Sobre el presunto asesinato de Osama Bin Laden

De casualidades y causalidades

03/05/2011
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El mundo se ha vuelto un lugar más peligroso. No importa lo que diga el Premio Nobel de la Paz. Estados Unidos ha decidido que las revueltas democráticas en el mundo árabe no favorecen a su geopolítica y que es mejor el fundamentalismo de Al-Qaida. ¡Viva la barbarie!

El 2011 fue el año en que el mundo árabe le dio una lección a los demócratas de escritorio en los Estados Unidos y Europa. La imagen satirizada y satanizada de que los mil millones de mujeres, niños y hombres que profesan la religión musulmana son todos extremistas y autómatas listos a inmolarse con explosivos mostró otra novedosa: la de miles y miles de ciudadanos clamando por sus derechos y pidiendo cambios drásticos en sus países, muchos de ellos gobernados por dictaduras o monarquías convenientemente sostenidas por Washington o Londres o París, las administraciones que fogonean el mito del terrorismo islámico. Y también apoyados por la gran bestia negra del terror mundial, Al-Qaida.

Y, ¡oh casualidad!, mientras ni una señal de Al-Qaida hubo en estos levantamientos por la democracia en Túnez, Egipto, Yemen o Bahréin, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, anuncia que un comando de ese país asesinó a Bin Laden. Durante diez años fue un una especie de semidios saltarín reptando por cuevas inhóspitas de Afganistán, que aparecía cada tanto para decirle al mundo que tenga mucho miedo. Siempre pareció una puesta en escena. Y la de su muerte, también. Pero nada de cavernas rocosas, Bin Laden fue cazado en un barrio residencial de la ciudad paquistaní de Abbottabad, en una vivienda valuada en un millón de dólares, cerca de la academia militar de Kakul, centro de formación de los cuadros del ejército de Pakistán, y en las afueras de Islamabad. O sea, que nada de un saltarín de grutas apretando botones para despertar células dormidas. Por el contrario, el personaje más buscado del mundo estaba en una mansión lujosa en un país que tiene relaciones carnales con los Estados Unidos.

Obama envió señales claras al mundo: ni democracia ni justicia, barbarie y venganza. Basta de revueltas en Medio Oriente y el norte de Africa. Que se perpetúen los títeres enriquecidos en petróleo.

El Premio Nóbel de la Paz, es decir el presidente de los Estados Unidos dijo: “Se ha hecho justicia”. Yo pensé que para eso se necesitaban procedimientos, tribunales, jueces. Pero no. Parte del pueblo norteamericano salió a las calles a festejar un asesinato selectivo. Revancha. Linchamiento. Más sangre derramada.

Bueno. Lo mataron, ahora vamos a ver su cara. Pero no, ni una foto ni una prueba. Estados Unidos afirmó que el cuerpo de Bin Laden, fue arrojado al mar en un lugar no revelado, tras “haberse cumplido con todos los rituales de la ley islámica”. Parece más una historia de Simbad el marino. Resulta que ahora muestran respeto por los preceptos islámicos cuando casi 800 presos en la cárcel de Guantamano sufrieron y sufren toda clase de violaciones a los derechos humanos, incluidos los religiosos.

Pero Abdel Moti Bayumi, mayor experto en estudios islámicos de Al Azhar, la institución más prestigiosa del Islam, aseguró que arrojar un cadáver al mar viola la Sharia, la ley islámica. “Es una burla”, advirtió. Porque no dirán que lo que no quieren es que su tumba se convierta en un santuario.

El periodista inglés Robert Fisk, corresponsal en Oriente Medio para el periódico británico “The Independent” y columnista del periódico “Público”, que desde hace 25 años cubre los acontecimientos de la región, y que ha entrevistado a Osama Bin Laden en tres ocasiones, sostuvo: “A mi juicio la cuestión de si está vivo o muerto carece de importancia. En los últimos meses hemos asistido a un despertar árabe en el que millones de musulmanes árabes han derribado a sus propias direcciones. Bin Laden siempre quiso acabar con Mubarak y Ben Ali y Gadafi y todos los demás, acusándoles de ser infieles al servicio de Estados Unidos, y de hecho fueron millones de personas comunes quienes acabaron con ellos de forma pacífica, sin duda en el caso de Túnez y Egipto. No fue Bin Laden quien lo hizo, y en esto fracasó. Hay que recordar que esos regímenes siempre han estado diciendo a Estados Unidos que siguieran apoyándoles porque de lo contrario el poder caería en manos de Al-Qaida. Es interesante que después de la caída de Mubarak, lo primero que se supo de Al-Qaida fue un llamamiento a derrocar a Mubarak ¡una semana después de que lo hubieran derribado! Fue patético.”

El mismo domingo del anuncio, la aviación de la OTAN -de la que Estados Unidos forma parte- atacó la residencia del líder libio Muamar Kadafi en Trípoli. Como consecuencia del bombardeo murieron el hijo menor del líder, Seif al Arab, de 29 años, y tres nietos. La misión de la Organización del Atlántico Norte era la de frenar la matanza de civiles, pero la doctrina del asesinato es la vara de la política del hombre que guarda en un estante la estatuilla del Nobel de la Paza. Definitivamente: el mundo no es un lugar más seguro.

 

Fuente: http://www.cronicasdeestemundo.com.ar/?p=513

https://www.alainet.org/pt/node/149475
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