Guerra en Libia se complica

14/04/2011
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Libia, el petróleo sigue en el centro de la disputa. Si por Estados Unidos o las potencias europeas fuese, no sólo lanzarían a Muammar Kadafi del poder sino habrían expulsado a la población libia de su territorio para quedarse con todo, principalmente el oro negro del país cuya representatividad política entre el dictador y el frente social opositor ahora se disputan.
 
Luego del aval de Naciones Unidas (con la Resolución 1973), para intervenir militarmente en territorio del país norafricano en aras de “proteger” a la población civil de la violencia desatada por las fuerzas mercenarias de Kadafi en ciudades como Bengasi y la capital Trípoli —tras el oleaje ciudadana, en su versión Facebook y Twiter que demanda libertad y la salida de los gobiernos autócratas y represores, que comenzó en Túnez y se expandió a casi todo el mundo árabe en la región—, llegó el consabido bombardeo a sitios estratégicos civiles y militares de Kadafi, encabezado primero por la coalición de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, para luego dejar la operación al mando de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN).
 
Pronto la indefinición de la campaña occidental contra el líder libio se volvió presa de la incertidumbre y objeto de la oposición, porque nada garantizó de entrada el objetivo de la ONU de proteger a civiles que estaban siendo víctimas de esos mismos ataques. Un doble cuestionamiento se posesionó, desde afuera, del encono contra Kadafi: 1) Nada justificaba la intervención armada de las fuerzas occidentales, porque se trataba de un asunto interno que los propios libios debían resolver [el petróleo, en la mira pero como un objetivo soterrado, imposible de manejar abiertamente porque entonces se velaría la película; vamos, todo al estilo de las otras guerras, como la recuperación estadounidense de “Kuwait” (en enero de 1991) de la invasión iraquí (de agosto 1990), y la incursión del Pentágono perpetrada después contra Saddam Husein en Irak, tras el falso alegato de las “armas de destrucción masiva” en el post 11/S], incluso a pesar del propio Kadafi; 2) La propuesta de Naciones Unidas no incluía arremeter contra civiles, los “daños colaterales” de esta guerra, y mucho menos la polémica propuesta del presidente norteamericano Barack Obama y su secretaria de Estado, Hillary Clinton —apoyados también por el presidente francés, Nicolas Sarkozy—, de armar a los opositores de Kadafi para evitar otra intifada [palestinos versus israelíes] como respuesta con piedras y palos a la fortaleza militar del ejército del todavía líder libio.
 
A esto, claramente, se suma la voracidad a todas luces por apoderarse del energético de origen fósil del país norafricano. Y, aparte de impedir el avance del control árabe-musulmán de la región, porque eso alejaría a los incondicionales de Occidente enquistados en el poder [los dictadores caídos en Túnez, Egipto y ahora inminentemente en Libia, habían sido sostenidos por el control político y militar; hasta se supo que Kadafi habría financiado la campaña del ahora presidente Sarkozy, confirmado porque aquél habría sido recibido por éste con alfombra roja en París], favorable a los países promotores de la guerra —bajo el uso de instrumentos como la ONU y la OTAN—, ellos requieren distractores contra su incapacidad para evitar-controlar-salir de la crisis económica fuertemente recesiva que toca a las pertas no sólo europeas sino sobre todo —y originada en— estadounidense.
 
Es decir, la guerra como instrumento del poder económico-militar occidental para intentar opacar la realidad —y la percepción que le sigue y se refleja en los mercados especulativos tanto del energético como de las finanzas en general—, del hundimiento de las economías capitalistas fuertemente dependientes del petróleo y el gas de aquellos países exportadores como Libia.
 
Por eso ahora los dirigentes de los países se “hacen bolas” [una expresión mexicana muy conocida, pronunciada por Carlos Salinas en los tiempos previos al asesinato del entonces candidato presidencial Luis Donaldo Colosio; dicha para sostenerlo (sic) en la candidatura del PRI], sobre todo los árabes que forman parte del llamado Grupo de Contacto, que son utilizados por Occidente y así fungen de cómplices y legitimadores en contra de un país de la región; más allá de tratarse de un presidente denostado por la generación Facebook como lo es Kadafi. Una guerra, que por lo demás, habiendo iniciado como protesta vía la red, Occidente no quiere perder porque afianzaría el precedente que la web sirve para recomponer gobiernos de países con una protesta bien coordinada políticamente por la sociedad civil, y particularmente por los jóvenes.
 
Por eso el acuerdo reciente —miércoles 13— conseguido en Doha, la capital de Qatar, tras la primera reunión del llamado Grupo de Contacto donde, con la participación de unos 20 países entre occidentales y árabes, se divididamente se pactó algún tipo de ayuda financiera contra Kadafi. Se trata de una acción desesperada también por parte de Occidente, del apoyo financiero y militar a los opositores del régimen para que la balanza se incline a su favor, toda vez que los militares fieles al gobierno mantienen acotado el avance rebelde.
 
Se trata de un “mecanismo financiero temporal”, donde no se fijan fechas ni montos. Desde luego que lo que Occidente quiere es un consenso nada fácil de conseguir, porque los países integrantes del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se oponen tanto al uso de la violencia como a la intervención militar internacional a territorio libio, que comenzara la coalición el 19 de marzo y retomara la OTAN el 31 del mismo mes hasta la fecha. El comunicado final del grupo adoptó, a más del apoyo financiero, “gestionar las ayudas y garantizar las necesidades de financiamiento a corto plazo” de las regiones controladas por la insurgencia.
 
Pero así como Alemania cuestionó la “legalidad” de subsidio a la insurrección con fondos de Kadafi como lo propuso Italia, el grupo insistió en la renuncia del dictador; aparte que sólo Francia, Italia y Qatar reconocen al citado Consejo Nacional de Transición como “interlocutor legítimo y representante de las aspiraciones del pueblo libio”. No obstante, el documento reconoce a la vez la necesidad de “brindar apoyo material” a la población bajo control de los rebeldes —lo que debe ser la prioridad, en todo caso—, lo que Occidente quiere es cambiar la balanza a favor de la oposición a Kadafi porque más pronto que tarde se están dando cuenta que les resulta más caro el caldo que las albóndigas.
 
Nadie, comenzando por el propio Obama, pensó que la guerra contra Kadafi se prologara y que disponer de las reservas petroleras les costara tanto. Por eso todos quieren, ahora sí, una salida inmediata al conflicto, pero sin perder nada.
 
https://www.alainet.org/pt/node/149046
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