y es aquí donde las tecnologías de la información se erigen en opción que podría coadyuvar al fortalecimiento del bienestar y la calidad de vida de los seres humanos.
 
 
De la telemedicina a la cibersalud
 
La cibersalud tiene sus orígenes en la telemedicina, esto es, la práctica de la atención médica a base del empleo de comunicaciones de audio, video y datos, para efectos de diagnóstico, consulta, tratamiento, educación, y transferencia de información médica, entre otros servicios.1 Aquí las interacciones se producen de médico a médico, o bien, de médico a paciente.
 
La práctica de la telemedicina se inscribe en la telesalud, concepto que abarca todos los usos de las telecomunicaciones, con ayuda de la computación, y que va más allá de los aspectos clínicos de la atención a la salud. El concepto de telesalud fue promovido por la OMS en 1997 e involucra a médicos, administradores, pacientes y familiares y a la población en general. Como programa, la telesalud generalmente incluye el telediagnóstico, la teleadministración, la teleeducación, y la teleenseñanza. Una de las grandes ventajas que suponen la telemedicina y la telesalud es su contribución a superar las distancia, propiciando así la igualdad de acceso a los servicios que no se encuentran disponibles en comunidades remotas, rurales, e incluso urbanas, o bien donde la cobertura física, por diversas razones, no es factible. En este sentido, a través de la telemedicina y de la telesalud se busca transmitir datos, voz, imágenes e información en lugar de desplazar físicamente a los pacientes, personal de salud y educadores, lo que mejoraría, en principio, el acceso, la puntualidad y la conveniencia, disminuyendo, asimismo, los costos de viaje. Se considera que a través de la telemedicina y la telesalud, los usuarios de los servicios de salud podrían transformarse en participantes activos al monitorear con mayor facilidad su propio bienestar, amén de que estarían en condiciones de acceder a programas educativos destinados a fomentar sus conocimientos sobre diversos aspectos sanitarios relevantes en sus vidas cotidianas desde la comodidad, conveniencia y seguridad de sus propios hogares o muy cerca de éstos. Otro aspecto a ponderar es el uso de la telecomunicación entre los profesionales de la salud cuando proveen atención médica, o incluso para efectos de capacitación u otros.
 
Como consecuencia del desarrollo de la telemedicina y la telesalud figura la cibersalud, también conocida como salud digital, concepto referido al uso de las nuevas tecnologías aplicadas a la gestión de los sistemas sanitarios. La OMS refiere que la cibersalud se define por el uso costo-eficiencia y seguro de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) a favor de la salud y los campos relacionados con ésta, con miras a que contribuyan a fortalecer y mejorar los sistemas y los resultados sanitarios.
 
La OMS también explica que “la cibersalud puede contribuir al fortalecimiento de los sistemas de salud de varios modos: mejorando la disponibilidad, la calidad y el uso de la información y los datos gracias al reforzamiento de los sistemas de información sanitaria y los sistemas de vigilancia de la salud pública; perfeccionando el personal de salud y mejorando su desempeño, pues se suprimen los obstáculos que crean la distancia y el tiempo gracias a la telemedicina y la formación médica continuada; mejora el acceso a la información y el conocimiento existentes a escala mundial y local; y promoviendo cambios positivos en el modo de vida para prevenir y control las enfermedades comunes.”2 Cabe destacar que el concepto de cibersalud fue impulsado en la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información celebrada en Ginebra, Suiza, en 2003.
 
 
Prioridades y realidades
 
Para la OMS, entonces, la cibersalud es una prioridad y por ello desde 2005 instituyó el Observatorio Global de Cibersalud (Global Observatory for eHealth) que busca proveer a los Estados miembros de información y lineamientos sobre prácticas, políticas y estándares en la materia. Considerando que en la actualidad la OMS cuenta con 194 miembros, los alcances de esta iniciativa son prometedores. Sin embargo, para que la cibsersalud cumpla con su propósito fundamental, requiere, entre otras cosas, de infraestructura. Al respecto, en una encuesta que realizó en 2006, la OMS encontró que desde que comenzó el presente siglo, la cibersalud ha experimentado una expansión considerable, situación que contrasta con la década precedente, cuando su evolución fue muy lenta. Con todo, y a pesar de su acelerado crecimiento en la nueva centuria, se observa una correlación entre el nivel de ingresos de los países y el desarrollo del sector, de manera que la cibersalud se encuentra mucho más evolucionada en los países más ricos, situación que alerta respecto a otra brecha digital, ésta vez en torno a un aspecto tan crucial para la vida humana como lo es la salud.3
 
