África concentra los debates de la crisis mundial

06/02/2011
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Es un dato de la realidad que África concentra en estas horas los debates sobre la coyuntura de la crisis de la economía mundial. Es un hecho la crisis egipcia, y la de los países vecinos del norte del continente africano y del medio oriente, junto a los temas y los desafíos que propone la reunión del Foro Social Mundial (FSM) en Dakar, entre el 6 y el 11 de febrero[1].

Lo que está en discusión en ambos casos, en la crisis egipcia y la de sus vecinos, y en el debate del FSM, es el proceso de alternativas y emancipaciones. ¿Qué rumbo? ¿Hacia dónde se orientan los acontecimientos? ¿Qué futuro para el orden local, regional y mundial?

Está mencionado el problema en plural (alternativas y emancipaciones) ante la ausencia de una sola mirada de superación sobre la crisis de la economía mundial, de los problemas específicos de cada país o región, tanto como por una pluralidad de enfoques de los diferentes actores sociales y políticos, de los movimientos y sujetos que actúan en la coyuntura, que son millones movilizados en Egipto para desplazar al dictatorial y corrupto gobierno de Mubarak, y unas cuantas decenas de miles en Senegal (en representación también de millones), en el cónclave mundial de los movimientos sociales que pugnan contra la globalización capitalista y por otro mundo posible. ¿Qué futuro para esas luchas y discusiones concretas de estos días?

Por eso, EEUU y la comunidad internacional del poder intenta cambios en Egipto sin ruptura de lo esencial, la funcionalidad de la región a la acumulación capitalista. Así, resulta imprescindible para los pueblos la discusión asociada a las motivaciones y prácticas sociales para considerar nuevos modelos productivos y de desarrollo; necesidad agigantada por la continuidad y profundidad de la crisis de la economía mundial y el territorio del debate y el conflicto actual, el sur del mundo.

El empobrecimiento es resultado del capitalismo

 

La continuidad de los efectos regresivos de la crisis mundial, medidos en desempleo y miseria se asocia a lo concreto del empobrecimiento de la mayoría de la población africana, continente que concentra el 20% del territorio mundial, un 16% de la población global, más de 1.200 millones de habitantes, y lidera todas las estadísticas de empobrecimiento en el ámbito mundial, siendo una tierra promisoria en recursos naturales o bienes comunes. En el Informe de Desarrollo Humano 2010 del Proyecto Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD se puede observar como las pérdidas en el desarrollo humano debido a la desigualdad son más altas en África Subsahariana, Asia Meridional y los Estados Árabes[2].

El oro, los diamantes, el petróleo y la minería concentran el interés de un territorio escasamente explotado, donde el atraso se vincula a la explotación de materias primas en condiciones infrahumanas de sus trabajadores y una dependencia de las inversiones del capital transnacional. El resultado en materia de división internacional del trabajo es conocido por el balance comercial, de especialización primaria en las exportaciones e importador de bienes industriales ante un escaso desarrollo industrial propio, además, concentrado entre los principales países donde hoy el conflicto es visible. No muy distinto de lo que ocurre en los países del sur del mundo y que se manifiesta como modelo extractivo o concentrado en la explotación de recursos primarios en la región latinoamericana.

Las transnacionales buscan superar sus problemas de rentabilidad, con mayor explotación de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales, sean en la zona del Amazonas, en la Cordillera de los Andes, en el territorio africano, o en cualquier lugar del planeta que le provea los elementos imprescindibles para el proceso de trabajo.

La información que hoy se procesa sobre el conflicto en los países africanos se asocia a las reivindicaciones democráticas y la presencia de regímenes dictatoriales, mucho menos a las discusiones económicas de un orden socioeconómico funcional a las necesidades del capital transnacional y el poder económico mundial. Por ello resulta interesante que el FSM vuelva al territorio africano. Antes, en el 2007 en Nairobi, y ahora en Dakar, Senegal.

Más de 45.000 personas de todo el mundo se reúnen para considerar el presente y pensar críticamente el futuro. Entre los presentes en el cónclave destacan los presidentes de Guinea (África al Sur del Sahara), Alpha Condé, y el de Bolivia, Evo Morales. Este será el onceno FSM, siendo muy distinta la realidad del 2001 cuando la saga se inauguró en Porto Alegre. La situación de ascenso neoliberal que marcaba el cambio de siglo, del XX al XXI, contrasta con el desconcierto que provoca la crisis mundial. Es cierto que se agigantan las presiones de liberalización de la economía mundial, tal como revelan las conclusiones de la reunión de Davos la semana pasada, al mismo tiempo que coloca en discusión “el qué hacer” de los pueblos.

Es que las resistencias a la globalización capitalista generaron una nueva situación, especialmente en la América Latina, con renovación de la lucha por el socialismo en Cuba y nuevas significaciones en la lucha por el socialismo, que emergen de los procesos venezolanos y bolivianos. A ello se suma una diversidad de procesos difíciles de sintetizar, donde el debate no termina de sustentarse en términos anticapitalistas, para situarse como mucho en una perspectiva discursiva anti neoliberal. Es un rumbo que no termina de generar las rupturas necesarias con la institucionalidad generada en los 80´ y 90´. El ex Presidente de Chile Ricardo Lagos sugiere que “Lula se encontró con una estrategia impulsada por su antecesor –Fernando Henrique Cardoso- quien, ya como ministro de Hacienda introdujo el Plan Real hace veinte años…”[3] Más allá de la intencionalidad política de Lagos por indiferenciar diferentes momentos del desarrollo histórico del Brasil, lo cierto es la continuidad de una institucionalidad gestada bajo hegemonía neoliberal.

