¿Por qué el término asalariado es bueno o malo?

14/12/2011
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Lo de siempre. A falta de argumentos sólidos, ha comenzado una especie de campaña de desprestigio: “los asalariados del gobierno” pretenden tomarse la Unión Nacional de Periodistas (UNP).  Conclusión obligada: los “asalariados del sector privado” o sus patrones, están haciendo la felicidad de los ecuatorianos y, por ende, de los socios de la UNP ¿Será?
 
Vayamos en orden. Lo primero: ¿es un insulto decirle a alguien que es un asalariado? Yo pienso que no. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, “asalariado es aquel que percibe un salario por un trabajo”. Y, lo primero que hay que preguntar a aquellos que le gritan “asalariado” a otro, ¿no son ellos también asalariados? Salvados los casos en que tengan una fortuna para malgastarla, y no necesitan por el momento de un salario para subsistir, los más necesitamos de un sueldo o una jubilación para el buen vivir. Si hasta los más grandes banqueros del mundo tienen una remuneración que es mil veces (por decir poco) del salario de cualquier mortal ¿por qué no, nosotros, los simples mortales?
 
Entiendo de dónde viene esa idea, que ya es bastante vieja. Cuando reinaban en toda América Latina, ese tipo de tiranuelos, muy aliados de los Estados Unidos (Trujillo, Batista, Somoza, Rojas, Pérez Jiménez, Strossner, Pinochet, Videla y Cia. etc.) era común y corriente que no pocos políticos (entre los más audaces y charlatanes) y algunos periodistas de primera (o de segunda y de tercera) a cambio de un salario, tenían que decir y jurar que el tirano era bueno y noble, que solo quería el bienestar de los y las ciudadanas. Jamás esos “contratados” podían decir, peor admitir, que la familia del dictador, y el dictador mismo, o sus ministros y allegados, se estaban llenando de plata, porque corrían riesgos de muerte o por lo menos de persecución. La historia registra muchos casos como esos.
 
Pregunto: ¿sigue en vigencia esa práctica? Según los asalariados de derecha, pues si. Ellos no son asalariados (es una vergüenza serlo) pero nadie sabe de qué viven. Los únicos asalariados son los que trabajan para el gobierno. No admiten que de buena fe uno puede reconocer que el gobierno si está haciendo obra, está cobrando los impuestos a todos, que ya no hay privilegiados, que está haciendo cosas que otros gobiernos (tiranías o democracias representativas) en casi dos siglos que tenemos de Estado “soberano e independiente” no lo hicieron. Claro que el gobierno actual tiene errores (él mismo lo ha reconocido) pero hablar bien del gobierno es, para los sipianos, ser un asalariado del gobierno.
 
Vuelvo a preguntar: ¿y, si se está haciendo un trabajo, por qué no tengo derecho a una remuneración mensual? ¿Acaso el salario que paga el sector privado “es más mejor” -como dice el pueblo- al salario que puede percibir un periodista o un ciudadano (na) común y corriente? Y no me hagan hablar del salario de un periodista. En el mundo entero, hay una política depresiva en contra del periodista profesional. No quiero irme muy lejos; pero, en la “madre patria” (España, según los pelucones y los taurinos) están tratando a los periodistas peor que a los “sudacas” o a los trabajadores a destajo. Y eso es decir mucho o muy poco. En conclusión, el sector privado (o comercial o empresarial) ¿paga mejor que el público?
 
Claro que, en este rango, no entran los periodistas estrella, o super periodistas, o editorialistas o analistas. Ellos están fuera del mal (no digo del bien) De lo que se sabe y se conoce, por ejemplo, el auto exilado de Miami, el señor Emilio Palacio (conste que no hablo de él, como periodista) ganaba la bicoca de 10.000 dólares mensuales, una remuneración privada que, en un año, no gana en asalariado del gobierno. ¿Era tan buen periodista que le pagaban tanto? ¿O decía lo que los amos querían que dijera? En esta parte, debo, obligatoriamente, referirme a la segunda definición que da el propio diccionario de la Real Academia al término asalariado: “Que, en ideas y en conducta, supedita su propio criterio a quien le paga”.  Dejo a los sabios analistas del sector privado que digan o no si el señor Palacio escribía lo que pensaba o lo que le daban pensando.
 
 Es decir, en nuestros países se ha dado vuelta a la tortilla, como decía la también vieja canción de los republicanos españoles cuando los franquistas (de Franco) les mataban. Hoy en día, los reales y supuestos “tiranos” ya no pagan bien “a sus muchachos”. ¿Y tiene que hacerlo el sector privado? Por ello, no me interesa cuánto gana un pelucón o si tiene una remuneración o hace algún trabajo concreto. Y como no soy un “investigador” de cosas ajenas, no me interesa ver qué trabajo hace, quién le paga, cómo le nombraron al señor César Ricaurte, Director de Fundamedios. Y Fundamedios es la entidad que, según la prensa sipiana (de la SIP-CIA) “nos representa” a los periodistas. Inclusive va a Washington, a llorar junto a los periodistas que han sido demandados “por el malo de Correa”.
 