Un hecho cotidiano, cuando de compromisos se trata, es la gran distancia que hay entre lo que se promete y lo que se hace y en el caso de la cibersalud hay un rezago tanto en la formulación de políticas como también en su gestión por parte de los gobiernos. Un aspecto estrechamente relacionado con lo anterior es el papel de los gobiernos como garantes de la equidad y la protección de los ciudadanos, la promoción del multilingu%u0308ismo, y aspectos como la normalización y la competitividad. Este es un tema relevante dado que en la cibersalud están involucrados diversos actores, además de los gobiernos y las sociedades, por ejemplo, el sector privado –destacando las empresas farmacéuticas–, cuyos intereses no comparten el supuesto de que la salud es –o debería ser– un bien público global.
 
A lo anterior hay que sumar que dado que la cibersalud reposa en las tecnologías de la información, no hay que perder de vista que el acceso a las mismas es desigual, no sólo a nivel mundial sino dentro de un mismo país, sea por razones económicas, de etnia, educación, edad, corrupción, etcétera. Esta brecha digital tiende a ensancharse debido a que en muchos países se ha puesto más énfasis en el acceso a las tecnologías que en las competencias que una persona promedio debería tener para poder usarlas. Asimismo, la conciencia en torno a la necesidad de usar las nuevas tecnologías no se desarrolla por igual entre los miembros de la sociedad, lo cual limita el espectro de los beneficios de la cibsersalud. Baste mencionar que en la “civilizada” y “tecnologizada” Unión Europea, el 30% de su población jamás ha usado Internet.4
 
Los desafíos
 
De entrada, la cibersalud, en su acepción más simple, se confronta con la noción –tradicional– de la relación entre médico y paciente. Por ello es importante que el médico explique con claridad al paciente durante el contacto que se establece en el marco de la cibersalud, quién tiene la responsabilidad de un seguimiento de su salud y atención médica. Es necesaria la supervisión del médico en los protocolos, conferencias y revisión de historial médico en todo momento. Asimismo, el médico debe tener la capacidad de contactar de inmediato a los proveedores y técnicos que no son médicos y también a los pacientes. Es igualmente importante que el médico aclare la responsabilidad por el paciente con cualquier otro personal de salud que está involucrado en la atención del paciente. Además, la responsabilidad legal de los profesionales sanitarios que facilitan asistencia a través de los esquemas de cibersalud debe estar claramente definida por la correspondiente jurisdicción y normatividad.
 
Lo anterior debe ir de la mano del respeto de los derechos humanos y la privacidad como criterios fundamentales para el intercambio de datos y archivos médicos electrónicos dentro de los países y entre ellos. La OMS señala que a efecto de usar cada vez más los servicios de cibersalud hace falta un régimen jurídico y ético que garantice la protección de los datos y su carácter privado y confidencial. Este es un tema muy delicado, sobre todo a la luz de diversas acciones englobadas en el concepto de cibercrimen, que podrían tener, en el ramo de la cibersalud, una veta para actuar con enorme impunidad ante la falta de normas y mecanismos que garanticen la seguridad y la privacidad en el manejo de este tipo de información. Ya en la película La red se advertía sobre la manipulación deliberada de estudios médicos que llevaron a que el Secretario de Defensa de Estados
 
Unidos se suicidara.
 
Otro flagelo que al menos por ahora subsiste en torno a la cibersalud, es la descoordinación imperante entre las entidades participantes. En la Unión Europea, por ejemplo, donde Bruselas tiene muy pocas competencias en materia sanitaria, se observa un mal uso de los recursos humanos y materiales, toda vez que las pruebas se repiten, los profesionales de la salud no comparten la información, y tampoco hay una evaluación para medir el funcionamiento del sistema.5
 
