Centenario de la revolución inconclusa

23/11/2010
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Se conmemora el centenario de la Revolución mexicana, uno de los acontecimientos sociales más importantes de principios del siglo XX, en el planeta. En el trayecto gestante, injerencias externas e intereses de facciones que participaron –en su porción de ruptura armada y aun después– dan al traste con su sentido reivindicador de intereses sociales (Villa y Zapata). Al final se va reconstruyendo la hegemonía de poderosos grupos extranjeros, junto a la conformación de una burocracia criolla –que aún ostenta el poder– trátese del partido político que se trate. Pero dejemos para después tales elucubraciones y veamos hechos que impulsaron al movimiento social de 1910-1919.
 
La economía mexicana en el porfiriato se estructura acorde con los ejes centrales que dieron forma al imperialismo. Ernest Mandel, en su libro El capitalismo tardío, dice que "la directa intervención del capital occidental en el proceso de acumulación originaria del capital en los países subdesarrollados, estuvo determinada en grado significativo por la presión compulsiva del capital a organizar la producción capitalista de materias primas, en gran escala". Eso ocurre en el porfiriato, que convierte al territorio nacional en gigantesca plantación: haciendas henequeneras en Yucatán, extensos latifundios ganaderos en Chihuahua, plantaciones tabacaleras y cafetaleras en Valle Nacional y haciendas e ingenios azucareros en Morelos, Veracruz y Puebla.
También en el terreno minero –herencia de la explotación colonial–, se mantiene el esquema con minas, originariamente de oro y plata, en el centro y norte del país. El trato a los trabajadores, tanto en minas como en el campo, no difiere en mucho a lo ocurrido en las encomiendas de siglos anteriores con peones acasillados –dependientes de la tienda de raya–, mineros sin derechos obreros, en un sistema preindustrial con relaciones sociales precapitalistas.
 
Tal estructura productiva es posible por los rangos de acumulación de la tierra en pocas manos y del capital en unas cuantas familias, vinculadas a consorcios internacionales que estaban en plena expansión, tanto en Europa (Inglaterra, España, Francia y Alemania) como en el imperio al norte, que no se hartaba de engullirse territorios y economías de países débiles. El nuestro era uno de ellos.
 
Para 1910 la población mexicana era de 15.2 millones de habitantes, bajo la égida de: 830 hacendados, 410.3 miles de agricultores y 3.1 millones de jornaleros. El 80% de la población dependía del salario rural (18 a 25 centavos por día) para mal comer: tortillas, chile, frijoles y pulque). Vivían en casas de adobe, sin elementales servicios de agua, luz, educación –en 1910 el 85% de la población era analfabeta–, salud –desnutrición de más del 60% de la población–, caminos –70% del territorio sin comunicación–, lengua –sólo 30% hablaba castellano.
 
La tienda de raya cubría sus salarios con mercancía y hacía préstamos que endeudaban a generaciones. Como se producía todo para el mercado nacional e internacional, el maíz y otros granos no eran redituables para los dueños del capital y la tierra. En 1910 se presentó una crisis agrícola aguda, precisamente por escasez de alimentos. Éste fue factor para el descontento popular contra el gobierno de Díaz. Empero, aún no se conformaba el reclamo por la tierra.
 
La demanda de materias primas en 33 años de porfiriato, nos muestra el crecimiento exponencial de cinco productos principales de la agricultura tropical (caucho, café, tabaco, henequén y azúcar), ejemplo de la sobrexplotación del territorio y su gente, para cubrir exigencias de la economía mundial, en especial estadunidense y europea, como puede apreciarse en Estadísticas económicas del porfiriato. Fuerza de trabajo y actividad económica por sectores. El Colegio de México. México 1961, que conviene analizar directamente.
 
En la minería, el modo de producción de materias primas en nuestros países, requirió introducción de maquinaria, dando inicio al capitalismo industrial. Los bajos precios de la mano de obra (como mercancía), las escalas desmedidas del ejército industrial de reserva y el despido relativo del proletariado en estas condiciones, incrementó considerablemente las tasas de ganancia de los dueños del capital minero, convirtiéndola en una actividad de alta rentabilidad financiera.
 
Tal complejidad del país, previa a la revolución, le caracteriza como un territorio en donde las clases gobernantes ejercen su mando de modo cruel e inhumano. Leamos el México bárbaro de John Kenneth Turner, o a Friedrich Katz, quien explica la servidumbre en el campo mexicano, en su admirable biografía de Pancho Villa, con calidad de factor para el surgimiento del villismo como vigoroso movimiento revolucionario.
 
La inversión extranjera en el país era importante en ferrocarriles, minería, hidrocarburos (en la primera década del siglo XX 60% era inglesa y 40% estadunidense). Los franceses entraron en otros rubros, como los alemanes y españoles. Para 1910 se cuenta con 146 fábricas (textiles, alimentos y otros, concentradas en Monterrey, Puebla, Guadalajara y Veracruz). Alrededor de 35 mil obreros trabajan en ellas, prácticamente sin derechos, a los que ya se había llegado en otros países. La inconformidad gesta descontento generalizado y acción de pensadores y activistas, como los hermanos Flores Magón; junto con actos heroicos como los ocurridos en 1906, en las huelgas minera en Cananea, Sonora, y textil, en Río Blanco, Veracruz, como veremos.
 
¿Cómo se logró ese manejo económico, siendo bien conocida la “tendencia” de Porfirio Díaz, hacia Europa, Francia en particular?
 
Sencillamente porque el gobierno –como componente fundamental del Estado– no tenía herramientas para oponer sus decisiones a una manera capitalista de producir materias primas en países hoy llamados subdesarrollados. Ello llevó a productos industriales, bajo condiciones socioeconómicas de producción muy precisas. Allí el factor decisivo era la enorme cantidad de mano de obra barata disponible. De ahí que se continuara –mediante cambios en la división del trabajo para mayor disciplina, organización y contabilidad más racionales–. en la forma de producción mediante plantaciones, que se configuró como capitalismo preindustrial, desde la colonia.
 
Junto a condiciones muy adversas en que se desarrollaban las acciones productivas en el porfiriato –tanto en actividades agropecuarias, como en mineras y de transformación– que fueron encausando el descontento producido hacia movimientos de organización social, por todo el territorio se dieron otras, relacionadas con los intereses de las grandes potencias, en especial el imperio de al lado.
 
Así como se conformaron expresiones de malestar, organizadas por líderes obreros y representantes de comunidades campesinas –muchas de ellas acalladas a sangre y fuego por el ejército pretoriano de la dictadura porfiriana–, hubo otros elementos clave para que los tiempos del porfiriato terminaran y existiera la ilusión de cambios en la ruta que anunciaba la utopía democrática, expresada el 18 de febrero de 1908, por el general Díaz a James Creelman, periodista del Parsons Magazine, al acercarse la sexta reelección del dictador: “Yo veré –afirmó– con gusto un partido de oposición… si se forma lo veré como una bendición… para inaugurar con éxito completo un gobierno democrático en la República”. ¿Cuáles fueron esos factores de cambio?
 
Fuente: Forum en línea
 
https://www.alainet.org/pt/node/145716

Del mismo autor

Subscrever America Latina en Movimiento - RSS