¿Está pagando bien el sector privado a “sus muchachos”? En conociéndoles, permítanme que dude de su generosidad. Permítanme que les diga, con el ilustre José Martí, “conozco al monstruo por haber vivido en sus entrañas” Y no tengo la menor duda de que esos generosos empresarios (mañana o pasado mañana) les mostrarán sus uñas, cuando ya no sean necesarios y útiles. Siento desengañarles a unos cuantos compañeritos (tas) si pensaban que el sector privado iba a ser generoso con ellos; y, sobre todo, si les iba a reconocer sus cualidades.
 
Convengamos en algo. Aclaro, en primer lugar, que no estoy diciendo que los unos son los buenos y los otros los malos. Hay de todo en la viña del Señor, dice la Biblia. Pero, por asunto paga, estoy seguro que se darán más, mucho más, en el lado de los privados. En el otro lado, debo reconocer una “falencia” (como dicen los economistas) Que hay un buen grupo que no se ha preocupado por prepararse adecuadamente. O quizá sea culpa de las escuelas y facultades de comunicación (en cuyo caso asumo la parte que me corresponde) Vuelvo a recurrir a la Biblia: “muchos son los llamados y pocos los escogidos” Y vaya que, al paso que vamos, cada vez son muy pocos.
 
 Vuelvo al asunto de este ensayo: ¿por qué un asalariado es más o menos que otro? Y entro en lo puramente especulativo. Si es tan malo el ser periodista (público o privado) ¿por qué el sector privado se ha preocupado por crear, en sus universidades también particulares, escuelas y facultades de comunicación? Hasta hace medio siglo, en Quito, había una sola Escuela (luego Facultad) de Comunicación, en la Universidad Central. Hoy, por lo menos hay nueve. Pregunto nuevamente (ese es mi oficio) ¿será que es tan malo ser un periodista profesional que caritativamente el sector privado se ha propuesto reivindicarlo?
 
Y como “soy malo de convicción” pienso que el sector privado está cansado de tanto economista, abogado, sociólogo, ingeniero, devenidos en periodistas. Claro está que ellos son “analistas” o, máximo, periodistas de opinión, como el señor Emilio Palacio. Y, como la universidad (pública o privada) no le hace daño a nadie, se han preocupado de esta proliferación, cansados de tanto espontáneo que, por si fuera poco, quieren ganar como empresarios. Pero que son leales, son leales mientras están bien pagados.
 
Y quiero hablar también de comunicación. Todavía soy un aficionado a escuchar a los llamados “padres” de la patria (el término está en desuso porque olvidan a las “madres” que también han llegado) y francamente que cada vez me defraudan más y más. En especial he puesto atención a los honorables que han dicho lo suyo sobre el tema. Y conste que ellos están ahí para legislar. Como dijo alguien que ya he olvidado, “si hasta hablan con faltas de ortografía”.
 
Vergüenza es un término que dice poco. Todos piensan que los asambleístas, por el solo hecho de serlo, están facultados a decir sus verdades comunicacionales; y, la gran verdad es que son repetitivos y, por qué no decirlo, cansinos. He oído hablar, sin colorearse, pendejadas sobre este y otros temas, para referirme a un término que ya está en el diccionario de la Real Academia, por si acaso. No salen de cuatro “verdades” sobre comunicación y medios, que les han dicho que digan como verdades teologales (que no se discuten). Y no solo que se resisten a aceptar otras verdades, sino que no las entienden. Por solamente citar un caso: los primeros en lograr una auténtica ley de comunicación (no de medios; hay kilómetros de distancia entre lo uno y lo otro) deberían ser los propios “sipianos” pues, en caso contrario, los intocables y sagrados medios que ellos tratan de defender, quedarán librados a una antigua legislación y a situaciones como las del diario El Universo.
 
Otro punto: la necesidad de que los periodistas profesionales (que viven de su trabajo) tengan una preparación universitaria, por lo menos. Asunto que ya está consignado en la Ley de Ejercicio Profesional del Periodista. Para aquellos asambleístas y analistas que pretenden hablar de comunicación, debo informarles que el Ecuador es uno de los pocos países de América Latina que tiene una ley semejante y que a nadie le hace mal la universidad, por más privada y mala que esta sea. Igual que en la medicina, la abogacía, las ingenierías, la economía, sólo un periodista debidamente preparado, académicamente preparado, podrá comprender a cabalidad su oficio y desempeñarlo con propiedad y con capacidad. ¿Por qué, si a un médico se le exige su titulación para que pueda ejercer su profesión; por qué (vuelvo a preguntar) se permite que cualquiera hable de cualquier tema o problema, con propiedad? Desde luego, esto no quiere decir ni mucho menos, que estoy hablando solo de periodistas profesionales “asalariados”. Igual que en otras profesiones, la viña del señor está llena de todo.
 
Quito, diciembre 14/2011
 
Alberto Maldonado S.
Periodista – Ecuador
 
https://www.alainet.org/pt/node/154677
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