El siguiente desafío, ya referido, tiene que ver con el hecho de que los servicios de cibersalud dependen, en buena medida, de la colaboración entre diversos actores, incluido el sector privado. Por lo tanto, las alianzas público-privadas deben salvaguardar los derechos de las personas, servir para prestar una asistencia segura y de gran calidad y beneficiar a ambas partes. La OMS ha conminado a estos actores a elaborar principios y marcos de referencia para la gestión de alianzas de cibersalud, que faciliten tanto la cooperación nacional como el intercambio internacional de servicios de cibersalud, promuevan actividades de investigación y desarrollo en tecnologías de información aplicadas a la salud pública y alienten la donación de material y programas informáticos.6
 
Así como hay un déficit en los profesionales de la salud a nivel mundial, también se observa una insuficiencia de recursos humanos capacitados en tecnologías de la información al servicio de la salud. Como se sugería anteriormente, las tecnologías de la información pueden servir para mejorar sensiblemente no sólo los métodos de formación de los profesionales del sector salud gracias a programas específicos de ciberaprendizaje, sino también la eficacia de los servicios de mismos, sobre todo en zonas donde no haya suficiente personal sanitario. Parte de la solución a este problema estriba en incorporar la formación en tecnologías de la información en los programas de educación sanitaria, lo cual garantizaría al menos, que las nuevas generaciones de profesionistas conozcan, se beneficien y apliquen los criterios de cibersalud en sus jurisdicciones y ámbitos de acción.
 
 
En el caso de México, donde es necesario mejorar la cobertura de los servicios de salud, la cibersalud ya tiene un camino andado que, sin embargo, puede mejorar. Baste mencionar que el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) ya cuenta con programas piloto y experiencias exitosas en la materia y la utilidad de la cibersalud está fuera de toda discusión.
 
Ahora bien, considérese lo siguiente: según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), de cada 10 consultas del primer nivel de atención proporcionadas, siete corresponden a personas de la tercera edad, situación que remite al envejecimiento de la población mexicana y a los retos que esto supone para el sistema de salud. Como es sabido, las personas de la tercera edad presentan una merma en sus capacidades, entre ellas la falta de memoria y reducen su autosuficiencia. En Estados Unidos, por ejemplo, se sabe que a partir de los 65 años, una de cada cinco personas desarrolla el llamado mal de Alzheimer, y que después de los 85 años, la cifra incluye a una de cada dos personas. Esta situación los hace dependientes, ocasionando fuertes presiones para sus familiares. Con frecuencia el familiar a cargo pierde su empleo, se aísla socialmente, renuncia a actividades recreativas, se enferma de estrés y en casos extremos podría morir antes que la persona a quien cuida. Esta situación se puede solventar a través de apoyos tecnológicos, de manera que las personas que padecen distintas afecciones que limitan su movilidad u otras capacidades, podrían contar, ellos y sus cuidadores, con apoyos médicos a distancia, lo que mejoraría su calidad de vida.
 
Finalmente, a propósito del tema de la infraestructura, no hay que perder de vista que la cibersalud requiere, entre otras cosas, de una red satelital, la cual, en el caso de México, se encuentra en el límite de su vida útil –tema abordado en este mismo espacio hace algunos meses–,7 lo que reduce sobremanera las expectativas de desarrollo de este sector –y de otros más, relevantes todos ellos para la vida nacional.
 
Notas
 
1 Únicamente con fines clínicos y de diagnóstico.
 
2 Organización Mundial de la Salud (30 de agosto de 2010), África tiene que adoptar y utilizar la cibersalud, Brazzaville, Organización Mundial de la Salud/Oficina Regional para África, p. 1.
 
3 Organización Mundial de la Salud (agosto de 2006), Establecimiento de infraestructuras para la cibersalud. Progresos realizados por los Estados miembros, Ginebra, Observatorio Mundial OMS de Cibersalud, p. 2.
 
4 El País (11 de junio de 2010), “La brecha digital y la coordinación, retos para el futuro de la cibersalud”, disponible en http://elpais.com/diario/2010/06/11/sociedad/1276207206_850215.html
 
5 Ibid.
 
6 Organización Mundial de la Salud (1 de diciembre de 2005), Cibersalud: instrumentos y servicios propuestos, Ginebra, OMS, p.
 
 
7 María Cristina Rosas (26 de octubre de 2010), “México: ¿fuera de órbita?” en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=5404
 
 
María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Universidad Nacional Autónoma de México
 
etcétera, 21 de mayo, 2012
 
https://www.alainet.org/pt/node/158118
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