Un debate central en el seno del FSM se concentra en la efectividad de la lucha política del movimiento global contra el capitalismo. Una parte de la conducción del movimiento ha sido efectiva hasta ahora para limitar la capacidad de articulación de una iniciativa política compartida. En ese sentido se valora el intercambio y la horizontalidad de unas relaciones mutuas entre los participantes. En aras de esa concepción de aprendizaje y experiencias a compartir, se resigna la posibilidad de acción colectiva para transformar la agresiva campaña del capital transnacional contra los trabajadores y los pueblos del mundo. El empobrecimiento genera experiencias de desarrollo alternativas y procesos de emancipaciones, que deben articularse para una acción común. El intercambio es insuficiente.[4]

¿Qué hacer con la hipoteca del endeudamiento externo?

 

Pese a los programas de disminución de la deuda africana, de sus países más empobrecidos, la carga de intereses y capital ahoga toda perspectiva de superación del empobrecimiento africano. La discusión sobre la deuda concentra buena parte de las discusiones en Dakar. Los ejemplos latinoamericanos serán de especial consideración, especialmente el caso de la auditoria ecuatoriana que devino en la anulación de una parte de las deudas de ese país. El caso de la negociación de la deuda argentina merece también consideración, tanto por el largo proceso de cesación de pagos (que favoreció la posibilidad al crecimiento económico), como por la quita realizada oportunamente, en 2005 y recientemente en 2010. Claro que pese a los ejemplos mencionados, la cuestión de la deuda subsiste y se convierte en un instrumento de chantaje y condicionamiento de las políticas locales. La mayoría de los países del sur del mundo registran disminuciones relativas del stock de deuda sobre el PIB, en el mismo momento que ocurre lo contrario entre los países capitalistas desarrollados.[5] Todo indica que el costo de esa situación es y será crecientemente transferido a los países del sur del mundo, elevando la exigencia por argumentar sobre el carácter ilegitimo e ilegal de unas deudas largamente pagadas por los pueblos y que deben ser anuladas.

El endeudamiento está asociado a los instrumentos de disciplinamiento del poder mundial y por eso en el FSM se discutirá qué hacer ante los organismos internacionales, revitalizados por el G20 en la coyuntura de crisis. Más específicamente se analiza el tema del CIADI, destacando la política boliviana de denuncia del vínculo de ese país con un ámbito del poder mundial para canalizar las demandas de las transnacionales sobre los países soberanos. En rigor, no solo se trata de discutir al FMI, al Banco Mundial, al CIADI u otros ámbitos del poder mundial, sino de avanzar en perspectivas alternativas, caso de la necesaria nueva arquitectura financiera a escala global, donde el Banco del Sur u otras iniciativas adquieren relevancia, tanto como el debate que habilita la crisis sobre el fin de la hegemonía del dólar y la necesidad de analizar soberanamente, nacional y regionalmente los instrumentos de intercambio validados internacionalmente. Ello supone desde la implementación de tributos globales contra la especulación, la circulación de capitales; la eliminación de los paraísos fiscales; y el establecimiento de nuevas relaciones monetarias contra el imperio del dólar o la guerra actual propiciada por las monedas hegemónicas.

Egipto, su rebelión popular en el norte de África y el debate en el FSM, atraviesan todas las discusiones y reflexiones en torno al momento, del cruce de la crisis y las posibilidades de transformación social y económica. Es un debate que se proyecta sobre la distribución del ingreso y la riqueza socialmente generada, contra la desigualdad y por resolver históricamente el desbalance de las posibilidades del desarrollo económico contemporáneo y las concretas condiciones de vida denunciada por la FAO, donde 1.020 millones de personas del planeta sufren hambre. La discusión es por la democratización de la vida cotidiana y el orden social vigente en crisis, del capitalismo en crisis. Ello supone discutir qué hacer con los recursos naturales o bienes comunes. ¿Qué hacer con el agua y la tierra? ¿Quién los explota y cómo? ¿En beneficio de quién o de quiénes? ¿Cómo se sustenta la vida de las personas, las especies, para hoy y para el futuro? ¿Qué posibilidad de cooperación, integración y articulación de los pueblos del mundo para atender la realidad de crisis y empobrecimiento?

La soberanía está en discusión. La soberanía alimentaria, energética o financiera. La capacidad de establecer un orden diferente al de la explotación que hoy vive una de sus crisis y que desafía a los trabajadores y pueblos del mundo a construir una nueva realidad, que al decir del FSM se manifiesta como el objetivo de “otro mundo posible”.

Buenos Aires, 6 de febrero de 2011

- Julio C. Gambina es Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, UNR. Profesor de posgrado en varias universidades públicas de la Argentina y del exterior. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.



[2] Ver figura 5.2, consultado el 6 de febrero de 2011, en: http://hdr.undp.org/es/informes/mundial/idh2010/resumen/desigualdad/

[3] Ricardo Lagos. Lula, el obrero que construyó el país. Clarín domingo 6 de febrero de 2011, página 32.

[4] Emir Sader. El próximo Foro Mundial y los eventos de Egipto. Página 12 del Domingo 6 de febrero de 2011. Consultado el 6-02-11 en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-161833-2011-02-06.html


[5] Amplia información en el sitio del Banco Mundial: http://datos.bancomundial.org/

 

https://www.alainet.org/pt/node/147348
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